31 enero, 2012
Newsweek
Entrevista a cargo de Ana Von Rebeur, para la revista Newsweek. El texto empieza así:
NO ES EXTRAÑO que Eduardo Berti ambiente sus historias en lugares y épocas por demás disímiles —y hasta irreales—. Su primera novela, Agua, transcurre en una ciudad inventada de Portugal; y la segunda, La mujer de Wakefield, en la Londres de principios del siglo XIX. La última resume en su título ese espíritu: El país imaginado, ganadora del premio Emecé, se sitúa en China durante la década de 1930. “No es una China ciento por ciento real —dice el autor—, porque no me interesó escribir una novela de documentación histórica; tampoco es un país ciento por ciento imaginario, porque al mismo tiempo me documenté con absoluta libertad. Una especie de ‘documentación poética’. Más bien se trata de una mezcla de ambas cosas: un país imaginado”.
Porteño, futbolero y tanguero, Berti se vio cautivado por la cultura china. “Es muy supersticiosa y, curiosamente, muchas de las supersticiones tienen que ver con homofonías: con dos palabras que suenan igual —salvo, a menudo, un matiz tónico—”, cuenta. Pero también lo fascinó la práctica de escritura secreta llamada nü-shu. “En la antigua China las mujeres tenían prohibido escribir, entonces remediaron el asunto —burlaron la ley— inventando un sistema paralelo que, a los ojos de los hombres, eran simples líneas de bordado en un almohadón o en una tela”.
El resto, aquí:
Enlace original: http://diagonales.infonews.com/nota-172524-Los-mundos-del-escritor.html
29 enero, 2012
Escribir según Mario Vargas Llosa
Una ficción fracasa o triunfa por ella misma –por el vigor de sus personajes, la sutileza de su anécdota, la sabiduría de su construcción, la riqueza de su prosa– y no por el testimonio que ofrece sobre el mundo real.
La originalidad de toda ficción consiste –aunque parezca una tautología– es ser ficticia, es decir, en no parecerse a la realidad en la que vivimos, en emanciparse de ella y mostrar aquella que no existe y que, por no existir, soñamos y deseamos.
Supongamos que una novela completa es un cubo. Completa: es decir. toda la historia sin omitir un solo detalle, gesto o movimiento de los personajes, objeto o espacio que ayude a entenderlos y situación, pensamiento, conjetura y coordenada cultural, moral, política, geográfica y social sin los cuales algo quedaría cojo e insuficiente para la comprensión de la historia. Pues bien, ninguna novela, ni la mas maniáticamente realista, se escribe completa. Sin una sola excepción, toda novela deja una parte de la historia sin relatar, librada a la pura deducción o fantasía del lector. Lo cual significa que toda novela se compone de datos visibles y de datos escondidos. Si damos a la novela escrita –la que consta sólo de datos explícitos– una forma que se desprende del cubo que es el todo novelesco, la especial configuración que adopta ese objeto constituye la originalidad, el mundo propio de un novelista.
Entre el autor y el narrador de una novela hay siempre una distancia; aquél crea a éste siempre, sea un narrador invisible o esté entrometido en la historia, sea un dios todopoderoso e inapelable que lo sabe todo o viva como un personaje entre los personajes, y tenga una visión tan recortada y subjetiva como la de cualquiera de sus congéneres ficticios. El narrador es, en todos los casos, la primera criatura que fantasea ese fantaseador alambicado que es el autor de una novela.
Fragmentos de La verdad de las mentiras, de Mario Vargas Llosa.
26 enero, 2012
Las valijas
Cuando estudiaba en Elkton Hills fui compañero de pieza, durante un tiempo, de Dick Slagle, que tenía unas valijas muy baratas. Solía guardarlas debajo de la cama, para que nadie las viera al lado de las mías. Aquello me deprimía enormemente, y me daban ganas de tirar las mías o algo parecido o hasta cambiárselas por las de él. Las mías habían sido compradas en Mark Cross, eran de cuero legítimo y creo que costaron bastante. Fue algo gracioso. Les contaré lo que ocurrió. Terminé por meter también mis valijas debajo de la cama, para que Slagle no se formara un complejo de inferioridad. Pero verán lo que hizo. Al día siguiente del que metí mis valijas debajo de la cama, las sacó y volvió a colocarlas a la vista. Tardé bastante en descubrir por qué lo hizo. Lo hizo porque quería que la gente creyese' que mis valijas eran suyas. De verdad. En ese aspecto era un tipo de lo más curioso.
