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jueves, 2 de julio de 2020

martes, 2 de julio de 2019

Zen todo

Qué gusto da darse de bruces, entre tanta impostura, con poesía verdadera, aunque sea mínima (en apariencia) como estos haikus de Guillermo López Gallego, en Todo a Zen (Los papeles del Sitio, 2066). 

He seleccionado los cuatro que más me gustaban y, de golpe, gracias a la fuerza tácita de la tradición y las reglas, véanse las cuatro estaciones, una tras otra y vuelta a empezar:


un murmullo de agua
otro año
que llenan la piscina

*


los gorriones y el viento 
recorriendo 
las ramas del abeto

*

también entre la hierba
son tan blancas
las flores del almendro

*

sin que nadie lo viese 
las acacias 
han vuelto a verdear


domingo, 12 de mayo de 2019

A la intemperie


En su presentación-espectáculo, Lara Cantizani sorteó algunos libros de haiku que él ha editado. Podía haberme tocado Basho. O Issa. Pero me tocó A la intemperie (Haibooks, 2006) de Juan Francisco Pérez y de María Victoria Porras.

«Vaya, mi suerte..», pensé; pero era mi suerte, en efecto.

Qué libro tan bonito. Los haikus están muy bien y, además, todos juntos, transmiten un aroma a Murcia (una Murcia orientalizada, pero auténtica) que te conmueve. Ni la nombran, pero se vislumbra hasta una bonita historia. Es un libro escrito al alimón y, supongo, que al aliamor.

Ojalá Pérez & Porras se busquen en Google de vez en cuando y les pueda llegar mi aplauso y mi agradecimiento.

Algunos haikus del libro:

Un árbol muerto.
Aún da al paraje
su quietud.

*
Ermita de huerta.
Su tejado a dos aguas
apunta al cielo.

*

Rompe a llover.
Se acrecienta el perfume
del azahar.

*

Cómo se ríe
al desenredar su pelo
de la mimbrera.

*

No se permite
el paso a esta finca.
Zarzal en flor.

*

Ajo y albahaca.
El olor brota a golpes
del mortero.

*

Al fresco olor
del huerto, qué liviano
es desvelarse.

*

Hacia el mediodía
los golpes de la azada
van espaciándose.

*

Oh, qué frescor
fundida ya mi sombra
con la del árbol.

*

Ay, empapadas
en los charcos, qué duras
mis esparteñas.

*

Para los ojos
que miraban la luna,
qué denso el mundo.

***

jueves, 22 de noviembre de 2018

AP-4 (Viendo llover)


¡Cuánto hace 
el cristal por la lluvia...! 
Lágrimas de alegría.

Tiempo desapacible


No se coordinan 
las nubes y la luna: 
llena y nublado.


Este haiku mío me encantaría. Creo que la «foto» está bastante bien, el problema es el sentimiento. Esa descoordinación entre la luna y la tormenta me parece refrescante, porque estamos ya bastante hartos de tanta eficiencia y tanta sincronización cronometrada. La belleza es hirsuta, caprichosa, imprevisible y rebelde. De manera que si consiguiese darle al haiku una vibración de admiración incluso en la constatación del fastidio, estaría bien y me consolaría mucho de no poder ver la luna sino a ráfagas raudas.

Ahora parezco más decepcionado de lo que estoy.






viernes, 19 de octubre de 2018

miércoles, 10 de enero de 2018

Sí, pero



Cualquiera escribe un haiku, 
sí, pero 
¡cualquiera escribe un haiku…!



domingo, 21 de mayo de 2017

Basallote


Entre mis múltiples prejuicios, desconfiar del poeta que no me llega de la mano de un poeta o de un crítico, sino de su familia o de un compañero de trabajo. Los prejuicios tienen de bueno que es mucho más fácil curarse de ellos que de nuestros juicios y uno lo hace incluso con un prurito de orgullo.

He leído los haikus de Francisco Basallote (Vejer de la Frontera, 1941-2015) porque su sobrina Caridad, que se merece que nos desprendamos de cualquier prejuicio como quien se quita el sombrero para saludarla, me prestó En los senderos del bosque, publicado en 2008 por la Sociedad Vejeriega de Amigos del País. Y me he alegrado muchísimo.

