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19/11/10

Mi vida es un telefilm




Miss Tacuarembó
Dani Umpi
Planeta
2010




CAMP

Muchas mentiras cuentan sobre mi,

porque mi vida es un telefilm

LA PROHIBIDA

“Desnuda o vestida”

En su ensayo “Notas sobre lo Camp” (incluido en Contra la interpretación) Susan Sontag define el camp como “una manera de mirar el mundo como fenómeno estético” y de vivir “la vida como teatro”. Miss Tacuarembó, de Dani Umpi, es claramente una novela campy. Natalia, la protagonista y narradora, experimenta el mundo como un programa de televisión (no importa la índole), en el que al ponerse nerviosa habla “como una robot, como Cher en ‘Believe’” y se siente “en una película de terror” donde su aspecto “debe ser muy similar al de PJ Harvey en algún clip”. En este modo de narrar la experiencia, el “como si” se convierte en el procedimiento principal para dar cuenta de los hechos: “me miran como personajes de Stephen King”, “[m]e siento como en un capítulo repetido de una serial intrascendente”, “comienzo a vagar por entre la gente como una hermosa modelo anoréxica que debe actuar en un patético clip de Enrique Iglesias para poder comer”, etc.

MI MUNDO PRIVADO

Get out of that state,

get out of that state you're in.

You better beware.

You're living in your own Private Idaho.

B 52’S

“Private Idaho”

El problema de experimentar el mundo de esa manera es que Natalia y Carlos, su mejor amigo, están atrapados en Tacuarembó, lejos del espacio de la experiencia por antonomasia que es la ciudad, es decir Montevideo. Ambos resisten como pueden, a medida que van siendo estigmatizados: ella como “la miss” y el como la marica de la localidad. De este modo, la consigna hacia el final del relato de infancia es la de huir: “Carlos, tenemos que irnos de este pueblo”. Sin embargo, a pesar del traslado, Natalia y Carlos siguen siendo misfits en ese otro mundo, donde los malestares cotidianos de la niñez retornan como lo siniestro, tanto la madre alérgica a su propia hija como las dos gemelas salidas de “El Resplandor” (Stanley Kubrick, 1980).

GOD IS IN THE TV

Build a new god to medicate and to ape

Sell us ersatz dressed up and real fake

MARILYN MANSON

“Rock is dead”

El gran refugio que Natalia y Carlos encuentran en Tacuarembó es el de la iglesia y a los pies de Cristo. No obstante, el gesto de la novela no es religioso; aquel al que los dos protagonistas adoran es un Cristo pasado por la televisión: “Cristo estaba a mi lado, de mi lado, como un televisor color” y lo que se espera de él es lo mismo que se espera de un superhéroe o de una superestrella. Nuevamente el gesto es el de la experiencia camp, en la que, según Susan Sontag, “[e]s posible ser serio respecto de lo frívolo y frívolo respecto de lo serio”. Es así como, a diferencia de su madre, “cuya verdadera vocación era ser monja y vivir en función de Cristo”, Natalia sostiene una relación inversa en la que Cristo vive en función de ella. Sin embargo, tras no obtener los resultados deseados, despierta de la ilusión y rompe, literalmente, su relación con quien había sido su salvador: “Lo descolgué de un sopapo impulsivo y el yeso se desintegró como harina sobre las baldosas negras, como si estuviera deseando romperse. El rostro suplicante de Cristo se volvió polvo en menos de un segundo”.

¡QUE VIVAN LOS 90!

Miss Tacuarembó es una novela de los noventa. No porque haya sido escrita durante esa década, ya que la primera edición es del 2004, sino porque el grueso de lo que se cuenta en ella es la experiencia de los noventa: MTV, las telenovelas latinoamericanas de la tarde, etc. Sin embargo, el punto de partida es la década del ochenta en la que crecen los protagonistas y la progresión temporal está marcada por la evolución de las tecnologías: “El video me pareció un invento sensacional, que superaba ampliamente al cine” y por los cambios en la grilla televisiva: se va de Vanessa a Resistiré, pasando por Cristal y La usurpadora. De este modo también se van narrando cómo las cosas se van pasando, ya sean las tribus urbanas: “ser grunge a esta altura del siglo es la idea más idiota que se le puede ocurrir a una persona, y sin embargo siguen existiendo” o la moda: “Me siento como esas chicas que se compraron ropa muy moderna a comienzos de los noventa y ahora no tienen más remedio para seguir usándola, en pleno retro”. Como afirma Susan Sontag, “la relación del gusto camp con el pasado es extremadamente sentimental” y Miss Tacuarembó entabla un vínculo estrecho con esa época dorada en la que todo era posible e imaginable.

