El contexto
Domingo 31 de octubre de 2010, 18:30 de la tarde.
Víspera del día de todos los santos, o lo que es lo mismo, en inglés:
Halloween.
Camino solitario reflexionando acerca de lo
aburridos y sobre todo lo largos que resultan los domingos por la
tarde. Especialmente éste, que dura una hora más por culpa del puto cambio de
hora durante la madrugada anterior.
Un cerebro aburrido es para las dudas
existenciales lo que la mierda para las moscas: comida. La primera (duda, no
mosca, aunque hoy también estoy hecho una mierda) me asalta a las puertas del
Parque Genovés a donde he llegado fortuitamente guiado por unas piernas sin
gobierno: ¿pa qué carajo se cambia la
hora?, ¿a qué viene este auto-engaño colectivo?... dicen que es una medida de
ahorro... ¿y compensa?, ¿quién carajo ahorra en un día que dura más?, ¿cuánto
ahorra?...¿se descubrirá algún día en el futuro qué había detrás de este montaje?,
¿será una conspiración?... Sólo por el incordio que supone mirar
dos veces el reloj para darle tiempo a tu cerebro a pensar la hora que es ahora
y no antes, ya habría que quitarlo. Es como el euro, que seguimos
pensando: 3 euros - 100 pavos, 20 euros - 3 talegos, 50 euros - 8
talegos... ¿pa qué carajo ha valido entonces?... pa metérnosla doblá, como el
cambio horario.
¿Y la putada que es tener que ir cambiando la
hora de cada reloj?; antes cuando nada más que se tenía un casio cagón en la
muñeca, todavía, pero, ¿y ahora que vivimos en una cuenta atrás vital
permanente rodeados de relojes que nos recuerdan cómo se nos va gastando la
vida?: el del coche, el del móvil, el del portátil, el del ipod, el del
gps, el del microondas, el del video (si, qué pasa, yo sigo teniendo video. Y
además beta, pa dar por culo), el reloj de la cocina, el reloj del salón, el
reloj del dormitorio, el reloj de la cámara, el reloj del plasma (sí, qué pasa,
tengo plasma y video beta, con dos cojones), el reloj del horno, el reloj de la
termomix, el reloj de la nevera... total, que la hora que gano atrasándola, la
pierdo en atrasarla, toma jeroglífico... así vivo, en un conflicto
espacio-temporal permanente más chungo que el del viejo de los pelos blancos de
regreso al futuro. En fin, como puede verse, el cambio de hora provoca ciertos
trastornos físicos y mentales que no se han valorado y que seguro que
hacen que no merezca la pena. Así que lloremos un poco o seguiremos mamando.
Pues eso, que tales disquisiciones me habían
llevado a las puertas del parque genovés la tarde de la víspera del día de
todos los santos. Y ya que estaba allí, entré. El parque genovés es un lugar
seguro para vagar y pasear sin miedo, excepto en Halloween. Pero yo no lo
sabía. A media hora del cierre (es desalojado cuando cae el sol) la zona del
merendero permanecía llena de gente. Cosas de la crisis. O de la estafa antes
llamada crisis. El nuevo chiquipark de Cádiz; un lugar donde celebrar los
cumpleaños con piñas, piedras, palos, gatos, palomas y charcos en lugar de piscina
de bolas y rolans macdonals gilipollas. Y gratis.
Pero al pasar junto a las mesas dos cuestiones
captaron mi atención. Por un lado la decoración: de árbol a árbol colgaban
guirnaldas con calabazas, esqueletos y fantasmas compradas en el chino. Por otro
la edad de los asistentes: ninguno bajaba de los 30 tacos. Algunos llevaban
capas de drácula y sombreros de bruja. Había también 2 abuelos vestíos
aproximadamente de fredy cruguer y 3 abuelas que o bien se acababan de levantá
de la tumba y eran zombis o bien se acababan de levantá de la cama y venían
despeinás y en batas de boatiné. Y había whisky. Y ron y ginebra. Y canutos. Un
botellón por derecho en el que las parejas y familias se mezclaban y perdían
los papeles sin pudor en una especie de wustok gaditano. Un bastinaso.
