(carbonilla sobre papel, 20x30 cm)
Cansada de esperar al plomero decidí tomar cartas en el asunto. Como es mi costumbre y ante la ausencia de alguna persona que pudiera asesorarme, recurrí a Internet. Escribí en el buscador “como cambiar el cuerito de una canilla”. Apareció una larga lista de videos publicados. El primero que encontré se titulaba “Actividad: cambio de cueritos”. No comprendo cómo se les ocurrió musicalizarlo con el tema Ojalá, de Silvio Rodríguez. Igual fue divertido, sobre todo el final, cuando unas cuantas personas celebraban felices la actividad satisfactoriamente resuelta. Accedí a algunos videos más, hasta que di con el adecuado, según mi apreciación. Empezó bien, con la lista de las herramientas necesarias. Empecé mal, no encontré ninguna de esas en la caja -llena de cosas inútiles, por lo visto- . Pero me imaginé que una pinza y un par de destornilladores podrían servir. Prosiguió bien, enumerando las piezas de una canilla. Proseguí mal, la de mi baño no se parecía en absoluto. Pero le puse voluntad. Había una tapita que retirar. La tapita no salía. Yo había conversado con un plomero en la ferretería. Quiso explicarme, pero, para variar, me perdí casi ni bien comenzó. Lo único que recuerdo es que la rosca podría estar atascada con sarro, y el vinagre era una eficaz solución. Eché vinagre y, efectivamente, la tapita cedió. Un tornillo que quitar. Eso anduvo perfecto. Después sacar la manija. Me costó pero pude. De ahí en más todo fue una gran confusión. Había algo denominado vástago y adentro estaba el preciado cuerito. No hubo caso. Jamás lo encontré. El video, como siempre, tardaba un montón en cargar y yo ya estaba fastidiada de correr del baño a la computadora. Entonces decidí armar todo de nuevo como estaba y esperar al plomero. Abrí la llave de paso y probé la canilla. La abría y salía agua. La cerraba y dejaba de salir, tampoco goteaba. Una maravilla. Todavía me dura la alegría. Son buenísimos estos videos, impresionante todo lo que se aprende. Ahora sé de la existencia del “cierre cerámico”. Ni pienso preguntar qué hago con el cuerito que compré.