jueves, 16 de septiembre de 2010

Versos que el viento me trajo

Un comentarista del BB (blog Baltanás), en una entrada que se ha volatizado, añadió a la añada 2010 de libros de poesía, un título de Karmelo C. Iribarren. Es el negativo de Carmelo G. Acosta, o la kruz de su cara (el canto es de los dos). El caso es que me gusta mucho K. C. I., y era, encima, un libro para niños: Versos que el viento arrastra. No me pude resistir y se lo encargué a nuestra librera preferida. Y entre unos y otros vientos me llegaron sus versos, muy sazonados de greguerías, entre los que el barbero del rey de Suecia nos ha seleccionado tres poemas:
.......LO QUE DICE LA FAROLA

Qué vida
más arrastrada:

de día
los perros
y de noche
los borrachos.

Por qué
no nacería
lámpara.

............***

.......LA TRISTEZA

Un gorrión
muerto
en la acera:

Un truco de la tristeza
para decirnos que existe,

sin ponernos
muy muy tristes.

............***

.......DÍAS CORTOS, NOCHES DIMINUTAS

Qué cortos parecen los días
y qué diminutos los noches
cuando vas sentado en un tren
que pasa por muchos túneles.

............***

.......LAS ESTACIONES

Las estaciones
sirven
para tres cosas muy importantes:

para que lleguen los trenes,

para que se vuelvan a ir,

y para que lloren los enamorados.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

lunes, 13 de septiembre de 2010

Leve toque maestro

José Jiménez Lozano, en Historia de un otoño deja caer una joya de ironía. En la historia, el amable abate Dubois hace una exposición del desengaño que la vida supone tanto para las monjas como para las señoritas que se casan y que se habían pasado, previamente, el día hablando de amor y creyendo que es una batalla de rosas o de poesía; en todo caso, de inacabables desmayos del corazón... Pero (y aquí viene la joya en negritas mías) luego sucede que:
Su marido bebe o lee o anda tras otras muchachitas.
Es un levísimo toque maestro, aunque en mi conciencia haya resonado como un tremendo aldabonazo, y por sorpresa.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Y viceversa

“El mayor encanto de los bebés son sus mamás” me parecía uno de los aforismos más incontrovertibles de Mario Quintana. Y lo es, en términos generales, menos para sus papás.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Dolió

Me habían avisado, pero no lo bastante. “Es muy duro ser padre”, repetían. Y no lo digo ahora por el corazón en un puño del día de ayer, el primero que dejábamos a la niña sola, los dos trabajando. Ni tampoco porque la puñetera, enmadradísima, no permita que nadie le dé los biberones. (Como la pille Aído, la encarcela, porque Carmencita no es partidaria de la paridad para nada.) Tampoco lo digo por el sueño interrupto. Ni tan siquiera, por aquello, tan advertido, de que uno iba a pasar a un segundo plano para Leonor. Lo verdaderamente durísimo ha sido oír a ésta decir a aquélla: “A mí nadie me ha querido tanto en la vida”.

Eso me dolió. Mi primer impulso fue echarme al monte de las disquisiciones metafísicas, que si la inteligencia, que si la voluntad, que si el amor es esto y es aquello; pero no iba a convencer a ninguna de las dos.

Guardé silencio.

Aguanté como un hombre.

martes, 7 de septiembre de 2010

Anda, jaleo

Al ir y al volver al instituto paso por el barrio de José Antonio Primo de Rivera, que es el peor del Puerto y, por lo visto, uno de los más peligrosos de Andalucía. Con frecuencia hay varios coches patrulla y mucho follón de gente corriendo arriba y abajo. Yo siempre miro, por si descubro algo.

Ayer a las diez menos cuarto sólo estaban allí dos niñas chicas, de siete u ocho años, con su chándal rosa y su camisetilla blanca, sacudiéndose las manos. Se las sacudían tanto, con tanta fuerza, que me fijé mejor para descubrir con qué se las podían haber manchado, las pobres. Y no, que estaban tocando las palmas, pero con mucha energía, jaleándose una a otra, y la más gordita llevando el compás con zapatazos de la zapatilla su pie derecho, las dos tan rectas, tan rectas como se ponen las gitanas, que ya se doblan un poco para atrás, como un arco. Y dale que te pego a las palmas.

Yo apagué las noticias que iba oyendo en mi coche, y seguí mi camino encantado. La tristeza y la marginación se la estaban sacudiendo a base de bien.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Estrategia

Frente al paso del tiempo, las fotos se ponen de perfil. Esperan el momento preciso para dar la cara y cogerle la espalda.

domingo, 5 de septiembre de 2010

sábado, 4 de septiembre de 2010

Penitencia

La estación de trenes del Puerto se ha convertido en una estación de penitencia. Para mí lo es, además, de ida y vuelta. La estación de mi pueblo era pequeña, blanca y azul, encalada y con tejas, con una cantina de aire decimonónico y una inmensa higuera inmemorial tras una verja de hierro oxidado. Desde el andén se disfrutaba de una vista inmejorable del penúltimo meandro del río Guadalete entre salinas, como en un poema del primer Alberti: “¡Ay mi blusa marinera!/ Siempre me la inflaba el viento/ al divisar la escollera”.

Como iban a traer el AVE, tiraron aquella estación para hacer una nueva, adaptada a los tiempos. Siendo en nombre del progreso, nadie dijo ni mu. Y luego, mientras levantaban la nueva, aunque ya se iba viendo que era un horror funcional, un cubo de chapa sin gracia, como seguíamos ilusionados con el AVE, tampoco protestamos mucho. Cuando lo acabaron, efectivamente era un cubo ni tan siquiera grande, descomunal sólo como adefesio, cerrado herméticamente a las vistas y a las brisas, pero, habiendo pasado ya dos o tres años, se nos había olvidado bastante la vieja estación, ida para siempre.

Y ahora viene la penitencia de vuelta. Los amigos van apareciendo por el Puerto y nada más vernos preguntan qué ha pasado: ¿ómo nos han colado el timo de la estacioncita? Y nosotros, entonces, caemos en la cuenta, y la humillación es doble: por haber perdido aquella, tan bonita, y por el papel tan desairado que hacemos cuando son los de fuera los que se duelen más.

El último visitante se empeñó en que le dedicase mi columna de Alba. Me parecía un tema muy local para tratarlo en un medio nacional, pero él insistía con contundentes argumentos. Me convenció, como ven, y no sólo porque daba la casualidad de que era y es el director de este semanario, sino porque efectivamente la historia encierra una moraleja clara: el cuidado que hay que gastarse con la retórica del progreso, que, si te descuidas, te deja descompuesto y sin novia. Porque esa es otra: después, entre un paso para adelante y dos para atrás de los Presupuestos, el AVE no vino.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Incierta, sin duda

Como este número [el último del mes de julio] está dedicado al heroísmo, tenía previsto hablar de las familias numerosas. Pero lo primero que leí nada más comprar el Alba de la pasada semana, me hizo cambiar de planes. Naturalmente, lo primero que leí fue mi artículo (“naturalmente” viene aquí de naturaleza caída).

Contaba que estaba leyendo la novela Incierta gloria, y la recomendaba vivamente. Y eso mismo he estado haciendo con todo el que me cruzaba. Ahora, que la he terminado, he de relativizar mi recomendación. No creo que los lectores de Alba necesiten que yo les convenza de las virtudes heroicas de las familias numerosas y, en cambio, sí cabe dentro de lo posible (siendo optimistas) que alguien se anime con la novela de Joan Sales fiándose de mis palabras.

La novela, a partir de la mitad, se vuelve más incierta que gloriosa. Da melancolía y hasta rabia, porque las dos primeras partes de las cuatro en las que se divide son extraordinarias. La acción transcurre en el frente de Aragón durante la guerra civil, dentro de una brigada republicana formada por catalanes, pero se tocan temas universales y muy íntimos.

En las dos partes finales, sobre todo en la última, el interés se va traspasando de lo humano y teológico a lo sociológico y clerical. Al final el libro se convierte en una prueba irrefutable del empobrecimiento decisivo que producen los nacionalismos, incluso en los más inteligentes y talentosos, como sin duda lo fue Joan Sales.

El autor se empeña en convencernos de que las matanzas de religiosos en la Cataluña republicana obedecían a un milimetrado plan de los fascistas. Encima cae en el racismo más burdo: el villano de la historia no es un catalán de pura cepa, como parecía, sino “naturalmente” el hijo ilegítimo de un extremeño, como el personaje principal de la novela ya le había adivinado nada más echarle un ojo.

Entristece ver cómo el catolicismo cósmico, vibrante, trágico, trascendente de la primera parte de la novela, acaba reducido al eslogan de “¡Queremos obispos catalanes!” Un sacerdote pierde la fe, entre otras cosas que pierde, porque no le dejan predicar en catalán. Como motivo es asombroso, muy sintomático y poco intelectual.

La novela puede partirse, pues, en dos. La primera mitad, absolutamente estremecedora. Y la segunda de relativo interés, aunque sirva para estremecerse ante los estragos que hizo, hace y hará el nacionalismo, incluso entre los mejores.

jueves, 2 de septiembre de 2010

No pude atraparlo

Me faltaban unos cuantos poemas para mi libro, y oía su música, los tenía en la punta de la lengua pero no me salían. Se me ocurrió escoger algunos poemas de otros (ya sabéis, los poemas más míos) que respondiesen a mis expectativas o necesidades y ponerlos idealmente en los huecos, para que llamasen a los poemas míos míos. Uno de los que puse fue este de Blanca Andreu:

Con diplomacia
como para una cena de embajada
camufladas de condes o notarios
de viudas ricas o de camareros
se cuelan en el pazo
las golondrinas.
Y con el barro
de la tierra
y su saber
de arquitectos celestes
construyen sus moradas en los techos
de las cuadras y el viejo portalón.
Luego salen,
con el deber cumplido
a dibujar palíndromos
que en chino dicen
ven
amor mío
atrapamesipuedes.

No hace falta decir que no pude atraparlo.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Tres meses y medio

Carmen es ya una señorita: mantiene erguida la cabeza y se ríe de todo. Para andar por el mundo no hace falta más, verdaderamente.

domingo, 20 de junio de 2010

Nos vemos —D.m.— el 1 de septiembre

Como hace dos años y prácticamente por las mismas razones de trabajo —corregidas y aumentadas— cierro el blogg hasta septiembre, aunque esta vez con más pena.

