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El más popular de los amores animales
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El sentido del humor de los diarios
- Que dicen que Rouco Varela ha dicho que sin la familia cristiana Europa se quedaría sin hijos. Es más, que se quedaría sin amor. Sí, claro, ¡venga ya! ¿Quién va a creerse que alguien haya dicho que sólo los católicos pueden sentir amor? Y no los ateos, los agnósticos o los musulmanes, por decir algo… Que en Europa sólo tienen hijos los tocados por la fe cristiana. ¿Y los demás que se supone que tenemos? ¿Perros? ¿Geranios? ¿Barbies integristas? Andaaaa, cómo se han pasado!!
- Que dicen que las grandes fortunas han ganado en el 2009 un 27% más que en el 2008. ¿Quién va a creerse ese dato? Cuando todos los demás estamos pasando penurias en el peor año de la crisis, las grandes fortunas van a haber ganado, no ya un montón de pasta, como el año pasado, sino incluso casi un 30% más que el año anterior, una cifra que viene a ser unos 7.000 millones de euros (más). Del todo imposible, claro. Equivaldría a decir que la crisis acentúa las diferencias entre clases, que ellos se aprovechan de lo que nosotros perdemos. Y eso sólo puede ser fruto de una mente calenturienta fraguando bromas…
- Además, nos cuentan que los insectos son el último avance de la industria militar estadounidense. Que les implantan chips y les controlan el vuelo y hacen que puedan reconocer terrenos, que porten sensores de guerra química, etc. ¿Quién se va a creer este guión de película de ciencia ficción de serie B? Como si creyéramos que van a dedicarse a manipular seres vivos, en lugar de investigar curación de enfermedades, erradicación del hambre, etc. Y entonces qué, ¿si me pica una abeja-guerrera van a venir los marines a reconocer el parque donde paseamos el perro y yo? ¿Cuando ponen huevos les salen microchips? Será entonces porque no son suficientemente cristianos… En lugar de ser fruto de la Creación, los insectos deben de ser hijos de Alá o de Satanás, suponiendo que para Rouco Varela sean personajes distintos.
Avanzando sin ataduras: el 'grito' coral de los lobos
Y el tiempo nos somete a un sacrificio inacabable también. Cosas de aquellas que garantizan una supervivencia amable. No impecable, sólo, apenas, vivible. Y llegar a todo y a todos. No descuidar a la Reina, protagonista absoluta del tiempo de ocio que permanezca… Pero tampoco a la madre de la madre de la Reina, de salud más endeble, y previsiblemente de extinción anterior a la propia. Y tampoco a esa segunda familia elegida, de entre todas las posibles, para permanecer en una, a través de los tiempos, que son los grandes amigos. Los amigos-hermanos. A los que quiero, necesito y me tienen, y sin los cuales tendría yo el mismo sentido que una cometa sin aire. Un molino de viento sin aire. Una veleta o un avión de papel. Sin aire no vivo. Son mis pulmones y su oxigenación llega precisa para renovarme la vida. Una y otra vez, pacientemente, obstinados en hacerse imprescindibles.
Luego hay una categoría de amistades ‘imposibles’, inverosímiles y casi impensables, pero que una siente con una fuerza nutricia similar a la de la electricidad, que no vemos pero nos ilumina. Encienden mis focos. Me arropan con su calor cuando hiere duro el invierno. Componen una hoguera que tiende manos y reconstruyen un hogar desde donde se hallen. En la otra punta de Barcelona, en Galicia o en Buenos Aires. Pero, hay que vivirlo para sentir algo así: una se cae, y no le sueltan la mano. Personas especiales que me presentó este mundo tan extrañamente próximo. Cierro los ojos, y son también hermanos. Y sé que sufren por mi sufrimiento, porque el suyo se convierte en uno mío de primer orden.