Mi selección:
 No dará más naranjas. 
De un solo tajo 
dos leños secos.
*

El cielo azul 
ha descendido al seto 
de las lavándulas.
*

Ensimismado, 
el cisne sólo existe 
en su reflejo.
*

Un haijun lava 
su túnica en el río 
y sus recuerdos. 



sábado, 20 de mayo de 2017

El guateque



Carmen se bajó llorando amargamente del autobús del colegio. Quería ir a la feria de Jerez. Todas sus amigas van. Todas. Menos ella. Ha salido a la madre, a la que yo había respondido  a lo mismo media hora antes: "¡Pero si te llevo a la feria [del libro] de Sevilla". No le había hecho mucha gracia. 




Ahora ella consolaba a su hija: "No llores, que tienes siete años y todas las ferias por delante. Yo tengo cuarenta, y mira, hija, cómo me aguanto".

Tuvimos que hacer un trabajo de consolación, en mi caso doble, y por fin salimos, parando antes en la zapatería, que era muy importante y yo no lo iba a discutir, naturalmente. 

A la mesa redonda llegamos a la hora en punto, como cronometrados. Estuvo muy bien, hasta de público, que superaba a los participantes, y entre los que había tantos aforistas o más como en la mesa, lo que la hacía redonda. Veía a Victoria León, a Antonio Rivero Taravillo, a Miguel Veyrat, a José Luis Piquero, a José Luna Borge, a Hilario Barrero...



Los problemas vinieron después. La organización nos invitaba a cenar (que es peor que pagarme un traje, como chestertónicamente se sabe:


) pero, antes de las nueve, quería pasarme por mi caseta de Renacimiento a decir "hola"; y también quería asistir -aunque fuese un poco- a la presentación del libro de Hilario Barrero en la galería de Enrique M. Parrilla, presentado por José Luna Borge. Tenía tres buenos motivos, y apenas tres cuartos de hora para hacerlo todo. Que eran cuartos menguantes.




La feria, aunque lo fuese del libro, estaba animadísima y propiciaba encuentros continuos y paradas. Como íbamos hacia allí Pedro Serna, Rafael Adolfo Téllez, José Mateos y yo, cada uno contribuía a la lentitud con sus propios conocidos y saludados. Y amigos: vino Ignacio Trujillo, y se unió felizmente al grupo. Saludé a un poeta cuyo poema al padre se me había traspapelado para la antología. Me dijo: "Malvado" y yo, que con el lío no le había oído, le dije: "Igualmente". Eso le hizo gracia, menos mal.

Al llegar (tarde) a la galería, la puerta (acristalada) daba a la mesa del poeta y sus presentadores (con músico incluido). Ellos nos veían en la calle, dudando si entrar o no. Nos invitaron a pasar con sonrisas, cabezadas y gestos con las manos. Interrumpimos el acto. Había bastante gente y unos columpios que había que sortear. Una vez dentro, ya no había sillas, y nos movimos bastante buscándolas. Cuando acabó el baile, ya estaba hablando un señor y yo miré la hora. Eran las nueve. De todos, Leonor y yo éramos los únicos que estábamos comprometidos con la cena. Confiando en la delicada y exquisita informalidad de la Baja Andalucía puse un SMS a Sánchez Menéndez (SMS: Sánchez Menéndez, Sálvame) diciendo que estábamos complicados y que tardaríamos un poco. Esperaba un "no te preocupes, nosotros estamos la mar de entretenidos en la feria saludando al público y a la crítica", pero la contestación fue: "Ya estamos sentados, tomando una cerveza, os esperamos todo lo que haga falta". El horror.

Había estado todo el tiempo con el teléfono en la mano. Hice una foto del aforo para justificarme.



(Obsérvese la puerta acristalada a la derecha de la mesa principal, al músico que interrumpimos a la izquierda con su vihuela y el columpio entre nosotros y la puerta.)

Me fui al anfitrión (véasele muy atento al borde derecho de la foto) a explicarle que teníamos que salir (aunque acabábamos de entrar) y que si no había una puerta de servicio o algo más discreto, una salida de incendios o un conducto de aire acondicionado. No. La única salida era la acristalada. Leonor, Ignacio y yo nos fuimos, haciendo morisquetas de disculpa a todos los asistentes. Tropecé con el columpio que se balanceó vacío, como en las películas de terror o en las que muere un niño.