J. D. Salinger, "El cazador oculto" (a.k.a. "El guardián entre el centeno")
23 enero, 2012
Un padre severo
Siguen los artículos periodísticos en torno al bicentenario del nacimiento de Charles Dickens.
ADN La Nación (Argentina) publicó el sábado pasado un exhaustivo e inteligente ensayo donde Luis Gregorich dice, entre otras cosas, que el autor de Grandes esperanzas es "el gran cronista de las transformaciones sociales producidas por la revolución industrial, con su secuela de nuevos marcos familiares, modos inéditos de ganarse la vida, y cambios forzados de residencia."
Compárense, sólo como ejercicio intelectual, las novelas dickensianas con las obras del mismo género de la hoy repopularizada (por las series televisivas) Jane Austen (1775-1817). Se verá cómo unas pocas décadas de diferencia pueden modificar, no sólo el diseño genético de dos escritores, sino también el gusto y la cantidad de sus lectores.Mientras que la autora de Orgullo y prejuicio se asienta en el mundo de la mediana burguesía agraria, claramente preindustrial a pesar de la inminente llegada de los nuevos telares y enseres mecánicos, Dickens lo hace en la sociedad urbana que se industrializa, con sus correlatos humanos de administradores, prestamistas y niños esclavos. Austen,cronista de estilo cuidado, describe la todavía armoniosa campiña inglesa; Dickens, con escritura torrencial, se convierte en fotógrafo crítico de la nueva Londres, fascinante e injusta. Ambos son, como escritores, conservadores y progresistas a la vez: aunque los protagonistas de sus novelas -casi siempre femeninos en Austen, casi siempre (aunque no siempre) masculinos enDickens- suelen terminar casándose felizmente, queda en esos textos un residuo de rebeldía: el de una sutil defensa del destino de la mujer, en Austen; el de una invicta indignación ante la injusticia, en Dickens. En su momento Virginia Woolf reivindicó a Austen, a costa de Dickens: atribuyó a aquella un sentido de la forma que este último no tendría. Se trata de una discutible suposición.
El mismo suplemento incluye un fragmento de mi traducción de las Memorias de Joseph Grimaldi, escritas por un joven Dickens e inéditas hasta ahora en castellano:
Hemos señalado ya que el padre de Grimaldi era un individuo excéntrico; tal parece que fue especialmente puntilloso y bastante desagradable en la educación de su hijo. El niño, que había aprendido a efectuar cientos de trucos fantásticos, imitaba con facilidad a un payaso, a un mono o a cualquier otra criatura grotesca o ridícula, tanto debajo como encima de las tablas, y cuando lo incitaban los asiduos ocupantes de los camerinos, acostumbraba a dar saltos y piruetas para entretener tanto a éstos como al público. Por supuesto, todo ocurría escrupulosamente lejos de las miradas del padre, quien, siempre que por azar pescaba al niño haciendo cualquier travesura, le aplicaba idéntico castigo: una sonora paliza que terminaba con el pequeño agarrado de los pelos y volando hacia un rincón donde el padre, con semblante severo y voz atemorizadora, le ordenaba: " non te muevas, es tu responsabilidad". Sin embargo, Joe no acataba y, tan pronto como el padre desaparecía, también desaparecían los gritos y los llantos del hijo que, haciendo gala de un sinnúmero de guiños y sonrisas que más tarde se volverían populares, reiniciaba con mayor ímpetu su pantomima. Nada ni nadie podía detenerlo, salvo el grito de "¡Joe, Joe! ¡Allí viene tu padre!", ante el cual él regresaba de inmediato al rincón y se echaba otra vez a llorar como si nunca hubiese dejado de hacerlo.Con el correr del tiempo esto se volvió una diversión habitual y, más allá de que el padre se acercara realmente o no, la gente daba el grito de alerta por el mero gusto de ver cómo Joe corría de nuevo a su rincón. El niño entendió esto muy pronto y, como a menudo confundía las genuinas advertencias con las bromas que le jugaban, pasó a recibir más castigos y reprimendas que antes de quien describe en el manuscrito de sus memorias como "un severo pero excelente padre". En muchas de estas ocasiones, Joe se encontraba ataviado de pequeño payaso, su papel predilecto en Robinson Crusoe. Solía pintarse la cara a imagen y semejanza de la de su padre, lo que según parece volvía más hilarante la escena. El anciano caballero lo llevaba al camerino y lo dejaba en su rincón después de darle estrictas órdenes de no moverse de allí, so pena de ser castigado.