Seguiré escribiendo artículos, y teniendo en cuenta que el verano es una estación propicia a los chapuzones, siempre nos quedará el Trampolínk..., para quien quiera, claro.

viernes, 18 de junio de 2010

Lo mejor

Una de las actividades de fin de curso que realizo con mis alumnos se llama “Lo mejor”. No es que lo mejor sea, puntualizo, que el curso acabe, sino que, cuando cualquier actividad termina, conviene pararse para ver qué ha sido lo más provechoso. Como soy un firme partidario, aunque no tan practicante como me gustaría, de predicar con el ejemplo, voy diciéndoles lo principal que he aprendido de cada uno ellos, uno tras otro. Luego les pido que me digan qué, con independencia del programa, aprendieron de mí. Qué van a recordar cuando pase el tiempo y me encuentren en un supermercado y digan a su hijo: “Ese de ahí fue profesor mío y me enseñó que…”

Mi profesor de matemáticas de 4º de EGB, por irnos lejos, me enseñó a hacer el nudo de la corbata; un poco más tarde el de Sociales me descubrió al cantautor Paco Ibáñez y, por tanto, la poesía de Quevedo; el de dibujo técnico me dio unas clases prácticas de estoicismo, humildad y santa paciencia y el de Derecho Político, en primero de carrera, me introdujo en el complejo mundo de los esquemas sinópticos. “No hay profesor que no tenga algo bueno” es una frase que, aunque no dijo, bien podía haber dejado a la posteridad Plinio el Viejo.

Un alumno, llamado Párrega, por más que piensa, y pone cara de hacerlo, no logra acordarse de nada que yo le haya enseñado nunca jamás. Vaya. Espero, al menos, que cuando haga la compra con su niño en el dichoso supermercado recuerde vagamente que ese hombre le dio clase de algo.

Me asegura que eso sí. Bueno. Otros (Francisco Hidalgo de la Cruz y Jesús Jiménez Lobo) consideran que lo mejor del curso fue sin duda cuando les nombré, con nombre propio y apellidos, en una entrada de mi blog. Ah, se sorprende uno. Resulta una respuesta rara, algo así como si le preguntas a alguien cuál es el mueble que más le gusta de tu casa y te contesta que el espejo porque allí se ve a sí mismo. Una respuesta, a primera vista, un tanto egocéntrica.

Aunque luego lo pienso mejor (con el estoicismo geométrico de mi antiguo profesor de dibujo) y me alegro. Han comprobado en carne propia mis alumnos la sustancia narrativa que tienen sus vidas. Y, por tanto, las inmensas posibilidades de escritura que conlleva la libertad personal. Son los protagonistas y pueden ser, en buena medida, los autores. Si han aprendido esto, me puedo dar con un canto en los dientes. Muchas gracias.

domingo, 13 de junio de 2010

Memoria huérfana

CUANDO murió mi madre, sentí que me dejaban mi memoria entre las manos, que todo mi pasado dependía ya de mí. Yo, que hasta entonces me había centrado en celebrar, entusiasta, que el presente es un regalo, me encontré de pronto en la tesitura de tener que escribir elegías. La otra noche hice una sobre la casa de mi abuela paterna. Tengo serias dudas de que valga como poema. Aunque suene a paradoja, me falta experiencia en el trato con el pasado.

En cambio

sábado, 12 de junio de 2010

En coche, desde Sevilla, pero como los grandes navegantes

Qué ilusión y qué sorpresa
ver la primera gaviota.
¡Ya debo de estar muy cerca!

Vanitas vanitatis

Una de las cosas más extrañas que más a menudo tengo que oír es que se escribe por vanidad. Más asombroso aún cuando me lo dice alguien que también escribe. Pero ¿qué idea tiene éste de la vanidad y cuál de la escritura? Escribir es exponerse, y, de hacerlo por vanidad, sólo podría explicarse como un caso patológico de masoquismo: por afición a la vanidad herida. La vanidad herida, esa escuela de humildad, precisamente. La humildad, como la letra, con sangre entra.
El lector es un gran depredador. Escoge sin piedad lo que le gusta y rechaza y desprecia lo que no. Tiene poco tiempo, mucho que leer y la buena literatura es escasísima, así que lo habitual es que lo tuyo no le guste o que —más expeditivamente— no lo lea. El escritor ha de agachar la cabeza, y aceptarlo. Y susurrarse las palabras de Cervantes y de Rosales, que sabían bien lo que se traían entre manos: “Paciencia y barajar, que éste es tu oficio”.

Curiosamente, la gente ve aún más vanidoso (vanidad 2.0, diríamos) escribir en un blog. En realidad, es todavía más humillante. Al módico precio de 0 euros, al leve esfuerzo de un click, ofrezco lo mío a la aldea global. Pero de los miles de millones de potenciales lectores, más de cuatrocientos millones si contamos nada más que a los hispanohablantes, las visitas casi nunca superan el puñado. De ésas, la mayoría pasa sin decir de mu. De los siete u ocho que comentan algo, uno no te ha entendido, dos discrepan, otro te corrige una errata, alguno habla de lo suyo, y a veces alguien te agradece el trabajo. Eso, por lo visto, es peligrosísimo para la salud del alma.
Si lo fuera, que no cunda el pánico. Lo contrarrestan los amigos de carne y hueso. Cómo velan ellos por tu sencillez de espíritu. Insisten, por ejemplo, en tomar café o en salir a cenar o en que les escribas, pero no tuvieron ni un segundo para ver qué decías en tu blog. Les interesa que les escuches, no oírte.

Por si fuera poco, vienen de coche escoba, ya digo, los que insisten, alzando el dedo índice como un profeta, en que escribes por vanidad, por vanidad de vanidad y todo vanidad. Cuando me entretengo en dar explicaciones, ponen cara de sagacidad: “Entonces, ¿por qué escribes, en, en?” Además del dinero, si lo hubiera, replico medio cínico, escribo, añado medio cándido, por placer, por gusto, por vicio, por el arte por el arte. El amor (por la literatura) es así. Me merece la pena.

viernes, 11 de junio de 2010

Dos versos de E.S.R.

En el pecho de un hombre cabe el mundo
[...]
y aún sobra mucho espacio.

[Oír la luz, Tusquets, 2008, p. 137]

jueves, 10 de junio de 2010

Huele o no huele, esa es la cuestión

“Algo huele a podrido en Dinamarca”, clama Marcelo; y el espectador ha de preguntarse entonces si Shakespeare está hablando de cualquier país o de Inglaterra en concreto. A pesar de la contundente sonoridad del endecasílabo español, a la que debe parte de su popularidad, se ve aquí también la miseria irremediable de la traducción. En inglés está todo más claro: Something is rotten in the state of Dennmark. Y entonces sí que sale solo preguntarse: In every state or in our state? La palabra “Estado” ayuda mucho, como se ve. Y otra cuestión fundamental: el olor. Parece que en la versión original no hacía falta que nos huela, que puede haber una podredumbre inodora. Eso explica muchas cosas.

lunes, 7 de junio de 2010

La atracción del fracaso

Anoche me disponía a escribir un indiscutible artículo-reseña para Alba sobre Sociedad limitada, el último libro de Miguel d'Ors. Para llamar la atención del respetable, empezaría por el explosivo final del poema "Autorretrato condicional", que es como recibir a puerta gayola:
iban a ver ustedes
un miguel d’ors que nunca sospecharon:
con el cetme en la mano, monte arriba,
detrás de la bandera rojigualda,
el Crucifijo al cuello,
disparando con toda la intención
y gritando “Por Dios y por España.”
Pero en realidad se trataba de defender una lectura de d'Ors donde el factor clave (lo dice el título del libro y el prólogo insiste) es su rechazo a la modernidad. Más claro, si cabe, en Más virutas de taller: "Mundo actual: como en los espejos del callejón del Gato, sólo aparecen con buena figura los que son deformes". Desde luego, ese rechazo estaba ya presente en todos sus libros, pero ahora se subraya un aspecto que ilumina muchos versos de d'Ors y, sobre todo, muchas de sus posturas. Le espanta el éxito y la gloria. Pura lógica d'orslógica: eso sería salir favorecido en los reflejos del callejón del Gato. El poema "Mis siete motivos para desear que no me dediquen una calle", además de su impecable factura y su gracia, es una calle con salida porque está conectada a esa rotonda de su visión de la vida. Lo mismo puede decirse del poema "De fuegos y buitres", que sin estas premisas podría parecen un pico exagerado. Y yendo más atrás, se entiende que cuando dedicó Es cielo y es azul (1985) "A mis hijos, que me ayudan a no ser un triunfador, con mi gratitud", no había, como pudimos, ingenuos de nosotros, pensar en su momento, ni una gota de acíbar, sino un muy sincero suspiro de alivio. Menos mal, suspiramos ahora nosotros, que la poesía se le presenta de improviso al maestro, como Ava Gardner a Mario Cabré (fíjense, fíjense en las implicaciones morales de la imagen) y le hace más difícil escapar, si no al éxito, por lo menos a la gloria. Es una nueva línea de lectura que permitiría entender un poco mejor su obra y por tanto disfrutarla aún más. Pero no sólo sus hijos le ayudan a no ser un triunfador. Mi hija se acaba de apuntar al juego: se puso a llorar sin pausa y no me dejó escribir sino un artículo normalucho e interrupto, entre nana, arrumaco, inexperiencia y desesperación. Y yo, ay de mí, que pensaba concluir convenciendo inapelablemente a los grandes del mundo de la cultura que la mejor forma de castigar tanto desapego de d'Ors era premiándolo sin parar. Jorobándole, que se lo merece...

domingo, 6 de junio de 2010

Calamaro lo clava

Recuerdo bien cuando mi hermano Nicolás me encomió un disco de Andrés Calamaro con estas palabras: "Es un poeta". Hice el esfuerzo de no poner la cara de escepticismo de cuando escucho a los locutores de los 40 usar del epíteto homérico: "Sabina, nuestro poeta urbano". No pude. Hoy me arrepiento porque Calamaro lo ha clavado; y le ha dado medio hecha una campaña cultural al PP, que debería repetirlo, como hago yo. Pero no la aprovechará, porque los del PP también quieren ser progresistas. Yo, mientras tanto, a lo mío, que es el remordimiento: Calamaro es un poeta, efectivamente, Nicolás. Hay que estar tocado por la musa del epigrama para decirlo así de bien:
Progresía es prohibir.

sábado, 5 de junio de 2010

viernes, 4 de junio de 2010

Un escenario

Cuando mis abuelos maternos vinieron al Puerto a conocer a mi familia paterna, después de la cena hicieron tertulia en el patio de la casa, en una sillas de enea. Mis abuelos salieron encantados, comentando, eso sí, que tenían la impresión de haber participado como figurantes (“un señor de Murcia y su señora”) en una obra de los Álvarez Quintero. Siempre había visto aquel comentario como un quiebro irónico de mi abuelo ante el noviazgo exótico e irremediable. Ayer, sin embargo, anduve diez minutos por la calle de la casa de mi abuela del Puerto, entregando (Ayuntamiento, la SS, el Banco, etc.) los papeles de mi niña, que parece un ministro con tanta burocracia, y lo que oí por la calle me pareció, efectivamente, álvarezquinteriano. Qué melancolía me dio vivir en las asépticas afueras. Delante de mí, caminaba muy pinturera una rubia y al pasar por un bar, un vejete, muy ágil de reflejos, se vuelve y le susurra: “A ver cuándo te lleva a su programa Juan Imedio..., niña”. Poco después, un señor lustroso, gesticulante y reipeinado, le decía a voz en grito a otro mayor, cano, con una guayabera y un bigote: “Me encontrao esta mañana a un cabronaso de izquierdas y le he dicho: ‘¡Y ahora Zapatero…’”. Acepto que la gracia de esto es relativa, y que a lo mejor si llega a ser un cabronazo de derechas yo estaría hablando ahora de la intolerancia y tal y cual, pero el caso es que me reí por lo bajini, lo confieso. A los diez metros, una señora gorda tropieza con un trozo de acera levantado y protesta. Su marido, también redondo, descamisado e imperturbable, le replica: “Mejó te llega habé caío y le sacamos al Ayuntamiento lo menos 100 €”. Doy tres pasos, y una disminuida psíquica le desea a una chica que se ha parado a besarla: “Que encuentres trabajo”, a lo que la chica replica: “Mari, Mari, ¡pero qué poco me quieres!” Y ya no oí nada más porque había llegado a Hacienda y entré, muy serio, a pedir los 2500 € de Zapatero, ese benefactor.