En la puerta, propuse el tratamiento homeopático: que volviésemos a entrar para que el ridículo alcanzase las dimensiones de Peter Sellers en El guateque. Yo creo que a Ignacio le apeteció la idea, pero Leonor nos fulminó con la mirada.

Esa entrada por salida la sentí por Hilario Barrero y por su libro, que quisiera haberme comprado. Cuando termine de escribir esto, empezaré a redactar cartas apologéticas. He calculado por encima que tengo que escribir siete u ocho.

Aunque íbamos andando a buen ritmo y la noche era cálida, Ignacio empezó una historia apasionante de una talla de una Virgen que encontró en un ángulo oscuro cubierta de polvo y de su dueño tal vez olvidada, pero ya estábamos en la puerta del restaurante y la historia no había terminado y no podíamos dejarla a medias, sin la mano de nieve, así que sumamos la recreación al retraso. Llegamos tarde a la cena y sedientos. Fue deliciosa: la conversación, los platos y los vinos. Y los vinos. Salí en una nube, casi habiendo olvidado el destrozo de la presentación, que seguro que se repuso estupendamente en cuanto nosotros nos alejamos de ella.

En la AP-4 Sevilla-Cádiz, tras tantas emociones y tantos brindis, iba dando cabezadas, lo que me preocupaba más por el tradicional haiku de cada AP-4:


Nunca te duermas
conduciendo ni, menos,
haciendo un haiku.

Un haiku es pura vigilia, atención máxima. Leonor, que no es muy de haikus, iba dormida a mi lado, profundamente. Y yo empecé a preocuparme profundamente porque los carteles no decían más que habría controles de velocidad (sin problema), de drogas (ídem) y de alcohol (ejem). Cuando abandonamos la autopista, me decidí a despertarla para que condujese ella. Y me alegré de que no recuerde mis poemas, porque me podía haber echado en cara que antes la despertaba para otras cosas:




Se puso al volante (ella que hubiese querido ponerse la falda de volantes en la feria de Jerez) sin protestar. Qué buena es. Le di un beso.

lunes, 16 de enero de 2017

viernes, 18 de noviembre de 2016

martes, 15 de noviembre de 2016

Notas


La superluna 
aliviada suspira... 
¡Cupo en el haiku!

*

Carmen: "¿Y mamá?
Yo: "Tenía mucho trabajo. No ha venido a comer".
Carmen: "Ya sabía yo que hoy no iba a ser un buen día"

*

Impresiona lo que humaniza a ambos encontrarse con un compañero fuera del puesto de trabajo.

*

Quien me pregunta por mis hijos me hace un favor. Me recuerda mi escala de valores.

*

Sería bonito que alguien nos preguntase también: "¿Cómo está Dios?" "Estupendamente", responderíamos, mejorados.


domingo, 21 de agosto de 2016

AP-4 Sevilla-Cádiz


Desde el principio
nos escoltó la luna,
y al final, uno
a uno, todos dormían
menos la luna y yo. 

miércoles, 20 de julio de 2016

Vivan las nubes


No me quejaré de la lluvia y los truenos de estos días. De mis viajes al norte, he vuelto con muchas ganas de veranear por allí, contra mis firmes principios de siempre. Es Leonor, más realista y económica, la que me recuerda que las veces que sostuve que sin cambiar de casa, como el castillo ambulante de Miyazaki, cambia nuestro mundo, con sólo girar la rueda de las estaciones, y eso sirve para irse a veranear. La lluvia le ha venido de maravilla. Me dice: "Ea, aquí tienes tu norte", señalando a la ventana.

Recogimos las vacunas de los niños. Nos advirtieron: "Que no se rompa la cadena de frío". Miramos al cielo, sonreímos, decimos: "Descuida".

Por último, el sol no se resignaba a su falta de protagonismo:



Día nublado
en que el sol se hace luna
¡y exige un haiku!



jueves, 28 de abril de 2016

martes, 5 de abril de 2016

jueves, 11 de febrero de 2016