El conde de Derby, que a la sazón frecuentaba el camerino, apareció un buen día y, al ver a ese niñito cuyo aspecto solitario contrastaba sobremanera con sus atuendos y su maquillaje, le dirigió la palabra:
-Hola, chiquillo. ¡Ven aquí!
Joe le devolvió una mueca muy extraña, pero no se movió de su rincón. El conde rompió a reír y miró a su alrededor en busca de una explicación para la actitud del niño.
-No osa moverse -le explicó Miss Farren, a quien el conde quería mucho y con quien terminó casado-. Su padre lo castiga si se mueve.
-¿En serio? -inquirió el conde. Tras lo cual, a guisa de confirmación, Joe hizo otra morisqueta aún más extravagante que la anterior.
-Sospecho -dijo el conde, al cabo de una risotada- que este niño no teme a su padre tanto como parece. A ver, señor, ¡venga aquí!
Mientras así llamaba al niño, el conde mostró media corona y Joe, que conocía a la perfección el valor del dinero, se aproximó entre ademanes dignos de una pantomima y le arrebató en el acto la moneda. No había regresado a su rincón cuando el conde lo agarró del brazo.
-¡Espera, Joe! Te daré otra media corona si te quitas la peluca y la arrojas al fuego.
Dicho y hecho. La peluca fue a dar al fuego; hubo un rugido de risas; el niño corría y brincaba por el lugar con media corona en cada mano. Pero el conde, alarmado por las posibles consecuencias que esto podría traerle al niño, decidió rescatar la peluca del fuego con ayuda de un atizador. Fue entonces cuando irrumpió en los camerinos el padre de Joe, vestido de "marinero náufrago". Por fortuna para Joe, el conde de Derby se interpuso de inmediato entre padre e hijo; de lo contrario, es muy probable que este último hubiese matado a su hijo en presencia de todo el mundo, previniendo así cualquier posibilidad de que lo enterraran vivo alguna vez.
El asunto concluyó con una severa paliza que hizo llorar de amargura al niño. Las lágrimas que corrieron por su rostro, cubierto de una gruesa capa de pintura "de dos centímetros de espesor", transformaron tanto su aspecto que Joe ya no parecía ni un pequeño payaso ni un pequeño ser humano. De inmediato, lo llamaron a subir al escenario. Su padre, en pleno rapto de ira, no advirtió el estado en que su hijo subía a actuar, no hasta oír cómo el público estallaba de risa. Entonces, aún más furioso, Grimaldi padre alzó a Joe y le propinó otra tunda, que hizo vociferar al niño. El público interpretó esto como una broma genial y los periódicos del día siguiente afirmaron que era maravilloso ver actuar a un niño con tanta naturalidad, algo que hacía honor al talento de su padre como docente.
21 enero, 2012
De los cuadernos de Flaubert
Animales microscópicos. Un sabio los estudia. Las bestias crecen poco a poco, pueblan la escena, se vuelven monstruosas y acaban devorando al sabio.
Diálogo entre ellas y el sabio.
Animaux microscopiques. Un savant les étudie. Les bêtes grossissent peu à peu, peuplent la scène, deviennent monstrueuses et finissent par dévorer le savant.
Dialogue entre elles et le savant.
Gustave Flaubert, Cuadernos de notas
20 enero, 2012
Orange Crate Art
Van Dyke Parks en la TV holandesa interpretando al piano el tema central del disco Orange Crate Art, que en su versión oficial es cantado por Brian Wilson.
18 enero, 2012
Orgullo y soledad
17 enero, 2012
Personajes influyentes
Algunas de las personas más influyentes del mundo son criaturas de ficción, sostiene (con razón, creo yo) Lucy Pollard-Gott, autora de un libro que se llama "The Fictional 100" donde retrata y analiza a los cien personajes literarios más influyentes de la historia. No he leído el libro, solamente unos extractos y una entrevista donde Pollard-Gott nos recuerda que personajes como Don Juan se han vuelto arquetipos de la conducta humana y que palabras como "quijotesco," "edípico" o "hercúleo" nos muestran hasta qué punto los personajes de ficción influyen en nuestro lenguaje, sin hablar de expresiones como "el talón de Aquiles".