martes, 1 de junio de 2010

El carácter erótico

Jan Twardowski lo tiene claro:
Mi impresión es que la lírica religiosa debe asemejarse a la poesía de carácter erótico […] La lírica religiosa, al igual que sucede con la amorosa, debe estar llena de admiración, de anhelo, de inquietud, de tristeza, de desesperación; tiene que ser capaz de tocar toda la escala de las emociones más genuinas.
Y yo digo: Amén. Pero me confirma luego, y me hace gracia, ver una coincidencia suya casi literal con el último libro de Abelardo Linares, titulado significativamente Y ningún otro cielo. Es un poemario rabiosamente amoroso y, en ciertos momentos, se asemeja a la poesía de carácter místico. La coincidencia que digo es entre un verso de Abelardo en el poema “Oración”, que reza:
tu sonrisa que quita los pecados del mundo.
y éste de Twardowski:
¡Sonrisa del Cordero de Dios, ten piedad de nosotros!
Claro que enseguida se nota que Abelardo Linares está hablando sólo de una mujer, como en esta soleá, que nos arranca otra sonrisa, más de autocompasión:
Tú no quieres que te quiera
ni que deje de quererte,
sino que yo te comprenda.

lunes, 31 de mayo de 2010

domingo, 30 de mayo de 2010

Bautizo

Una de las cosas que más extrañeza me produce es que mis tíos sean tíos abuelos y mis hermanos y primos pequeños, tíos. Todos lo eran ya por un lado u otro, pero ahora me pasma. Mientras iban entrando, yo hablaba con don Federico, el sacerdote, recientemente ascendido a Vicario General de la Diócesis, sobre la importancia del Bautizo y le citaba a don Álvaro d’Ors (“El bautizo es, incomparablemente, el día más feliz de la vida”) y a Flannery O’Connor y su río. No sé si lo hacía con la pretensión de apuntarle temas para su homilía, espero que no, aunque con uno mismo nunca se sabe. En cualquier caso, la homilía fue muy catequética, sin meterse para nada en dibujos literarios. Hizo bien don Federico. A mí, a pesar de la sonrisa generalizada que produjo la retahíla de nombres de la niña, me rondaba como una mosca obsesa la idea del bautismo como muerte del hombre viejo, y sentía, lo confieso, un difuso fondo de tristeza por Carmencita. Sé que es una muerte de la que se sale de una vez para siempre resucitado, pero el corazón tiene sus razones, etc. Para compensar, poco a poco se fue imponiendo en la capilla un olor a rosas o a nardos delicioso. Pensé que sería el óleo perfumado con que habían ungido la espaldita de Carmen para que triunfe en el combate, ay, de la vida. Cuando acabó la ceremonia y fui con un tarrito a recoger el agua bendita, lo comenté con el cura. “El óleo no es, no huele tanto”, me dijo, también él intrigado con el misterio. “Umm, qué bien huele", decíamos a cada rato los dos. El misterio se disipó antes que el perfume. Tía (¡abuela!) Alicia había traído de Tierra Santa un bote con agua del Jordán para bautizarla. Como lo trajo antes de que nos quedásemos esperando (sí, sí, antes, porque la fe mueve embarazos), lo guardó en su congelador. Con la dilatación, se rompió el bote, me contaba, y recogió el agua con mucho cuidado, colándola bien, en un viejo frasco, que limpió mucho, de aceite perfumado. Por eso, ah, el olor. Cuando se lo conté al cura, se rió de buena gana, un poco decepcionado. Tampoco tenemos que menospreciar, propuse, las causas segundas.

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viernes, 28 de mayo de 2010

El parto

Algunos opinan que eso de que los progenitores A entremos a los partos es una moda moderna más, otra parida paritaria, un gol que el progresismo nos ha colado para acabar con el romanticismo matrimonial. Yo no creo que el origen de esta costumbre sea ideológico, sino médico. Antes del uso generalizado de la anestesia, las mujeres, con los dolores del parto, daban en insultar furiosamente a sus maridos, según se cuenta. Los consideraban los directos responsables de su situación, y los únicos, lo cual era ya más discutible. Prudentemente, los hombres se salían (por la tangente) a fumar a la calle, esperando el feliz desenlace fuera del alcance de los dardos dialécticos de la parienta parturienta. La epidural lo cambia todo, y el marido puede entrar sin grave riesgo para su dignidad. Distinto es que deba hacerlo.

Mi corta experiencia —un solo parto— es suficiente para tener claro que no es bonito, y propagar lo contrario es publicidad engañosa. A pesar de la epidural, tu mujer las pasa canutas, y uno no puede hacer más que dar una manita cuando quisiera echar una mano. Luego, está la fuerza con la que tira el médico del bebé con una ventosa. Hay una mezcla de delicadeza y de violencia, ambas extremas, que sería muy curiosa de observar si la cabecita donde se concentra esa paradoja no fuese la de tu hija. Las imágenes se amontonan, de todo tamaño y dignidad, desde el paso del Mar Rojo hasta el descorche enconado de una botella de un vino muy valioso.

Cuando la criatura, por fin, sale entera, le dan una vuelta de campana agarrándola por los pies, cortan el cordón con una tijera inmensa, y se la pasan a un pediatra que le pega un golpe que si llega soltarlo un profesor de instituto a un adolescente lo meten en la cárcel, por lo menos. En ese instante, todo el equipo médico te mira, esperando que sueltes unas lagrimillas de emoción, y tú bastante tienes con no soltar exabruptos y maldiciones gitanas. Se sale del paritorio tambaleándose, con el corazón en un puño, pensando que mejor hubiese estado uno en la sala de espera, desgranando rosarios, y esperando a ver llegar a una niña sana y salva y a una madre desfallecida, pálida y dichosa.

¿Quiere decir esto que estoy en contra de entrar? En absoluto. Si a la madre incomprensiblemente le consuela la presencia impotente del pasmado padre, hay que hacerlo y aguantar como un hombre. Por duro que sea, no tiene comparación con lo de ella, que lo lleva de maravilla. La paridad en el paritorio es imposible; y uno debe estar a lo que mande la que manda.

jueves, 27 de mayo de 2010

Primer piropo

La salus, con el halo de autoridad que le otorga haber cuidado a cientos y cientos de bebés, después de una semana de continua observación, dictamina con un aire por fin sinceramente admirativo: "Lo mejor de esta niña..." --y yo contengo el aliento como si estuviese en la ceremonia de entrega de los Oscar-- "lo mejor de esta niña es... cómo eructa".

Lo bueno (además de que no se me va a atorar) es que a partir de ahora todos los piropos que reciba en su vida irán a más, espero.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Ay

Quería haber escrito un artículo de fondo girardiano y teoría política. Según unos amigos me ha salido una extravagante defensa de Zapatero. "Será la paternidad", dicen, "que te ha reblandecido".

No pregunto si los sentimientos o el cerebro.

martes, 25 de mayo de 2010

Agradecimientos

A menudo aquí los rompimientos de gloria los ponen los comentaristas. Qué buenos ayer los aforismos de CRM ("El paraíso sería más que los otros un nosotros; y no necesariamente un nosotros de dos") y de Juan Ignacio ("El limbo ya no existe más. (Inocencia perdida)"). Anteayer, un anónimo me aclaró que la cita que me rondaba la cabeza era de José Mateos, y JuanMa hizo una certera antología de mi artículo. Todo un lujo.

Un comentarista habitual de este blogg, José Manuel Mora Fandos, me dejó, no aquí sino en su libro Leer o no leer, que no hay que dejar de leer, una joya. De Pla, nada menos, sobre Dante, encima. O sea, tres viejos amigos. Desconocía la cita, que se le escapó a Valentí Puig en su indispensable Diccionario Pla de literatura, y es una pena porque las opiniones sobre Dante que recoge no valen lo que ésta. Mora Fandos la lleva a su libro para argumentar a favor de la relectura; yo la traigo aquí por la impresionante, grandiosa iluminación final. Lean:
Hubo libros que no se me abrieron hasta la segunda o tercera tentativa, y tras un considerable numero de años sobre ellos. Comencé la lectura de Dante en Florencia, a los veintiún años, en 1920. Hasta pasados los cuarenta y después de esfuerzos reiterados no llegué a comprender algo de la impresionante, grandiosa, simplicidad del poema.

lunes, 24 de mayo de 2010

Conversación

–El infierno son los otros –dijo Sartre.

–Y también el paraíso –apostilla felizmente Ramón Eder en su recomendable Ironías.

–Uno es el purgatorio (o está en el limbo) –añado yo.

domingo, 23 de mayo de 2010

Un contraste brutal

No recuerdo quién (y me gustaría saberlo) afirmó que un buen poema es aquel que puede recitarse en presencia de un moribundo. Puede hablar de cualquier cosa, ser alegre, por supuesto, o divagatorio, pero en todo caso ha de ser digno de ser oído en en la habitación de un enfermo. Tras lo de Susana, he visto claro que las clases deben ser igual, traten de lo que traten.

La vida es demasiado frágil para ser frívola.

viernes, 21 de mayo de 2010

Sobre la cuna


Mi suegra se asoma constantemente a la cuna y repite, admirativa: "¡Hay que ver lo que la niña se parece a su padre!", con cara de felicidad y con la voz trémula y embobada.

Desde luego, un bebé es un milagro.

jueves, 20 de mayo de 2010

Lema

Pasa el día un amigo con un escritor fecundo, brillante y reconocido, y por la noche, al escribirme, me hace este diagnóstico: "No pierde en las distancias cortas: ni complacencia ni maledicencia". ¡Oh, qué ejemplo!, exclamo sin ironía, casi sin envidia, con admiración doble: al escritor y a mi amigo, que supo verlo y expresarlo. Es la aplicación perfecta del In medio virtus aristotélico al mundo de la literatura.

