Llegué a este puerto con poco equipaje: cuatro camisas, mis
instrumentos de caligrafía y un corazón en un frasco de vidrio. Las camisas
estaban remendadas y con manchas de tinta, a mis plumas las había arruinado el
aire del mar. El corazón, en cambio, lucía intacto, indiferente al viaje, a las
tormentas, a la humedad del camarote. Los corazones sólo se gastan en vida;
después, ya nada les hace daño.
“El calígrafo de Voltaire”, Pablo de Santis
No hay comentarios:
Publicar un comentario