En el mundo oceánico la diversidad de los animales marinos pasa por un período larvario que actúa como fase distributiva del ciclo de la vida. Los huevos no suelen dar origen a adultos en miniatura sino a larvas microscópicas y transparentes, tan distintas del adulto como una oruga de una mariposa. Las larvas de agrupaciones diferentes manifiestan las mismas características porque se enfrentan al problema común el de conservarse a flote en el plancton durante la fase de propagación.
Entonces tienen que seleccionar un lugar para su asentamiento y posterior transformación en adultos. Las larvas, por lo tanto, son a menudo ciliadas, con cilios dispuestos en anillos o en bandas en torno a su superficie. Suelen tener ocelos que les ayudan a orientarse hacia el rico pasto de las capas superiores iluminadas, y sensores simples de equilibrio para mantenerse rectas. Para ayudar al esfuerzo ciliar o muscular que mantiene su posición, disponen de largas extensiones de su cuerpo o extremidades que disminuyen el ritmo del descenso. Muchas incluso pueden aligerar su peso por medios químicos. Una con secuencia de estas adaptaciones a la vida pelágica es que las formas marinas larvales son, con asiduidad, de una gran hermosura. La contemplación de los cilios agitándose rápidamente, en un animal de transparencia cristalina, es un fenómeno hermoso digno de ver en la naturaleza.
El paso a las formas adultas puede ser radical y rápido, o largo y gradual, como en el anfioxo y en los equinodermos. Casi todas las larvas de peces se parecen bastante a los adultos, y el cambio hacia este estado está más o menos vinculado a un gradual aumento de tamaño. Pero esto no es común a todos los peces; por ejemplo, las larvas de pez luna,
los peces espada y de los peces pescadores, o rapes, son completamente distintas del adulto. Sin lugar a dudas, las larvas de los grupos sésiles, como las lapas o las ascidias, son las responsables de seleccionar un emplazamiento para el adulto, y con este fin están provistas de sensores químicos y siguen un comportamiento de ensayo. En menor grado, este requisito es común a las larvas de los gru0os inactivos y el paso a la fase adulta puede ser demorado largamente si no se encuentra un emplazamiento adecuado. Las diferentes especies (incluso dentro del mismo grupo) han adoptado diversas estrategias para las larvas que no se alimentan y permanecen poco tiempo en el plancton.
Entonces tienen que seleccionar un lugar para su asentamiento y posterior transformación en adultos. Las larvas, por lo tanto, son a menudo ciliadas, con cilios dispuestos en anillos o en bandas en torno a su superficie. Suelen tener ocelos que les ayudan a orientarse hacia el rico pasto de las capas superiores iluminadas, y sensores simples de equilibrio para mantenerse rectas. Para ayudar al esfuerzo ciliar o muscular que mantiene su posición, disponen de largas extensiones de su cuerpo o extremidades que disminuyen el ritmo del descenso. Muchas incluso pueden aligerar su peso por medios químicos. Una con secuencia de estas adaptaciones a la vida pelágica es que las formas marinas larvales son, con asiduidad, de una gran hermosura. La contemplación de los cilios agitándose rápidamente, en un animal de transparencia cristalina, es un fenómeno hermoso digno de ver en la naturaleza.
El paso a las formas adultas puede ser radical y rápido, o largo y gradual, como en el anfioxo y en los equinodermos. Casi todas las larvas de peces se parecen bastante a los adultos, y el cambio hacia este estado está más o menos vinculado a un gradual aumento de tamaño. Pero esto no es común a todos los peces; por ejemplo, las larvas de pez luna,
los peces espada y de los peces pescadores, o rapes, son completamente distintas del adulto. Sin lugar a dudas, las larvas de los grupos sésiles, como las lapas o las ascidias, son las responsables de seleccionar un emplazamiento para el adulto, y con este fin están provistas de sensores químicos y siguen un comportamiento de ensayo. En menor grado, este requisito es común a las larvas de los gru0os inactivos y el paso a la fase adulta puede ser demorado largamente si no se encuentra un emplazamiento adecuado. Las diferentes especies (incluso dentro del mismo grupo) han adoptado diversas estrategias para las larvas que no se alimentan y permanecen poco tiempo en el plancton.
Los renacuajos de las ascidias y las larvas de los poliplacóforos y de los escafópodos son de esa clase. Una forma de adaptación opuesta es la de producir gran número de huevos pequeños que originan formas larvarias pequeñas capaces de vivir, alimentarse y crecer, durante largo tiempo, en el plancton, antes de transformarse en adultos. Un mejillón comestible (Mytilus) puede producir 12 millones de larvas; pero, desde luego, el éxito reproductivo depende sobre todo de las buenas condiciones del plancton. O sea que esta segunda estrategia es buena para la explotación en un año favorable, pero mala para superar cualquier fallo de los pastos de plancton.