Y hay alianzas que se construyen por amores en común. Las parejas de mis amigos-hermanos son también mi familia, porque quieren y les facilitan la vida a los que quiero. Luego, puede ser que, felizmente, tenga afinidades de otros tipos. Pero juro que a priori los amo. Amo sus apoyos, amo la sonrisa que se dibuja en el rostro de mi hermano-amigo cuando se le nombra. Amo la felicidad que se intuye en sus miradas soñadoras. Amo que “se disculpen” por mail por no tener tiempo para un encuentro conmigo, porque un amor grande como una atmósfera les rodea y les secuestra de felicidad. Amo también, no podía ser de otra forma, lo que ellos aman.
Amo, y no sé explicarlo mejor, a cuantos les aman. De esos ‘otros’ amigos que cuesta explicar a quien no lo sienta que formen parte de una, me emocionan sus muestras de fidelidad, de seguimiento, de entrega. En multitud de ocasiones siento el instinto de entrar en casas ajenas para agradecer presencias en quien amas. Te sientes incondicional de aquella amistad que ha defendido a alguien que te importe ante un ataque injusto. Y te vuelves intolerante con quien ha funcionado moviéndose hacia el sol que más calienta. Con frecuencia descubro que yo tolero menos su ‘infidelidad’ hacia los afectos que la persona directamente afectada. Y es que ante los “míos” soy leona. Cuanto puedo tener de dulce –que es mucho− puede transmutarse en dureza feroz si hieren a miembros de mi clan afectivo.
Y veo a los amigos de los amigos que quiero en sus casas. Las de ‘verdad’ o las virtuales. Y siento el impulso de visitarlos, de agradecer, de comunicarles ésas y otras afinidades. Pero sale el cerebro que controla los minutos, las horas, los días y las semanas. Sale ese controlador cómplice y desagradable a un tiempo. Y me cuenta que no puedo subdividirme más. Que acabar cuesta arriba a las tantas, sin fuerzas, sin mente, sin haber aparcado los afectos de parte de la Reina o de la desconexión –que a veces es lo mismo que hacerlo de parte de una misma− es injusto para una y otros.
Todo esto viene a que crear un blog colectivo, en el que nuestro aullido, habitualmente de lobos solitarios, pueda ser coral, me parece un gesto importante. Lo he dicho hace poquito: el peor defecto de la izquierda es que hace una terrible oposición, y que tiende a dispersarse. Tener una iniciativa en sentido opuesto, apostando por lo que tenemos en común y no en lo que diferimos, poder hablar libremente, sin someternos a las amenazas de los anunciantes o a las subvenciones, me parece un proyecto importante y valioso, y juro que me gustaría tanto que saliera adelante, y que cada vez nos juntáramos más inconformes, y gritáramos más, e hiciéramos más ruido…
Pero por lo que he dicho antes, por esa otra forma de alcanzar amigos, y amigos de amigos, que exista un blog colectivo también tiene un algo egoísta, y que se parece a estar rodeado por lo más inteligente, amable y encantador del mundo mundial blogosférico. Aunque anda dando sus primeros pasos, aunque éstos son unos días peculiares en que la mayoría (yo incluida) tenemos compromisos familiares o ritmos distintos por lo menos, a pesar de todo, uno entra en Grito de Lobos y se siente rápidamente en casa. Y por eso, como hormiga anfitriona del blog, me permito invitaros a daros un paseo por allí y a participar cuanto queráis. Yo aprovecho para dar las gracias a todos los compañeros de lobo-fatigas por su coraje, y a los dioses por haberme situado entre tantos buenos amigos y adonde empiezan a llegar ya amigos de amigos. Sin ataduras, por fin.
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Las Navidades, a pesar de todo
No me gusta que llegue la Navidad y echar de menos a los que se fueron, y que la gran mesa que fue esté cada vez más vacía.
No me gusta que llegue la Navidad, y las calles se llenen de locos por comprar lo que, muy probablemente, no hará siquiera ilusión.
Detesto ser una de esas compradoras, en calles llenas, tiendas atestadas y horteradas luminosas derrochando energía para llamar al consumo.
Me sabe mal que mi peque ya no sea peque y por tanto no reciba con demasiada sorpresa ningún regalo.
