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miércoles, 4 de mayo de 2016

Las siete hermanas - Lucinda Riley

Título: Las siete hermanas
Autor: Lucinda Riley
Editorial: Plaza & Janés
Serie / Saga: Las siete hermanas 1
Traducción: Sheila Espinosa / Matilde Fernández
Año: 2016
ISBN: 978-84-0101-721-6
Nº de páginas: 592

Una de mis mejores lecturas el año pasado fue La rosa de medianoche de Lucinda Riley por lo que cuando descubrí entre las novedades del pasado mes de abril Las siete hermanas, la nueva novela de la autora, y además con una sinopsis tan atractiva, no pude resistirme a embarcarme en su lectura en cuanto tuve oportunidad. Lo comprobaréis a continuación pero ya os adelanto que me ha gustado muchísimo por lo que Lucinda Riley estará nuevamente en la lista de mis lecturas destacadas en 2016.

Lucinda Riley
Lucinda Riley
"Las siete hermanas" es en realidad el título que lleva la saga a la que pertenece este primer libro, subtitulado La historia de Maia. Como ella misma nos cuenta en las páginas finales, con este volumen Lucinda Riley da comienzo a una saga inspirada en la mitología de las Siete Hermanas de las Pléyades y que estará compuesta por siete libros. Este dato no debemos verlo como un obstáculo pues con independencia de que forme parte de esta serie, se puede leer de una forma independiente sin problema ya que la trama principal queda completamente cerrada. Eso sí, van a quedar algunas cuestiones secundarias en el aire por lo que si queremos desvelar esos interrogantes, tendremos que seguir leyendo el resto de libros.

La historia de Maia, la mayor de las hermanas D’Aplièse, da comienzo en junio del año 2007 cuando se encuentra pasando unas vacaciones en Londres y recibe la noticia de que su padre adoptivo, Pa Salt, ha fallecido. Tras ponerse en contacto con sus cinco hermanas para comunicarles la triste noticia, regresa inmediatamente a la casa familiar en Ginebra, donde espera poder celebrar el funeral. Sin embargo a su llegada descubrirá que su padre ya ha recibido sepultura, pues su deseo era que ninguna de sus hijas estuviese presente. Aún conmocionadas por todo lo sucedido, las seis hermanas asistirán a la apertura del testamento en el que además de dejarlas cubiertas económicamente durante el resto de sus vidas, su padre les ha dejado como legado una esfera armilar en cuyos anillos aparecen sus nombres junto a unas inscripciones, aunque ninguna de ellas sabe qué significado puede tener. La explicación parece hallarse en las cartas que Pa Salt ha escrito para cada una de sus hijas antes de morir, y cuando Maia abra la suya, descubrirá que contiene las pistas necesarias para desvelar cuál es su origen. Y siguiendo estas orientaciones Maia viajará hasta Brasil, donde comenzará a reconstruir las piezas de su pasado, un pasado que se remonta hasta la época de la Belle Èpoque de Río de Janeiro y gracias al que conoceremos la historia de Izabela Bonifacio, la bella hija de un paulista descendiente de inmigrantes italianos que gracias a su esfuerzo y trabajo ha conseguido convertirse en uno de los hombres más ricos de Río.

La primera pregunta que surge cuando comenzamos a leer es el motivo de que la saga sea las siete hermanas cuando en realidad las hermanas D’Aplièse que aparecen en este volumen son únicamente seis. En los primeros capítulos del libro vamos a encontrarnos con una pequeña introducción a esta peculiar familia compuesta por seis mujeres procedentes de diversos rincones del planeta y que Pa Salt adoptó siendo bebés, criándolas bajo su protección y poniéndoles los nombres de las Siete Hermanas, su constelación favorita. No obstante pronto la trama se centrará en la historia de Maia, lo que nos lleva a imaginar que el resto de hermanas irán protagonizando cada uno de los siguientes volúmenes.

En el interior de "Las siete hermanas" nos vamos a encontrar con dos líneas argumentales que se van alternando a lo largo de las seis partes en las que queda estructurada la novela, aunque la última es más bien una especie de epílogo que creo que la autora utiliza para introducir el siguiente libro ya que está protagonizada por otra hermana. Una de las líneas argumentales es la que transcurre en el tiempo presente, concretamente en el año 2007, y tiene por protagonista a Maia, mientras que la otra trama nos trasladará hasta el pasado para descubrir los orígenes de su familia, remontándose a los años veinte. Como suele suceder en este tipo de libros, la historia del pasado cobra más relevancia y también resulta mucho más atractiva que la del presente, aunque en este caso están bastante equilibradas, por lo que el libro en su conjunto a mí me ha parecido muy interesante, algo que ya me sucedió con La rosa de medianoche.

Cada una de estas partes agrupa diversos capítulos que suman un total de cincuenta y uno, y mientras que las partes centradas en Maia están narradas en primera persona por ella misma, cuando se trata del pasado es un narrador omnisciente el encargado de poner voz al relato. Las siete hermanas está escrito con sencillez y agilidad empleando Lucinda Riley una prosa envolvente, clara, fluida y asequible, con un hábil manejo del suspense y la intriga que mantienen el ritmo constante y hacen que necesitemos avanzar continuamente para desvelar qué va a ser de los personajes. Es cierto que en cuanto al planteamiento general este libro es similar a muchos otros que giran en torno a una persona que investiga su pasado, pero ya sabéis que este tipo de historias a mí me encantan, disfruto muchísimo con estas lecturas y por eso no me canso de ellas por lo que una saga que se componga de tramas similares a esta me resulta irresistible.

Puesto que tenemos dos líneas argumentales, son dos las protagonistas que vamos a tener en Las siete hermanas. En el tiempo presente conocemos a Maia, la mayor de las hermanas D’Aplièse, traductora de profesión y que es la única de las seis que aún comparte hogar con su padre, aferrada a la idea de que él está envejeciendo y necesita compañía. Es por eso que su muerte supondrá una mayor conmoción para ella, que tendrá que dejar a un lado el mundo ficticio en el que vive, inmersa en sus traducciones, para enfrentarse a la realidad e intentar superar sus traumas del pasado, que han marcado su trayectoria vital, convirtiéndola en una mujer solitaria y encerrada en sí misma. Gracias a su cuidada construcción es un personaje al que llegamos a conocer bien y que se va ganando poco a poco nuestro aprecio, pues en un principio por su carácter puede parecer un tanto fría y distante, pero a medida que avancemos iremos profundizando en sus sentimientos y descubriendo su pasado, llegando a empatizar con ella.