Agobiado por el cambio de hora y asqueado por ver
a dos abuelas borrachas remangarse sin éxito las sábanas viejas que componían
sus localistas disfraces de casper para echar una meada impune en mitad del
camino, decidí internarme en la espesura del parque. Allí donde sólo llegan
algunos de los estrechos senderos que parten de los caminos principales. Lo que
en ese momento no sospechaba era que aquél intento por alejarme de la realidad
podía suponer también alejarme de la vida; o acercarme a la muerte, según se
mire.
En mitad de la fronda, perdido en la foresta, todo
el mundo siente algo de miedo. Sobre todo si ve acercarse un zombi de siete
años con una bolsa del mercadona en la mano diciendo: -¿truco o trato?...
El
suceso
-¿Truco o trato?, respondí repreguntando mientras observaba como
de los matorrales de alrededor surgían, como espectros de sus tumbas, drácula,
el muñeco diabólico, dos frankestein, cásper, cuatro zombis y dos esqueletos. -Hostia, pensé,
-pues si que ha calao hondo la modita esta del Halloween. Si los yanquis han
conseguío llegar con su colonización cultural hasta lo más profundo de la
espesura del parque genovés, esto ya no tiene marcha atrás. Más vale que Alex
de la Iglesia grabe cuanto antes “Don Juan Tenorio, cazador de zombis” o
“Pánico en la noche de difuntos” pa ponernos un poco al día o tendremos que
enterrar nuestras tradiciones, nunca mejor dicho, para siempre.
- Si pisha, ¿truco o trato?, respondió con descaro el infantil zombi extendiendo
la bolsa del mercadona.
Sonriendo por lo extravagante de la escena, le
contesté:
- es que no sé cómo se juega a esto, es la
primera vez que me pasa, ¿qué se supone que debo hacer?...
– tienes que darnos dinero o te asustamos y
te pegamos.
- ja, ja. Sólo di dos “jas”. El tercero no pude emitirlo al sentir la
afilada punta de una rama en la yugular. Sin moverme, miré de reojo hacia abajo
y comprobé que al final de aquél florete vegetal había una especie de payaso
zombi diabólico que no llegaría a los 6 años. No pude ni tragar saliva pues la
punta de aquella lanza me presionaba la garganta. Aquella situación, por
familiar, fue como un deyaví [1]. -Esta situación ya la he vivido antes, pensé.
Al contrario de lo que le había dicho al zombi de la bolsa, no era la primera
vez que me pasaba. Atracos como este ya los había sufrido en los ochenta, claro
que, a manos de yonquis en busca de pasta pa la dosis y no de niños de 6 años
disfrazados de payasos zombis diabólicos. Pero una jeringuilla usada, una
navaja o una rama afilada acojonan lo mismo cuando presionan la yugular… ¿qué
estaba pasando?...
Origen
Desde que vimos las primeras películas sobre
Halloween hasta que la fiesta empezó a celebrarse en Cádiz habían pasado
algunos años, pero aún había gente como yo que nos habíamos resistido ante aquella
invasión cultural. No es que me gustara el tenorio, ni fuera un talibán de
nuestras tradiciones, de hecho pienso que muchas son un coñazo, sino que
aquella tradición de ir de unifamiliar en unifamiliar pidiendo chucherías no
tiene interés desde el momento en que uno vive en un bloque de catorce pisos en
la barriada. Bloque donde con 13 años no tuve cojones de vender ni una sola
caja de polvorones para irme de viaje de fin de curso en octavo. Como a otros
tantos niños de mi quinta, me acabaron comprando las 12 cajas de polvorones mis
padres; eso sí, retirándome por supuesto la paga, en concepto de liquidación de
la deuda adquirida, durante los dos años siguientes. Así que ni viaje de fin de
curso ni ná, y encima comiendo polvorones duros y caducaos desde mediados de
los 80. Con estos antecedentes, ¿podía acaso esperar que alguno de los siesos
de mis vecinos sintiera ahora el altruista impulso de comprar chucherías para
regalárselas a los niños del bloque?, ¿podía esperar que la vieja del segundo a
quien escupíamos por la espalda nos abriera la puerta sonriente para darnos
caramelos en lugar de achucharnos a los gatos?, ¿podíamos esperar que el cabrón
del 6ºB nos regalara chocolatinas en lugar de obligarnos a bajarle la basura y
traerle tabaco amenazándonos con un “si no ya te cogeré en la escalera”?,
¿podíamos acaso esperar que el inquilino del 7ºC se gastara algunos euros en
regalarnos chucherías cuando debía dos años de comunidad y le mangaba to los
días el diario y una barra de pan del pomo de la puerta al del bar
denfrente?...