No me gusta sentarme durante días ante una mesa con turrones y demás tentaciones hipercalóricas.
No me gusta que a los niños se les llene de más y más regalos, porque se les roban ilusiones y se les da el mensaje de que lo van a tener todo, e intuyo que todo eso los convierte en futuros adultos intolerantes y egoístas.
No me gusta que se corten árboles para adornar.
No me gusta que se tiña de religión una fiesta ancestral de cambio de equinoccio.
No me gusta que a los niños los visite un Santa Claus que vistió Coca-cola.
Segunda parte.
Hace años –tantos que no puedo ni creerlo− me anunciaron que las 40 semanas de gestación (quien haga cuentas verá que no coinciden con esos famosos nueve meses de que se habla) finalizaban, precisamente, el día 25 de diciembre. Que de entre todos, ése era el día escogido por la que se convertiría en la persona más importante de mi vida, para llegar al mundo.
Y de pronto, sin existir siquiera, el anuncio de su llegada tiñó esas fechas de una nueva significación. Faltaba tiempo aún, pero las primeras luces navideñas parecían preparar su llegada.
Y yo, que veía el embarazo como un mal necesario para, resulta que sentía algo similar a pena de que tuviera que acabarse. La experiencia era así de intensa. Si ponía mi mano en la enorme panza, ella a su vez ponía su mano en la misma posición. Si oía una voz desconocida, reaccionaba algo inquieta. Y yo le cantaba, acariciaba su cuerpecito, y la sabía caliente, bien alimentada y, sobre todo, siempre conmigo.
Pero el anuncio estaba ahí. Las luces, las guirnaldas. Y yo, por primera vez en la historia, adorné la casa con las horteradas propias de estas fechas. Y, por si fuera poco, casi casi me sentí Virgen María, caminando por un desierto en forma de locura consumista. Y no quería que acabara ese estado en que se lleva dentro. Pero al mismo tiempo tenía impaciencia de conocerla, y de acariciar su piel con la mía, y no ya con mis entrañas. Es decir: estaba perdida. Había caído en ese estado afectivo desproporcionado, como si se pudiera unir el amor que se siente por una madre, por ejemplo, con el de un enamoramiento extremo, de ésos que te hacen perder la cabeza.
Anticipatoria en las citas, como su madre, llamó a la puerta en tal día como hoy, un 23 de diciembre. Y, fijaos lo que me hizo: desde entonces, por más que deteste las navidades, no puedo dejar de emocionarme con las primeras luces y con los adornos horteras. Sonrío ante las felicitaciones navideñas, y cuando beso a amigos y compañeros para desearles cosas buenas a quienes aprecio, parece como si escondiera un gran secreto sentimental: la alegría íntima de habernos encontrado la una a la otra.
Conclusión
Es por eso que hoy, a pesar de todo y de tantísimas cosas que cambiaría de estas celebraciones, la Reina y yo, y nuestro peludo compañero, os deseamos Feliz Navidad.
Y esperamos que paséis estos días con los mejores ‘encuentros’ de vuestras vidas.
Un abrazo enorme a todos los que nos acompañais.
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¿Me das la mano?
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Su estrategia es hacernos creer que no está en nuestras manos. Nada. Que cuando protestemos, lo hagamos desde la resignación.
Pero tu grito, amiga M. Jesús, la protesta activa de Juan Navarro hace unos pocos días, la rabia de todos nosotros, que sabemos que el regreso de Aminatou es sólo una silla en un camino más que tortuoso, deberíamos hacer algo más grande.
Las ONG dependen en buena parte de las subvenciones gubernamentales, así que tienen una mordaza muy importante. Es un gesto quizás pequeño, pero hace tiempo que pienso en que, quizás, juntando nuestras voces, pudiéramos crear un altavoz de mayor tamaño. Sé que somos muchos los que protestamos de vez en cuando desde nuestros blogs (o desde comentarios en ellos, o incluso desde una cerveza con unos amigos). Así que esto es una propuesta en firme para crear un blog colectivo, aglutinador, desde donde podamos unir nuestras fuerzas y nuestros lectores. Donde, si gritamos a un mismo tiempo, seamos mucho más fuertes.