Paul Landowski
A pesar de que Maia es un buen personaje, su figura queda eclipsada por la de Izabela, la protagonista de la línea argumental del pasado, cuya personalidad y experiencias vividas son mucho más atractivas e interesantes que las de Maia. A Izabela la conoceremos en un momento de transición en el que dejará atrás su infancia para convertirse en una hermosa joven que descubrirá nuevas experiencias, entre ellas el amor, pero que también deberá asumir compromisos y responsabilidades, algunas de las cuales no son fáciles de cumplir. Es un personaje que igualmente está perfilado con detalle y en su caso despierta nuestro afecto desde un principio haciendo que asistamos con interés al curso que sigue su vida y los cambios que se van produciendo en ella, además de resultar interesante ver los problemas y dilemas a los que tiene que hacer frente y las decisiones que va tomando.

Junto a ellas dos encontramos una rica galería de personajes en la que destacan varias figuras por el papel que desempeñan en el desarrollo de la historia como el escritor brasileño Floriano en el presente, o Gustavo Aires Cabral, su madre Luiza o el joven escultor Laurent Brouilly en la trama del pasado. Algunas de estas figuras secundarias resultan interesantes no solo por su construcción sino también por ser personajes reales y así entre las páginas de Las siete hermanas encontramos a Heitor da Silva Costa, arquitecto e ingeniero del Cristo Redentor, o al escultor francés Paul Landowski.

Y es que "Las siete hermanas", como su autora señala, es una obra de ficción que está aderezada con figuras y hechos históricos. De esta manera el hilo argumental del pasado se sitúa en un contexto que resulta de lo más atractivo, al menos desde mi punto de vista. Lucinda Riley ambienta parte de su novela en la década de los años veinte con dos ubicaciones principales, París y Brasil, esta última también en el 2007 y complementada con la residencia de Pa Salt en Ginebra. Lucinda Riley emplea elegantes y bellas descripciones que sin extenderse en datos innecesarios nos permiten tener una visión muy clara de cada escena y entorno, disfrutando de los fascinantes ambientes en los que se mueven los personajes.

Cristo Redentor
En el tiempo presente descubrimos los encantos de la ciudad de Río de Janeiro, la atmósfera que se vive en sus calles, las costumbres y modo de vida de los cariocas o sus hermosas playas, pero es en el tiempo pasado donde radica el mayor encanto de la ambientación. Seguimos descubriendo esta maravillosa ciudad pero la narración queda aderezada con información histórica ya que los personajes toman parte activa en determinados acontecimientos y así conoceremos cómo fueron esos años en Brasil, cómo vivía la alta sociedad, la importancia que tenía la industria del café y la política que se aplicó a su producción, su posterior decadencia o el impacto que tuvo el crack del 29 para la economía del país, destacando entre todos los hechos históricos mencionados la construcción de su Cristo Redentor. Esta obra da lugar a una subtrama de lo más interesante en la que se nos descubren anécdotas relacionadas con el proyecto que llevó a cabo Heitor da Silva Costa, poniendo de manifiesto los problemas que tuvo que resolver relacionados con el tamaño y emplazamiento de la estatua, o cómo se llevó a cabo esta impresionante y representativa escultura ubicada en la cima del cerro del Corcovado. Y si el Brasil de los años veinte resulta fascinante, la ciudad de París no se queda atrás y los capítulos que transcurren en este emplazamiento son el complemento perfecto que nos permitirá trasladarnos a la Belle Èpoque parisina, descubriendo los encantos del Montparnasse bohemio donde se dan cita intelectuales y artistas.

Como veis son muchos los aspectos que me han cautivado en Las siete hermanas y es que la novela de Lucinda Riley combina en su interior una serie de elementos que hacen que su lectura resulte de lo más recomendable si sois aficionados, como es mi caso, a este tipo de historias. Tenemos secretos familiares pero también hay misterio, arte, cultura, mitología griega, astrología, drama, recreación histórica o romance, todo ello entrelazado para componer una historia sumamente atractiva que se disfruta desde el principio y resulta muy agradable de leer, por lo que una vez finalizada nos alegramos de que aún esperen otros seis libros similares si la experiencia va a ser igual de satisfactoria.

Lucinda Riley se ha convertido para mí en una autora de referencia y ya estoy deseando repetir con algún otro de sus libros. Creo que es evidente que Las siete hermanas (La historia de Maia) me ha encantado y no puedo más que recomendar su lectura a todas aquellas personas que disfruten con este tipo de tramas familiares que transcurren a través de dos planos temporales, así como a aquellos que se sienta atraídos por la fascinante época de la Belle Èpoque brasileña y parisina.

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Gracias a la editorial por facilitarme el ejemplar para su reseña

miércoles, 10 de junio de 2015

París 2041 - Ezequiel Szafir

París 2041
Título: París 2041
Autor: Ezequiel Szafir
Editorial: Ediciones B
Año: 2014
ISBN: 978-84-666-5722-8
Nº de páginas: 344

Una de las novedades de Ediciones B para esta primavera que más llamó mi atención fue París 2041 de Ezequiel Szafir por el planteamiento que su argumento presentaba, por lo que me animé a hacer un hueco entre mis múltiples libros pendientes y, en cuanto llegó a casa, comencé su lectura junto a otras blogueras con las que fui intercambiando impresiones vía twitter.

"París 2041" comienza trasladándonos a un futuro no demasiado lejano, situándonos en octubre del año 2041 en París. La situación que se vive en esta ciudad es un reflejo de la que asola al resto de Europa, donde tras años de crisis económicas, juegos de poder, sometimiento y terror islamista, se ha optado por la revolución para lograr la libertad. Sin embargo, el estado impuesto por los nuevos partidos dista mucho de mantener el concepto de libertad, y además de drones que sobrevuelan la ciudad continuamente controlándolo todo, en París, tras un enfrentamiento con la población musulmana en el año 2038, se ha optado por separar a los ciudadanos en dos zonas, reservando una a los musulmanes, negros y judíos en la que teóricamente estarán más protegidos, pero de la que no pueden salir sin una autorización específica. Pero no toda la población comparte estos ideales y así Antoine y Nicholas, con la colaboración de una joven musulmana de la denominada “Zona libre”, y con el apoyo del movimiento de la Resistencia francesa, intentarán luchar contra este régimen totalitario para devolver la libertad a su país.
Ezequiel Szafir
Ezequiel Szafir (Fuente)

A lo largo de los veinte capítulos en los que se presenta dividida la novela, Ezequiel Szafir nos va mostrando los diferentes cambios que se han producido y han dado lugar a esta nueva realidad así como la forma en la que avanza la trama, todo ello siguiendo un curso lineal. Para ello emplea un narrador en tercera persona que permite enfocar la acción en diferentes personajes y escenarios según el momento, permitiendo al lector tener acceso a todo lo que está sucediendo. La prosa de Ezequiel Szafir es sencilla y efectiva, con abundantes diálogos que agilizan la lectura y un ritmo fluido que combina a la perfección con la trama dinámica que su novela presenta desde el principio.