En definitiva, no es que no me gustara
Halloween, sino que en Cádiz era implanteable. Era. Ya no. Todo evoluciona.
Igual que la ancestral celebración celta salta
al nuevo continente y desde allí nos es devuelta transformada en una pastelosa
fiesta de disfraces y golosinas y en películas de
“notemuevasdeaquíqueahoravuelvo” o
“separémonosparaqueelpobresicopatapuedamatarnosunoauno”, aquí y ahora se estaba
produciendo la siguiente transformación.
A base de ver películas yanquis de adolescentes
gilipollas muriendo uno tras otro, pandillas de niñatos disfrazados de
personajes de terror recorriendo urbanizaciones pastelosas pidiendo chucherías
y fiestas de erasmus borrachos al principio en pabs irlandeses y al final hasta
en las peñas flamencas, los gaditanos estaban asimilando la dichosa
celebración. De hecho ya se había asimilado y transformado el nombre: de
Halloween a Jalogüin; y no hacían falta unifamiliares.
(En algunas zonas de la ciudad el
término ha evolucionado de forma diferente: Hallowey)
Los primeros años no se dio
importancia a la introducción de ciertas costumbres foráneas en torno al 1 de
noviembre, pero poco a poco fueron surgiendo las primeras voces en contra. La
resistencia se tornó feroz pero poco tenían que hacer el tenorio y compañía
ante la brutal potencia de la fiesta yanqui basada en el cachondeo puro y duro
sin ningún tipo de compromiso o exigencia destacable:
Don Juan: -¿no es verdad ángel de
amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira
mejor?...
Doña Inés: - Sí, pero yo me vuelvo a
la otra aunque sea nadando, tío triste... prefiero no ver la luna y respirar
peor asfixiándome con el humo del tabaco en la fiesta Erasmus denfrente a que
me rayes la cabeza to la noche... triste, que eres un triste…
Y así fue como Halloween arrasó; porque la
noche de todos los santos española no innovaba desde que zorrilla pensó: “mesaocurrío
una historia del carajo”.
Pero igual que la naturaleza se abrió paso en
jurasic park, estaba claro que a base de años la arraigada cultura popular
local había sido capaz de asimilar las nuevas influencias y mezclarlas con las
más ancestrales tradiciones dando como resultado algo nuevo e infinitamente más
potente. Una mutación cultural que a modo de exclusiva se estaba presentando
ante mis ojos… y mi yugular...
