sábado, diciembre 13, 2014


Habían descubierto (aunque sólo se dieron cuenta después, cuando acababan de mudarse juntos a una diminuta madriguera alfombrada de Belgrano R y sus ex compañeros de colegio, en un típico arrebato de admiración ominosa, hablaba de ellos como un par de "ancianos precoces") que la adolescencia no adora artistas ni obras sino sólo formas alternativas de família, y que del otro lado de esa adoración indiscriminada acechaban decepciones igualmente indiscriminadas. La comprobación los hirió. Se sintieron irremediameblemente idiotas, porque los orgullos que la retrospección exhuma como torpezas siempre valen doble, y en esa herida que ya empezaba a quemarles vieron consumirse una parte, menor pero valiosa, de su juventud.

Alan Pauls, El Pasado.