Por Roberto Marra
La perversión está teniendo buena prensa por estos tiempos. En realidad, desde hace demasiado. Los perversos se han adueñado de “la verdad”, la exclusiva, la determinante de razones incoherentes con sus discursos, pero extraordinariamente persuasivas hacia las masas que navegan por la vida sin otro destino que servir a estos autoasumidos “amos de las consciencias”. Se escuchan, se leen y se ven, con total desaprensión por parte de la mayoría absoluta de las personas, los actos más aberrantes como si fueran “necesarios”. Se transmiten, como si se tratara de simples series televisivas, las bestialidades más procaces, las brutalidades más ofensivas de la condición humana, consumidas como hamburguesas y papas fritas de otra “cajita feliz”, otro engaño estomacal para hacernos creer que estamos alimentándonos de verdad, cuando sólo estamos anulando nuestra condición de seres racionales.