"Ni complacencia ni maledicencia", me lo pido como lema.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Etimología

Tom. del lenguaje coloquial: ná, ná, meneando la cabeza de izquierda a derecha, cariacontecido, con mala conciencia, respondiendo a la pregunta insistente de si le has escrito ya a la niña sonetos, octavas reales, décimas, artículos, soleás o, por lo menos, un haiku. Por tanto, podemos deducir que la palabra procede del hecho de quedarse sin palabras ante el milagro de un bebé. Entonces se recurre a la canción, tradicional o de autor, que pasa a llamarse nana.

lunes, 17 de mayo de 2010

Elemental

Ayer por la tarde decidí pagar el tributo al aparcacoches pirata del descampado del hospital. Hay uno del ayuntamiento en horas de oficina, que va con una gorra y un chaleco reflectante. El pirata hace su trabajo en cuanto el otro se marcha. No sé desde dónde lo vigila. Llega y se pone bajo una sombrilla polvarienta, sentado en una silla de playa raída, tomándose un cubata perenne (o varios sucesivos) en vaso largo y tintineante. Yo le he estado huyendo estos dos días: "No, no, ya pagué esta mañana". Ayer, mientras le soltaba el euro, me preguntó, muy interesado, sin rencores: "¿Qué tal está la niña?". Le miré atónito: "¡¿Cómo lo sabe?!" Sonrió, y señalándome con una mano muy sucia y llagada la maletita rosa con florecillas que llevaba en el hombro, dijo: "Elemental".

domingo, 16 de mayo de 2010

Reluce más que el sol

En la intimidad familiar y en el bautizo, Carmen (mujer, jardín, poema) se llamará además C., y también G. y, finalmente, B. Celebraremos cuatro o cinco santos al año. Con eso contábamos. Lo que no teníamos previsto es que la niña se adelantase 11 días hasta nacer con tres cumpleaños distintos. Como lo ha hecho hoy, uno de los jueves que reluce más que el sol, aunque sea domingo, cada día de la Ascensión será ¡fiesta de cumpleaños! También es hoy domingo de la feria del Puerto, fiesta civil que unos años cae en una fecha y otros en otra y que en todas será... ¡fiesta de cumpleaños! Y luego cada 16 de mayo será otra fiesta, por supuesto, en la festividad de san Simón Stock, inglés, ea, y carmelita, toma, y encima el que recibió de manos de la Virgen el escapulario del Carmen, con lo que entronca con su santa patrona.

A mí todas esas fiestas me parecen pocas para la alegría que tenemos. Hace unos meses, en la entrada de mi cumpleaños, un comentarista proponía que celebrásemos los cumpledías. Me pareció una idea estupenda. Con Carmen casi vamos a ponerla en práctica.

viernes, 14 de mayo de 2010

Cito de memoria

Trabajo día y noche, a contrarreloj y a contrapelo, en un artículo largo sobre Miguel Hernández, pero no me pesa. A cada rato recuerdo a mi madre, que era muy hernandiana. Como en otras familias entre el Sevilla y el Betis, mis padres jugaban a los poetas enfrentados, y mientras que uno era de Alberti, su paisano, la otra era de Hernández, su paisano. Mi madre incluso se permitía sus puyitas a Rafael y, si mi padre me leía por las noches “La nana de la tortuga”, ella recitaba por los pasillos, con mucha parafernalia dramática, los sonetos de El rayo que no cesa. Cito de memoria, porque allí los tengo grabados, y en su voz:
Te me mueres de casta y de sencilla,
estoy convicto, amor, estoy confeso
de que raptor intrépido de un beso
yo te libé la flor de la mejilla.

Yo te libé la flor de la mejilla
y desde aquella gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
se te cae deshojada y amarilla.
Curiosos gustos en una casa recalcitrantemente conservadora.

jueves, 13 de mayo de 2010

Lecturas no obligatorias

Dos fragmentos de particular interés general de la reseña que publico en Clarín sobre Lecturas no obligatorias (Alfabia. Barcelona, 2009), de Wislawa Szymborska:
[...]
“El humor como hermano menor” es un gran artículo, donde se asevera: “El humor es el hermanito pequeño de la seriedad. Son algo así como Epi y Blas, pero en formato cósmico. Y entre los hermanos hay una tensión constante. La seriedad mira al humor con la altivez que brinda la mayoría de edad y, por este motivo, el humor se siente acomplejado y desea en lo más profundo de su alma ser tan juicioso como lo es la seriedad, cosa que, por fortuna, no puede conseguir. […] Opino que tanto la gravedad como el humor son igual de valiosos y, por ello, espero con ansia el momento en que la seriedad comience a envidiar al humor a modo de revancha”. Pruebas de humor a lo largo de Lecturas no obligatorias no faltan.
[...]
Lecturas no obligatorias refleja el mundo entero de Wislawa Szymborska. Hay un incontestable argumento a favor de los temas menores (“Claro que tengo mayores preocupaciones, pero eso no es motivo para que no tenga otras más modestas”), cierto orgullo mal disimulado y bien justificado (“… y una gracia que ni siquiera le es concedida a todos los poetas”), una insistencia muy suya en la perplejidad (“Aunque continúe sin saber nada realmente fundamental tras su lectura, ese nada ha perdido todo su sentido primitivo y ha adquirido una profundidad socrática”), un optimismo de dimensiones chestertonianas (“‘El mundo ordinario’ no existe para mí. Cuánto más sabemos de él, tanto más enigmático se torna, y la vida que en él existe se nos revela como una extraordinaria anomalía cósmica. Un árbol que crece y el murmullo de sus hojas: con eso tengo más que suficiente”), una minuciosa atención a las paradojas de la realidad (“Ya se sabe: para curarse hace falta tener la salud de un toro”) y un muestrario casi completo de los temas que protagonizan sus poemas: la vida cotidiana, las víctimas del terrorismo, Ella Fitzgerald, los animales…

miércoles, 12 de mayo de 2010

El click y el crack

Me gusta acudir a la cita que tengo todas las mañanas con los visitantes del blogg. Por eso, si no lo hago en dos o tres días, me siento mal y extraña mucho a los que mejor me conocen. La retórica de la humildad requeriría que ahora añadiese: "y otros sentirán alivio"; pero no, porque cualquiera puede aliviarse ahorrándose el click, y punto. Es muy raro visitar un blogg que uno prefiere cerrado cuando que no se abra (en tu ordenador) depende de un leve movimiento de tu dedo índice.

Lo que nadie habrá sospechado es que mi ausencia se debía a los vaivenes de la Bolsa, a su bajada meteórica y a su ascensión estelar. No me tiré por la ventana, como en el crack del 29, pero tuve que tirar a la papelera el artículo previsto y escribir uno nuevo a toda prisa.

domingo, 9 de mayo de 2010

Primeras Comuniones

El recordatorio es de mi sobrino, el pequeño Nicolás, un gran teólogo. El dibujo, el diseño, la letra y el niño son de Beatriz Mateos García del Salto, mi cuñada. El artículo de hoy en el Diario de Cádiz trata del asunto con palabras tan sencillas que no sabía si poner el enlace o no. Me han animado Chesterton:

«La gran debilidad del periodismo, como pintura de nuestra existencia moderna, proviene de ser pintura formada enteramente de excepciones. (...) Pero no puede esperarse razonablemente que el periodismo insista sobre los milagros permanentes. (...) No pueden contar los tenedores que no se roban, ni los matrimonios que no se disuelven (...). De ahí que toda su pintura de la vida sea por necesidad, falaz; pueden reflejar únicamente lo desusado. Por democráticos que sean, sólo se ocupan de una minoría».

Y Newman:

"No necesitamos buscar palabras con que expresarlo adecuadamente, porque en realidad no hay palabras demasiado buenas para este caso".

viernes, 7 de mayo de 2010

Siete vidas

Yo, tan perruno, acabo de descubrir, asombrado, que tengo siete vidas, como los inquietantes gatos. Y cada vida lleva sus cuentas. Para empezar, está el blogg, abierto en canal, a la vista de todos. Luego, llevo un diario, donde apunto lo que he hecho, y una agenda, donde apunto lo que quiero hacer, o sea, la realidad y el deseo. También hago cada noche mi examen de conciencia, que eso sí que es la realidad y el deseo en el término de un día. Burla burlando, ya van cuatro vidas, ni paralelas siquiera. En una carpeta gris guardo, sin demasiado orden y ningún concierto, mis papeles y facturas, y ahí aparece otro EG-M, con NIF y todo, que es una pieza más en el engranaje del mercado, y compra y vende y paga sus impuestos de mala gana. Cada año abro un documento de Word en el que apunto los libros que me leo y en qué circunstancias y con las ocurrencias al margen. Una vida de lector puro, ésa, que debe de extrañar mucho al del NIF. Finalmente, cuando los sueños son intensos y extraños, me gusta recordarlos, con sorpresa, y a veces, incluso, con espanto. Y los apunto. Esa vida sí que es rara y aunque no parece talmente mía, debe de serlo porque yo la sueño y le dedico mis buenas horas de cada noche.

jueves, 6 de mayo de 2010

El necio

Enseñar a necios es como pegar tiestos rotos;
hablar a quien no escucha,
como despertar a alguien de un sueño profundo.
Quien razona con un necio razona con uno dormido;
al terminar le dirá: "¿Qué pasa?"
Por un difunto, llora, pues le falta la luz;
por un necio, llora, pues le falta la inteligencia.
Por un muerto, llora con mesura, pues ya descansó,
pero peor que la muerte es la vida del necio.
El luto por un difunto son siete días,
pero por un necio e impío, todos los días de su vida.
No hables demasiado con un necio,
ni andes en compañía de un insensato.
Guárdate de él, para no tener disgustos,
y no te manchará al rozarle.
Aléjate de él y hallarás descanso,
y no te aburrirá su necedad.
¿Hay algo más pesado que el plomo?
¿Cuál es su nombre, sino "el necio"?
Arena, sal y bola de hierro son más fáciles de llevar...

...................[Eclesiástico 22, 7-18]

miércoles, 5 de mayo de 2010

Mi vida política interior

La explica más meticulosamente Jünger que Bergamín:

Mi vida política interior se asemeja a un reloj cuyas ruedecillas girasen a la contra unas de otras; pues yo soy, al mismo tiempo, un güelfo, un prusiano, un partidario de la Gran Alemania, un europeo y un ciudadano del mundo —pero en la esfera del reloj podría imaginarme un mediodía en el que todas esas cosas sonsonasen armónicamente.

