"El periodismo narrativo es un oficio modesto, hecho por seres lo suficientemente humildes como para saber que nunca podrán entender el mundo, lo suficientemente tozudos como para insistir en sus intentos, y lo suficientemente soberbios como para creer que esos intentos les interesarán a todos".
Esto y mucho más escribió Leila Guerriero en “Qué es y qué no es el periodismo literario: más allá del adjetivo perfecto”, están invitados a leerla.
viernes, 28 de enero de 2011
jueves, 27 de enero de 2011
jueves, 13 de enero de 2011
Volver al futuro
Hace unos días leí una nota de Mariano Katz en el Radar del P/12. Se titula "Sus hijos lo entenderán", frase extraída de la película que más veces vi en mi vida: "Volver al futuro".
La nota de Katz está motivada por su reestreno hoy jueves 13 de enero de 2011 (esta parte la escribí a las 11:59 y todos los que vimos la película sabemos que los minutos cuentan, que valen oro) a 25 años, un mes y un día de su estreno original en Argentina.
(Por cierto, ya son las 12)
(Por cierto, ya son las 12)
La nota me hizo acordar que hace unos cinco años yo también escribí algo sobre "Volver al futuro".
Una confesión de lo que fue la película para mí, de lo que representa para una etapa de mi vida ese video mil veces visto. Del paso tiempo y de la necesidad de recuperarlo, aún cuando sea imposible.
Volver al futuro
Hace unos días se cumplieron 20 años del estreno de “Volver al futuro”, dirigida por Robert Zemeckis y protagonizada por Michael Fox. Para algunos es sólo una efeméride más dentro de la historia del cine, para otros menos que eso. A mí me recordó el paso del tiempo.
“Volver al futuro” es la película que más veces ví en mi vida. No fueron 5 o 10 ocasiones, tal vez la haya visto unas 80 ó 100 veces o tal vez más, nunca las conté y ahora no podría hacerlo.
Fue en los años 86 y 87. En mi casa había videocasetera, una fiel JVC. Yo vivía en Choele y el cablevisión todavía esquivaba el pueblo. No sé por qué, supongo que alguna crisis energética era la razón, hubo un tiempo en que Canal 10 no transmitía a la siesta y sólo quedaban las viejas películas de ATC para pasar el rato.
En casa teníamos tres o cuatro videos grabados, pero a mis hermanos el que más les gustaba era “Volver al futuro”. Casi todos los días a la hora de la siesta, conectábamos la videocasetera y veíamos a Michel Fox volver a la década del 50 para salvarle la vida al profesor Emmet Brown.
Todo esto con una particularidad. Cuando le grabaron la película a mi papá, lo hicieron en un casete que tenía poca cinta o que ya tenía grabado algo, por lo que nunca se grabó el final de “Volver al futuro”.
Vimos “Volver al futuro” un centenar de veces y nunca nos enteramos cómo terminaba.
Como para muchos, nuestra escena preferida era esa en la que Michael Fox le pegaba al grandote forro, escapaba en patineta y tras la persecución, pasaba sobre el descapotable que chocaba y se llenaba de bosta.
O no, tal vez era en la que nuestro héroe Marty McFly subía al escenario para reemplazar al guitarrista herido y se despachaba con un rocanrol que enloquecía a todos los que estaban en el baile anual.
Cada día la volvíamos a ver y disfrutábamos de esas escenas, pero la película indefectiblemente terminaba cuando Marty llegaba al estacionamiento y veía como los terroristas le disparaban al profesor. Se veía a si mismo escapar en el De Lorean y perderse en el pasado.
Pasaron algunos años hasta que la vimos completa, hasta que nos enteramos que el profesor tenía un chaleco a prueba de balas y que todo terminaba bien, como debía ser. Por fin supimos, aliviados, que el profesor vivía, que la vida de Marty se acomodaba y que Biff Tannen pasaba de matón a pusilánime.
Más tarde llegaron “Volver al futuro 2 y 3”.
Las siguientes no importaron demasiado. La película de mi infancia es la primera; con Michael Fox dándole una lección a los matones del pueblo, convenciendo a su padre para que conquiste a su madre. Volviendo al pasado para cambiar el presente.
Todo sería más fácil con un De Lorean, que a 88 millas por hora entre en la espiral del tiempo, toda sería más fácil si se pudieran cambiar algunas cosas.
A esta altura creo que es improbable que consiga ese auto y marque las coordenadas temporales para corregir el pasado. Pero la próxima vez que alquile “Volver al futuro” voy a apagar la video en el momento en que le disparan al profesor y Marty escapa en el auto, voy a parar la película en el trunco final que vi un centenar de veces. Entonces, de alguna manera, estaré junto a mis hermanos en una calurosa siesta como hace casi 20 años.
Hace unos días se cumplieron 20 años del estreno de “Volver al futuro”, dirigida por Robert Zemeckis y protagonizada por Michael Fox. Para algunos es sólo una efeméride más dentro de la historia del cine, para otros menos que eso. A mí me recordó el paso del tiempo.
“Volver al futuro” es la película que más veces ví en mi vida. No fueron 5 o 10 ocasiones, tal vez la haya visto unas 80 ó 100 veces o tal vez más, nunca las conté y ahora no podría hacerlo.