Los diez personajes más influyentes (el "top ten", como en los ránkings de músicos o tenistas) son, según el libro:
1. El célebre Hamlet, de Shakespeare
2. El viajero Ulises (el de Homero... pero también, por qué no, el de Joyce)
3. Nuestro querido Quijote
4. Eva, "la madre bíblica" que aparece en tantas obras literarias
5. Genji, "héroe de la primera novela del mundo"
6. El rey Edipo, de Sofocles
7. El aventurero Don Juan, que según la autora es el personaje que "más ha viajado" después de Ulises, y no solamente de cama en cama, sino también de escritorio en escritorio, ya que aparece en la pluma de escritores tan diversos como Tirso de Molina, Molière, Mozart, Byron o Zorrilla.
8. Chia Pao-yu, protagonista de la inmensa novela china Sueño lel pabellón rojo.
9. El brillante detective Sherlock Holmes.
10. Arjuna, protagonista del Mahabharata, la gran obra épica de la India.
Sitio consagrado a The Fictional 100, aquí.
16 enero, 2012
La ciencia ficción de Sternberg
La editorial Mijade acaba de lanzar, en Bélgica y Francia, Ailleurs et sur la Terre: una antología con los mejores cuentos y minicuentos de Jacques Sternberg (ver más acerca de él, aquí) que pueden clasificarse dentro del género de la ciencia ficción o aun la "fantasía científica", excepción hecha de los textos incluidos en Contes glacés (Cuentos glaciales). En el prólogo a la selección, Joseph Duhamel sostiene que la SF de Sternberg abarca desde preocupaciones casi "ecologistas" hasta reflexiones acerca de la propia literatura y, por lo tanto, resulta muy personal pese a haber sido, al mismo tiempo, marcada por su época y por la Segunda Guerra Mundial
Como suele ocurrir en toda la obra de Sternberg, la ciencia ficción sirve también de vehículo para retratar sin piedad a la humanidad: "¿Qué autor puede jactarse de tener la suficiente imaginación para describir criaturas galácticas más temerarias, más peligrosas y más imprevisibles que el hombre de todos los días?"
Los cuentos han sido organizados en nueve secciones, entre ellas una dedicada a los robots y a las máquinas, otra a la muerte y otra a los cuentos de tenor absurdo.
Un buen ejemplo es este relato originalmente incluido en 300 contes pour solde de tout compte y titulado "L'étonnement" ("La sorpresa"):
Por supuesto, la prensa jamás ha hablado de este misterio que nunca se aclaró. Pero los cosmonautas estadounidenses que pisaron por primera vez el suelo de la Luna quedaron muy sorprendidos al toparse con un enorme cartel donde se leía: "BIENVENIDOS SEAN LOS ASTRONAUTAS DE ESTADOS UNIDOS".
15 enero, 2012
Cinco libros: Esteban Dublín
Estoy pidiéndole a diversos escritores y artistas que recomienden cinco libros de ficción a los lectores de este blog y por qué no, de paso, al autor del mismo. No se trata, para nada, de un ránking ni mucho menos de una lista canónica. Se trata, más bien, de cinco libros que repentinamente ellos quieran proponer y compartir con los demás.
El voto de Esteban Dublín:
Querido Eduardo: No te puedo marcar solo cinco, porque mis etapas como lector han cambiado radicalmente a lo largo del tiempo, así que más bien te planteo cinco de acuerdo a cada una de esas etapas:
Asterix y Obelix en la Hoz de oro, de Goscinny y Uderzo
La metamorfosis, de Franz Kafka
El nombre de la rosa, de Umberto Eco
El aleph, de Jorge Luis Borges
Esteban Dublín nació en Bogotá, Colombia, en 1983. Publicista, sus microrrelatos han sido reconocidos en concursos de microrrelato y cuento corto en Chile, Argentina y España. Sus textos han sido publicados en la revista El Malpensante (2009), en el suplemento cultural La Gaceta del diario El País de Cali (2010), en el diario Tiempo Argentino (2011) y en el diario El Liberal de Santiago del Estero (2011), y seleccionados para las antologías Grageas 2 (Desde la gente, Buenos Aires, 2010) y Los comprimidos memorables del siglo XXI (Universidad Pedagógica Nacional de Colombia, Bogotá, 2010). Posteriormente, publicó el libro Preludios, Interludios y Minificcciones (Adéer Lyinad, Bogotá, 2010). Sus textos han sido traducidos al portugués y al italiano. Publica periódicamente en su blog, estebandublin.blogspot.com. Daniel Ávila es su verdadero nombre.