CONTINUIDADES

La novela de Dani Umpi se inserta en una tradición que comenzó con Manuel Puig y que fue actualizándose con el correr de los años en sus diferentes vertientes disciplinares. En relación con Puig, se puede pensar Miss Tacuarembó como una suerte de reescritura de La traición de Rita Hayworth con un ligero cambio de escenario. También se puede pensar un parentesco entre los personajes de Dani Umpi con los de Alejandro López en una novela como La asesina de Lady Di, en donde la protagonista también se encuentra presa del imaginario propuesto por los medios masivos de comunicación. Por otro lado, la condición de outsiders de Natalia y Carlos en Tacuarembó es al mismo tiempo similar a la de los personajes de Carson McCullers y Truman Capote, entre otros escritores norteamericanos del sur. Por último, la capacidad que tiene Dani Umpi para saber lo que siente la mujer es análoga a la de Marc Cherry (creador de Desperate Housewives), Darren Star (creador de Sex and the City) o Almodóvar: lo femenino en todos estos casos es tan femenino que se vuelve gay, travesti.

Martín Villagarcía

5/10/10

La vueltita ridícula



La vueltita ridícula
Dani Umpi
Vestales
2010







En la novela Aún soltera, Eloísa escucha a Rafaela Carrá y se pregunta por qué pasan los años y sigue sola, por qué no puede querer a alguien. Cinco años después, Dani Umpi, nos revela que ya tenía las “Razones” (así es el nombre del primer poema del libro) y nos cuenta su dificultad para estar con alguien. Su perro, el que tenía en el fondo de la casa, parece que tuvo algo que ver con su soltería. En su nuevo libro, nos encontramos con una edición prolija, de tapa rosa, y con treinta y dos poemas, de los cuales cinco pertenecen a su primera plaqueta de poesía titulada Cuestión de tamaño (Editorial Belleza & Felicidad). DU nos cuenta historias de corte transversal sin genealogía, que como él mismo dice, en su mayoría, sacó de situaciones que escuchó por casualidad. Con escritura llana nos muestra el lado racional del “chico-chica” que se prepara para ir a bailar, y que oculta sus razones con las emociones que experimenta al llegar a la pista de baile.

Al libro lo recorren ciertos excesos, sin intención de pretender lograr un loop. Algunos poemas son como la chica de una publicidad de crema de enjuague, mostrando muchos pelos, muchas palabras y algunos brillos. Es poco el ruido que hacen esos excesos, pero se pueden localizar como la intersección de dos avenidas. Su prosa, en términos generales, es racional, lo cual la hace clara, atractiva, y por momentos aburrida, quizás por ser tan racional. Hay poemas que dejan de serlo para transformarse en microrelatos. Al glamour lo encontramos por la negativa: “sobras de ayer, sushi viejo que había traído andreita”, quizás uno de los mejores momentos del libro, cuando aparece la sencillez y queda de lado la muestra de inteligencia.

No hay secretos en el libro, ni nada que permita dar una vuelta más de tuerca a la “vueltita ridícula”. Con una vuelta alcanza. No hay intertextos, ni una segunda lectura que produzca un sentido nuevo. Y es que con DU no hay términos medios, o gusta mucho o no gusta nada. La libertad con la que están escritos los textos es un factor importante para resaltar. Aunque algunos resultan poco espontáneos, cero catárticos, como si tanto trabajo les hiciera perder la fuerza, la frescura con la que fueron gestados.

Las situaciones intrascendentes y sin color se transforman en postales pop: DU como un admirador de Andy Warhol en el terreno de la poesía. Y no es más que eso. Pero cuando logra trascender las influencias y aspiraciones, se rescata algo intenso. Y es ahí donde aparece el resplandor. Otro mérito es que logra hacerlo sin adjetivos. Quizás por eso el autor nos lleva de visita por un puñado de imágenes efectivas que producen encuentros inesperados: “una botella en el aire”, “y de mañana recoge mejillones”, “un calzoncillo en el suelo” “el chico de al lado me pide un alargue”, “yo y yo”.

En ese punto se podría hacer un paralelismo con Raymond Carver, el de “Cascadas”, en el sentido de que ambos autores comparten la narrativa en la poesía despojada de adjetivos. Sin embargo, DU escribe con la mirada de un púber que juega a ser una chica desafortunada en el amor, mientras que Carver no. Un poema del libro se llama “Como de quince años” y dice: “me di cuenta de que era la edad que vivía en mí paralelamente”.

Cuando aparecen las plumas y los poemas cacarean, la colección de textos levanta vuelo. En esos momentos DU divierte. Pero, ¿cuáles son las recurrencias que insiste en estos poemas recopilados a través de los años? ¿Las relaciones humanas y sus fracasos, los encuentros y desencuentros adolescentes? El tono y la perspectiva inmadura desde donde aborda las situaciones es la “Adolescencia tardía” (tal como se titula otro de sus poemas), como para que no nos queden dudas. Como Eloísa esperamos algo que promete venir pero no llega. Quizás tengamos que resignarnos que somos lo que somos y esto es lo que hay.

Facundo R. Soto