[París, 1 de agosto de 43]
No lo cito en el artículo porque hay demasiado mutatis mutandi que hacer. Donde E. J. dice "güelfo", yo pondría güelfo negro, como Dante; donde "prusiano", tecnócrata; donde "Gran Alemania", Hispanidad; donde "europeo", occidental; y donde "ciudadano del mundo", católico. A pesar de tanto cambio, Jünger y yo sufrimos contradicciones parecidas y soñamos con idéntico mediodía. Pero para no liar, mejor citar a Bergamín, al que esta vez no hay que mutarle nada de nada.

martes, 4 de mayo de 2010

Todo corazón

En la primera ecografía era un punto de luz palpitante. Nosotros veíamos una estrella. “Es el corazón”, corrigió la médico. Más tarde, vimos la sangre azul y la roja, aunque el médico señalaba arterias y venas. Y de vez en cuando el ginecólogo nos dejaba oír un poco, pero muy poco, pom-pom, el corazón. Anotaba lo suyo, todo normal, y pasaba a otra cosa. Ayer fuimos a monitores y estuvimos oyendo el corazón de la niña durante una hora larga, sin interrupciones. “Suena como el trote de un caballo”, susurró la enfermera. Yo lo oía como la galopada tendida de un regimiento de lanceros al ataque, pero es que también oía el mío y suponía/superponía el de su madre, y, por qué no, el de la enfermera, más al paso, en la retaguardia. Y también el corazón de los muertos, más allá. Mientras la máquina tomaba sus mediciones, nos pusimos a leer, pudorosos. Me gusta leer con música de fondo, y nunca mejor que ayer. Mi libro era la edición del Apocalipsis de Cristóbal Serra, donde también galopan caballos y jinetes, cuatro; y el de Leonor, Silencio de Shusaku Endo. El corazón de Carmen era la música de fondo. La música. Todas las músicas del mundo son variaciones sobre el palpitar del corazón de una niña a punto de nacer. De pronto, entró la enfermera: “Ya os podéis ir…” “¿Ya?”, dijimos Leonor y yo a la vez.

lunes, 3 de mayo de 2010

Siete manzanas de decir manera

El amigo con el que había ido de librerías se quedó atónito de que comprase un libro de Benjamín Prado. No salía de su asombro. Le expliqué que tengo debilidad por los libros metapoéticos y fue peor. “¿Y qué te va a enseñar éste?”, y mi vanidad se hizo un lío pues no sabía si hincharse (“cree que lo sé todo”) o desinflarse (“pensará que soy un vaina por pagar 10 €”). Dejé a mi vanidad haciendo ejercicios respiratorios, y pagué el ejemplar. Y ahora el Barbero pondrá lo que ha recortado, y no sabe si destacar siete, una cita por manzana, o mejor 10, una por euro, para demostrarme que mereció la pena la compra. Que ponga mejor diez y así me convence más. Si algunas no van entre comillas es porque BP no las pone.

Novalis: [Un gran poema es] el que nos hace pensar que en él nada podría ser de otra forma. [Esta no es verdad. Hay grandísimos poemas a los que uno podría corregirles muchas cosas, pero que nunca, ay, podría haber escrito.]

T.S. Eliot: Un buen poema debe ser el resultado de toda la buena poesía que se haya escrito antes de él. [Vale, sí, de acuerdo, exagerando un poco…]

Blas de Otero: Tal vez pueda dudarse que haya que escribir como se habla, pero nunca creer que se deba escribir como no se habla. [Y no hay más que hablar. Vaya mi primer euro, pues.]

W. B. Yeats: De la disputa con los demás hacemos retórica; de la disputa con nosotros mismos, hacemos poesía. [Un tanto retórica la frase, sin lugar a dudas, pero me vale. El segundo € que recupero.]

Benjamín Prado: Que un poema no pueda ser perfecto no significa que no pueda ser imprescindible. [Amén, por la cuenta que me trae: 3.]

W. H. Auden: “Cualquiera que sea su futura vida como asalariado, ciudadano u hombre de familia, su existencia poética venidera siempre será un enigma para él. Nunca podrá decir: mañana escribiré un poema y, gracias a mi entrenamiento y a mi práctica, sé que lo haré bien. Ante el público, un hombre es un poeta si ha escrito un buen poema. Ante sus propios ojos, un poeta sólo lo es cuando está haciendo la última revisión de un nuevo poema. En el momento anterior no era sino un poeta en potencia; al momento próximo es un hombre que ha dejado de escribir poesía, tal vez para siempre”. [Duele pero vale, o vale porque duele: 4.]

Cernuda: [Critica a JRJ] “su rebusca de lo que quiere decir después de haber comenzado ya a decirlo”. [Y a Alberti] “sólo dos dimensiones, largo y ancho, faltándole la tercera, que es precisamente la que da alma: la profundidad”. [L.C. haciendo amigos, como siempre, pero, con independencia de la justicia concreta, sus apreciaciones son muy finas. Ya llevo 5 €.]

Joseph Joubert: Las únicas ocho o diez ideas verdaderamente importantes que existen en este mundo son las ocho o diez que todas las personas tienen en alguna ocasión a lo largo de su vida. [Es una buena idea, aunque ya la había tenido yo alguna vez.]

T. S. Eliot: El gran objetivo del poema: que los lectores usen las palabras del poeta para explicarse su propia existencia, para apropiarse de algo que ya les pertenecía. [El lector es un fingidor.]

Coleridge: Poesía es las mejores palabras en el mejor orden. [Nada que añadir: 6 €]

Paul Klee: “Lo visible es sólo un ejemplo de lo real”. [Oh, qué bueno, y ahora entiendo mejor que Gaya lo admirase tanto. ¿Voy ya por el 7º €?]

Cita entero el poema de Antonio Machado “El retrato”, porque BP cita muchos poemas, vengan o no a cuento, y entonces me acordé de la conversación sobre el mismo poema que tuvieron Bioy y Borges el 24 de mayo de 1959, verdaderamente iluminadora, aunque bajo una luz muy cruda:
[Borges] elogia a Antonio Machado, pero excluye de su elogio los poemas descriptivos de Castilla: “Ahí aparece como un turista”. Recita “Retrato” […] No hay que decir claro donde. Hay que decir donde madura el limonero aunque parezca mal medido. Tampoco hay que decir casi desnudo; sino desnudo, como lo hijos de la mar. Lo mejor del poema son los primeros versos y el que dice: amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. Eso está compensado por el aliño indumentario y otras fealdades y cursilerías: la flecha que me asignó Cupido, los afeites de la actual cosmética y, por cierto, el gay-trinar. Dice Bioy: “Como lector, qué poco exigente uno es… O quizá habría que decirlo de otro modo: un solo verso bueno difunde su luz en el resto del poema… Por la nostalgia de un verso bueno, recordamos con agrado un poema tal vez cargado de imperfecciones. Uno olvida o no toma en cuenta para su estimación versos poco felices como el del aliño indumentario”. Borges: “En el que dice: ni un Mañara ni un Bradomín he sido el autor deja ver qué libros lee”.
También cita Prado el poema de Anne Sexton titulado “Ostras”:
Comíamos ostras,
pequeñas ostras dulces y azules;
doce ojos me observaban, inundados
de tabasco y limón.
Yo temía comer ese manjar paterno,
mi padre sonreía
bebiendo su martini
claro como las lágrimas.
Era una medicina muy suave que llegaba
del mar hasta mis labios,
gruesa y húmeda.
Entonces la tragué,
bajó como un enorme pastel de gelatina.
Entonces la comí a la una,
a las dos
y entonces sonreí, y entonces todos nos reímos.
Dejadme decir algo:
hubo una muerte,
la muerte de mi infancia
allí, en la Casa de las Ostras,
porque yo tenía quince años
y estaba comiendo ostras.
La niña que yo era fue vencida
y ganó la mujer.


No conocía a Sexton: un descubrimiento (un € más, como mínimo). [Busco y leo en internet toda la serie y la biografía que la sostiene. La traducción que da Prado es muchísimo mejor y además el misterio que guarda en sus profundidades el poema es más eficaz si lo leemos solo. La serie completa lo revela todo, por desgracia. Salgo con la sensación de una indigestión de ostras, como mínimo. No apto para menores.]

Marina Tsvietáieva: [La poesía puede reflejar la realidad] “pero no reflejarla como un espejo, sino como un escudo”. [9]

Esta imagen de Rilke es el 10 y es de diez: [Retrata al poeta] “como el mendigo cuya vida consiste en vender el hueco de su mano”. [¡Cuánto le habría gustado a Gaya esa imagen!]

Ya con las cuentas cuadradas, acabaré con un desacuerdo. Paul Valéry: “Toda persona es menos importante que lo más hermoso que haya hecho”. ¡Pero si lo más hermoso que ha hecho cualquier persona es ser!

sábado, 1 de mayo de 2010

Qué paliza

No soy capaz de recordar (ni Google me ayuda) qué escritor famoso recomendó a los padres del mundo que si algún hijo suyo salía con ínfulas de escritor, le diesen una paliza ipso facto. Si después de varias sesiones, el niño persistía, tenía auténtica vocación y, en consecuencia, la cosa era irremediable. Si no persistía, habían salvado al niño… y a los sufridos lectores. No sé qué pensará Maite Mijancos, nuestra experta pedagoga, del sistema. Yo tengo un vivo interés en recordar al autor de esta teoría educativa. Como otras veces, les pido auxilio a ustedes. Si alguien lo sabe, que avise. Este interés no tiene nada que ver —descuiden— con mi próxima paternidad.

Leyendo sobre Miguel Hernández, del que este año se celebra el centenario, he visto que su padre aplicó el método literalmente, y que no le dio ningún resultado o sí, según se mire, porque Cancionero y romancero de ausencias, qué libro. Y como una cosa lleva a la otra, he pensado en los ánimos y apoyos que siempre me dieron mis padres en todo, pero especialmente en lo literario. Me abrieron una cuenta en la Librería Universitaria. (Luego, espantados, me la cerraron, pero por una cuestión puramente financiera, sin afearme el desfalco.) A pesar de que les di motivos, no se quejaron jamás de mis veleidades ni de mis veladas ni de mis noches en vela ni de mis novelerías.

Quizá eso represente una desventaja grande para mí, me he suspirado. Quizá eso lo explique todo. Quizá sea mi pecado original: demasiada empatía. Una buena paliza a tiempo podría haberme convertido en un satisfecho registrador de la propiedad o, en su caso, podría haberme reafirmado y autentificado en esta grafomanía.

Sin embargo, no hay que precipitarse en las nostalgias. La vida misma, a poco que uno le pierda la cara, viene como una madrastra de cuento y me pega una buena paliza un día sí y otro, con mucha suerte, a medias. Si algunos noches consigo llegar—arrastrándome— hasta la mesilla y, a pesar de todo, enciendo la lámpara y leo poesía o, incluso, oh, me enredo con tres versos que no quieren coger aire, será que tengo verdadera vocación, ¿no? Y además un recuerdo extraordinario de mis padres.

viernes, 30 de abril de 2010

Cri-cri

El internauta, como un grillo, se pasa la noche en blanco haciendo clic-clic.

Clic-clic-clic (cara y cruz y canto)

Veladas por los enlaces y la entradita entomológica anterior, dos cosas mías, pero mías-mías, quizá demasiado. La cruz, esta entrada en prosa que se me traspapeló y he llevado aproximadamente a los tiempos (menos alegres) en que fue escrita. La cara exige más clic-clic. Está en este pdf, en la pág. 15. (Obsérvese el retrato tan favorecido (y felizmente prolífico) que me han hecho los ilustradores.)

Y aprovecho la ocasión para agradecer a quien sea, que supongo que será lector del blogg, que me haya hecho un hueco en Wikipedia. Lo ha escrito con la sobriedad precisa, sin meterse en florituras biográficas ni jardines ideológicos. Además del detalle en sí y del tiempo dedicado, le debo un empujón de ánimo y de responsabilidad.

martes, 27 de abril de 2010

El loco

Un co-colega (PES y poeta) me contaba que sus alumnos por los pasillos le llaman "el loco". Oyéndole sentí pena por los dos. A él se le notaba, sin embargo, una tranquila indiferencia, que me admiró mucho. Ahora releyendo Platero y JRJ, me lo he explicado todo:
Vestido de luto, con mi barba nazarena y mi breve sombrero negro, debo cobrar un extraño aspecto cabalgando en la blandura gris de Platero.

