Adentrarnos en ciertos lugares, aparentemente peligrosos, es muchas veces necesario. Nos impulsa a ello nuestro propio miedo, y el afán de conocer, de experimentar lo que se sentirá al traspasar ese umbral. Hay quienes entran sabiendo a lo que se exponen, y aunque al final sólo encuentren decepción por no hallar lo que buscaban; el sentimiento de fracaso es menor, porque ya sabían a lo que se exponían, y quizá el resultado no les afecte tanto. También cabe la posibilidad de que al llegar al final de ese lugar, sí encuentren aquello que buscaban, y eso les hará felices, pues correr todos esos riesgos habrá valido la pena. Las probabilidades de éxito o fracaso, por supuesto, son variables según en dónde uno se aventure.
Lo que realmente resulta muy peligroso, es cuando no se entra de manera voluntaria en esos lugares, y simplemente se cae en ellos irremediablemente, con todo el riesgo que ello entraña. La desazón y el sufrimiento son inevitables, y el dolor es, necesariamente, más cruel al acabar de recorrer ese camino tortuoso; porque el resultado también es variable -como en el caso anterior-, pero seguramente uno se perderá en la oscuridad, y en el vacío de esa aventura impuesta e ineludible.
Si te sientes aludido, recuerda que muchos entramos, o lo que es peor, caemos en uno de esos lugares, ya sea de forma voluntaria o involuntaria; pues son incontables las puertas que nos llevan a entrar en ellos.
Imagen: terrible ejemplo de una puerta de un Lugar Peligroso x dissortat