12 enero, 2012
Millones de poemas
Hace ya 50 años, Raymond Queneau publicó un libro desbordante, poco menos que interminable, y que sigue siendo mítico: Cent mille milliards de poèmes (Cien mil billones de poemas), una serie de diez sonetos clásicos de su autoría, todos con la misma rima, cuyos versos alejandrinos (dispuestos en cada página mediante un original sistema de lenguetas troqueladas) podían combinarse unos con otros, lo que permitía al lector ir “armando” a su antojo los billones de poemas del título.
Un sitio web se ha encargado de poner en línea una versión “interactiva” de los poemas, no ya con el método de las lengüetas; en este caso hay que pasar el cursor por encima de cada verso y optar así por un verso alternativo:
http://www.growndodo.com/wordplay/oulipo/10%5E14sonnets.html
Siempre me pareció curioso que el primer verso del primer soneto de Queneau hiciera mención a cierto “rey de la Pampa” argentina. Ahora, desde España, llega un hermoso tributo en castellano al autor y a su original idea.
El libro se llama Cien mil millones de poemas, fue publicado por la editorial Demipage y está, además, ilustrado por Jean-François Martin.
Nuevamente nos hallamos ante el método de las lengüetas, como puede verse en esta foto:
Pero esta vez los sonetos no son de un único autor, sino de diez escritores distintos: Jordi Doce, Rafael Reig, Fernando Aramburu, Francisco Javier Irazoki, Santuago Auserón, Pilar Adón, Javier Azpeitia, Marta Agudo, Julieta Valero y Vicente Molina Foix. El lector puede sumarse a la fiesta: las últimas catorce lenguëtas del último soneto están en blanco e invitan a escribir.
Por supuesto, no he podido resistir a la tentación de jugar con las lengüetas y de armar un poema (apenas uno de los millones posibles) para este blog:
Tendré que resignarme al pan de este aguacero
Sus letras son de un hombre que en mi mente camina
Rueda sobre las frentes un cielo de quinina
Por temor al intruso, el tú o el venidero
Sin alma a ser posible, que es lo perecedero
La criaturas salvajes van tras quien lo domina
El humo del cansancio nublando la retina
La retracción del frío y su fervor severo
Que corran por las playas tus perros, Occidente
El tarro nunca abierto de una letal esencia
El incendio final que da nombre a Occidente
Vencido, resignado, en vano la clemencia
Como un ancla de piedra que gira incandescente
El sol se arroja al mar hastiado de su ciencia
David Villanueva, de Demipage, explica en este video el funcionamiento del libro:
10 enero, 2012
Una posibilidad en un millón
–¿Cómo es posible que ella naciera embarazada? –le preguntó la mujer de zapatos verdes a su vecina que tenía el diario en las manos.
–Eran gemelos, un niño y una niña –respondió la mujer–. Tuvieron relaciones sexuales en el vientre de su madre. Los médicos dicen que existe una posibilidad en un millón de que suceda algo así.
–Claro –respondió con aire aburrido la mujer de zapatos verdes.
Barbara Kingsolver, "The Bean Trees"
09 enero, 2012
Decálogo de Guillermo Martínez
Ilustración de Diego PATIÑO para "El MALPENSANTE"
Decálogo de Guillermo Martínez, publicado en la revista El Malpensante:
Variando apenas una ironía de Groussac, podríamos decir que el decálogo de escritor, como todo género literario, tiene sus leyes inviolables y propias; la primera es que no se debe intentar. Reúno aquí de todos modos algunas frases que se convirtieron para mí en algo parecido a mandamientos íntimos, que atendí en distintos momentos. Observo que llegan a doce, pero no me decido a eliminar ninguna: me excuso en que no tengo preferencias supersticiosas por el sistema decimal.
Uno. Tres atributos perseguirás: la originalidad en las ideas, la maestría en la ejecución y el elemento artístico en la escritura (Julio G. Martínez).
Dos. No creerás ni te dejarás convencer de que la literatura es una sola y puede reducirse a tal o cual ismo. “No escuches ni a quienes te encerrarían en rincones de ella, diciéndote que solo habita aquí o allá, ni a quienes querrían persuadirte de que despliega sus alas enteramente fuera de la vida, respirando un aire superfino y apartando la cabeza de la verdad de las cosas” (Henry James).
Tres. No creerás en las falsas dicotomías de lenguaje versus trama, realismo versus ficción, novedad versus tradición. Experimentarás en tu obra estas oposiciones hasta superarlas (Paul Bénichou).