París 2041 es un libro cuyo planteamiento atrapa desde sus primeras páginas, manteniendo la atención del lector gracias a una equilibrada combinación de diversos elementos como intriga, acción, romance, política o amistad. Si bien nos trasladamos a una época futura, no cuesta demasiado situarse en este nuevo contexto social y político que el autor dibuja ya que las modificaciones que han tenido lugar no se alejan demasiado de nuestra actual situación y por otra parte el autor se encarga de aderezar la narración con descripciones gráficas y detalladas que nos facilitan una clara visión tanto de la atmósfera como de los escenarios en los que se mueven los personajes.

Nos encontramos ante un libro en el que el peso de la narración recae más sobre los hechos que sobre los personajes en sí, quienes no dejan de ser meras herramientas para desarrollar estos. De esta manera únicamente tres personajes tienen cierta relevancia en la novela, siendo Antoine, Nicholas y Farida los protagonistas y su perfil el mejor trazado a pesar de que tampoco cuentan con una gran profundidad. Quizás es por eso que a mí los tres me han resultado bastante lejanos y no he conseguido implicarme en sus historias personales, por lo que su destino me ha resultado un tanto indiferente a pesar de que la situación general sí haya despertado mi interés.

Es por esta misma razón que el romance que incluye la trama de "París 2041" me ha parecido alejado de la realidad y poco consistente. Soy consciente de la difícil situación que atraviesan los personajes, pero aún así me ha faltado profundidad en la relación e intensidad en sus sentimientos. Desde mi perspectiva ha sido un acercamiento demasiado frío y me cuesta creer que puedan surgir lazos tan fuertes únicamente a través del contacto que mantienen, por lo que creo que el enfoque dado a su relación debería haber sido diferente, no tan perfecto.

Comentaba anteriormente que París 2041 es una novela cuyo argumento se centra en los hechos que están teniendo lugar y es este uno de los aspectos que más llama la atención del lector desde un principio. Este futuro que Ezequiel Szafir nos plantea resulta inquietante si nos paramos a considerar el rumbo que está tomando la sociedad actual, pues no sería extraño que llegásemos a vivir algo así, y de ahí la necesidad de pararnos a reflexionar e intentar poner una solución para no volver a revivir hechos que ya han marcado nuestra historia pasada. Y es que la novela de Ezequiel Szafir nos habla de un futuro cercano pero con remembranzas del pasado como los guetos que en este caso ocupan los musulmanes, la quema de mezquitas o la de libros.

A pesar de que la novela tiene un ritmo intenso desde el principio, la trama de París 2041 va ganando intensidad a medida que avanzamos y es por eso que, siguiendo esta tónica, para mí el final no ha estado a la altura y ha sido uno de los puntos más negativos de esta lectura. El capítulo final es como una especie de epílogo y desde mi punto de vista hay un corte demasiado brusco entre un tiempo y otro, me hubiera gustado que el autor se detuviese un poco más en relatarnos cómo sucedió todo en lugar de hacer ese resumen final que da la sensación de precipitación y al menos a mí me ha dejado con una sensación un tanto decepcionante.

A pesar de este último apunte, París 2041 me ha gustado y creo que es una interesante lectura tanto por los planteamientos que realiza como por la invitación que nos hace a reflexionar y debatir sobre todas estas cuestiones. Ezequier Szafir nos presenta un thriller político con tintes de distopía que nos traslada a un inquietante futuro cercano y en el que se combinan suficientes elementos para hacer disfrutar al lector con una lectura que no podrá abandonar hasta llegar a la última página.

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Gracias a la editorial por facilitarme el ejemplar para su reseña

lunes, 9 de marzo de 2015

La urraca en la nieve - F. Javier Plaza

La urraca en la nieve
Título: La urraca en la nieve
Autor: F. Javier Plaza
Editorial: Hades Editorial
Año: 2014
ISBN: 978-84-942-7845-7
Nº de páginas: 367

La urraca en la nieve es la primera novela publicada por F. Javier Plaza, quien contactó conmigo para presentarme su obra y consultar si estaría interesada en leerla y reseñarla. A pesar de que no conocía su argumento, inmediatamente me llamó la atención la época en la que está ambientada, elemento que fue suficiente para aceptar la propuesta del autor.

"La urraca en la nieve" tiene por protagonista a Camille y transcurre en la época del París impresionista, concretamente a finales del año 1893. Es en esos días donde encontramos a Camille preparando el viaje de regreso a su hogar en el sur de Francia, pues tras pasar ocho meses en la ciudad ha recibido una carta de su padre que reclama su vuelta a la casa familiar para arreglar unos asuntos. De esta manera Camille deberá abandonar la vida que ha iniciado entre galerías de arte, academias y talleres de pintura, una etapa que añorará tras su vuelta al lado de su familia, donde sin embargo espera Therese, la joven a quien ama y con la que está comprometido.

F. Javier Plaza
F. Javier Plaza
A pesar de que la obra transcurre únicamente a lo largo de seis días, desde el ocho hasta el catorce de diciembre, el periodo temporal que abarca es mucho más amplio pues a lo largo de los mismos Camille irá recordando los meses que ha pasado en París, e incluso hechos sucedidos anteriormente a su llegada a la ciudad. Siguiendo esta pauta, el libro de Javier Plaza no presenta una división en capítulos, si no que la estructura viene dada por cada uno de estos días, indicándonos la fecha al principio de cada una de estas divisiones.

Es el propio Camille el encargado de ir relatando su historia y esta narración viene marcada por un ritmo pausado que hace que esta novela requiera una lectura serena y tranquila. No es La urraca en la nieve una obra en la que nos esperen grandes sorpresas o aventuras, sino que su trama se centra en retratar el modo de vida artístico a finales del siglo XIX en París, haciendo uso para ello de la figura de Camille. F. Javier Plaza emplea una prosa que sin perder la sencillez, se aprecia cuidada y elaborada, mostrándose en algunos pasajes un tanto poética y dominada en otros por la delicadeza y sutileza, además de destacar la técnica descriptiva para retratar las diferentes escenas. Me ha gustado la forma de escribir de Javier pues creo que ha conseguido imprimirle a la narración un estilo bastante personal, muy acorde con el periodo en el que sitúa su historia. Sin embargo he de señalar también que la obra necesita una pequeña revisión, especialmente a nivel de puntuación, pues hay algunas frases en las que he echado en falta comas; tan necesarias en algunos casos para dar un sentido u otro a una misma frase. En relación con este punto, he de señalar que el mismo autor me ha indicado que la segunda edición de la novela, publicada recientemente, ha sido corregida, por lo que este apunte quedaría subsanado.