Cuando, yendo a las viñas, cruzo las últimas calles, blancas de cal con sol, los chiquillos gitanos, aceitosos y peludos, fuera de los harapos verdes, rojos y amarillos, las tensas barrigas tostadas, corren detrás de nosotros, chillando largamente:

--¡El loco! ¡El loco! ¡El loco!

...Delante está el campo, ya verde. Frente al cielo inmenso y puro, de un incendiado añil, mis ojos --¡tan lejos de mis oídos !-- se abren noblemente, recibiendo en su calma esa placidez sin nombre, esa serenidad armoniosa y divina que vive en el sin fin del horizonte...

Y quedan, allá lejos, por las altas eras, unos agudos gritos, velados finalmente, entrecortados, jadeantes, aburridos...

--¡El lo... co! ¡El lo... co!


Mi co-colega los gritos de sus alumnos los oía también entrecortados, jadeantes, aburridos, velados finamente… por la prosa juanramoniana.

Qué torpe

La pregunta correcta no es ésa, sino ésta:
¿Cree usted que María Emilia Casas ha contribuído al desprestigio institucional que denuncia María Emilia Casas?

lunes, 26 de abril de 2010

Mientras paso

Llegando a casa, paso al lado de un grupo de jovencitos, que tienen toda la pinta de ser alumnos de mi colegio. Yo me recuerdo así, apoyado en la moto, rodeado de amigos, hablando de intimidades, riéndome. Paso entre ellos como si fuese el tiempo: sin que me echen cuenta. Les parecería una figura alegórica si se fijaran. "Como os veis, me vi; como me veis, os veréis", pienso sin acritud, y hasta tengo el impulso (que reprimo) de declamárselo en plan discurso de don Quijote a los cabreros.

Luego, en casa, he leído este poema de José Luis García Martín:
.......LA INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS

Me distraje un momento
(una música, un libro, nubes
que imperceptiblemente pasan),
y ahora miro mi reino
ocupado por esos
extraños animales,
los jóvenes.
Uf, una inscripción de cementerio y la decadencia del imperio romano. ¿Así estamos? Podría, claro está, leer el poema de Javier Salvago titulado "No volveré a ser joven", donde remata con este suspiro: "A Dios gracias". Pero no, gracias: la nostalgia es uno de los encantos, y no el menor, de la edad.

Seamos sibaritas hasta de la melancolía.

domingo, 25 de abril de 2010

Dos puntapiés (en mi propia espinilla)

Sí, la cita de Chuang-Tzé está metida con calzador.

Corro el riesgo de que se me acuse de erigirme en árbitro del elitismo. Es un riesgo laboral.

sábado, 24 de abril de 2010

A favor de la risa

En Contra el ruido (¡bellísimo título!), Francisco Alba va conversando (naturalmente en voz muy baja) de esto y de aquello, en una silva de varia lección, pero sin dar lecciones, con amenidad y multitud de datos curiosos. Por confluencia generacional o por afinidad electiva, comparto con él intereses, inquietudes, obsesiones y agradecimientos. Por ejemplo, su intenso y doliente homenaje a los inventores de la anestesia, esos benefactores de la humanidad cuyos nombres hemos olvidado injustamente, como bajo los efectos del éter.

Pero, al doblar una esquina, me encuentro con que sugiere que la fe perjudica el buen humor, y pone como botones de muestra a los talibanes y… a los opusianos [sic]. No he podido evitar sentirme aludido, y soltar una ruidosa (huy, lo siento) carcajada. A los talibanes los he tratado poco, por suerte, pero para muchas bromas no están por lo que uno ha visto en los telediarios. En cambio, los opusianos, dentro de la lógica diversidad de caracteres, ¡jo! ¿A cuáles habrá conocido Alba ? ¿O habrá caído en el cada día más corriente tic laico de la equidistancia por el cual, cuando uno habla, muy de vez en cuando, mal de un musulmán, automáticamente, por compensar, tiene que mentar a un católico, y meterlo en el mismo saco?

Una vez fuera del saco, no tengo más que discutir con Francisco Alba, cuyo libro he leído con una sonrisa de aprobación apenas interrumpida por mi estentórea risa opusiana. En ese mismo artículo viene a confesar que “cuanto mayor es la solemnidad mayor el ridículo. Sentir irrefrenables ganas de reír durante una misa, en una jura de bandera o en una lectura de poesía parece un síntoma de salud mental”, y ahí acierta. Yo aún diría más: sin solemnidad de fondo no hay muchas ganas de reírse. El sentido del humor sólo crece saludable a la sombra de lo sagrado. Tendría que explicarse con una sesuda y seria monografía, pero el meollo del asunto es muy sencillo: el humor es la ligereza ante la gravedad. Sin una no hay otro. Hasta el humor del absurdo necesita a la lógica, como contraste y red de seguridad de sus cabriolas. Los bufones tenían su puesto en las cortes de los reyes legítimos, y por eso Shakespeare, que no daba puntada sin hilo, en el reino descoyuntado de Dinamarca, nos mostró lo que quedaba del pobre Yorick: su seca calavera. Y la tristísima melancolía de Hamlet.

viernes, 23 de abril de 2010

Día sin libro

Francisco Bejarano ha observado con perspicacia que cada vez que el santoral laico dedica un día a algo es porque está en peligro o languidece. Hay días internacionales de la paz, del agua potable, de la igualdad laboral de la mujer, de los inmigrantes, etc. Sería un buen signo que la ONU, agobiada ante la obsesión lectora de la población mundial, declarase el Día sin Libro. Cervantes avisó con el Quijote de los peligros de un exceso de lectura: eran otros tiempos y él, un lector impenitente que se paraba a leer los papeles que encontraba por el suelo. En cambio, este jaleo subvencionado y oficial de finales de abril con el Día del Libro, Sant Jordi y ferias anejas recuerda más una imagen de Dante (o sea, dantesca): los movimientos en la cama del enfermo que no acaba de encontrar una postura que le alivie un poco.

En el Día sin Libro habría que volcarse, por llevar la contraria, en la vida. Yo voy a contar dos sucedidos de mis alumnos. Claro que las cosas no son tan simples, porque si no llega a ser por la literatura no hubiese disfrutado tanto.
I
Un alumno me contó su viaje a Alemania con su padre. Éste llegó una mañana muy decidido a su casa, en Jerez de la Frontera, y llamó a la puerta del cuarto de su hijo, diciendo: “¡Chico, haz la maleta que esta tarde nos vamos a Alemania a comprarnos un Mercedes!” Como suena. Alguien le había contado unos meses antes que en Alemania se podían conseguir coches de lujo de segunda mano muy baratos y le habían prometido unas gestiones que no terminaban de cuajar. Harto de esperas, había decidido actuar por su cuenta, ea. Cuando llegaron a Alemania, padre e hijo no sabían a quién dirigirse, llovía sin descanso, echaban las tardes enteras juntos en el hotel, tumbados en la cama, sin poder ver la tele, que no entendían y en los bares pedían por señas. Tuvieron que contratar a un traductor. Se volvieron —vaya si se volvieron, recalca orgulloso el hijo— con un coche. Era una cuestión de pundonor. Atravesaron conduciendo, casi sin parar, porque tenían muchas ganas de llegar, media Europa. Mi alumno, con todo, dice que no merece mucho la pena ir a Alemania a por un Mercedes, que no trae cuenta, lo desaconseja. Yo lo oía como el que lee un cuento de Flannery O’Connor. (Es una lástima que en el blogg no se escuche el acento sureño.)

II
Instruyendo a los de Soldadura sobre la conveniencia de poner todo de nuestra parte para conseguir las cosas que uno desea, un alumno aportó la historia del amigo de su tío, ambos soldadores. Ese joven quería casarse con una universitaria, explicó mi alumno, aunque yo supongo que entonces, al principio de la historia, simplemente le gustarían las universitarias, como tonto. Fuera lo uno o lo otro, a la hora del bocadillo en Astilleros, él se repeinaba y se iba todos los días, todos, al bar de la universidad, que está a diez minutos en coche. No perdonaba un día. Ahora, resumió el alumno, satisfecho como si él fuese el protagonista o al menos su tío, está casado con una universitaria la mar de guapa y que gana sus buenos billetes. Bien, ¿recuerda o no recuerda (y eso que nos faltan los detalles de la conquista) un cuento del Decamerón?

jueves, 22 de abril de 2010

Ramón Eder

De la última (ay, en todos los sentidos) entrega de Renacimiento me han gustado muchas cosas, pero me ha sorprendido Ramón Eder, al que no tenía el gusto. Excelentes aforismos. El Barbero se ha lanzado en plancha:
Un político es un ciudadano menos.
*
Si nos alejamos mucho de la tentación caemos en la siguiente.
*
No ir al teatro es una forma de hacer crítica teatral.
*
Lo imperdonable de los que acuden sistemáticamente tarde a las citas es que lo hacen porque a ellos les irrita esperar.
*
Un aforismo es lo contrario de un mamotreto.
*
Los escritos que un buen escritor tira a la papelera son mejores que los que publica un mal escritor, y precisamente por eso es mejor escritor.
*
Contradecirse es la única manera de no tener ideas fijas.
*
También es cursi tener miedo a ser cursi.
*
El aburrimiento es un malestar producido por la ausencia de dolor.
*
Somos inmortales todos los días de nuestra vida, excepto uno.


Y de wikipedia (lo siento), no he podido resistirme a este colofón:
Sonreír es vencer la ley de la gravedad.

domingo, 18 de abril de 2010

Mañana, aniversario

Recuerdo muy bien la elección del Benedicto XVI. Habíamos tenido reunión o claustro o consejo escolar en el IES y me monté en el coche y encendí la radio. Justo entonces estaban dando la noticia. El corazón se me puso a repicar como una campana. Sonó el timbre de mi móvil y era un amigo que había supuesto mi alegría y me llamaba para contarme que se le había ocurrido lo de "Ratzinger Z", que qué me parecía. Me parecía muy bien, cómo no, y si llego a saber la que le esperaba, pues mejor me hubiese parecido. Camino de casa, paré en la de mis padres y mi madre salió a la puerta saltando de alegría. La recuerdo perfectamente, con un chaleco sobre los hombros, a la luz dorada de la tarde, riéndose, mientras el día se iba poniendo golonciélago. Luego vimos la noticia por televisión, de pie, como he visto que ven los forofos del fútbol los momentos más emocionantes. Aquella alegría de entonces es imborrable, todavía me dura, y tenía más motivos de ser aún de los que mi madre y yo, abrazados, imaginábamos.

viernes, 16 de abril de 2010

A dos voces

—¿Un proyecto de futuro?
Convertir mi vanidad
en orgullo.