Fue en los años 86 y 87. En mi casa había videocasetera, una fiel JVC. Yo vivía en Choele y el cablevisión todavía esquivaba el pueblo. No sé por qué, supongo que alguna crisis energética era la razón, hubo un tiempo en que Canal 10 no transmitía a la siesta y sólo quedaban las viejas películas de ATC para pasar el rato.
En casa teníamos tres o cuatro videos grabados, pero a mis hermanos el que más les gustaba era “Volver al futuro”. Casi todos los días a la hora de la siesta, conectábamos la videocasetera y veíamos a Michel Fox volver a la década del 50 para salvarle la vida al profesor Emmet Brown.
Todo esto con una particularidad. Cuando le grabaron la película a mi papá, lo hicieron en un casete que tenía poca cinta o que ya tenía grabado algo, por lo que nunca se grabó el final de “Volver al futuro”.
Vimos “Volver al futuro” un centenar de veces y nunca nos enteramos cómo terminaba.
Como para muchos, nuestra escena preferida era esa en la que Michael Fox le pegaba al grandote forro, escapaba en patineta y tras la persecución, pasaba sobre el descapotable que chocaba y se llenaba de bosta.
O no, tal vez era en la que nuestro héroe Marty McFly subía al escenario para reemplazar al guitarrista herido y se despachaba con un rocanrol que enloquecía a todos los que estaban en el baile anual.
Cada día la volvíamos a ver y disfrutábamos de esas escenas, pero la película indefectiblemente terminaba cuando Marty llegaba al estacionamiento y veía como los terroristas le disparaban al profesor. Se veía a si mismo escapar en el De Lorean y perderse en el pasado.
Pasaron algunos años hasta que la vimos completa, hasta que nos enteramos que el profesor tenía un chaleco a prueba de balas y que todo terminaba bien, como debía ser. Por fin supimos, aliviados, que el profesor vivía, que la vida de Marty se acomodaba y que Biff Tannen pasaba de matón a pusilánime.
Más tarde llegaron “Volver al futuro 2 y 3”.
Las siguientes no importaron demasiado. La película de mi infancia es la primera; con Michael Fox dándole una lección a los matones del pueblo, convenciendo a su padre para que conquiste a su madre. Volviendo al pasado para cambiar el presente.
Todo sería más fácil con un De Lorean, que a 88 millas por hora entre en la espiral del tiempo, toda sería más fácil si se pudieran cambiar algunas cosas.
A esta altura creo que es improbable que consiga ese auto y marque las coordenadas temporales para corregir el pasado. Pero la próxima vez que alquile “Volver al futuro” voy a apagar la video en el momento en que le disparan al profesor y Marty escapa en el auto, voy a parar la película en el trunco final que vi un centenar de veces. Entonces, de alguna manera, estaré junto a mis hermanos en una calurosa siesta como hace casi 20 años.
martes, 11 de enero de 2011
Epígrafe de "Putas Asesinas"
lunes, 10 de enero de 2011
María Elena Walsh y mi hermano
No tengo en mi memoria una infancia atravesada por las canciones de María Elena Walsh, salvo la ubicua Manuelita, que a todos nos acompañó.
Mi recuerdo de la mujer que nos advirtió que el mundo estaba al revés se debe a una anécdota familiar protagonizada por mi hermano más chico.
Me acuerdo de tener 11 o 12 años y vivir en Choele. Iba a 7º grado y una tarde me mandaron a buscar a mi hermano Mauricio, que iba al jardín de infantes de la Escuela 236.
Antes de llegar a la entrada, escuché que salía música por una de las ventanas abiertas.
Me detuve y miré hacia adentro. Ahí estaba mi hermano bailando la canción del Mono Liso. Bailaba con una nena que -creo- se llamaba Gilda.
Nunca me olvidé de ese momento. Mi hermano más chico bailando con una nena rubia mientras la naranja se paseaba de la sala al comedor.
Mi recuerdo de la mujer que nos advirtió que el mundo estaba al revés se debe a una anécdota familiar protagonizada por mi hermano más chico.
Me acuerdo de tener 11 o 12 años y vivir en Choele. Iba a 7º grado y una tarde me mandaron a buscar a mi hermano Mauricio, que iba al jardín de infantes de la Escuela 236.
Antes de llegar a la entrada, escuché que salía música por una de las ventanas abiertas.
Me detuve y miré hacia adentro. Ahí estaba mi hermano bailando la canción del Mono Liso. Bailaba con una nena que -creo- se llamaba Gilda.
Nunca me olvidé de ese momento. Mi hermano más chico bailando con una nena rubia mientras la naranja se paseaba de la sala al comedor.
viernes, 7 de enero de 2011
¿Parecidos?
jueves, 6 de enero de 2011
Ese Burrito, no es un Burrito cualquiera...
... es jujeño y tiene nombre, él se llama Ariel Otega.
No fue el final que te merecías. No importan tus errores, tus faltazos, tus piques cada vez más cortos o los pases errados.
Nada se eso empaña el amor que te tenemos los hinchas de River, nada opaca las alegrías brindadas, las gambetas y los caños no se retiran, se guardan para siempre.
No fue el final que te merecías. No importan tus errores, tus faltazos, tus piques cada vez más cortos o los pases errados.
Nada se eso empaña el amor que te tenemos los hinchas de River, nada opaca las alegrías brindadas, las gambetas y los caños no se retiran, se guardan para siempre.
Señoras y señores, de pie, se va un grande.
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