En cuanto a los personajes, si bien Camille se convierte en la pieza central todos ellos están perfilados con sumo detalle, especialmente a nivel psicológico. De esta manera llegamos a conocerlos en profundidad, apreciando los diferentes matices que presentan sus personalidades. Camille es un joven aficionado a la pintura que procede de una familia acomodada, por lo que al ser enviado por su padre a París para realizar unas gestiones, aprovecha la oportunidad para asistir a una academia, aunque pronto se dejará arrastrar por la vida parisina, aprovechando esos meses para vivir en libertad y divertirse, libre de preocupaciones económicas y sin un objetivo claro en su vida.

Junto a él encontramos otras dos figuras dotadas de bastante relevancia al compartir la mayoría de sus andanzas, Víctor e Yves, ambos amigos íntimos de Camille, cuyas vidas han seguido un curso similar al pasar de la precariedad inicial de sus carreras a lograr vivir de su arte, indiferentes a las modas y a las críticas. Ambos acogerán con cariño a Camille, quien se convertirá en un privilegiado aprendiz de sus técnicas además de compartir con él las noches parisinas hasta la hora de cierre de los bares.

Si hay algo que me ha gustado especialmente en la novela de Javier Plaza es el cuidado y detalle con el que el autor nos traslada al París impresionista. Como señalaba al principio, fue uno de los aspectos que me atrajo a la hora de decidirme a leer La urraca en la nieve y en ese sentido no me ha decepcionado, pues Javier retrata con maestría la forma de vida en este periodo. A lo largo de las páginas acompañamos a Camille siendo testigos de su forma de vida, de las aventuras que vive, de los círculos en los que se mueve, de sus salidas nocturnas y de ese fascinante mundo que va descubriendo y que va captando todo su interés, al igual que lo hace con el nuestro. Y es que los pasos de nuestro protagonista van acompañados por suaves pinceladas cargadas de detalles a través de las que se nos va mostrando todo lo que le rodea, desde el aspecto que presentan las calles de París hasta los estudios de los artistas o los locales nocturnos que son testigos de las correrías de Camille y sus amigos. Todo ello conforma un conjunto que logra trasladar al lector a esta fascinante época, en la que como no podía ser de otra forma encontramos figuras tan destacadas como Cezanne, Monet, Manet o Gauguin.

En definitiva, La urraca en la nieve de F. Javier Plaza es una novela para leer de forma pausada y disfrutar con calma, dejándose trasladar hasta el París impresionista, paseando por sus calles y observando su forma de vida. Una obra escrita con detalle y delicadeza, que recoge el día a día en la vida del joven Camille y con la que creo que disfrutarán aquellos lectores que se sientan atraídos por este periodo.

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miércoles, 14 de enero de 2015

Invierno en París - Imogen Robertson

Invierno en París
Título: Invierno en París
Autor: Imogen Robertson
Editorial: Alianza editorial
Traducción: Paloma Tejada
Año: 2014
ISBN: 978-84-206-9068-1
Nº de páginas: 476

Invierno en París de Imogen Robertson fue una de las novedades literarias cuyo planteamiento más me llamó la atención el pasado otoño al presentar una historia de intrigas ambientada en un periodo que se encuentra entre mis favoritos, la Belle Époque, por lo que no pude resistirme a leerla en cuanto tuve oportunidad.

Invierno en París recoge la historia de Maud Heighton, una joven inglesa que se encuentra estudiando pintura en la Academia Lafond, centro al que también asiste la rusa Tanya Sergeyevna, con la que Maud acabará entablando amistad a pesar de la diferencia social entre ambas. Preocupada por la delgadez y palidez de Maud, pues sus ingresos no llegan para cubrir la comida y los gastos de pintura, Tanya tratará de conseguirle un empleo, logrando finalmente que Maud se instale en casa de Christian Morel para hacer compañía a su hermana Sylvie, adicta al opio, además de darle clases de inglés y de pintura. De esta manera la vida de Maud mejorará notablemente hasta que los hermanos Morel sean acusados de ladrones e impostores, viéndose ella misma implicada en el robo de unas joyas, lo que la obligará a recurrir al engaño y a las mismas tretas de las que ha sido objeto para esclarecer su inocencia y vengarse de la traición que ha sufrido.

Imogen Robertson (Fuente)
Son dos las partes en las que se encuentra dividido el libro, a las cuales se suman el prólogo con el que se da inicio la historia y el epílogo final que la cierra. A su vez ambas vienen estructuradas en diversos capítulos que en general no son demasiado extensos, lo que hace que la novela se lea con mucha agilidad. La historia se desarrolla entre noviembre de 1909 y enero de 1910 y para ayudar al lector a situarse, en el comienzo de algunos capítulos se indica la fecha concreta en la que se sitúa la acción. A su vez, también nos encontramos distribuidos a lo largo de las páginas algunos extractos extraídos del catálogo de la exposición “Invierno en París: Tesoros anónimos de la Colección de Civray, en los cuales se analizan algunos de los lienzos que componen la misma y cuyo significado descubriremos al finalizar el libro.

Por lo que se refiere al estilo, Imogen Robertson emplea una prosa dominada por la sencillez y la naturalidad que resulta fluida y fácil de leer, manteniendo equilibrados diálogo y narración y destacando especialmente la descripción de ambientes y escenarios. Utiliza un narrador omnisciente en tercera persona del pasado y mantiene un ritmo ágil y constante, lo que hace que la lectura resulte muy amena y no se pierda el interés en ningún momento.

Como os decía, uno de los aspectos más destacables y que a mí me ha gustado especialmente es la recreación que Imogen Robetson realiza del París de principios de siglo. El relato de la historia viene acompañado de visuales descripciones que, sin llegar a ser excesivas o pesadas, permiten que el lector perciba el aspecto que presentaba la ciudad por entonces, mostrando la diferencia entre clases sociales, la pobreza que sacudía a determinados barrios y las calles, edificios o zonas más emblemáticas junto a las costumbres y forma de vida en dichos años. Son los primeros años del siglo XX, la Belle Époque de París, una época en la que tienen lugar importantes cambios a nivel artístico y muchas obras y artistas ganan reconocimiento, convirtiéndose todo ello en uno de los temas centrales de Invierno en París, mostrándonos cómo vivían los artistas, el papel ejercido por las modelos o el funcionamiento de las academias.

Esta excelente ambientación se completa con una recreación histórica que nos permite conocer de cerca los hechos que tuvieron lugar en París el invierno de 1910, cuando debido a las intensas lluvias el río Sena creció tanto que provocó graves inundaciones, debiendo ser evacuados de sus hogares muchos parisinos. Junto a la descripción de las escenas que se podían contemplar en un París que iba sucumbiendo a sus propias aguas queda plasmado el miedo, la emoción y el nerviosismo que se vivía en la sociedad, además de las medidas adoptadas para dar refugio a los evacuados. Se construye así una atmósfera oscura y sobria que contrasta con las luces y riqueza observadas anteriormente y que envuelve al lector, haciéndole participe de este ambiente depresivo y opresivo.