Cuatro. No creerás en los clichés románticos de personajes supuestamente desobedientes. “Cuando mis personajes se rebelan, yo les recuerdo quién es el jefe” (Patricia Highsmith). Tampoco creerás que hay textos escritos con sangre o con vísceras (toda ficción es un artificio), ni preferirás la combinatoria de la asociación libre o las simulaciones del azar a la creación paciente y deliberada. Antes de proclamarte vanguardista recordarás que el vanguardismo también es una tradición, que acaba de cumplir cien años.
Cinco. Escribirás sobre aquello en lo que no puedes dejar de pensar (Jerzy Kosinski).
Seis. Recordarás que la novela debe competir con la vida (Henry James).
Siete. No irás por detrás de tu texto con explicaciones y coartadas, como quien trata de empujar con soplidos la flecha ya disparada (Julio Cortázar). Di tu palabra y rómpete (Nietzsche).
Ocho. Tratarás al éxito y al fracaso como dos impostores (Rudyard Kipling).
Nueve. Serás sucesivamente el camello que se deja cargar, el león en el desierto y el niño. “Absorberlo todo, combatirlo todo, olvidarlo todo” (Nietzsche).
Diez. A partir de cierta edad, las coincidencias con otros escritores o las novedades te importarán menos que lo que creas verdadero (Borges).
Once. Te opondrás al nihilismo sin dejar de ser ateo (Tzvetan Todorov).
Y doce. Buscarás en tu literatura lo fundamental para que el arte exista: la humanitas, el sentido apasionado de la condición humana (Julio G. Martínez).
Ver también, en el mismo número de El Malpensante, otros de los 23 decálogos escritos especialmente para la ocasión, entre ellos el "Decálogo imperfecto del imperfecto novelista" de Juan Gabriel Vásquez:
http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=2211
08 enero, 2012
La mala memoria
El viernes pasado publiqué una entrada acerca de la famosa revista El cuento, de Edmundo Valadés (ver aquí), y un asiduo lector de ese blog (Gerardo) evocó esa excelente antología de Valadés, El libro de la imaginación, donde se incluye –entre muchas perlas– el siguiente texto de André Breton, extraído de su libro Nadja:
Me contaron hace tiempo una historia muy estúpida, sombría y conmovedora. Un señor se presenta un día en un hotel y pide una habitación. Le dan el número 35. Al bajar, minutos después, deja la llave en la administración y dice:
—Excúseme, soy un hombre de muy poca memoria. Si me lo permite, cada vez que regrese le diré mi nombre: el señor Deiouit, y entonces usted me repetirá el número de mi habitación.
—Muy bien, señor.
A poco, el hombre vuelve, abre la puerta de la oficina:
—El señor Delouit.
—Es el número 35.
—Gracias.
Un minuto después, un hombre extraordinariamente agitado, con el traje cubierto de barro, ensangrentado y casi sin aspecto humano entra en la administración del hotel y dice al empleado:
—El señor Delouit.
—¿Cómo? ¿El señor Delouit? A otro con ese cuento. El señor Delouit acaba de subir.
—Perdón, soy yo ... Acabo de caer por la ventana. ¿Quiere hacer el favor de decirme el número de mi habitación?
07 enero, 2012
Dickens, 200 años
T.S. Eliot señaló que «los personajes de Dickens son reales porque no existe nadie como ellos». Yo modificaría la frase diciendo que «son reales porque no se parecen unos a otros, pese que a menudo se parecen un poco más a nosotros que entre sí».
Quizá la voluntad, no importa cuál, difiera más entre nosotros en cuanto a intensidad que en cuanto a especifi cidad. El secreto estético de Dickens parece ser que sus villanos, héroes, heroínas, víctimas, excéntricos y hasta seres decorativos se diferencian entre sí por la clase específica de voluntad que poseen. Como esto es muy difícil para nosotros, humanos, suscita una ausencia de realidad en Dickens. El precio a pagar es alto, pero es mejor salir ganando algo que nada y Dickens obtiene más de lo que pagó. También nosotros obtenemos mucho más de lo que debemos dar al leer a Dickens. Esta acaso sea su virtud más shakespeariana y provea el tropo crítico que busco para él. Henry James y Proust nos lastiman más que Dickens y lastimar es su objetivo o una de sus intenciones principales. Lo que nos lastima en Dickens nunca tiene mucho de deliberado porque no puede existir una poética del dolor allí donde ha cesado la voluntad hasta tornarse tristemente uniforme. Dickens ofrece más bien una poética del placer, que seguramente vale el precio de nuestra pequeña inquietud ante su negativa a entregarnos una exacta representación mimética de la voluntad humana. Dickens escribe siempre sobre los impulsos y por eso las lecturas supuestamente freudianas de sus libros resultan algo tediosas. La metáfora conceptual que sugiere al representar personajes no es el espejo de Shakespeare ni la lámpara romántica, tampoco el carnaval rabelaisiano ni la estética de Fielding. “Fuego escénico” es el concepto adecuado, pues el “fuego escénico” remueve algo de la realidad de la voluntad, pero solo en tanto la modifica. El sustantivo que queda es “fuego”. Dickens es el poeta de los impulsos fogosos, el que verdaderamente celebra el mito freudiano de los conceptos fronterizos, del terreno que se extiende en el límite entre la psiquis y el cuerpo, y cae en la materia, aunque participa en la realidad de ambos.
