La primera vez que fui a Roma fue en el Viaje de fin de estudios de COU, con mis compañeros de Marias de Vitoria. Me pareció una ciudad caótica y...fascinante. Recuerdo, sobre todo, los coches tomándose los semáforos como elementos decorativos del mobiliario urbano.
Posteriormente he ido unas cuantas veces más, siempre por motivos profesionales.
Preparamos el viaje en tres días. A los niños la idea les pareció estupenda. Tomamos un hotel cerca de la Estación Términi. Sabeis que Roma puede pasearse practicamente entera. Lo único, las Catacumbas, pero para 4 días Roma ya es bastante con lo que te ofrece en el casco urbano. La ventaja de un hotel allí es que llegas directamente en tren desde el Aeropuerto. Y no es solo que es el método más barato de llegar, sino el más rápido.
Nos levantamos a las 3 de la mañana. El avión salía a las 6, lo que daba practicamente todo el día para ver cosas. Había hecho un plan para los 4 días y lo cumplimos a la perfección, y eso que lo dudaba bastante.
La cola que nos metimos en el aeropuerto fue de las que se recuerdan. Menuda organización la de Vueling. Cuatro vuelos a las 6 de la mañana y 5 mostradores para atender los 4 vuelos. Sabiendo que uno era para Tenerife, otro para pasajeros sin equipaje, otro para dejar el equipaje para los que tenían la tarjeta de embarque de internet, quedaban 2 mostradores para 3 vuelos. ¡Menuda locura!
Logramos facturar, volar, y llegar. A las 10'30 de la mañana ya estábamos pateando Roma. Había diseñado un itinerario para el primer día viendo Santa María la Mayor, San Pietro in Vincoli (El Moisés), Coliseo y el Foro, y el Monumento a Victor Manuel II.
Lo primero que me di cuenta es que, a medida que pasan los años, los semáforos van tomando más utilidad. Ya solo son de adorno por la noche. Tambien es cierto aquello que llaman, "la socialización del turismo". Ojo, no me quejo, pero ya es difícil ir a cualquier sitio si no es aguantando larguísimas colas con lo que es preferible planificar los viajes y ver sitios de interés pero, a lo mejor, no tan masificados, o escoger horas con menos gente que, al final, es lo que tuvimos que hacer.
Cuando llegamos al Coliseo vimos una cola tal que aunque era hora de "comida alemana", decidimos buscar una trattoria y probar suerte luego. Con la comida, los niños han disfrutado lo que no está escrito.
A mí me gusta la costumbre italiana del vino en garrafa, ya perdida en España. He tomado unos vinos bastante decentes para el precio que he pagado, allí donde he comido.
Efectivamente, a las dos de la tarde, la cola del Coliseo era bastante menor, y en 15 minutos estábamos dentro. De todos modos, mucha, mucha gente.
A la salida, dimos un paseo por el Foro. Me gusta muchísimo este sitio y, aunque se puso a llover, disfruté del Paseo. Al llegar a la Plaza Venezzia, ya los niños no sabían si los pies eran suyos o se los habían prestado.
Desde el viaje de COU no había vuelto a subir en Bus en Roma. Recuerdo de entonces que si los semaforos eran de adorno, los cobradores del bus....Y no ha cambiado nada. Bueno, sí, ya que no servían para nada, les han quitado. Al intentar pagar en el primer bus al conductor me miró como si estuviese loco. Supongo que los políticos italianos, ya que se lo llevan crudo, dan este pan de tontos para que todo el mundo se crea que pilla algo.
Nos habíamos levantado pronto. Eran las 6 de la tarde y la paliza había sido apreciable. Nos fuimos al hotel. Había echado el ojo a una pizzería famosa por sus vinos, además de por las pizzas, muy cerquita del hotel. El sitio, con más de cien años de antiguedad, no nos defraudó.
A la salida, les convencí para ver la Fontana de Trevi de Noche. LLovía mucho, pero todos cumplimos con el rito de lanzar la moneda. Dicho rito, no es tan antiguo como os podeis creer. Surgió a partir de la Película de Jean Negulesco, "Tres monedas en la fuente", en el año 1954, en la que tres americanas, de trabajo en Roma, arrojan tres monedas pidiendo tres deseos. El primero regresar, que es el que permanece.
Al día siguiente nos tocaba el Vaticano, o eso creíamos. No nos levantamos pronto y, al llegar a la Plaza de San Pedro, eran las 11 de la mañana. La cola para entrar en la Basílica daba tres vueltas a la Plaza. Menuda locura. No sabíamos si era por ser sábado o porque nos habíamos vuelto locos todos. Esto no podía ser, así que cambié los planes sobre la marcha y, despues de ver el Castillo de San Angelo, cruzamos el Tiber otra vez y nos fuimos a la Piazza Navona.
La Piazza Navona es como nuestra Plaza Mayor. Llena de tenderetes de comida
y adornos Navideños, estaba petada de gente, pero por lo menos te podías mover. Los alrededores de esta Plaza me parecen bellísimos. Mi hijo estaba empeñado desde el día anterior en ver el Panteon de Agripa, muy cerquita, con lo que cambiamos otra vez el plan. La cúpula de este monumento, el mejor conservado de la Roma Imperial, es impresionante.
Comimos en una trattoria deliciosa otra vez y, a la tarde, saqué otra enseñanza. A los sitios turísticos hay que ir despues de comer.
