Efesios
1,3-10
Rahner
se muestra partidario de la posición escotista (Juan Duns Escoto)
que contempla la encarnación del Verbo, independientemente del
pecado del ser humano, inscrita en la voluntad salvífica de Dios.
Una voluntad que es eterna, originalísima, anterior a la historia de
los seres humanos, abarcadora de toda la realidad y cuyo fin y
objetivo es la autoexpresión de Dios en el Logos. Y es en esta
voluntad así caracterizada donde Dios quiere la humanidad del Hijo
y con ella como su mundo entorno, la creación. La humanidad del
Hijo, concebido en el plano salvífico de Dios antes de la fundación
del mundo, es anticipada en la creación y en concreto en el ser
humano. Pero es la creación y el ser humano, como material asumible
para que Dios en su Verbo se exprese, el que queda radicalmente
definido y determinado desde la humanidad de Cristo. La creación,
vista desde arriba, desde esta voluntad omniabarcante de Dios, es el
pre-supuesto que Dios crea para y porque Él, el eterno, quiere tener
una historia de amor y entregarse a sí mismo a lo no-divino, a la
criatura (Alianza). Este es un decreto eterno, irrevocable, del cual
la creación no se puede separar ya que ella misma existe en cuanto
creación distinta de Dios dentro de esa misma voluntad salvífica:
"En este decreto eterno quiere la creación natural tal y como
es de hecho y de ningún otro modo y en ningún caso la arrojará de
esta voluntad de alianza divina, ya que ella misma existe en virtud
de esa voluntad del Dios que la sustenta como el supuesto de esa
alianza irrevocable". Pero que la creación sea para la Alianza
y encuentre en ella su último e interno fundamento no significa que
no tenga consistencia propia. (etc.)
(Gramática
de la Encarnación; Ángel Cordovilla Pérez SJ)