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martes, 2 de abril de 2013

Literatura políticamente correcta y otras tonterías

En diciembre de 2012 participé como jurado en el la XXII edición de su Premio de Literatura para Escritores Noveles convocado por la Diputación de Jaén que premió la obra Nunca te quise tanto como para no matarte, de Javier Ochoa.  El 27 de marzo recibí una llamada en la que se me comunicaba que Diputación había decidido revocar la decisión del jurado, porque la obra galardonada incumplía la política de igualdad de género que impulsa dicha institución, adjudicando a la obra contenido de tintes sexistas. En ese mismo momento les transmití mi profundo malestar por su decisión y mi voluntad de no volver a participar como jurado en ningún premio vinculado a la Diputación de Jaén. De hecho, he solicitado que me faciliten los datos necesarios para proceder a la devolución de los 142 euros que percibí como honorarios por la valoración de las 19 obras presentadas a este concurso.

No voy a valorar si las opiniones del personaje de la novela ganadora son sexistas o no porque si lo hiciera asumiría las reglas falaces de los modernos inquisidores que tratan de imponer los mandamientos de lo políticamente correcto en territorio artístico. Solo quiero recordar que la literatura está llena de personajes misóginos, maltratadores, asesinos, racistas, violentos, violadores, corruptores de menores, perversos… Hay tantos ejemplos que solo voy a recordar algunos: Shakespeare (Otelo),  Nabokov (Lolita), Mark Twain (Huckleberry Finn), Bret Easton Ellis (American Pscho), Charles Bukowski… por no hablar del género negro y los cuentos populares (Blancanieves y la Cenicienta, por citar solo dos).
Quizá sea así, porque, como aseguraba André Gidé, “no se hace buena literatura con buenas intenciones y buenos sentimientos” o, como dice Richard Ford en Flores en las grietas, “para entender bien la humanidad es menester sacudirla”. Recomiendo, por cierto, vivamente la lectura de una de sus conferencias, incluidas en la citada obra, titulada “Qué escribimos, por qué lo escribimos y a quién le importa”, donde Ford relata su resistencia a los biempensantes que le han acusado por lo que hacen y dicen los personajes de sus novelas de racista, misógino, de ser cruel con los animales y arrogante con las ‹‹clases bajas››, entre otras lindezas. Ford reivindica aquí su derecho a decidir sobre qué escribir o no y sobre cómo hacerlo más allá de las presiones que recibe para ser políticamente correcto porque la obligación del escritor “no es halagar al lector ni crear modelos positivos, sino intentar, por encima de todo, contar al lector algo que no sabía acerca de un tema que le interesa”. Repito: la función de la literatura no es crear modelos positivos. Y añado: la función de nuestras instituciones públicas tampoco debería ser la censura, que no consiste tanto en impedir que cada cual escriba lo que quiera (seguro que Ochoa termina publicando su obra), sino en evitar que todos nosotros oigamos, leamos, sepamos o pensemos libremente sin que nadie nos tutele.

Ana María Matute dijo hace poco que “la literatura infantil se está fastidiando con lo políticamente correcto” y que se trata a los niños como si fueran tontos. Me temo que con la literatura de adultos ocurre lo mismo. Dentro de poco excluirán a alguien de un premio literario por presentar a un personaje echando un cigarrito o tomando un cubata porque los modernos talibanes de la secta de lo políticamente correcto dirán que incita a la drogadicción. Qué grandísima tontería o dicho de forma deliberadamente incorrecta, porque me lo pide el cuerpo, qué soberana gilipollez. 

 

jueves, 19 de mayo de 2011

¿Quién es el PIG?

Hace una semana el Fondo Monetario Internacional (FMI) incluyó a España en el grupo de las economías enfermas denominado PIGS, acrónimo formado por las iniciales de Portugal, Irlanda, Grecia y España, en inglés, que también significa cerdos en ese idioma. Poco después, vimos una foto del director gerente del FMI, el socialista francés Dominique Strauss-Kahn, alias DSK, subiendo en París a un Porche Panamera de 100.000 euros prestado por un directivo de Lagardere, un grupo de armamento y medios de comunicación. Y apenas 24 horas después, conocimos la detención de DSK en Nueva York por presunta agresión sexual a la camarera del hotel donde se alojaba, de a tres mil euros la noche. Aunque la  policía confirme los hechos, es más que probable que el presunto agresor salga de rositas llegando a un acuerdo extrajudicial con la presunta víctima que lo exonere, llegado el caso, de ir a la cárcel. No será la primera vez que el sexagenario director del FMI se libra por los pelos de tener que afrontar problemas relacionados con su entrepierna. De cualquier forma, si se demuestra que DSK agredió a la chica, estará claro quién es aquí, de verdad, el PIG.