La edulcorada fórmula yanqui del “truco
o trato” era un herramienta potentísima en manos de cualquier kinki
gaditano. Ofrecía mejores resultados que las antiguas “¿tiene cinco
pavos?” o “¿tiene un sigarrito?” pues dejaba en manos
de la víctima el establecimiento voluntario de la cantidad a mangar no
limitando el importe máximo de dicha cantidad sino dejando que fuera el miedo
el que libremente lo hiciera. Los resultados eran espectaculares. Además, la
mezcla con los métodos y fórmulas tradicionales ofrecían infinitas
posibilidades de complementar y amplificar la amenaza aumentando
considerablemente los beneficios. Por ejemplo, si ante el mencionado “truco
o trato” una víctima no sentía miedo suficiente como para entregar una
cantidad que cumpliera las expectativas del kinki, a éste siempre le quedaba en
la retaguardia el eficacísimo y ochentero: -“a como te registro y me
queo con to lo que lleves…”. Halloween estaba a punto de convertirse en
Jalogüin, la noche de todos los palos, la noche de los kinkis hirientes, la
fiesta de todos los kinkis del mundo, una noche basada en el pequeño hurto y el
mangoneo consentido. Y eso, eso si que da verdadero miedo…
La espesura
En lo profundo del Parque Genovés he visto de
todo: kinkis, coitos, sobredosis, monos pajilleros, porros, viejos pajilleros,
botellones, dinosaurios, palomos mutantes, palomos mutantes pajilleros… pero
nunca un payaso zombi de 6 años armado. Claro que, ¿había estado alguna vez
allí donde me encontraba?... Quiero decir, ¿había verdaderamente alcanzado
alguna vez la espesura?...
Cuando uno atraviesa el Parque Genovés suele
hacerlo vagando por los caminos, dejándose llevar por esas cuidadas pistas de
tierra que siempre de forma curva parecen conducir inexorablemente al confiado
caminante a la fuente de los patos, a la de los niños del paraguas o a los
columpios. Nunca había recorrido aquellas escasas 2 hectáreas con ánimo
exploratorio ni cartográfico y ahora me arrepentía. Pero estaba claro que nunca
antes había estado allí; en aquel punto donde ni siquiera podían escucharse las
rodadas de los coches por el adoquinado suelo del cercano Paseo de Carlos III.
Tampoco podían escucharse las putas motos. Casi me dolía la cabeza de no
escuchar nada. Me iban a estallar los tímpanos de tanto silencio; la falta de
costumbre. La pantalla vegetal que nos rodeaba era impresionante, casi
tropical. A escasos metros arrancaba un espeso bosque de helechos gigantes
sobre el que se desparramaban a modo de estalactitas vegetales cientos, miles
de lianas y enredaderas que parecían tejer una infranqueable y verde tela de
araña. ¿Dónde estaba eso?, ¿cómo es que nunca lo había visto?... ¿cómo era
posible que existiera en Cádiz un sitio a salvo del levante y el poniente y no
se supiera?...
- Bueno qué!, ¿te decides, pringao?... exclamó impaciente el payaso zombi
- Dinero no tengo, hijo… respondí en la confianza de que hasta allí
llegara la broma.
- ¡Pues te vas a cagar, desgraciao!... ¡y yo no soy
tu hijo!... -¡zas!...
Con un rápido movimiento de muñeca apenas perceptible consiguió transmitir tal
elasticidad a la punta de la rama que consiguió marcarme en el cachete. Me
llevé la mano a la cara de forma refleja y, de forma perpleja, comprobé que la
sangre transferida a la palma de mi mano adoptaba una forma caprichosa. Me
había pintado un nabo en la cara. Ni zeta del zorro ni pollas, bueno, polla sí…
pero no pude más que tragar saliva, y a duras penas. El leñoso florete había
vuelto a mi yugular y me presionaba obligándome a desplazar el cuerpo hacia lo
más hondo de la selva…
No sé cuánto tiempo estuvimos andando pues el
reloj y el móvil fueron las primeras posesiones que entregué. Además, tras
convertir en jirones mi yersi y mis pantalones, la agresiva vegetación al
contacto con mi piel, comenzó a producir un efecto narcótico que me mantuvo
colocado durante toda la marcha. Cada vez que una hoja o rama me rozaba,
liberaba una sustancia tóxica en mi epidermis que se convertía en la dosis justa
para mantenerme encarajotao. ¿Qué tipo de plantas eran aquellas que funcionaban
como pequeños camellos vegetales?...
