Apurando la vida, asomado al balcón, mientras contemplo el Malecón de mis ensoñaciones, el amanecer rosa de alguna ilusión, sentado en el borde de los tiempos futuros, acantilados de puro placer y entrega a las olas amorosas, apurando cada instante, como un vaso de buen coñac, porque no hay otras vidas, y si las hubiere, que sean todas bienvenidas en ésta, en este más acá a veces incierto, efímero, hecho de azar y pasión, en busca de un ateísmo revolucionario, sazonado con pimentón. Descreído sin dios mas con musas. Ateos gracias a las divinidades, a las ninfas. Como Sade o Buñuel. ¡Qué viva la farra!, qué para cuatro días que vivimos. Sólo me apetece vivir el presente, nomadear, porque uno debe dar rienda suelta a los deseos. La libertad por encima de cualquier otra cosa. La libertad guiándonos (qué paradójico) como esa moza esplendorosa y atrevida que dirige al pueblo (lindísimo cuadro de Delacroix). La libertad transformada en pajaritos cruzando océanos de esperanza, ilusionados en un permanente estado de alegría y júbilo.
A uno le encantaría ser marqués de algo, conde de Los Conforcos, rentista, poeta maldito, o un dichoso diletante de cualquier sistema sistemizado. Sigamos volando a ritmo boleril, templando y contemplando el rojizo mar de los deseos, sintiendo, bajo la textura matafísica del tiempo, la curvatura perfecta del universo pretérito indefinido, en Cuba, MaleconÇito, en Méjico, con X, en todo el mundo, amoroso y tierno, que nos ayude a sobrevivir... a puro huevo, nomás.
Valle, el Inclancito, viajó a México porque estaba obsesionado con la x del náhuatl y la música comestible, qué linda canción, la llorona, yo soy como el chile verde, Llorona, picante pero sabroso... llorona de azul celeste. Se me están parando los pelillos de la nuca y estremeciendo las entrañas. Uno también es de natural llorón, mas conviene soltar carcajadas de placer, como esos cristos blasfemos que tanto le gustaran al Buñuel provocador y surrealista. La canción me está devolviendo a la esencia mezcalítica del México hondo y chingoncito.
A uno le encantaría ser marqués de algo, conde de Los Conforcos, rentista, poeta maldito, o un dichoso diletante de cualquier sistema sistemizado. Sigamos volando a ritmo boleril, templando y contemplando el rojizo mar de los deseos, sintiendo, bajo la textura matafísica del tiempo, la curvatura perfecta del universo pretérito indefinido, en Cuba, MaleconÇito, en Méjico, con X, en todo el mundo, amoroso y tierno, que nos ayude a sobrevivir... a puro huevo, nomás.
Valle, el Inclancito, viajó a México porque estaba obsesionado con la x del náhuatl y la música comestible, qué linda canción, la llorona, yo soy como el chile verde, Llorona, picante pero sabroso... llorona de azul celeste. Se me están parando los pelillos de la nuca y estremeciendo las entrañas. Uno también es de natural llorón, mas conviene soltar carcajadas de placer, como esos cristos blasfemos que tanto le gustaran al Buñuel provocador y surrealista. La canción me está devolviendo a la esencia mezcalítica del México hondo y chingoncito.