jueves, 31 de marzo de 2011

Cultura sumergida


La cultura es un intangible. Los políticos no pueden cortar una cinta para declararla inaugurada, como si fuera una carretera o un aeropuerto. Como mucho, pueden fotografiarse junto a los edificios que la albergan, como los museos o los teatros. Pero más allá de esa cultura del ladrillo, programática e institucionalizada, existe una cultura sumergida que busca su sitio -si la dejan- en esta sociedad donde, por herencia del franquismo, los intelectuales y los artistas son vistos aún como bichos raros empeñados en ver o mostrar la mugre individual y social. Seres entrometidos, por definición, cuya injerencia se soslaya con la subvención o el ostracismo económico. O estás conmigo o estoy en contra de ti. Comer o ser comido, esa es la cuestión que explica por qué los programas electorales son culturalmente anoréxicos y por qué la cultura sigue siendo nuestra maría política. Como resultado de ello, si alguien la sometiera a un test de esfuerzo, semejante al de los bancos o al Informe PISA que nos saca los colores educativos cada tres años, comprobaríamos que nuestro déficit, respecto a Europa, va mucho más allá del PIB o la renta per cápita.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Tengo miedo


Foto: Marisol Pazos

Dicen que en Torredonjimeno, mi pueblo, ponían gachas en las cerraduras para evitar que los espíritus se colaran dentro, la noche de difuntos. De pequeña, en mi casa de la calle Salsipuedes, deseé mil veces tener un barreño de gachas para tapar la boca de la chimenea que, cuando hacía viento, aullaba como una condenada en los infiernos. Yo entreabría la puerta, comprobaba que no había nadie, porque mis padres estaban en el cementerio y mis hermanos comiendo castañas y batatas en casa de alguno de mis tíos, y me sobresaltaba el silbido pavoroso de la chimenea. Entonces, cerraba la puerta y recorría las calles heladas en busca de algún familiar que espantara mis miedos de niña.

Ahora, que los muertos beben gin tonic por la calle y las brujas se visten de Lady Gagá, lo que de verdad me aterra son los periódicos. Abro uno y leo que Rajoy quiere cargarse las actuales leyes del aborto y del matrimonio homosexual, aumentar el período de cálculo para jubilarse, y aplaude el plan de ajuste de David Cameron en Reino Unido. Si tuviera gachas, pegaría las hojas. Como no tengo, hago lo único que se puede hacer en estos casos. Cagarse de miedo.

jueves, 28 de octubre de 2010

El sueldo de María Dolores


María Dolores de Cospedal. Foto: PP

María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP y presidenta de esta formación en Castilla-La Mancha, ganó el año pasado casi 242.000 euros como senadora y alto cargo del PP. Está en el Boletín Oficial de Castilla-La Mancha del 25 de octubre. Que conste que me parece bien que los políticos cobren un buen sueldo por aquello de que, en teoría, prestan un servicio público y, sobre todo, porque probablemente reduzca esa tentación, tan ibérica como el pata negra, de meter la mano en la caja. Sin embargo, ahora, precisamente ahora, cuando me veo yendo a trabajar con dentadura postiza y garrota, lo de María Dolores y compañía me parece inmoral. Ahora, cuando cada noche veo a una docena de personas rebuscar en la basura del Día para llevarse cuatro manzanas pochas a casa, me parece obsceno que el saldo medio de su cuenta bancaria sea de 508.882 euros. Ahora, que he leído La Casta, el libro de Daniel Montero sobre los privilegios de los políticos españoles, me parece indecente que haya tanta señoría bien pagá en un país donde hay 16 millones de mileuristas.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Ráscame la espalda

Ocurrió a mediodía, cuando entré a comprar un sándwich de queso con nueces para apaciguar el incipiente gorgojeo estomacal que me suele atacar, con puntualidad británica, a las once y media de la mañana. Un tipo enorme, de cincuenta y tantos años, con pinta de cobrador del seguro de los muertos, se colocó detrás de mí, en la cola.