En otro orden de cosas, hace pocos días, desde el blog del amigo Ramon (de Eastriver), se demostró que éramos muchos los que podíamos convergir y reivindicar a un tiempo a Machado. Podemos hacerlo también con otras cuestiones que nos alcancen de distinta forma. Lo colectivo, de nuevo. El inconformismo. La unión. La patada en el trasero a su confianza en que seguiremos rabiando a solas, con estudiada resignación.
Ellos lo saben. Por eso unen los estados, de forma que puedan imponer las leyes que les interesan internacionalmente. Seamos al menos tan listos como ellos, y juntemos nuestras energías.
Me gustaría saber qué os parece la propuesta.
Monólogo interior ante la falta de libros -o mi peligro en el autobús-
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Monólogo interior
- Dicen que los afectados por alguna enfermedad mental empeoran mucho en las fiestas navideñas. Eso sería una posible explicación a lo que le pasa a EspeRancia Aguirre. Pero si hay que ponerse a la altura de sus gilipolladas, mi interior se pone, que bueno es él: “A un amigo mío le pegaron unos skins. Y la culpa es de la Espe por estimular el nazismo. Un martirizado por la religión se cortó los genitales el otro día, y la culpa es de la Espe y de otros tantos como ella, que estimulan la culpabilidad religiosa frente a la acción hormonal fisiológica. Esta mañana ha habido un 20% de la población -entre el que me cuento- que ha sentido arcadas, y es culpa suya, por aparecer en tantas fotos con su aborrecible cara de hipócrita intolerante.
- Esta semana (y, por tanto, parece que mañana viernes ya sí que sí) votan en el Parlament catalán la iniciativa popular de prohibir las corridas de toros en el territorio. “Virgencita querida, este año no te voy a pedir que me toque la lotería, que ya sé que nunca me haces ni caso, pero si haces que a los del PP, que van a votar en contra, les dé un súbito ataque de gastroenteritis y pasen el turno de voto haciendo cola en el baño, te invito a la macro-fiesta que pienso liar como se prohíban las torturas públicas en Catalunya!”.
- El gobierno debe de tener el culín así de pequeño: O. Haga lo que haga (o deje de hacer) con Aminatou, va a meter la pata.
Si se enfrenta a Marruecos, seguro que su dictadorzuelo va a buscarle unos cuantos Perejiles, y decide venirse de vacaciones, en lugar de con su colega el rey, allí encerradito sin apenas dejarse ver, se va a Marbella y posa delante de todos los paparazzi, pa’ joder. Y cuando acabe con el marroquí, se le echa encima el de las barbas, por haberle dado alas a la autodeterminación vasca o catalana. Le acusan de ser miope político y el conseller de cultura valenciano le dice que es por culpa de los ordenadores de los estudiantes. Zapatero le dice que si hicieran educación para la ciudadanía en español sabría que la solidaridad es un principio básico, por lo que el conseller le pregunta al Bigotes, que casualmente le está tomando medidas en ese momento, “¿qué quiere decir ‘principios’?”. Soraya, que lo oye porque estaba haciendo un pase de picardías por allí cerca, le dice “¿Sabes lo que te permite pasarte por el forro lo que le conviene a la gente?”− “Pues no, ni idea”− “¿Ves? Esa ignorancia es un buen principio”− “Aaaahhh! Y, ya que estamos, ¿tú sabes lo que significa eso de mi cargo… ¿cómo se llama? Este… Sí, ya: cultura! Qué significa eso?”.