Junto a los aspectos ya señalados, otro aspecto positivo con el que cuenta el libro de Imogen Robertson es su protagonista, la joven Maud. Resulta fácil conectar con ella desde las primeras páginas, en las que conocemos a una estudiante frágil e indefensa que intenta salir adelante en París a base de pasar hambre para poder dedicarse a la pintura. Maud es un personaje que queda trazado con delicadeza, plasmando con detalle la evolución que se va produciendo en su personalidad en función de los hechos a los que tiene que enfrentarse, los cuales la fortalecen y provocan que cambie las prioridades en su vida. El lector sigue con atención esta transformación que supone el despertar a su inocencia, compartiendo las experiencias por las que va pasando Maud y los sentimientos que estas provocan en ella, los cuales son la base de sus motivaciones a la hora de tomar determinadas decisiones que llegaremos a comprender y compartir, pues la autora consigue que sintamos de cerca la desesperación que sacude a Maud.

Si bien Maud es la figura central, hay una serie de personajes secundarios que quedan igualmente perfilados con detalle y que se convierten en piezas fundamentales a la hora de desarrollar la historia, dando incluso lugar a alguna trama paralela. Así está Tatiana Sergeyevna, la heredera Rusa que lleva una vida de opulencia, sin conocer lo que es la pobreza ni las preocupaciones, pero que cuenta con un corazón bondadoso, estando siempre dispuesta a ayudar. Es un personaje entrañable y al que se le coge cariño, al igual que a la modelo Ivette, otra de las principales mujeres de este libro y que será uno de los grandes apoyos para Maud. Y es que Invierno en París es una historia en la que las figuras femeninas son los pilares fundamentales, a pesar de que aparezcan algunos hombres en un segundo plano que, con excepción de Morel, no tienen demasiada relevancia.

En relación con este último apunte, Invierno en París es un libro que ofrece una interesante visión sobre el papel desempeñado por las mujeres en la sociedad de la época. En el ámbito de lo artístico, a pesar de que se les permitía estudiar, pagaban más que los hombres en las academias que las admitían por disfrutar de unas instalaciones deficientes y sufrían las groserías de los varones; quedando también plasmadas las dificultades a las que se enfrentaban las mujeres que estaban solas en París.

En definitiva, Invierno en París de Imogen Robertson es una novela que presenta una trama compleja y bien elaborada, en la que se combina la ficción histórica con el thriller, dando lugar a una obra llena de intriga, venganza y aventuras que resulta muy entretenida y agradable de leer.

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lunes, 27 de octubre de 2014

La ladrona de vestidos - Natalie Meg Evans

Título: La ladrona de vestidos
Autor: Natalie Meg Evans
Editorial: Lumen
Traducción: Ana Mata Buil
Año: 2014
ISBN: 978-84-264-0133-5
Nº de páginas: 616

Opinión La ladrona de vestidos

La primera vez que me crucé con La ladrona de vestidos de Natalie Meg Evans en el catálogo de novedades de libros del mes de septiembre no me llamó demasiado la atención, pero cuando unos días después leí su sinopsis y descubrí la época en la que se ambientaba, decidí hacerle un hueco entre mis lecturas más inmediatas, lo que ha sido todo un acierto ya que la novela me ha gustado mucho.

"La ladrona de vestidos" comienza situándonos en 1937 en París, ciudad en la que reside desde hace un año y medio Alix Gower junto a su abuela Danielle Lutzman, quien ha sido la encargada de criarla tras la muerte de sus padres siendo ella tan solo una niña. Tras abandonar su hogar en Londres ante la extensión del sentimiento antisemita, ambas intentan salir adelante en Francia gracias al empleo de Alix como telefonista y a los trabajos que su abuela realiza para un taller de bordado, ingresos que quedan complementados con los bocetos que Alix realiza de modelos de alta costura para que en el mercado negro se vendan las copias de estos diseños. Su habilidad para copiar patrones y estampados, unida a su talento innato para la moda, harán que reciba la propuesta de infiltrarse en el taller de uno de los diseñadores más famosos de París con el fin de dibujar copias de su nueva colección, imitaciones que serán vendidas en Estados Unidos, donde las damas hacen cola para conseguirlos. El empeño y ambición de Alix harán que acepte el arriesgado encargo, lo que supondrá el punto de partida para una nueva vida en la que luchará tanto por hacerse un hueco en el mundo de la moda como por resolver los secretos que se esconden en torno al pasado de su familia.

Son varios los aspectos de La ladrona de vestidos que me han gustado pues si bien comencé a leerlo atraída por su ambientación en los años treinta y el vínculo con la moda, que siempre ha sido un tema que me ha interesado, me he encontrado un argumento en el que se combinan aspectos históricos, romance, ciertas dosis de intriga y secretos familiares, lo que hace que el conjunto resulte de lo más atractivo y yo haya disfrutado mucho con su lectura.

Nos encontramos con una división en tres grandes partes, aunque la primera resulta mucho más corta en comparación con las otras dos, y a su vez cada una queda compuesta por partes numeradas que equivaldrían a capítulos. Siempre que tiene lugar algún cambio espacial o temporal, se indica tanto la fecha como la ubicación para facilitar la comprensión del lector, aunque la mayor parte de la trama tiene lugar en París extendiéndose desde 1937 a 1939. El desarrollo sigue un curso lineal, a pesar de que se introduzcan matizaciones de hechos que tuvieron lugar en el pasado a través de los recuerdos de los personajes, empleando Natalie Evans un narrador omnisciente en tercera persona del pasado
Por lo que se refiere al estilo, Natalie Evans escribe con sencillez y claridad, utilizando un lenguaje cuidado y centrado en los detalles que da como resultado una lectura muy amena y agradable. El ritmo es ágil y se mantiene constante desde las primeras páginas, captando el interés del lector y manteniéndolo gracias a una equilibrada combinación de líneas argumentales que aumentan el interés de la novela.

En relación con este último apunte, creo que este es uno de los grandes aciertos en La ladrona de vestidos pues si bien tiene una trama principal claramente diferenciada, a su alrededor se van entretejiendo diferentes subtramas que resultan igualmente interesantes al estar bien desarrolladas y equilibradas, aumentando la riqueza de la novela y su interés ya que estas permiten que la autora introduzca elementos como el romance, el misterio en torno a los secretos familiares o la competitividad entre las diferentes casas de moda, además de abordar hechos como la Guerra Civil española.

