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Te vi tras las ventanas del colegio,
aun inconsciente a tu belleza entonces
o ignorando que al verte iba amansando
hora tras hora el corazón riqueza
que no se agota nunca.
Yo lo que veía tras las ventanas del colegio, aún inconsciente a su belleza entonces, quizá inconsciente hasta hoy mismo que lo he recordado a la sombra del Teleno, era el azulmorado del mar más hermoso del mundo (JRJ --que tanto lo vio desde las ventanas de su colegio del Puerto-- dixit), y a la luz más clara y más honda del invierno. Y aquello, es verdad, es verdad, no se agota nunca.
Me entristece, mientras pienso sin cesar en la hija que ya tengo, saber que en estos treinta años, entre entonces y ahora, construyeron pisos y construyeron apartamentos de playa y más pisos y ya no se ve el mar desde las ventanas de mi colegio ni, me temo, desde el colegio de las niñas, que está bastante cerca y a la misma altura. Los han cegado.
Siempre podré, por supuesto, llevar a mi hija de la mano hasta el Paseo Marítimo, pero eso no es lo mismo. Lo suyo son las ventanas del colegio y la inconsciencia, sobre todo la inconsciencia. Menos mal que, venciendo la melancolía, sigo leyendo, y sigue Panero:
… Un poco de ti existe,Ah, bien.
por mí llevado como lleva el río
la nieve derretida, en las pupilas
de mis hijos. Un poco en su mirada
2 comentarios:
Te entiendo bien como ex alumno. Como sabes, no suelo (ay) bajar demasiado a Cádiz. Una vez quise enseñar a Marina y a los niños mi colegio y me perdí por las urbanizaciones. Al final llegué al Grazalema, que era el destino ideal de mi juventud, pero no el de mi madurez (nuevo ay).
Gracias, en npmbre de Ramón.
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