En mi ensoñación recordé que fue precisamente el
botánico gaditano Celestino Mutis el responsable de que muchas de estas
exóticas especies fueran descubiertas, catalogadas y cruzaran el charco hace
más de dos siglos. ¿Tendría él la respuesta?... ¿habría alguna
conexión?... ¿tendría la oportunidad de preguntárselo en persona si me lo
cruzaba en formato zombi en esta noche de muertos vivientes?... qué
moraso io…
El campamento
Tras una larga y ensirocante caminata a base
de rozamiento vegetal, llegamos a una especie de poblado que se repartía
desparramado por un amplio claro. Me recordaba a los que salían en Rambo cuando
iba en busca de los charlis. Abandonar la exuberante vegetación me permitió ver
nuevamente el sol y hacerme una idea verdadera del grupo que componían mis
captores; parecía una chirigota infantil; aunque, a decir verdad, algunos de
los que esperaban nuestra llegada tenían más pinta de juveniles infiltraos que
de infantiles. El tamaño de sus portentosas nueces los delataba; algunos tenían
la proa de Elcano bajo la barbilla (y el colgante de oro del Camarón a modo de
mascarón de proa).
Las cabañas y barracones se situaban justo en
la linde con el bosque, bajo las últimas copas de los árboles y entre los
poderosos arbustos que gradualmente aminoraban la altura vegetal hacia el
claro.
Recorrimos un buen trecho
orillándolo hasta llegar a la que sería nuestra celda o más bien jaula. Mirando
diametralmente al otro lado del claro nada hacía sospechar la elevada densidad
de construcciones que lo circundaban. Sin duda el camuflaje cumplía su objetivo.
Tras dejar atrás algunos barracones de descanso, comenzamos a cruzar lo que
parecían aulas y sombrajos de reunión. Grupos de niños aparentemente
disciplinados atendían las explicaciones de sus imberbes profesores. Ni un
murmullo, ni una desobediencia… - vaya, ¿habéis creado una escuela?... –pregunté
gratamente sorprendido a pesar de todo. - zi, pisha, bemo venío dasé
rabona[2] ner colegio pa metesno en otro…
¿teskí ar carajo, shufla?... ¡anda y no zea más carajote!… ¡tira palante,
gilipolla!... – gritó mi juvenil guardián endiñándome un monumental
cosqui[3] por laspalda que a modo de reseteo me ayudó a
interpretar lo que tenía ante mis ojos de forma más exacta.
Efectivamente aquellos sombrajos no formaban
una escuela, sino un campo de entrenamiento que ríete tú de Al Qaeda y de las
FARC. En cada uno se instruía a los niños en una disciplina diferente, pero
todas iban orientadas a hacer de ellos auténticos combatientes expertos en
guerrilla urbana. En el primero que dejamos atrás se enseñaba a poner mala cara
con ánimo de intimidar a las víctimas. Los alumnos permanecían de pie
dispuestos en dos filas enfrentadas cara a cara a escasos centímetros una de
otra. De repente el instructor gritaba: - ¡labio superioooooor!... -
y todos respondían marcialmente acribillándose a perdigonazos de saliva : -¡sobre
labio inferior!...¡narí pabajo, ojos parriba, hombros patrás, cuello
palante!... ¡caaaaaaaaa...brón!!!!...
- acojonante...
En el segundo sombrajo se impartían técnicas
de provocación. Algunos niños hacían de figurantes formando un pequeño grupo
mientras un voluntario se acercaba y practicaba siguiendo las indicaciones del
instructor:
- ¡Tema 4: dominio de la situación en caso
de inferioridad numérica; 1er. Paso: provocación por acercamiento echando
cojone. Objetivo: identificar al carajote del grupo. Ar!
- qué miráis?... preguntaba altanero el voluntario acercándose
provocativamente al grupo.
- nada… respondía uno asumiendo casi al mismo tiempo su carajotismo...
- ¡2º Paso: Acojonamiento del carajote.
Objetivo: identificación del líder natural. Ar!
- ¿quién ta dicho a tí que hables,
gilipolla?... comentaba
pegándose a su cara con la técnica del labio superior sobre el inferior.