Uno de los aspectos de La ladrona de vestidos con los que más he disfrutado es con su magnífica ambientación, especialmente en todo lo relacionado con el mundo de la moda que es uno de los puntos más destacables del contexto en el que se desarrolla la obra. Natalie Meg Evans emplea descripciones minuciosas y realistas que hacen que nos sintamos trasladados al París de la época, siendo testigos de primera mano de la atmósfera que se vivía en la ciudad así como de su aspecto y, aunque aporta bastantes datos, la prosa no se hace pesada ni aburrida sino que queda integrado de manera natural en la narración. En esos años, París es una ciudad castigada por el desempleo y los disturbios, que vive nerviosa ante la remilitarización alemana justo al otro lado de la frontera. El 1er arrondissement de París, la isla de San Luis o Île Saint-Louis en francés, antiguo centro de París y enclave de calles con encanto y embarcaderos, o Montmartre son algunos de los emplazamientos por los que Natalie Evans nos mueve con soltura haciéndonos partícipes tanto de la imagen que presentan como de la atmósfera tan diferente que caracteriza a cada uno. Otra cuestión que queda plasmada con acierto es el reflejo de la sociedad parisina estableciendo las diferencias entre una clase y otra, mostrando sus códigos de comportamiento, forma de vida, fiestas y actos sociales a los que asiste la alta sociedad o en contraste, las dificultades y problemas a los que se enfrentan los más pobres.

Esta recreación de la época queda completa con la inclusión de hechos históricos que tuvieron lugar en esos años y así asistimos a la preparación de la Exposición Universal de París de 1937 en la que se expondría por primera vez el Guernica de Pablo Picasso, la boda del duque de Windsor con Gladys Simpson o el bombardeo de las localidades de Durango y Guernica durante la Guerra Civil española.

Mención aparte merece todo lo relacionado con el mundo de la moda pues La ladrona de vestidos nos permite profundizar y descubrir muchos aspectos vinculados con este tema. Personalmente he disfrutado mucho descubriendo cómo se llevaban a cabo las creaciones de las casas de alta costura de París, el trabajo que llevaba cada modelo y las personas que colaboraban tanto en su confección como en su puesta a la venta, el trabajo de las modelos que presentaban los diseños en lugar de las antiguas maniquís de madera o la distribución interior de estas empresas en las que cada sala tenía un fin específico. La novela incluye muchos datos que resultan interesantes, especialmente para aquellas personas a las que les atraiga este mundillo pues habla de los tejidos, de las tendencias, de los cortes y diseños que estaban de moda, de la introducción de nuevas líneas o de los diseñadores más cotizados en la época, además de aportar información sobre la industria que giraba en torno a los falsificadores dedicados a copiar las colecciones de cada temporada para que las mujeres de Estados Unidos pudiesen lucir los mismos diseños a un coste mucho más bajo.

Respecto a los personajes, se aprecia el mismo cuidado en su construcción y así nos encontramos con una serie de personas que, a pesar de contar con diferente grado de relevancia, responden a caracteres definidos y concretos que nos permiten identificarlos claramente y llegar a conocerlos con bastante profundidad. La figura en torno a la que giran todas las líneas argumentales es Alix Gower, una joven cuya construcción resulta acertada al combinar su personalidad tanto virtudes como defectos que dan humanidad y credibilidad al personaje. Me ha gustado mucho Alix como protagonista pues se aleja de la perfección y es una mujer que va a luchar por hacer realidad sus sueños, trabajando duro y superando los diversos obstáculos que van surgiendo, cometiendo errores y aprendiendo de ellos.
Alrededor de Alix vamos descubriendo una serie de personajes que resultan destacables como el periodista Verrian Haviland, corresponsal de guerra en España; su abuela Danielle en torno a cuyo pasado existe un halo de misterio que comparte con el conde de Charembourg, Madame Kilpin o el afamado diseñador español Javier, propietario de Maison Javier, por citar algunos.

Creo que llegados a este punto os habréis dado cuenta, tanto por la extensión de la reseña como por mi entusiasmo, de que La ladrona de vestidos me ha gustado mucho y recomiendo su lectura, especialmente si estáis interesados en el mundo de la moda o en el periodo histórico en el que se centra. Natalie Meg Evans presenta una novela con un atractivo planteamiento en torno al mundo de la alta costura parisina de los años treinta, la cual queda completa con elementos como suspense, romance, guerra, rivalidad o secretos familiares, dando como resultado un atractivo conjunto cuya lectura resulta muy entretenida a la par que interesante.

Si te ha gustado mi reseña, puedes adquirir el libro a través de los siguientes enlaces:


miércoles, 3 de septiembre de 2014

El edificio de las mujeres que renunciaron a los hombres - Karine Lambert

 
Título: El edificio de las mujeres que renunciaron a los hombres
Autor: Karine Lambert
Editorial: Reservoir Books
Traducción: Palmira Feixas
Año: 2014
ISBN: 978-84-397-2898-6
Nº de páginas: 204

Hace unas semanas recibí la propuesta junto a otros blogs para participar en una especie de lectura conjunta anticipada de "El edificio de las mujeres que renunciaron a los hombres", primera novela publicada por Karine Lambert y que sale mañana día 4 de septiembre a la venta. Guiada por una sinopsis atractiva me animé a participar pero el resultado no ha sido el esperado y a mí no me ha gustado por diversas razones que os iré detallando a continuación.

La novela nos traslada hasta un bonito edificio situado en un callejón sin salida del distrito XX de París donde residen Simone, Rosalie y Giuseppina, tres entrañables mujeres, muy distintas las unas de las otras, pero unidas por una misma decisión: no hay hombres en su vida. La propietaria del edificio, apodada La Reina, es una bailarina retirada que gracias a su carácter se ha ganado el aprecio de las inquilinas, manteniendo una única norma en el inmueble por la que se prohíbe la entrada de hombres en el mismo. Esto no supone ningún problema para las tres vecinas, pues cada una ha renunciado a ellos por alguna razón, comenzando una nueva vida en esta peculiar vivienda en la que no tienen que preocuparse de sufrir por amor. La llegada de Juliette, una joven que trabaja como montadora de escenas, supondrá un cambio en la apacible vida del edificio pues, aunque se sentirá a gusto en compañía de sus nuevas vecinas y amigas, no aceptará la norma impuesta de renunciar al amor.

El punto de partida de El edificio de las mujeres que renunciaron a los hombres no es nada novedoso pues existen infinidad de libros, sobre todo dentro del género chick lit, en los que sus protagonistas, tras alguna mala experiencia, han decidido renunciar al amor como una medida de protección. Si bien esta premisa por si misma no es muy llamativa, tanto el escenario en el que se desarrollaba la historia como el secreto en torno al personaje de Juliette al que hace referencia su sinopsis sí que lo fueron para mí, y comencé su lectura con bastante interés, perdiéndose este ya en los primeros capítulos. La principal razón de esto es la forma en la que Karine Lambert introduce al lector en su relato ya que, aunque reconozco que es diferente a lo que suele ser habitual, en mi caso no ha funcionado, los primeros capítulos me han resultado caóticos y confusos y, a pesar de que después la historia se reconduce, yo ya no he sido capaz de disfrutar de ella.