—¿Y la humildad?
—Demasiado para mí.
—Di que sí.

jueves, 15 de abril de 2010

El escritor

Aunque no lo diga en la crítica, también me fastidia que se titule El escritor. La literatura brilla por su ausencia. Si no recuerdo mal, al susodicho nunca le vemos ejerciendo y sólo una vez tachando a vuela pluma dos o tres folios de su predecesor. Del marketing libresco, se ve más, pero es la politica, como en la vida real, la que se come la película. Y como en la vida real, es una pena. La figura del negro tiene fuerza dramática de sobra para atreverse con temas tan apasionantes como los derechos intelectuales, la vanidad del escritor, el orgullo del creador... que ya se explotaron magistralmente en Cyrano de Bergerac.

Por otra parte, estoy sensible con el tema: hace poco me propusieron a mí un negocio (salvando las distancias) similar. Sirvió para ver la importancia de las palabras: "El que trabaja como un negro no puede trabajar de negro", me excusé. Se lo pasé a un amigo menos ocupado, que contestó: "¡Sí, hombre, no trabajo de blanco, voy a trabajar de negro!"

miércoles, 14 de abril de 2010

Chestertónico

El gran Benítez Reyes nos ha dejado esta greguería sorprendente y feliz, o sea, esta verdad: "La condición [de intemporales] a veces representa un defecto en el día preciso en que se publica un artículo y a veces una virtud al día siguiente de publicarse". A mí, esto me consuela mucho en el día preciso de publicarlo, aunque al día siguiente me inquiete y desazone.

Parecerá mentira, pero la columna de hoy lleva segundas intenciones, y terceras, cuartas y quintas. Sería divertido retarles a ver si adivinan cuál fue el móvil principal que me movió a perpetrar esto, y cuáles fueron luego intenciones cogidas al vuelo, que las pintan calvas. Pero es miércoles, es temprano, estamos en crisis, y no para jueguecitos literarios, me temo.

Así que lo confesaré del tirón. Aunque he disfrutado con el codazo a d'Ors, con el aplauso a Chesterton, con el pellizco a JM de Prada, con la palmada en la espalda a JM Díez, con la defensa (en estos tiempos tristes en que nos empujan a la vergüenza) de la alegría universal del cristianismo, el móvil verdadero es... unos minutos de publicidad. Concretamente, a la maravillosa repostería tradicional del Convento del Espíritu Santo, sito en la calle Pozos Dulces, además.

martes, 13 de abril de 2010

La moral del microcuento

"Ningún ser merece nuestro interés más de un instan­te, o menos de una vida", afirmó Nicolás Gómez Dávila. El escritor de microrrelatos se apresuró a darle la razón con entusiamo: "¡Y que ese instante sea tan intenso que no se nos olvide en la vida!"

lunes, 12 de abril de 2010

Greguerianas

Dice Cristóbal Serra que “la naturaleza ofrece aforismos. Aforismo es […] la gallina y […] el más perfecto de los aforismos: el huevo”. De acuerdo en lo del huevo, pero la gallina es una greguería. Y el gallo, una frase francesa.
*
Refrán: greguería gregaria.
*
Máxima: greguería con aires de grandeza.
*
Aforismo: greguería fina.
*
Taco: una greguería gorda.
*
Graffiti: greguería + conffeti.
*
Slogan: extranjerismo
*
Cita: greguería egregia.
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Sueños: algarabía de greguerías.
*
Verdad: greguería sorprendente y feliz.
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Chiste: greguería de sal gorda.
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Tontería: una greguería por la culata.
*
Gongorismo: greguería con gorguera.
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Haiku: greguería levísima.
*
Soleá: greguería de mucho sentimiento.
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Frase: agente de la greguería secreta.
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Greguería: brevedad con uniforme de gala y condecoraciones.
*
Verso: greguería sencilla, musical, transparente... [o sea, un imposible, pero ya nos ha demostrado Gaya que "sólo en lo imposible es posible el arte"].
*
Firma: autogreguería.
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La greguería no puede ser ni muy obvia (“El papel reciclado es una tostada muy delgada de pan integral”) ni demasiado insólita (“Los gorriones rebotan como pelotas de goma”). Debe buscar el punto medio entre lo Gómez y la Sorna.
*
Milagro: greguería inolvidable.
*
Greguería inolvidable: milagro.
*
Nicolás Gómez Dávila: otro nivel.
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Nombre propio: greguería usual de identidad.
*
Diminutivo: exageración.
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Piropo: greguería provenzal.
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Insulto: piropo retorcido.
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Elogio: greguería personalizada.
*
Epitafio: la última greguería.
*
Greguerianas: serie de treinta greguerías.

domingo, 11 de abril de 2010

News on Neuman

Pobre barbero, viviendo últimamente al filo de la navaja... Hoy sólo trae el rasurado de una página del periódico, o sea, el escamondado de lo que ya peló otro barbero, en este caso, Pilar Vera, que lo hizo muy bien. La vida no le da para más, pero la entrevista a Andrés Neuman en el Diario de Cádiz llama la atención. Quizá tardéis menos en leer toda la entrevista que esta selección:
A mí me interesa no tanto la revelación del misterio, como su consecuencia.
*
Una vez desmontado el artefacto no hay manera de que vuelva a funcionar el mecanismo. Por eso me gustan las historias resueltas a medias, que piden relecturas.
*
Soy más constante que veloz.
*
Escribir es para mí un ejercicio terapéutico, no tanto de desahogo personal, como de tranquilidad de espíritu. Escribo porque si estoy ocioso lo paso mal. Mi espíritu judeo-cristiano me machaca si no trabajo.
*
Un escritor es un cleptómano […] Gracias, Dios, por crear al prójimo.
*
A mí no me gusta escribir, pero [cita a Paul Auster] si no escribo lo paso peor.

Vuelve a gastar la broma de que Van Gogh, si no hubiese pintado, se habría cortado las dos orejas, que ya perpetraba en El equilibrista. Tratándose de alguien que se suicidó, no deja de ser un extraño ejemplo de las virtudes terapéuticas de la creatividad.

viernes, 9 de abril de 2010

Dos de d'Ors

El libro lo reseño/publicito en una columna de Alba. Aquí, recojo dos haikus que a d'Ors se le han caído de las manos:
El salto
del pez en el estanque
se ve en pasado.

Anochece.
En el parque las risas
suenan más claras.

jueves, 8 de abril de 2010

Que siga la seguidilla

Ordenando viejos papeles, he encontrado esta nota del verano 2ooo, recién llegado del viaje de novios:

DIARIO DE UN POETA RECIÉN CASADO

Lo mejor de los viajes
son los regresos
(y mucho más ahora
que en todo empiezo).
¡Qué extraordinario
encontrarte, de pronto,
fregando platos!

[Machismo (¿hay que avisarlo?) no hay, sólo deslumbramiento. Y eso, con lavavajillas y una década más, sigue. Por algo es una seguidilla.]

miércoles, 7 de abril de 2010

Cómo ha sido

Ni calefacción ni
aire acondicionado:
¡la primavera!

Abraham Pérez Lozano

Los libros de los amigos los leo fatal: corriendo para contestarles, suponiendo que estarán esperando, con el alma en vilo, las primeras respuestas. Quizá no, y sólo sea que yo generalizo mis inseguridades. Pero no lo puedo evitar.

Algo así tuvo que pasarme con Apariencias (Renacimiento, 2005), el libro de relatos de José Cereijo. Apenas recordaba que me gustó mucho. Pero el otro día, cuando estuve con el autor, también dio tiempo a que me citara un cuento suyo de allí, "Cuatro gatos", y nada, como si me hubiese comido la memoria el ídem. Después, M-M se deshizo en elogios del Cereijo narrador. Me decidí por la relectura.

Y ha sido una de las mejores decisiones de mi vida. (No exagero, ocurre simplemente que las mejores decisiones de mi vida han sido muchas.) He visto claro que es uno de los libros más personales del pudoroso Cereijo, y también es tan poético como el que más de los suyos. Por eso no disuena un poema stricto sensu que nos cuela, con una introducción que no hace falta, pues los datos indispensables (la amistad fingida del anónimo escritor de provincia con Borges, que éste se entera póstumamente, etc.) están en el poema. Tal vez Cereijo lo escribió como un monólogo dramático, y luego pensase que iría mejor arropado entre sus cuentos, y doblemente arropado, porque es, cuenta, el relato de un sueño. A mí, ropajes aparte, me ha emocionado mucho y, en la medida de mis posibilidades, lo antologo aquí y lo dejo exento, para que brille como el poema de una pieza que es:
............ABRAHAM PÉREZ LOZANO

Allá, en la lejana provincia, para distraer el tedio,

o simplemente para adornarte ante los ojos de tus amistades con el prestigio de un nombre conocido,

decías a todo el mundo que habíamos sido amigos, en los años perdidos de tu juventud,

y quizá te conmovías tú mismo al imaginar las escenas que luego contabas

de ese lejano tiempo compartido.

Yo, aquí, muchos años después, cuando ya soy el que te sobrevive,

he pensado también, al escuchar el relato de esos años en que no estuvimos juntos,

en la lejana, delicada amistad que tú de esa manera quisiste consagrarme,

y en que de veras me habría gustado compartirla contigo.

Y, como si realmente te hubiera conocido, escribo estas palabra para recordarte y agradecértela,

y te tiendo la mano con la secreta esperanza de que, allá donde estés, puedas ver ese gesto

que confirma todo lo que contabas, y que en realidad fuimos amigos, aunque yo no lo supiera nunca,

hasta hacerme sentir hoy la nostalgia de todos esos años en que, sin yo saberlo, te acordabas de mí.

Esa pura amistad, diferente de todas, es un don que agradezco,

y quiero que estas líneas que escribo en tu memoria digan que si algún día, cuando yo también haya llegado a donde tú estás, podamos encontrarnos,

me alegrará saber de ti, evocar viejos tiempos y darte las gracias porque, durante tantos años,

hayas guardado por los dos esa antigua memoria.

martes, 6 de abril de 2010

Hacer la Pascua

Mala noche. Calor. Bajo a ver si nos dejamos encendida la calefacción. No. Me acuesto. Ruidos. Bajo a ver si los perros están haciendo algo. No: duermen como benditos. Subo. Bajo a tomarme un Almax.

Madrugón. Leonor (y Carmen) se van al trabajo. Leo un poco. Doy una cabezada. Me despierto de golpe y mal. Corro a la ducha, recitándome el verso de Jesús Beades: “… llegas tarde llegas tarde”.

Llamo al 123 para dar de baja un servicio que no di de alta. Hablo con un contestador automático largo y tendido. Hablo con una señorita cortante y tenso. No es el departamento adecuado: 123, llame otra vez. El contestador automático, mi viejo amigo. Una nueva señorita que me dice que no lo he entendido, que no lo he entendido, que no lo he entendido. Le pregunto si es de carne y hueso o un contestador de nueva generación. Es un hueso duro de roer. No ríe. Yo tampoco. Al fin consigo darme de baja, exhausto.

Sin solución de continuidad, llamo al seguro. Comunica. Comunica. Cogen. Termitas no cubre. Goteras no cubre. Pintadas en la valla no cubre. Ah. Adiós.

Llego al IES. La mujer de Pepe, el del bar, está en el hospital muy fastidiada. Con la vida, no hay bromas.