- deja ar shavá que no estaba mirando ná… intervenía otro individuo señalándose del
tirón…
- ¡3er. Paso: Sometimiento y humillación
pública del líder o abanderado. Objetivo: dominio total del grupo por anulación
del factor superioridad. Ar!...
- homeeee… ya salió la maricona… ¿tú que
tiene gana de charla o qué?... ¿qué ere?, ¿el papaíto de to esta gente?...
ira!, ira lo que tengo aquí en el codo…
dijo el provocador avanzando por el pasillo de respeto abierto en la masa y
señalándose ostensiblemente el codo derecho con el índice izquierdo… -ira,
ira… ¡asércate, maricona!...
Cuando la maricona, perdón, el líder, estuvo
lo suficientemente cerca del codo del provocador, éste, con un rapidísimo y
certero movimiento, completó la ancestral técnica del “mírame el codo” bajando
el antebrazo derecho hasta agarrarle completamente el paquete. -¿Ahora
qué, maricona?... preguntó en voz alta apretando cruelmente la mano
mientras el líder se retorcía de dolor hasta caer de rodillas ante el grupo… -¿tú
quería desirme argo?... ¡habla!... ¡que no mentero con tanto ay,ay!…
- ¡4º paso: Sellado de la nueva autoridad.
Objetivo: coronación del nuevo líder. Ar!
- …con to lo valiente que era y míralo
ahora… ¿sabéi dónde están ahora los cojone de la maricona esta?... ¿qué
pasa?... ¿ahora ninguno queréi hablá?... ¡ven pacá, carajote!... ordenó el provocador dirigiéndose claramente
al individuo identificado como carajote al comienzo de la operación… -¿dónde
están los cojone de tu amiguito?... ¡responde!... – en tu mano… dijo
en voz baja el carajote… -¡en tu mano, señor!... ¡venga!, ¡decidlo
todos en voz alta!... -¡en tu mano, señor!... -¿quién manda asquí?... - ¡tú,
señor!... – muy bien, ¿y sabéis por qué mando yo?... porque mis cojone no le
caben en la mano a ninguno de vosotros, mariconas… ¡ámono!...
La demostración había sido brutal y suponía la
confirmación de algo mucho peor: si hasta ahora la condición de líder pandillil
era sólo achacable a una aleatoria mezcla de carácter, traumas infantiles e
inteligencia, a partir de ahora existía un método. Un corpus teórico y
documental, un temario con el que cualquier Kinki hijoputa con aspiraciones
podría avanzar más rápido saltándose pasos infructuosos. Eso significaría que
los nuevos líderes podrían ser cada vez más jóvenes… como era el caso de mi captor…
El jefe
Con 6 años y apenas un metro de altura avanzaba
por la selva con paso firme, liderando el grupo. Le precedían Cásper y un
esqueleto blandiendo dos enormes machetes con los que iban abriendo paso. El
jefe no titubeaba en su marcha a pesar de que las dos enormes hojas pasaban
continuamente por delante de su cara… - ¡zaaaaaaas!... ¡zas!... ¡zaaaaaaass!... ¡zas!... De repente, al pasar junto a otro de
los sombrajos, levantó la mano derecha y el grupo se detuvo. Al entrar en el
aula todo el mundo se puso en pie: -¡Cogeslo ahí!... exclamó desde el umbral… -¡ay!... respondieron
los casi 50 alumnos levantando la mano derecha al unísono. El zombi payaso
diabólico avanzó hacia la pizarra donde en ese momento había un alumno en pleno
ejercicio. Desde el camino podía escucharse el rechinar de sus dientes de puro
miedo y podía leerse el letrero de la entrada: plástica. La pizarra parecía
estar llena de garabatos y en el centro el profesor había dibujado una
cuadrícula donde el alumno estaba pintando un enorme y simétrico nabo al que
aún le faltaba un huevo. –Te falta un huevo, dijo
el jefe dirigiéndose al alumno que aparentaba ser un par de años mayor que él. –No tanto, señor, respondió
el alumno… -sólo un cojón y el
pelo, añadió. –oooooohhhh… murmuraron sus compañeros al tiempo que
comenzaban discretamente a parapetarse bajo los pupitres y a cubrirse con las
sillas… -un cojón y el pelo… repitió el jefe mirando
alternativamente a la pizarra y al alumno. Con un ligero movimiento de cabeza
señaló al alumno un cartel que colgaba justo al lado de la pizarra cuya
inscripción decía: -Tema 1: el nabo de
pared: El nabo de pared se compone de 2 cojones y un carajo y su silueta se
pinta de un solo trazo. Éste trazo es la representación mínima de nuestra
santísima trinidad: cojón, carajo y cojón y la unidad mínima de medida en
nuestro sistema métrico nabal. Aunque por si solo ya consigue transmitir
nuestro mensaje, puede ser completado con 2 rayas para el glande y cuatro
rayas, 2 por huevo, para el pelo.