Con poco más de doscientas páginas, la novela se presenta dividida en treinta y dos capítulos que, como es fácil deducir, tienen una extensión muy breve. Esto hace que la lectura sea rápida y dinámica, más teniendo en cuenta que las partes dialogadas son muy abundantes. Este es uno de los puntos que a mí particularmente no me ha gustado pues si bien los diálogos siempre dan agilidad a la narración, en este caso me han resultado excesivos (el capítulo dos por ejemplo es completamente dialogado) a lo que se suma que algunos de ellos simplemente reflejan la conversación sin indicar quien habla en cada momento y aunque, no sea algo determinante, para mí resulta confuso.

Por lo que se refiere al estilo, Karine Lambert emplea una prosa sencilla, clara y desenfadada que resulta accesible y fácil de leer. Utiliza un narrador omnisciente que en la mayoría de las escenas usa el tiempo presente que relatar lo que está sucediendo, lo que contribuye a que la novela resulte muy visual, parece que acción y diálogos están teniendo lugar ante nosotros. Si bien es posible establecer una línea argumental principal, esta se desarrolla sin un curso definido, saltando de una escena a otra, y además se alternan algunos capítulos en los que pasa a momentos puntuales del pasado de las diferentes vecinas que sirven para comprender los motivos por los que han tomado la decisión de renunciar a los hombres. Todo esto provoca que, una vez finalizada la lectura, me haya quedado con la sensación de que la historia ha transcurrido demasiado rápido, sin profundizar ni en su contenido ni en sus personajes.

En el edificio de las mujeres que renunciaron a los hombres habitan Simone, Rosalie y Giuseppina, a las que se unirá Juliette, completándose el cuadro con la propietaria y el gato de Simone, Jean-Pierre. Estas cinco mujeres son los personajes que protagonizan el libro, con distintas nacionalidades y respondiendo a diferentes personalidades que en algunos casos resultan bastante peculiares. No obstante y como os decía, no llegamos a conocer a ninguna con demasiada profundidad, limitándose la autora a hablarnos de sus pasados para presentarnos las circunstancias que han rodeado la expulsión de los hombres de su vida. Entre ellas quien más sobresale es Juliette al ser la única que no está dispuesta a aceptar la norma impuesta, una joven que vive marcada por una infancia con unos padres ausentes, por su falta de cariño y que, a pesar de lo que digan sus vecinas, sigue soñando con encontrar a su “príncipe azul”. Resultaría una figura interesante si la autora hubiese profundizado más en su psicología pero al suceder todo de una forma tan precipitada no he llegado a empatizar con ella, al igual que tampoco lo he hecho con el resto de mujeres y es una lástima en el caso de la Reina pues es un personaje que tiene las bases para resultar carismática y cuya historia pasada resultaría muy atractiva.

En cierta forma, El edificio de las mujeres que renunciaron a los hombres se podría encajar dentro del chick lit, aunque no cumple todas las premisas del mismo, y por eso su definición dentro de un género concreto resulta complicada. El relato que presenta Karine Lambert incluye historias de amor aunque también tienen cabida la amistad, la esperanza o la solidaridad, además de abordar en un segundo plano temas como la familia, la vejez y el paso del tiempo, la enfermedad, las pérdidas o las diferencias generacionales y culturales.

Resumiendo, Karine Lambert construye una novela en la que explora la importancia del amor y de las relaciones, exponiendo la historia de cinco mujeres que, a pesar de sus diferencias, comparten amistad gracias a la convivencia en un edificio en el que su propietaria ha impuesto la norma de no admitir hombres. Un libro desde mi punto de vista orientado principalmente al público femenino tanto por sus protagonistas como por el enfoque del argumento, y que, aunque a mí no me ha convencido, el resto de participantes sí lo han disfrutado, por lo que os animo a leer sus reseñas para comparar impresiones.

Si os ha gustado mi reseña, podéis adquirir el libro a través del siguiente enlace:



Gracias a la editorial por facilitarme el ejemplar

miércoles, 7 de mayo de 2014

La niña que hacía hablar a las muñecas (Pep Bras)

Título: La niña que hacía hablar a las muñecas
Autor: Pep Bras
Editorial: Alevosía
Año: 2014
ISBN: 978-84-15608-69-1
Nº de páginas: 296

SINOPSIS: Lee la sinopsis de este libro pinchando AQUÍ

Me fijé en esta novela cuando Alevosía anunció su publicación hace unos meses tanto por su bonita portada como por su título, a lo que había que sumar que la historia transcurriese entre principios de siglo y los años veinte, dos épocas que a mí me resultan fascinantes. La suerte me acompañó una vez más y resulté ganadora en un sorteo organizado por la editorial, con lo que a los pocos días recibí un ejemplar en mi casa cuya lectura comencé inmediatamente.

La niña que hacía hablar a las muñecas comienza en el año 1909 cuando tiene lugar el naufragio del Príncipe de Barcelona frente a la costa brasileña de la isla de Ilhabela. En el trasatlántico viaja Joan Bras, un joven de veintidós años que sobrevive milagrosamente al naufragio y que es acogido por la gente de Guanxuma, pues no recuerda nada a excepción de su nombre. Es así como comienza una nueva vida al lado de la mujer que lo rescató en el mar, Catarina, quien ejerce en la isla como doctora a pesar de no serlo. Con el paso del tiempo Joan descubrirá que se ha enamorado de Catarina y puesto que es correspondido, contraerán matrimonio naciendo pocos meses después Sion, una niña que estará muy unida a su padre y que llenará al matrimonio de felicidad. Sin embargo, esta situación quedará trastocada una noche en que les sacudirá la tragedia, obligando a Joan a emprender un nuevo camino marcado por la perdida y la desesperación.

No os puedo contar mucho más del argumento sin desvelar información relevante por lo que dejaré que seáis cada uno de vosotros los que descubráis cómo continúa esta historia que se extiende desde el año 1909 hasta el 1930 y en la que los cambios se van sucediendo continuamente. A mí me ha gustado muchísimo, mi primera intuición en este caso no me ha fallado y ha sido una lectura que me ha ido conquistando a medida que avanzaba.

Tras un prólogo que nos pone en situación, la novela se encuentra dividida en dos grandes partes más un epílogo final. La primera parte comprende desde el año 1909 hasta el 1920 y tiene lugar en Ilhabela mientras que la segunda nos traslada a París y llega hasta 1930. A su vez, cada una de ellas viene dividida en capítulos en los que se va desarrollando la historia siguiendo un curso lineal.