Propuse ir al Vaticano y, como en el Coliseo, hubo suerte. No diré que no había nadie, pero en otros 20 minutos estábamos dentro de la Basílica.
Como tantas otras personas yo creo que perdí definitivamente la Fé despues de visitar Roma, tal es la ostentación de riqueza que hace la Iglesia. Sí, ya sé que podemos hablar de que la Iglesia no es Dios, o de que había que demostrar el poder de la Iglesia durante la Contrareforma pero tal despliegue me parece obsceno.
Tambien sé que estas maravillas se han conservado en gran medida porque pertenecieron a la Iglesia pero no puedo entender como a más de uno no se le ha caido la cara de verguenza a lo largo de los siglos al hablar de humildad, pobreza, etc, etc.
Hablar de la Basílica de San Pedro sería no parar en un par de semanas. ¿Qué se puede destacar? Nada, todo es tan hermoso y superlativo.
Juan A. quería subir a la cúpula, y lo hicimos. Hasta el techo de la Basílica en ascensor y, los siguientes 320 escalones hasta lo alto de la cúpula andando. Y tanto él como María, se portaron como campeones. Ver el baldaquino de Bernini, tan majestuoso, desde el interior de la cúpula, que parece una miniatura, te hace ser consciente de las dimensiones. Dios, toda esa cúpula decorada con mosaicos. La cantidad de gente que habrá muerto trabajando allí.
Yo tenía ganas de observar la Cátedra de San Pedro, pero estaba acordonada. De repente la abrieron, solo para asistentes a la eucaristía. Si París bien vale una misa...el disfrutar durante media hora, sentado, y tranquilo, de la Cátedra de San Pedro...¿Qué vale? Aparte de que no todo el mundo pueda decir que ha escuchado misa allí, claro....
El Domingo nos tocaba Piazza di Espagna. La primera parada, al lado del Hotel, en Santa María de la Victoria. La escultura de Santa Teresa transida por el amor de Dios....bueno, sé que soy un poco irreverente. No me hagais hablar de la marihuana o las calenturas más mundanas, que me dan ganas....
Esa escalinata hasta la Plaza, desde la Trinidad del Monte, es una auténtica maravilla. ¿He de decir que seguía petado de gente? Colas y más colas en las tiendas de Via Condotti, Gucci, LV, Prada, ....para que luego hablen de la crisis.
Por la tarde yo quería ver la Iglesia del Gesú, donde está enterrado S. Ignacio. ¡Menuda maravilla! No os voy a hablar otra vez del voto de pobreza....que no de miseria. La estatua de S. Ignacio cubierta en pan de plata, encima de su tumba recubierta de lapislázuli, solo puede observarse de 5,30 a 6 de la tarde. Entonces el cuadro que la oculta baja, y se muestra en todo su esplendor. Es una experiencia bellísima, pero no hablo de religión, a estas alturas ya no...
Nos quedaba un día entero, y habíamos de ver los Museos Vaticanos, y quería, si nos daba tiempo, pasear por el Trastévere, ver la Boca de la Verdad y, ya si todo se daba, acabar en San Juan de Letran.
Nos levantamos pronto pero, al llegar a los Museos había una cola de casi una hora. Lo peor no era aguantar la cola, sino que dentro, íbamos a ir como las ovejas. Y así fue. Ver la Capilla Sixtina siempre impresiona, pero si en vez de estar los ciento y pico cardenales eligiendo Papa en el Cónclave (Con llave, que es lo que quiere decir cónclave, cerrados), estás con otras 5.000 personas a la vez, la experiencia baja un poquito. De todos modos Juan A. salió entusiasmado, sobre todo del museo egipcio. Sí que es cierto que la labor de restauración de la Capilla ha sido impresionante. No tengo el recuerdo nítido de cómo eran los colores hace 25 años pero, los restauradores, han dejado en las paredes, partes sin tocar para que se pueda observar como estaba la pared. Negra del humo de los cirios, a lo largo de cientos de años. ¿Es posible que viésemos algo entonces? Yo la recordaba bellísima....
Ibamos a tener tiempo de ver el Trastévere. Este es un barrio menos alcanzado por el turismo, aunque ya llega. Tiene un sabor más provinciano y se puede pasear tranquilamente por sus calles estrechas y parar en una de sus terrazas a tomar un vino. Te recuerda la Italia meridional, con la ropa tendida, atravesando las calles y el adoquinado, que hace que andar con tacones por allí sea una tortura. Estábamos justo enfrente de la Boca de la Verdad. Solo teníamos que cruzar otra vez el río.
La Boca de la Verdad es una antigua escultura, juez inflexible que según la tradición, se tragaba la mano de aquel que mentía. Juan A. estaba aterrado. No sabía qué hacer por si la boca se quedaba con su mano. Cuando le llegó el turno metió la mano por la nariz, no fuese que la leyenda fuese cierta. Prefería sacar la mano llena de mocos...que no sacarla ;-)
Nos quedaba una horita y sí, quería ver S. Juan de Letrán. Había que apresurarse. He de decir que los niños se portaron como auténticos colosos porque no solo llegamos, sino que estuvimos más de una hora admirándola. Qué despliegue de belleza. A Letrán no había ido y me encantó.
Metí la mano en la boca de la verdad y con la misma estoy escribiendo. Para que luego digais que miento más que hablo.