Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
Una potencia rompe la pared.
Explotan las vísceras tras la claridad del pasado. La máquina cuerpo descubre la fuga; qué desazón, el límite ésa certeza cuya existencia preferíase desconocer.
De la cintura me lleva corriendo la quemadura de tu mano de la noche de ayer pero el humo que emito no alcanza para que me encuentres en el mediodia de este infierno.
Me atropellan seres ululantes y aunque logran confundirme
no conocía a nadie bailar es un don de la libertad que me supe conseguir pague su precio gota a gota pero valió la angustia de cada movimiento en la urbe alcanzar este disfrute del cuerpo sin temor entregado al son.