Mientras esperaba, eché un vistazo a las últimas noticias en el iPod. Leí con interés que la presidenta de la Comunidad de Madrid, la thatcheriana Esperanza Aguirre, había anunciado su intención de reducir dos tercios de las horas de liberación sindical que los miembros de los comités de empresa y delegados de la Administración regional dedican a la representación de los trabajadores. Como es lógico, el anuncio levantó un revuelo enorme. Que si el recorte permitirá reducir las contrataciones eventuales y ahorrar un dinero meganecesario en tiempos de crisis… Que si Espe quiere cargarse a los sindicatos porque son los únicos que de verdad protestan contra sus políticas privatizadoras de la sanidad en Madrid... Que si los delegados sindicales son unos haraganes que aprovechan sus horas sindicales para ir al Corte Inglés…

Como estaba muerta de hambre no acerté a centrifugar como es debido semejante maraña de argumentos, así que decidí dejar el iPod en paz hasta que contentara a mi estómago. Y, justo en ese momento, alguien me pegó el berrido en la oreja. “Ráscame la espalda”, me gritó. Yo me giré, pensando que sería un amigo del barrio gastándome una broma, pero no. Era el cobrador del seguro de los muertos en pleno estallido de quién sabe qué desequilibrio mental. O puede que no fuera un cobrador del seguro de los muertos. Para El Mundo sería un liberado sindical escaqueándose para desayunar. El País, en cambio, diría seguro que es uno de los pobres enfermos que la privatizada sanidad madrileña desatiende tan a menudo.

El caso es que en ese momento me tocó mi turno. Pedí mi sándwich y salí pitando. Cuando me lo comí, y recobré mis funciones neuronales, dejé caer mi Ipod sobre el cuenco de un pobre que pedía limosna. Al ver lo que le había echado, el pobre me llamó puta y no sé qué más, pero me di a la fuga. Desde entonces, nunca paso por su esquina.

domingo, 22 de agosto de 2010

Políticos desesperados

© FAES
El Partido Popular ha intentado hacer su agosto en Melilla. Primero, mandó a su vicesecretario de Comunicación, Esteban González Pons, para que enredara y echara gasolina al fuego de esta nueva crisis estival con Marruecos. Luego, le tocó el turno a José María Aznar quien, por cierto, nunca visitó la ciudad durante los ocho años en los que fue presidente. Escribo este artículo el jueves 19 de agosto. Hasta el momento, Rajoy no se ha sumado al pasteleo melillense de políticos desesperados. Ventajistas políticos sin sentido de Estado empeñados en matar moscas a cañonazos, sin más bandera que la del oportunismo barato que desesperan por sacar provecho de las circunstancias, sean las que sean. Incluso aquellas con las que cualquiera sabe que no se juega, como la crisis económica o el terrorismo. Pero así son. Como las moscas. Huelen mierda y salen disparados para ponerse las botas y copar titulares.

Mientras, aquellos que sí deberían hablar, han callado hasta el último segundo. Moratinos no dijo nada sobre la crisis melillense hasta el jueves. Incomprensible.

Superada esa primera transición, en la que nuestros políticos alcanzaron cotas encomiables de generosidad y renuncia a los principios propios para favorecer el bien común, vinieron camadas de presuntos líderes caracterizados por el enanismo político y moral y el arribismo descarado. Siendo así, no extraña que los españoles perciban a la clase política como el tercer problema de este país, tras el paro y la situación económica. Es decir, aquellos que deberían servir para solucionar los problemas de la ciudadanía son considerados por la población un problema en sí mismo. Toda una paradoja que debería inducir a nuestros políticos a una reflexión profunda si no fuera porque, como todos sabemos, su oficio está reñido a muerte con la autocrítica.

domingo, 18 de julio de 2010

La pesadilla

Fotos: PP/Inma Mesa (PSOE)
Tengo los oídos tan hechos a la vuvuzela y los ojos tan teñidos de rojo, que no fui capaz de soportarlo. El miércoles pasado me puse la tele decidida a tragarme como una campeona todo el debate sobre el estado de la nación, pero comparados con los chicos de La Roja, los políticos son hipnóticos, así que me dormí y tuve una pesadilla delirante.