Si el gobierno no actúa y todo sigue igual, la saharaui se muere. Los organismos internacionales le lían a Zapatero la de dios, pero es que encima seguro que viene luego Rouco o Ratzinger y lo excomulgan por haber permitido algo similar a una eutanasia que, ya se sabe, es tan antinatural como una pareja gay. La Espe lo acusa entonces de ser el anticristo, Rajoy dice que, como presidente, su naturaleza es anticonstitucional –Fraga le pide que se calle para que no recuerde públicamente que ellos no votaron la constitución− , Gallardón propone llenar el Manzanares con agua bendita y montar las olimpiadas acuáticas de los Papa-límpicos; juanca aprovecha para montar un parking para sus yates en plena zarzuela; y josemari insiste en que él ha visto una mochila con la insignia de ETA en el aeropuerto canario. Espe se pone de los nervios porque dice (grita) que es aún más culpa de Wyoming, y se pelean entre ellos. Fabra sugiere llamar a unos sicarios para que se ocupen del rey marroquí para simular que aquí no ha pasado nada, pero Berlusconi dice que lo siente, que los tiene a todos trabajando en los psiquiátricos; mientras 'aclaran' sus diferencias de la única manera que saben, ambos impresentables acaban varios meses ingresados en el hospital. Las prostitutas italianas de lujo se declaran en huelga por la falta de trabajo, las audiencias nacionales de ambos países envían al 80% de sus jueces de vacaciones para que no sucumban al estrés del aburrimiento, pero Rajoy dice que no es constitucional, mientras que Camps dice que mejor que se vayan y se pierdan con varias carpetas valencianas. Rajoy les canta a los jueces del constitucional lo de “vuelveeeeee a casa vuelveeeee por Navidaaaaad”, por lo que Camps le atiza con una figurilla de la ciudad de las artes. El conseller de cultura pregunta “¿artes qué significa?”, Soraya, hasta las narices, le suelta “pues lo que me pasa a mí, que estoy muy arta porque tengo mucha arte!”. Francisco Rivera, su íntimo, dice “hombre, ‘artes’ no sé qué significa, pero ‘bellas artes’ se refiere al toreo, que me dieron a mí una medalla que…”, no puede acabar porque en el despiste de la charla, el toro que estaba estoqueando se ha pirado. Dicen que lo han visto haciendo autostop con un cartel que pone “A Catalunya”. Parece ser que se hizo amigo por el camino de un oso que, medio borracho de vodkas, insistía en que el rey se lo quería cargar. Un tigre lleno de traumas que se había escapado de un circo les preguntó el camino a la selva. Los tres regueros de sangre de los animales despistó a los macarras de Berlusconi, que han dejado en paz el psiquiátrico y andan olisqueando carreteras. Como eso ha provocado un cierto caos circulatorio, parece que la reina dijo que ya estaban esos gays, encima orgullosos, cortando el tráfico, por lo que Rouco se lanza contra los susodichos. Berlusconi y Fabra, peleados entre sí, se pelean además con Rouco por meterse con sus matones, y Espe dice que si dos politraumatizados andan por el mundo es porque han ido a parar a la sanidad pública, y va y privatiza otro hospital. En ese hospital resulta que estaba ingresada, moribunda, Aminatou Haidar. Entre ellos, por fin, se ponen de acuerdo, y deciden que todo-todo-todo es culpa de Zapatero, aunque probablemente lleve una mochila de ETA y por las noches se disfrace de Wyoming y presente El Intermedio desde una cadena que, si se triplica su signo, representa claramente al anticristo (o sea, la sexta). Deciden administrarle la eutanasia al toro escapado –sobre todo, por ser casi catalán−, hacer diplomático para Marruecos al oso borracho, y que Camps se haga un traje con el tigre mientras defiende el derecho de los estudiantes valencianos a no ser miopes. Hacen una amnistía en el psiquiátrico porque todo eran traumas por Zapatero-Wyoming, al que han decidido llevar la contraria, aunque presuma de querer favorecer a la población, y encierran bajo llave a los inmigrantes, a las abortistas y a los médicos de la sanidad pública.
En fin, que de este lío dice mi inconsciente travieso que no los saca ni dios, pero si se entretuvieran un rato entre ellos en lugar de dar por saco a diestro y siniestro, íbamos a estar bastante más tranquilitos, nosotros y los toros, durante un tiempo. Luego, ya se sabe, por más activistas que mueran, todo iba a seguir igual.