El suplemento El Cultural, de España, consagra varias páginas a Dickens (ver aquí) e incluye, además de una versión más larga de este texto de Bloom, una entrevista al famoso biógrafo Peter Ackroyd, fragmentos de su epistolario (inédito en castellano, hasta dentro de pocos días) con Maria Beadnell y un texto donde Ricardo Senabre rastrea los vínculos entre la literatura española y el autor de David Copperfield.
06 enero, 2012
El cuento
Me entero gracias al blog Ficción Mínima que ya están disponibles, reunidas en un solo sitio web, buena parte de las minificciones que en su momento seleccionara y publicara Edmundo Valadés en su legendaria revista El cuento.
En sus cincuenta años de vida, la revista (subtitulada "Revista de imaginación”) dio a conocer miles de autores y de microcuentos: un género que entonces no gozaba de la visibilidad y el reconocimiento actuales.
El tesoro está disponible en http://minisdelcuento.wordpress.com/
Los autores han sido ordenados alfabéticamente, desde A. F. Molina, Abraham Nuncio o Adolfo Castañón hasta William Beckford o Yago Lima Corto.
El siguiente staff está a cargo del proyecto de recuperación:
Alfonso Pedraza: alfonso_el_doc@yahoo.com.mx
David Baizabal: Twiter: @baizabald
José Manuel Ortiz Soto: manolortizs@msn.com y http://cuervosparatusojos.blogspot.com/
05 enero, 2012
Mendigos
Cuento inédito en el especial de "Vacaciones" de ADN/La Nación
Las cosas no estaban saliendo como Sol las había previsto. A última hora Maribel llamó y le dijo que su novio no se sentía nada bien y que iba a quedarse a cuidarlo. Maribel con novio, muy inesperado... Una no puede irse un mes de vacaciones sin que pasen cosas raras. En la voz de Maribel, para peor, Sol había detectado una alegría algo fuera de lugar. Sí, la voz había pronunciado con euforia la palabra mágica. Tres veces. Novio novio novio. Sin tomarse la molestia de citar siquiera el nombre del enfermo. Ahora Sol sabía por Susi que se llamaba Salvador y que tenía veintiocho años. Lo segundo no lo esperaba. Un novio más joven, un novio de su edad, eso es lo natural, no un novio casi diez años mayor. Pero Susi alzó los hombros, señal de que en el fondo le daba lo mismo: visiblemente hoy nada le importaba más allá de su computadora. Era nueva, por lo menos Sol no la había visto antes. Todo al revés, todo fuera de lo planeado. Una que quiere encontrarse con sus dos mejores amigas y sólo lo cumple a medias. Una que quiere hacerlo en su casa, o sea, en casa de sus padres, y Susi con otro entusiasmo: Mejor vení, de paso te muestro mi nueva adquisición.
(La continuación: acá)
04 enero, 2012
Clásicos recreados
Seth Johnson, por ejemplo, hizo esto con el célebre "Autorretrato" de Van Gogh:
“American Gothic,” según Jesse et John Hunniford, a partir del cuadro de Grant Wood:
Piet Mondrian revisitado por Katie Jackson:
Más, aquí.
03 enero, 2012
Hacerse o nacer
La gente de la Escuela de Escritores de Madrid (donde suelo colaborar como docente) me hizo una extensa entrevista en torno a mi faceta como coordinador de talleres y grupos de escritura. La versión completa puede leerse aquí. Estos son algunos extractos de ella.
