El día que ganamos el Mundial, la familia se reunió en casa del abuelo desde temprano. Las mujeres pactaron una tregua con el fútbol, con la condición de que los hombres nos encargáramos de la cocina; animosas disertaban sobre el marcador posible. El juego no fue nada espectacular, prevaleció la estrategia temerosa de ambos entrenadores. Sin embargo, a escasos segundos del silbatazo final, el Gacela se escapó por la banda izquierda, dribló a un defensa y mandó un pelotazo al corazón del área. Ahí estaba el Macho Sánchez, que con certero remate de tijera anotó el único gol. El día que ganamos el mundial, ¿cómo olvidarlo?: yo tenía tres años y caí en la pila del agua. El grito de todo mi país se oyó hasta el Cielo.