Llegaste a nosotros herido, pasaron los meses y no pudimos salvarte, por más que lo intentamos, no pudimos ayudarte y nos llena de frustración que sólo el amor no cure... y que los tratamientos no sirvieran de nada... y que encontráramos a un buen profesional cuando ya era demasiado tarde... y que no superaras la operación. Dicen algunos que es el destino, dicen otros que es ley de vida, yo siento que no es justo y que te echo mucho de menos...
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Elegiste para vivir el hueco de mis manos, enrollabas tus sueños al borde de mi camiseta, te dejabas mimar en mi almohada, te encantaba estar arropado, seguro, protegido. Acudías presuroso a mi reclamo, te gustaba que te paseara por toda la casa, todo el tiempo contigo encima, te encantaban las pipas y las carreras por el sofá, los bañitos de agua y los aperitivos de manzana, la silla del ordenador, donde tantos ratitos pasámos e ir a subierte a la jaula del canario para hacerle compañía. Adoptaste mis latidos como una nana, el cuello de sus camisas como una segunda casa, recogiste con esmero todos los besos y caricias que nacieron de nosotros dos y que eran sólo para ti. Te ganaste nuestro corazón y en él viviras por siempre porque nos llenaste de ternura, porque eras muy especial para nosotros, no sólo un ave, no sólo un lorito...si no...¡nuestro Salvatore!
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Vuela alto, ahora que puedes, chico,
que el cielo de los pájaros espera por ti,
no tengas en cuenta mis lágrimas,
símplemente es que te echo mucho de menos...
los dos te echamos de menos...