Lo que necesita ese niño, sentencia la Reina Mala de Blancanieves, es una buena dosis de realidad. No es ya la Reina Mala, ahora es, solamente, una acaudalada y fría alcaldesa. Once Upon a Time (2011-) la han escrito dos guionistas salidos de la cantera de Lost (2004-2010), Edward Kitsis y Adam Horowitz, que escribieron la hermosa Tron Legacy (2010), una rara aventura.
La apuesta estética es un suicidio. Largos planos digitales, un mundo en el que, de momento, los cuentos de hadas y la realidad son antagónicos. La premisa no es original, claro. Allí están esos cuentos paródicos que escribió Monzó, otros que también reescribiera Barthelme. El ensayo de Bettelheim, todo un desvirgamiento. Y, mucho más reciente, las Fábulas de Bill Willingham, un magnífico tebeo en el que todo personaje de cuento ha sido convertido en el arquetipo de cine negro y la cosa funciona, ya sea porque nos resulte más convincente traspasar un arquetipo que destruirlo del todo. Y esos olvidadizos personajes de fábula, tan caros a ciertas revisiones de Spielberg o Burton.
El primer episodio interesa solamente en la realidad. No hay nada glorioso en el kitsch de ese mundo mitológico, más allá del excesivo Robert Carlyle, divirtiéndose como nunca (aunque admito que debe ser duro ser un Príncipe Azul, mantener ese encanto día tras día, llevar ese ademán ya no digamos comoa ctor). Jennifer Morrison es una hija perdida y todos los personajes respiran por el contexto. Morrison es también una madre, como lo fue fugazmente en Star Trek (2009). Una reina es una alcaldesa y Rumpletinsky es ahora un feliz hombre de negocios, dueño del pueblo. El niño, claro, es un vehículo narrativo tal vez demasiado sencillo.
Y el único personaje imprevisible es el que no tiene historia, el sheriff del pueblo, cuya equivalencia no sabemos, cuyo pasado no existe. Sospecho que ahí está la influencia del tebeo de Willingham, con ese Lobo Feroz convertido en faro y encanto de su relativa. Pero es, claro, una sospecha. Por supuesto, como nos decía Woody Allen en Annie Hall, la Reina Mala es mucho más sexy. E interesante.