En este caso, un punto a destacar es la voz narrativa que, aunque la mayor parte del tiempo se correspondería con un narrador omnisciente, por algunos matices sabemos que corre a cargo del bisnieto de Joan Bras, quien es el encargado de viajar atrás en el tiempo para compartir con nosotros los hechos más importantes de la vida de sus antepasados, pudiendo así calificar esta novela como una saga familiar.

Otro aspecto que me ha gustado en esta obra es la forma de escribir de Pep Bras. Su estilo cuidado, minucioso, elegante y evocador, que en la primera parte además incluye realismo mágico, hace que la lectura sea muy agradable y a pesar de que no tiene un ritmo intenso, es una obra que invita a avanzar por sus páginas, manteniendo la atención del lector en todo momento. Reconozco que no ha sido uno de esos libros que me ha enganchado desde sus primeras páginas sino que ha sido algo progresivo, la historia me ha ido conquistando a medida que avanzaba hasta llegar a un punto en el que no he podido dejarla hasta llegar al final.

Destacan igualmente en La niña que hacía hablar a las muñecas los personajes que se dan cita a lo largo del mismo. Todos ellos están bien construidos y definidos, jugando un papel concreto dentro de la trama y manteniendo una evolución coherente a lo largo del tiempo marcada por los acontecimientos a los que tienen que hacer frente. Es difícil establecer una única figura protagonista pues tanto Sion como su padre Joan Bras son dos personajes que tienen gran peso dentro de la trama y ambos se mantienen a lo largo del tiempo, ya que hay otras figuras que también tienen relevancia pero, o desaparecen antes del final, o aparecen cuando ya está avanzada la historia.

La historia que Pep Bras ha plasmado en su novela es la vivida por Sion Bras, una de las ventrilocuas más famosas del siglo XX y por la que él siente un cariño especial que pienso traslada al lector, pues desde los primeros capítulos es una niña que se gana nuestro aprecio a través de su inocencia y de la relación que mantiene con su padre. La acompañaremos a lo largo del tiempo y observaremos como va dejando atrás su infancia para convertirse en una hermosa joven, las dificultades que tendrá que atravesar y el vínculo que desarrollará con los diferentes miembros de su familia, con un carácter siempre marcado por la ternura, el cariño, la bondad, la fortaleza e incluso cierta ingenuidad.

Sion estará arropada por su padre, Joan Bras, un hombre que atravesará diferentes etapas en su vida marcadas tanto por la felicidad como por la tragedia. Su personalidad está construida a través de multitud de matices que dejan ver tanto virtudes como defectos y que le confieren un carácter cercano y próximo a la realidad. Aunque en algunos momentos se dejará vencer por la desolación, Joan es un hombre de carácter tierno y bondadoso y en relación con estos aspectos destaca la estrecha relación que mantiene con su hija Sion, con la que comparte juegos, risas e ilusiones.

Entre el resto de personajes me ha gustado especialmente Maurice Carrière, un hombre rico que sufre de acondroplasia y que llega a la isla para construir un lujoso hotel inspirado en la Casa Batlló y que acabará siendo una pieza primordial en la vida de Joan Bras. De la misma manera, otra persona que jugará un papel relevante en la vida tanto de Joan como de Sion será la hija de Maurice, Isabelle Carrière, una mujer delicada, de mirada triste y que ha crecido bajo la excesiva protección de su padre.

La niña que hacía hablar a las muñecas cuenta con una ambientación muy cuidada, rica en detalles y descripciones que hacen que la lectura sea muy visual. La isla de Ilhabela y posteriormente París son los dos escenarios principales en los que se desarrolla la trama y en ambos casos Pep Bras consigue recrear con acierto el ambiente de principios de siglo, tan diferente en un caso y en otro. En un primer momento nos situamos en Ilhabela, un paraíso casi virgen en el que sus habitantes viven rodeados de la naturaleza, guiándose únicamente por la posición del sol y su instinto. A través de las vivencias de los protagonistas conocemos la forma de vida en la isla, los avances que van llegando, sus costumbres, su clima tropical, sus paisajes y sus mitos, entre los que destaca el del poderoso jaguar Gápanemé.

Una vez dejado atrás Brasil nos trasladaremos al efervescente París de los años veinte, un escenario completamente diferente en el que la vida no tiene nada que ver con la etapa anterior pero del que nos podemos hacer una idea gracias a las descripciones con las que el autor logra recrear este fascinante periodo. En este punto destacaría las primeras páginas con las que da inicio la segunda parte de la novela en las que Pep Bras nos invita a echar un rápido vistazo a lo que está sucediendo en esos años en los diferentes rincones de esta cosmopolita ciudad en la que se dan cita artistas como Marcel Proust o Picasso.

Aunque la acción se sitúa en estas dos ubicaciones, Pep Bras introduce aisladamente referencias a otros hechos históricos que ocurrieron durante esos años en otras partes del mundo, sin extenderse en ellos, haciendo únicamente un rápido repaso como si se tratase de una sucesión de imágenes.

Es necesario hacer también referencia a la ventriloquia, que tan presente está en buena parte de la novela. Es un punto que me ha resultado muy llamativo y que al no haberlo encontrado anteriormente en ninguna de mis lecturas, me ha gustado mucho. Pienso que este arte hoy en día se ha ido perdiendo, o al menos yo no conozco a ningún artista famoso como lo eran hace unos años Mari Carmen y sus muñecos o José Luis Moreno. Gracias a la lectura de La niña que hacía hablar a las muñecas profundizamos un poco más en este arte conociendo sus orígenes, algunos de sus trucos y técnicas o las cualidades que deben tener los muñecos para ganarse al público.

No puedo terminar este análisis sin hacer referencia al epílogo que Pep Bras incluye al final del libro, en el que nos desvela el origen de la historia y nos habla del proceso que siguió para escribirlo. Puesto que no había investigado demasiado en torno a este título más allá de su sinopsis, leer estas páginas ha supuesto una sorpresa para mí y me ha llevado a indagar en Internet en busca de más datos relacionados con los personajes que se dan cita en ella. Tengo que confesar que desde que terminé su lectura, me da vueltas en la cabeza el interrogante en torno a los límites que separan realidad y ficción en esta obra, aunque supongo que únicamente Pep Bras puede dar respuesta a esto que por otra parte es uno de los encantos que tiene esta obra y hace que ese epílogo final sea, desde mi punto de vista, un cierre perfecto.

Creo que llegados a este punto resulta evidente que me ha gustado mucho y que os recomiendo su lectura sin ninguna duda. Una novela repleta de emociones, bien construida y escrita, que nos transporta tanto al Brasil de principios de siglo como al bohemio París de los años veinte para narrarnos la fascinante historia de Joan y Sion Bras.



FUENTES: imagen autor aquí
imagen Casa Batlló aquí autor  
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