Desde luego que se puede enseñar. Hay una enorme parte de esto que es "oficio" y esa parte, claro está, se aprende. Así ha sido siempre, desde los tiempos en que Maupassant aprendía al lado de Flaubert y desde mucho antes también. Lo que no se puede garantizar ni enseñar es el talento, pero también es cierto que hay ardides y ejercicios para "incentivar" la imaginación o la sensibilidad estética y para depurar eso que podríamos llamar "talento en bruto" o talento intuitivo. |
¿Qué significa para ti tu labor como profesor? ¿Cómo y por qué comenzaste a impartir clase? |
Empecé casi por accidente. Hace unos quince años alguien me preguntó si yo daba clases de escritura. Le dije que no; o sea, la verdad. Pero esta persona insistió y así di el primer paso. Desde entonces he animado talleres tanto en mi país de origen (Argentina) como en Francia (donde viví casi nueve años) y ahora en España. Y siempre ha sido una experiencia grata y estimulante para mí. Me hice muy amigo, incluso, de un par de antiguos alumnos, aunque tengo en claro que este no es el objetivo de mis clases. |
¿Cuáles son las peculiaridades de tu metodología, aparte de la mecánica común a todos los talleres? ¿Te sientes libre a la hora de aplicar tu criterio pedagógico? |
No solamente me siento libre, sino que la Escuela se ha encargado (desde un primer momento) en recalcarme esa libertad. En cuanto a mi metodología, una peculiaridad es que me gusta que los textos no sean solamente oídos por los demás alumnos (como suele ser el caso en algunos talleres), sino que sean también leídos, "vistos" por los demás. Porque suele haber diferencias reveladoras entre cómo el autor lee en voz alta su texto y en cómo lo ha puntuado; es decir: entre lo que el autor quiere que el texto diga y lo que el texto dice por sí mismo. |
¿Qué les pides a tus alumnos cuando comienza el curso? ¿Y cuando termina? ¿Cuál es tu nivel de exigencia? |
Lo primero que pido es que ellos se presenten y me digan qué vínculo tienen con la escritura, qué expectativas tienen depositadas en el taller y con qué experiencia de escritura cuentan. De acuerdo con esto, ajusto mi nivel de exigencia. También me importa pedir seriedad, compromiso y respeto por el trabajo de los compañeros. Lo que suelo pedir al terminar el taller es que no dejen de escribir si es que lo desean. |
¿Qué clima te gusta y procuras que se cree en tus grupos de trabajo? |
Un clima de respeto y confianza es fundamental para trabajar. Hablo de confianza grupal porque en un taller hay que "confiar" textos; hay que dar a leer textos en los que ha habido, por lo común, un gran compromiso personal. |
¿Cuáles son las cualidades necesarias, según tu opinión, para ser un buen profesor de escritura? |
Saber detectar los problemas de un texto o, más aún, los problemas que parecen repetirse en el caso individual de cada alumno. Detectarlos y, además, explicarlos y ofrecer soluciones. Hablo de soluciones en plural porque no me gustan los talleres donde se proponen soluciones únicas como si fueran "verdades". Al mismo tiempo es importante ayudar a que cada alumno vea con mayor claridad sus puntos fuertes, sus virtudes. |
Dentro de tu campo didáctico, ¿en qué partes te gusta profundizar? |
Me gusta profundizar en varios aspectos, pero sé (e incluso me lo han hecho notar varios alumnos) que tiendo a poner mayor énfasis en cuestiones como el punto de vista o la perspectiva del narrador, por ejemplo, y también en evitar los "lugares comunes" y lo que llamo los "automatismos" de la escritura; es decir, las decisiones que se toman de manera automática, sin antes desconfiar del primer impulso, sin antes buscar otras alternativas menos usuales o menos "transitadas". |
¿Qué opinas de los concursos literarios? ¿Y del afán de publicar? |
Los concursos literarios muchas veces obran como estímulo o como "excusa" para terminar un cuento a medio escribir, por ejemplo. Pero no hay que depositar tampoco ilusiones desmedidas en ellos porque luego las frustraciones puede ser también importantes. Los escritores que ganan muchos concursos en sus inicios no son por ello, en forma mecánica, mejores que los que no tienen la fortuna de ganar. En cuanto al afán de publicar, creo que puede ser contraproducente si se vive con demasiada ansiedad. Con tal de publicar, algunos escritores se apresuran (envían libros a los que les falta pulido) o terminan aceptando incluso contratos leoninos. Pienso, ante todo, en ciertas editoriales que se aprovechan de esta ansiedad y, por lo tanto, exigen a los autores que paguen por ver publicado su libro. Pero el afán de publicar, si es sereno, resulta un excelente y lógico incentivo. Es muy legítimo y sensato escribir con la ilusión de ser leído. |
Más información: http://www.escueladeescritores.com/