El alumno lo leyó acojonado y en silencio.
-¿Eres consciente de lo que has hecho?... le preguntó el jefe… miles de años de evolución y de perfeccionamiento técnico
hasta conseguir una imagen gráfica, un icono, capaz de transmitir en un solo
trazo toda la información posible acerca de nuestro pensamiento sobre algo o
alguien, tirados por el suelo. Un cojón y un pelo… Para entonces, el resto de la clase y el profesor
ya llevaban un rato escondidos bajo las mesas como en mitad de un simulacro de
terremoto. Y es que fue eso lo que vino entonces: un terremoto. El jefe quitó
la tiza de la mano al alumno y comenzó a pintar nabos por el aula. Poco a poco
iba aumentando la velocidad hasta que llegó un momento en que ya no se veía más
que una especie de tornado de polvo de tiza que se desplazaba por el aula de
forma endiablada arrastrándolo todo a su paso. No duraría más de 1 minuto, pero
se hizo interminable. Una espesa nube de polvo blanco lo envolvía todo al
principio hasta que por fin comenzó a asentarse. De entre la niebla surgieron
dos figuras, ambas parecían acabar de haber salido de las ruinas de las torres
gemelas. Una, la del jefe, abandonó la estancia dejando tras de si un remolino
provocado por la corriente de aire al avanzar. Otra, la del alumno, permaneció
inmóvil como job, convertido en estatua de tiza. Para cuando el jefe se hubo incorporado
a nuestra caravana ya podía apreciarse levemente su obra entre el polverío:
suelo, techo, mobiliario y paredes habían sido convertidos en una especie de
capilla Sixtina nabal.
- La letra con nabo entra, me dijo al verme perplejo.
[1] Deyaví:
De-ya-visto. Recuerdo de algo no sucedido: precuerdo. Ej.: -
Tengo la sensación de que yo esto ya lo he vivío antes… - ¿antes?, ¿cuándo te
vas a haber jincao tú sólo un bogavante como éste, desgraciao?, si no tienes
donde caerte muerto… -a lo mejor lo he soñao, será un deyaví –¿deyaví?…
que no ome que no, que esto no la visto tú en tu puta vida… ira qués corales…
[2] Rabona:
novillos. Escaqueo escolar gaditano. Vacaciones unilaterales del alumno que
tienen como destino un parque, plazoleta o poyete escasamente alejado del
centro escolar. Ej.: - ¡niño!... ¿tú que hace asquí en el parque?... –ná,
mamá… que el maestro de siensia nos ha mandao recogé unas muestras de planta pa
un trabajo… -aro, aro…¡el coño mirmana!... ¿y ta disho que despué de cogesla te
las fume con los colega, hioputa?...¡anda ya par colegio, grifota!...
¡rabonero!.... –ofú omáaaa!...
[3] Cosqui:
humillante golpe en la cabeza con el nudilllo del dedo corazón. Ej: -¡booooteee
pastó!... -¡pom! (pelotazo en lasparda) -¡no madao!... -¡noniná!, ¡cosqui, la
pringá!, ¡cosqui, la pringá!...