Hace unos meses que no sé nada de ti. Me he encontrado pensando en escribirte más que ésta carta que nunca llegará a tus manos; ahora resulta que hasta la tecnología se ha puesto en mi contra, sabes que perdí tu número de celular, mi cuenta de Facebook, y ahora, hasta mi cuenta de correo electrónico. ¿Qué más debe suceder para convencerme, de una vez por todas, de que no somos el uno para el otro? Que eres mi nube negra.
Desde el día que me despediste en la parada del colectivo, que pensaba que estaba loca por pensar que ese beso que me diste me había sabido a despedida.
No estaba loca.
Fue una despedida.
No te bastó con acostumbrar mi cuerpo al tuyo para bailar, mi nariz a tu perfume dulce, mi lengua a la tuya, no te bastó, esa noche tuviste que hacerme el amor como si fuese la única, como nadie, como nunca... ¿Cómo iba a imaginar que otros brazos y otras piernas ya te habían acogido?
Ese día, egoísta, ya habías decidido que debíamos despedirnos...
Hipócrita.
¿Qué hacías besándome con tanto fervor si querías a otra, si no querías intentarlo conmigo?
¿Lo bueno dura poco?
Pues, lo bueno te duró muy poco, desde el rincón más adolorido y sentido de mi corazón, te lo digo: con quién más te besarás en las esquinas, de madrugada, haciendo envidiar a los transeuntes, con quién verás llegar el amanecer de verano, solos, abrazados. Dime, quién te hará reír en la cocina, quién te pedirá que cocines y te convencerá bailandote salsa y bachata, para al final ayudarte, porque es injusto no quedarse juntitos en el reducido espacio de tu cocina, para luego terminar en la pieza bailando boleros.
Esa otra que ya conocía todo esto, que no te hizo vivirlo como yo, tu ex, con la que ahora estás, no te hará gemir así, no te hará reír y callar de emoción. Estoy segura que no le dejarás marca... Basta.
Te pido, no regreses, estos brazos no tienen valentía para no recibirte...
Este corazón sufrió mucho. Mis pies sufrirán al intentar buscar el ritmo con otros al bailar, y mi nariz... mi nariz no soporta otro olor que no sea el tuyo, pero sobrevivirá.
No me diste la cara nunca, cobarde...¿te dio miedo enfrentar la realidad?
Nos quieres a la dos. A mí porque te enseñé a vivir, a aceptar ser tú, a ella.. a ella porque es lo conocido.
Te repito, dolida, no vuelvas porque todo esto que vivimos no será igual, todo éste recuerdo se dañará; tú no serás el mismo después de haber cometido este error tantas veces. No regreses porque quiero que me añores, que me sufras, que me extrañes; quiero que pases por la avenida y veas esa esquina donde tantas veces nos besamos y te haga falta, y te escueza, y desees estar ahí... y yo no estaré.
Hay más esquinas, más cocinas, espacios reducidos, más olores, más, algo más allá de ti.
Amaba tu dorada nuca, amaba morder, oler y quedarme dormida ahí...¡Hay mil millones más de esas!
No vuelvas porque tu recuerdo no estára intacto, te repito. Quiero que este primer contacto con el amor, y con esas chispas que surgían al besarnos, las cosquillas en la panza al vernos llegar y el sosiego al estar juntos, queden intactos.
Esto será algo para contar a mis nietos, que no serán los tuyos. Definitivamente.
Quiero que recuerdes todo, y cuando ésto con ella termine, no vuelvas a cometer el mismo error con otro amor.
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