(Fin del trayecto de hoy).
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Machado: cuando el camino se hace entre todos
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Entonces pasa que Ramon, que desde que lo conocí en el instituto viene leyéndome el pensamiento periódicamente, “coincide” que publica una entrada (fantástica, claro) sobre el poeta. Además de mi comentario sobre la “casualidad” de las lecturas, sus lectores se manifiestan entusiasmados con esa recuperación del autor, así que el ‘pobrecito’ hablador, que como todos los que presumen de ser pobres de algo, tiene una ‘pobreza' bien larga, propone este encuentro de Machados en la red. Isabel, recién adquirida lectura obligada en cuanto lo permitan las circunstancias (tal cual, aunque suene a contradicción), se entrega rápidamente a la causa. Emy, que por lo que la conozco intuyo que se apunta a un bombardeo, da saltitos de alegría ante la propuesta. Ana Rodríguez, la profe de nuestras épocas de la universidad, que ahora enseña también desde su blog, se apunta a la velocidad del rayo que partió al mentiroso. Y luego, no sé exactamente cómo, Ramon nos coordina, el ‘pobrecito’ nos difunde, y yo, que me he perdido el resto de la anécdota, aunque tarde, recupero algunos párrafos de don Antonio.
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¿He dicho ya que ahora mismo en mi entendimiento no brillan ni las luces navideñas de la calle? Pues bueno, desde este interior opaco, trataré de contar que Machado –su poesía, naturalmente, pero también su prosa, sus ideas, su discernimiento, su chispa− me parece un visionario, uno de esos personajes raros que hay que conservar, releer y no dejar de sorprenderse nunca por su claridad y por la actualidad de sus exposiciones. Incluso –confieso probablemente a causa de este semi-coma en el que estoy ahora mismo; no se me tenga en cuenta− he encontrado en Machado lo que he tratado de decir en ocasiones, sólo que él llega al fondo, lo rodea, sintetiza y define con precisión y contundencia ideas literarias, por ejemplo, que yo sólo intuyo. Así pues, aunque me cueste encontrar los párrafos adecuados para esta entrada, cuento con los contrafuertes del maestro Machado, que hacen que cualquier línea sea de una elocuencia y contenga tal fuerza que, cuanto menos, dé para pensar un buen rato. Ahí va, pues…
(…)
Del pretérito imperfecto
brotó el romance en Castilla.
El diamante es frío, pero es obra del fuego, y de su aventura habría mucho que hablar.
(Para un estudio de la literatura española)
*** *** ***
¿Y entonces? –se me dirá−. Comprendo bien que mis notas pudieran quedar inéditas.
(del cuaderno “Los complementarios”)
*** *** ***
Lo esencial en arte es siempre incorregible.
Un defecto no es un descuido, sino una limitación.
La mayor tortura a que se me puede someter es a la de escuchar mis versos recitados por otro.
Hay dos maneras de corregir: una es borrar; otra, hacer de nuevo.
Sólo publico para librarme del maleficio de lo inédito.
Y para no volver a acordarme de lo escrito.
Nunca estoy mas cerca de pensar una cosa que cuando he escrito la contraria.
(Apuntes)
(…)
Creo, sin embargo, que una poesía que aspire a conmover a todos ha de ser muy intima.