Trabajo en un documento que, misteriosamente, se traga mi ordenador.

Voy a clase pensando en mi hora y media, media y hora, que se dice pronto, de trabajo que se ha ido al limbo cibernético. Por un juego de espejos siento que también voy a perder el tiempo, que se ha abierto un sumidero...

Una alumna comentó en su casa que yo había comentado que leía la Biblia [¡como Jünger, ¿recuerdan?, qué casualidad!] y me trae un manuscrito de su padre, sí, como oyen, con una nota en la que el autor dice haberse enterado de que soy un lector de la Biblia y donde me ofrece sus obras “por si me atrevo a ir más allá”.

A la vuelta paro para comprar el pan nuestro. El coche no arranca. Tengo que volver andando. Hace viento del Este, el mismo que secó el Mar Rojo.

Encuentro a un vecino de mi padre. Nos saludamos. Me comenta que a ver cuándo gano el Nobel, que tiene ganas de fardar de vecino escritor. Yo le confieso que tengo también ganas de ganarlo, por mis alumnos más que nada, para que vean a quién no echaban cuenta cuando estaban en la escuela. No sé por qué al vecino de mi padre no le hace ni pizca de gracia el comentario. Se despide.

Pongo al fuego unas pechugas de pollo.

Viene a cobrar el jardinero.

Quemo las pechugas de pollo.

Leonor (y Carmen) llegan. Leonor (espero que sólo ella) pasó también mala noche y no está para verle la gracia al pollo calcinado.

En vez de dormir la siesta, reescribo lo del limbo, con humor de purgatorio.

Dejo el coche en un taller.

Me llaman del taller, que ya está, pero Leonor (y Carmen) han salido y no vuelven y no voy a llegar a la hora y mañana necesitaba el coche y… Leo (y Carmen) llegan, y salimos corriendo, y llegamos al taller por los pelos.

Pago.

Llamo a un amigo que tiene un hijo convaleciente. Justo cuando me salta el contestador, se me acerca un rumano en un semáforo con la intención de lavarme el parabrisas. Grito: “¡No! ¡No! ¡Por compasión, no!” Dudo si rellamar a mi amigo para darle las pertinentes explicaciones.

Por gusto y para hacer un poco de régimen en la cena, compro habas frescas (recuérdese que nací en Murcia). Pero las habas no son de Murcia y están duras como chinos. Me pimplo un bocadillo de foie-grass.

Hoy es el cumpleaños de Pukka (11 años). Para que lo celebre, le despiezo el pollo calcinado. Lo disfruta, qué bien, algo que sale medio qué. Pero luego se pone a relamer el plato hasta que le saca brillo. Lame, sigue lamiendo, lamiendo el recuerdo del pollo, el recuerdo obsesivo del pollo calcinado, y a mí me entra un ataque de nostalgia.

Son las 11 y diez y tengo que escribir la columna de mañana, pero aquí estoy detallando mi día, asombrado, sin dar crédito.

Leonor (y Carmen) me informan de que la perra se ha puesto en celo. Como Carbón es macho, mucho, echaremos una próxima quincena la mar de animada.

Todo me sale en la nariz, me advierto. Tanto rollo con la felicidad y el Lunes de Pascua, sin esperar ni un día, me ponen a prueba. ¿Mi alegría es sólo cuando todo sale bien o tiene raíces más hondas (y en forma de cruz)?

La prueba la he superado a medias, suspiro y me doy unos golpecitos en la espalda para darme ánimos, aunque sabiendo que esto es nada, que mérito no tengo mucho (entre paréntesis está Carmen, que consuela de todo), y además estoy convencido de que mañana escampa. Mérito el de Job.

domingo, 4 de abril de 2010

Aquí y allí, antes y después

Mi artículo me dio pena. Más que nunca hubiese querido que cada frase encerrase una felicidad, esto es, que la sintaxis fuera translúcida, pero no, ay. Luego caí en la cuenta que el artículo al menos transparentaba (o transpiraba) la disciplina, y me alegré.

Además, me sirvió para hacer un descubrimiento. La felicidad es siempre la misma aquí y ahora. La diferencia de la de los cristianos es que empieza antes y, sobre todo, que no acaba ni aquí ni más allá. Entonces volví a recordar a Chesterton y dos poemas de El fiero caballero que marcan los no límites:

................ANTES DE NACER

Si hubiese árboles altos y hierba corta
como en un increíble cuento,
si hubiese un mar azul, azul marino,
y azul celeste hubiese un viento,

si colgase del aire un fuego afable
que calentase todo el día,
si le creciese barba verde al prado...,
¡oh, qué bien sé lo que yo haría!

Duermo en la oscuridad, soñando que
hay ojos grandes y además
sombrías calles y calladas puertas
con gente viva por detrás.

Que venga una tormenta y me despierte,
y lloraré todo el derroche
de los sueños de vida que he soñado
en los imperios de mi noche...

Y si una vez pudiese caminar
por esos sueños unas millas,
sería el más alegre peregrino
del País de las Maravillas.

No me oirías palabras de desdén
ni una palabra lastimera,
si encontrara la puerta de ese mundo
alucinante, si naciera.


..............EL ESQUELETO

Ni abejorros ni ruiseñores
son tan felices como yo;
que aquí, tumbado entre las flores,
me río eternamente. No
diré por qué. Vuestro despiste
por el momento es esencial,
ya que la muerte es un buen chiste
de Dios. La gracia está al final.

[Las versiones son míos y, encima, libérrimas. Para las vv.oo. hágase cliq en los títulos.]

viernes, 2 de abril de 2010

Otras muchas cosas

El final del Evangelio de San Juan nos deja boquiabiertos: “Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús, y que si se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir”. El corazón se acelera de curiosidad. ¡Cuánto nos gustaría oír, una por una, todas esas cosas! Y la inteligencia se pregunta, divertida, si San Juan no estaría echando la rúbrica a su libro con una hipérbole bien cervantina, si me permiten el anacronismo. O incluso con aires machadianos: “A las palabras de amor/ les sienta bien un poquito/ de exageración”.

Se responde uno que no. No, desde luego, por razones teológicas: el mínimo acto de Jesús, por ser Dios, era infinito, más alto y más hondo y más ancho que el mundo entero. No exageraba San Juan ni un poco.

Pero tampoco exageraba desde un punto de vista estrictamente terrenal. Jorge Luis Borges, en su famoso cuento “Funes el memorioso”, habla de un hombre con una memoria tan buena que necesitaba un día entero para recordar un día entero. Sus recuerdos eran tan exactos que coincidían segundo a segundo con lo recordado. Borges se quedó corto. La realidad es tridimensional: la percibimos de golpe con ocho sentidos, los cinco clásicos y el común y el del humor y el de la medida. Mientras, la memoria es apenas un hilo y, por tanto, para recordar un rato, tiene que anudar sucesivamente todas las perspectivas, lo que lleva su tiempo. La realidad es una escultura; la memoria un texto o, como mucho, un cuadro.

Además, lo que hacía Jesús venía de muy lejos, como avisaron los profetas, y llega hasta aquí mismo. Yo tecleo estas palabras gracias al impulso de algún acto de Jesús. Pero no hay que viajar por el tiempo ni arriba ni abajo, pensemos sólo en la extensión horizontal: qué infinidad de detalles guardarían sus contemporáneos de Él, y se contarían luego unos a otros con todo lujo de detalles. A cuántas cosas y con qué pena tuvo que renunciar San Juan porque un libro no daba abasto. “De contarlo todo no terminaría nunca”, se lamentaría. Por eso acabó con un suspiro.

jueves, 1 de abril de 2010

La vida es lo junto

Anteayer fue un día esquinado; ayer, redondo. Cuando al acostarme me pregunté por la causa de tanta euforia, me encontré con un buen puñado de motivos. Sin descartar que alguno más se me escape, fueron éstos:

1- Después de dos días sin café, nos llegó por fin el paquete de Nespresso y, además, me tomé otro en el bar “El Rempujo”. Qué bien me sentaron, Dios mío; hasta recité en voz alta el único poema de un tío de mi abuela: AL CAFÉ: “Hazme promesa formal/ de no faltarme en la vida/ porque eres una bebida/ para mí fundamental”.

2- El problema con el IBI se solucionó (previo pago) y, entre unas gestiones y otras, se me ocurrió un artículo, titulado Magna latrocinia.

3- Para hacer las susodichas gestiones, Leonor y yo dimos varias vueltas andando por El Puerto, que estaba descascarillado por tanta lluvia, pero esponjoso bajo la luz azul de una primavera que se ha hecho de rogar.

4- “Virgen de la Macarena,/ ponte la cara bonita/ que ya sabemos to er mundo/ que el Domingo resucita”, parecían canturrear los botones verdes que han salido a dos de las glicinias que el año pasado saqué de unas semillas. ¡Han pasado el invierno!Entonces fueron para mí muy importantes porque sentí la vida nueva entre mis manos, y lo siguen siendo.

5- Fui leyendo vuestros comentarios aprobatorios a mi artículo, que me animan muchísimo. Gracias.

6- San Pablo, nada más empezar la lectura, me dijo: Debemus autem nos firmiores imbecilitates infirmorun sustinere, et non nobis placere (Rom 15, 1).

7- Los cristaleros trajeron la tapa de la mesa que he diseñado con el carpintero de mi ies, y quedó preciosa. Qué de cosas estupendas parece que uno va a poder escribir cuando estrena utensilio.

8- Leí al sol.

9- En misa, me encontré con varios veraneantes que ya van llegando, y a la salida nos saludamos efusivamente, sin fingir.

10- Con otros veraneantes fuimos a cenar (peces).

11- En la mesa de al lado estaban unos amigos de unos amigos y, de pronto, al saludar al marido, contra toda esperanza, a pesar de la fuerza de la costumbre y del índice de probabilidades, recordé su nombre. (Él me llamó Pedro.)

12- Durante toda la cena, dos de los veraneantes nos estuvieron contando a tres de los indígenas, que oíamos con la boca abierta, el deporte que hacen y su plan de entrenamientos y sus lesiones y fisioterapeutas y su material deportivo de última generación. Uno de ellos es maratoniano y el otro se prepara para el triatlón. Yo tuve la sensación de no haber hecho tanto ejercicio en mi vida, aunque fuese de oídas y, para ponerme a tono, no pedí postre.

Son cosas pequeñas. Casi ninguna de ellas explica esa alegría honda. Sin descartar tampoco que la dosis de felicidad correspondiente al día anterior, como no la usé, se almacenara para el siguiente. Releyendo uno por uno los motivos, me hago preguntas. Por ejemplo: ¿cómo puede ser que algo tan bioquímico como un chute de cafeína me cause efectos tan espirituales? Y me las contesto sobre la marcha: lo del café puede ser, y qué. El hombre es eso, la mezcla, y la vida es esto, lo junto, como señaló Luis Rosales. Además la bioquímica tiene su humor... Así que, en la estela de mi tío bisabuelo, le casqué una copla, ea:
Para la memoria, el fósforo…
¡Tiene gracia la bioquímica,
pues un recuerdo se enciende
como —zas— una cerilla!