La matanza no para. El carnicero no se aburre. Siempre quiere más y más sangre. Siempre quiere más y más vidas. La bestia no se sacia. Siempre quiere más almas.
Pero se escuchan las risas. Reunidas en torno a la mesa toman café, comen pasteles, charlan, bromean, festejan. Alzan el puño y se golpean el pecho. ¡Libertad! ¡Justicia! Ofenden al cielo. Estremecen a Dios.
El carnicero continúa. La sangría no cesa. Otra vida, otro espíritu. Otro cuerpo en la oscuridad. Más comida para los gusanos, más huesos en el cementerio.
Ellas combaten, sentadas en el sillón. El teclado es una espada, el ratón una pistola. Justicia, libertad. Valentía. La valentía de reír, comer, tragar. Ofenden a los bosques, ofenden al mar.
La bestia no está ahíta. Quiere más, no se detendrá. Su estómago no tiene fin. Otra mente, otra existencia. Más sangre, más almas. Un golpe, otro golpe, demolición.
Pero ellas continúan, siempre, hundiéndose, hundiéndose. Se ríen y se hunden, sin saberlo, en el pantano. La marea sube. Hay demasiada basura. Demasiada basura... el vertedero se las come.
Y la bestia por fin las engulle, más vidas, más gente, un pueblo entero, una nación completa. Y la bestia crece, crece, pero ellas no se inmutan. Ríen, celebran, luchan: ¡libertad, justicia! Ofenden al mundo, ofenden a la humanidad.
La bestia está ahíta. Todo ha parado. Diéronse cuenta: ¿qué hemos hecho, qué hemos hecho? ¿Cómo podremos resarcirnos? Pero es tarde. Lucharon, lucharon, y luchando cavaron una fosa. Su tumba. Y ahora, la bestia está ahíta.
Por fin, calma. Y poco a poco, empezar de nuevo a fallar.
Pero se escuchan las risas. Reunidas en torno a la mesa toman café, comen pasteles, charlan, bromean, festejan. Alzan el puño y se golpean el pecho. ¡Libertad! ¡Justicia! Ofenden al cielo. Estremecen a Dios.
El carnicero continúa. La sangría no cesa. Otra vida, otro espíritu. Otro cuerpo en la oscuridad. Más comida para los gusanos, más huesos en el cementerio.
Ellas combaten, sentadas en el sillón. El teclado es una espada, el ratón una pistola. Justicia, libertad. Valentía. La valentía de reír, comer, tragar. Ofenden a los bosques, ofenden al mar.
La bestia no está ahíta. Quiere más, no se detendrá. Su estómago no tiene fin. Otra mente, otra existencia. Más sangre, más almas. Un golpe, otro golpe, demolición.
Pero ellas continúan, siempre, hundiéndose, hundiéndose. Se ríen y se hunden, sin saberlo, en el pantano. La marea sube. Hay demasiada basura. Demasiada basura... el vertedero se las come.
Y la bestia por fin las engulle, más vidas, más gente, un pueblo entero, una nación completa. Y la bestia crece, crece, pero ellas no se inmutan. Ríen, celebran, luchan: ¡libertad, justicia! Ofenden al mundo, ofenden a la humanidad.
La bestia está ahíta. Todo ha parado. Diéronse cuenta: ¿qué hemos hecho, qué hemos hecho? ¿Cómo podremos resarcirnos? Pero es tarde. Lucharon, lucharon, y luchando cavaron una fosa. Su tumba. Y ahora, la bestia está ahíta.
Por fin, calma. Y poco a poco, empezar de nuevo a fallar.