Soñé que Zapatero y Rajoy ocupaban el puesto del entrenador Vicente del Bosque y allí estaban, de pie en el banquillo, voceando consignas a los chicos de la selección. Zapatero le gritaba a Xavi que mantuvieran el balón en su poder. Rajoy, en cambio, animaba a Piqué a sacar la pelota en largo para buscar un desmarque sorpresa de Torres. Zapatero apostaba por esperar y dormir el balón en un tiqui-taca infinito. Rajoy, por sacar la artillería pesada y por pasar todos los balones a Villa para zanjar el asunto. Uno decía que para adelante. El otro, que para atrás. Uno, que abrieran el juego a la banda derecha. El otro, a la izquierda. Ante tanta orden y contraorden, los chicos de La Roja se cortocircuitaron. Empezaron a correr descontrolados, como si el espíritu del Jabulani les hubiera poseído, tropezándose entre sí, haciéndose falta los unos a los otros... Y en medio de tamaño desbarajuste, a Navas le dio la vena trotona y -mec-mec- puso, sin darse cuenta, rumbo ultrasónico hacia la meta de Iker, quien agarrado a uno de los palos, con cara de toro enamorado de la luna, cantaba a los cuatro vientos, para quien quisiera escucharle, aquello de “Besos, ternura, que derroche de amor, cuánta locura…”. Correcaminos Navas se la puso a Pedro y Pedro marcó un golazo impecable, si no fuera porque fue en propia meta…

Poco después, el árbitro pitó el final del partido y yo me desperté bañada en sudor, con el mando distancia clavado en las costillas. Parpadeé un par de veces para ubicarme y cuando el soniquete cansino de sus señorías me encharcó el cerebro, mi soberano dedo índice, no importa de qué mano, voló hacia el mando y, rencoroso como es, apretó el botón de apagado. La tele se quedó negra y yo, de nuevo, dormida como una bendita.

domingo, 11 de julio de 2010

Columna seca

Estaba paseando a mis perros cuando vi el cartel en la fachada de un edificio oficial. Ponía «columna seca». El concepto me turbó. Conozco, como todos, hermosas columnas dóricas. Imprescindibles, como la vertebral. Más o menos afiladas, como las columnas de prensa. Con connotaciones bélicas, como la quinta columna. Funcionales, como la de una base de datos. Pero, ¿secas?

La loca de la casa, que es como parece que Santa Teresa denominaba a la imaginación, se me encabritó con el juguete semántico recién descubierto. Es algo que me viene de la infancia. Hay niños que con dos envases de yogur vacíos y una guita inventan un teléfono. A mí, me gusta inventar historias, así que me puse animista e imaginé que quizá los edificios, por muy administrativos que sean, son en realidad seres vivos. Tienen puertas y ventanas como bocas, tuberías que semejan venas, antenas que les permiten ver y oír, ordenadores que actúan como terminaciones nerviosas… ¿Por qué no iban a tener su columna?

A los humanos, la espina dorsal nos permite conservar nuestro centro de gravedad, caminar erguidos sin perder el equilibrio, así que se me antoja que un organismo oficial con la columna seca debe ser más bien cuadrúpedo e inestable. Seguro que tiene problemas de médula y le falla la conexión entre la cabeza, que si es oficial será política, y el cuerpo, que siempre somos todos. O sea, los ciudadanos, rebajados, cada vez más, a la consideración de clientes –léase contribuyentes- por la crisis.

El caso es que ayer volví a visitar al achacoso edificio. Tenía mala cara y, más allá del preceptivo ondear de banderas, permanecía inerte. Le di con el puño bajo el cartel que anunciaba la sequedad de su columna, pero no izó la rodilla ni dijo ni mu, así que debe estar malito de verdad.

Ese sabelotodo que es Internet dice que las columnas secas no son más que tuberías para que los bomberos inyecten agua en caso de incendio, de forma que puedan abastecerse para sus trabajos desde las plantas. Tonterías. Será porque todavía no le ha llegado al estómago el dos por ciento de incremento del IVA, o que la transfusión vía recorte salarial aplicada a los funcionarios aún no le ha entrado en vena, pero, diga lo que diga Internet, estoy segura de que este edificio está más seco que la mojama. Cualquier día me encuentro con que no queda más que el solar porque se lo han llevado a urgencias. Y, lo que más me preocupa, es cuánto nos costará reanimarlo…