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Sacando hierro: disfrazada en Navidades
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Así pues, salgo de casa hecha un pincel. Para ello, echo mano de cualquier artificio (lo que en jerga-disfraz viene llamándose “complemento”, y es en lo que una acaba dejándose una pasta cuando tiene una Reina a la que le encanta disfrazarse−. Así, en lugar de ponerme una de esas camisetas ya gastadas, de las que mi madre dice que son “color ala de mosca”, me hago con una blusita formal –la mayoría, huelga decirlo, regalos de mi mamá, cuyas indirectas sobre mi indumentaria no pueden considerarse exactamente sutiles−; en lugar de atarme a la cabeza uno de esos foulards enormes, estilo sandokán, me cuelgo elegantemente al cuello uno de ésos delicaditos pañuelos de colores sutiles, de los que si colgaran de una ventana se llamarían visillos. Las faldas de largo hippie y los vaqueros gastados se quedan en el armario; naturalmente, también las minis más arriesgadas o los leggins más cañeros. El conjunto-vestuario puede darse por finalizado con una chaquetita, bien sea modelo rebequita –que sí, juro que también tengo− o estilo americana, que en las mujeres parece que se llama más bien blazier (ya se sabe de la manía de los diseñadores de llamar al pan baguette y al vino chardonnay). Un taconcito formal, una bisutería fina −porque en eso sí que no me dejo yo la pasta− y unas gotas de colonia en el polo opuesto de la gama sándalo y similares, y paso inadvertida en cualquier buffete de abogados.
Y así, disfrazada de cabo a rabo, como un conglomerado que chapan de madera noble, me voy la mar de peripuesta hacia el hospital en el que últimamente tenemos la casita de invierno con subvención gubernamental. Y funciona, ¡vaya si funciona! Es verme, y pareciera que mi madre se relajara unos cinco trankimazines. Pues claro, llevo ese look de controladora oficial de la familia, y parecería que no hubiera hospitalcillo o enfermedad rebelde que se pudiera resistir a mi autoridad. Eso siempre visto desde la perspectiva de mi santa madre, claro, que nacida en un cortijo en medio de la nada, no vería una corbata hasta los 30 años. A mí me da un cierto mal rollito, porque no es mi estilo, y porque sólo llevo disfraces así cuando es el cumpleaños de ella, cuando tengo una reunión en la que quien me tiene que escuchar puede tener sus mismos prejuicios o cuando toca entierro. Pero la verdad es que una se pone el disfraz y la miran de otra forma. Pides que le cambien el suero al enfermo y tardan un 50% menos de tiempo; el médico ya sólo se dirige a una aunque hayamos ido a hablar con él una comitiva. Y, sobre todo, cuando le “traduces” la información a la granadina impresionable, que hace semanas que arrastra esa carita de perro asustado, notas que confía, te cree, y suelta lastre de proporciones Himalaya hecho yunque. Como me ponga las gafas, que sólo necesito para ir al cine, me recoja el pelo e imposte la voz, eso ya equivale a ser una Ally McBeal –no anoréxica− con habilidades extras: las de sacar todas las castañas que se atrevan a presentarse, del fuego.
Al pasar, camino a casa, por mi mini-barrio estilo pueblo, aunque me mira mucha más gente, me saluda mucha menos. Para mí que les cuesta reconocerme. Pero por fin, ya sí, llego al hogar-dulce-aunque-desaliñado-hogar y me quito todo tunning, me desdisfrazo y, con una camiseta de ésas enormísimas, de las que parecen pensadas para hermanos siameses, vuelvo a ser yo. Entonces quisiera yo también ser asistida, encontrarme a alguien disfrazado de enorme oso polar, con grandes brazos abiertos, y cobijarme, dejarme mecer mientras mi amigo el plantígrado anda ejerciendo sus habilidades de castañero, sacando un buen montón de castañitas que amenazan con quemarse al fuego vivo de estos últimos tiempos.
Como no hay oso que valga, la Reina vive en Babia y el perro sólo alcanzaría a disfrazarse de Bambi en miniatura, echo mano de lo mejor que tiene la navidad: el turrón de chocolate. Ahí sí, sin testigos ni interlocutores insidiosos, y puesto que toda lectura se me cae de las manos y luego cuesta una faena andar recogiendo letras desperdigadas por todas partes, hago zapping hasta que encuentro algo suficientemente triste o relativamente poco molesto, y me harto de llorar, me harto de chocolate y, curiosamente, me siento aliviada. En esa estampa ya sólo faltan mis amigos, que coroné hace ya tiempo como mi “otra” familia y que vienen a ser el más exquisito de los chocolates y mucho más perdurables, mandan brazos, toneladas de clínex y estufas de afecto, y así una, que se mete como nadie en el papel de una controller profesional, amanece al día siguiente con espíritu carnavalesco y dispuesta a simular comerse el mundo con patatas y un buen chardonnay.
Mi silencio, que lo llene Martí i Pol
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Y ahora, que medio vivo en un hospital, que veo unos ojos que se apagan, que intuyo el cansancio y la tristeza de esa mujer fundamental que, ademas, es mi madre, ya mayor, ahora, que a fuerza de andarme vaciando no tengo ya qué dar, me refugio en un poeta.
Hoy, en la despedida de otra Carmen demasiado joven para irse, estaba. Y recitó un poema de su Llibre d’absències, y dijo todo aquello que yo quisiera poder decir si tuviera voz.
(la traducción diría más o menos -y, amigo poeta, disculpa el atrevimiento-)
Hablamos de ti, pero no con pena.
que fue desgastándote, de tus cosas
Regreso a mi espacio solitario, donde ya no hacen falta simulaciones que puedan dar fuerza a nadie, si es que dan algo. Me derrumbo, anego la mirada que ya no mira desde hace rato, y busco mi viejo espacio de flotación. Ahí está, de nuevo, el poeta. Ahí están todos, mágicamente, como corcho para piedra, como paloma para mensaje. Un poema musicado (de Maria Mercè Marçal, también de ausencias) ha ganado el premio Miquel Martí i Pol. La galardonada, apenas puedo creerlo, Sílvia Pérez Cruz (de la que he hablado, no sé, 1, 2, 3, 4 y hasta 5 veces).
Días submarinos
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Días fríos.
De un frío blanco.
De hospital.
Su fragilidad me fragiliza.
Me busca la mirada
saber si sé
si floto
como un madero desarticulado.
Quiero no pensar, sumergirme, reposar el cansancio del cuerpo, de ese pedazo castigado de alma donde se aloje el sufrimiento. Leo pero no me alcanza. Escribo sin sentido. Flotar, cerrar los ojos y flotar.
Ara Malikian, mi adorado Ara, es árbol firme para el naufragio.
Provisionalmente, me permite no ser.
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El regalo de Rosa
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Es bonito porque hay letras. Porque hay amor. Porque en su abrazo hay una entrega de años de desenvolver al otro, de detectarlo de entre sí mismo, para elaborar el flechazo. Hay párrafos que se clavaron con habilidad de dardo. Hay la mirada risueña del descubrimiento. Hay la certeza de la irrevocable fusión, de lo que configura en la persona aquella transformación que la hace nueva, distinta y aprehendida ya para siempre. Y es bonito; más, porque es el regalo de Rosa.
Y Rosa reconoce en una ese amor compartido. Como un oscuro signo de pertenencia a una sociedad secreta; como el olor recóndito de los perros forman mapas indescifrables en que se reparten los territorios. Éste es el territorio-literatura, en el que habitamos y en el que nos hacemos compañía. Rosa llega y con su regalo dice “reconozco tu amor, te sé ser abrazante de letras, te dono el símbolo del que ha sido alcanzado y del que fue sacudido alguna vez por las palabras, y en alguna ocasión una frase o un poema se le ensambló en su sangre, como peculiar antígeno de grupo plasmático. Te regalo el abrazo del arte literario, y en él encuentra el terreno donde revolcarte, jugar con su tinta, brincar en sus espacios blancos o acariciar sus acentos.”
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Y así fue cómo, inesperadamente, una noche fui rebasada por el abrazo de las letras, por la disciplina poética que me ha de acercar a la felicidad. Fui bruscamente atravesada por el regalo de Rosa y, creedme, nunca supe de ninguna feria del libro mayor que la que ella trajo a mi bandeja.
(Gracias: por tu magnífico regalo, por querer compartir tu pasión por las letras y por pasearte por este Cajón).
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El intolerable "o mío o de nadie"
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