Querido
abuelorro:
Sí,
lo sé, no vas a leer estas letras, a no ser que ahora mismo andes pululando a
mi alrededor leyendo sobre mi hombro. Te advierto que no soporto que hagan eso
pero vale te lo perdonaré, aunque para la próxima te esperas a que yo haya
terminado de escribir y revisar antes de colocarte las gafas. Ah, no, ya
olvidaba que desde la operación de la vista no necesitabas gafas. ¡Una suerte teniendo en cuenta lo presumido
que siempre has sido! Uhmm…ahora que lo pienso el gen de presumida me viene de
tu parte, ja ja ja ja, eso ya lo sabía aunque tú te miraras al espejo más que
yo, ¿o me lo vas a negar a estas alturas del partido?
Abuelorro,
ayer paseando con Gabo intentando pensar en otra cosa que no fuera que no iba a
volver a verte, mi infancia pasó en imágenes por mi mente. ― Menos mal que Gabo conoce el camino porque dudo mucho
que yo supiera por donde iba…―. Lo cierto es que me di cuenta que mi infancia
no tiene nada que envidiarle a la de Eva, ―te cuento Eva es la prota de Menta y Chocolate, y ella tendría unos
súper abuelos pero no eran mejores que los míos. ―. Sí, he sido afortunada
porque no puedo poner ni una pega a ningunos de ellos.
Bueno,
a mi abuelo paterno la única crucecita que le pongo es el haberse ido cuando
era demasiado pequeña pero, aun cuando todo el mundo dice que era un
cascarrabias y lo pueda imaginar lanzando improperios en gallego todo el santo
día, ja ja ja ja. Yo lo recuerdo como el abuelo que nos llevaba a mi primo y a
mí al parque para que nos divirtiésemos en los columpios y luego nos compraba
algún caprichito. Y oye siempre sabía lo que quería y eso que yo no abría la
boca.
Cierto
que alguien le decía:
la peca quiere eso
¡para
algo sirve tener un primo mayor! Para que lea en tus ojos lo que quieres sin
necesidad de vocalizar ni una sola palabra.
¿Y
qué decir de su otra mitad? Probablemente, la abuela con más paciencia de este
mundo. La abuela con más pinta de abuela que pueda imaginarme, siempre oliendo
a lavanda y contando historias de su tierra. Juro que a veces creo que yo misma
le di de comer pan mojado en vino a Morito, el caballo del que tanto escuché
hablar.
¿Y
qué te voy a decir de esa a la que un día en un baile le dijiste aquello de:
vas a ser la madre de
mis hijos?
Nada,
no te puedo decir nada. Junto a su recuerdo me viene el olor de las magdalenas
que nos llevaba a la salida del cole, del queque (bizcocho) de canela y, por
supuesto, del arroz con leche. Uhmm…¡¡¡lo
que daría yo por un arroz con leche de abuelorra!!! ¿Sabes que no he vuelto
a comer uno en los últimos cinco años? Miento, una vez lo intenté pero fue
misión imposible. Igual un día de estos lo vuelvo a hacer aunque no será igual…porque
claro, como tú dirías:
El arroz con leche está
bueno porque yo lo he removido
Si
es que ahora que lo pienso tengo más genes tuyos de los que pudiera imaginar,
porque como diría abuelorra:
siempre tienes la
respuesta en la punta de la lengua como tu jodido abuelo
Sabes
casi la estoy viendo diciéndome la frase, ja ja ja, con el delantal puesto y
sirviendo cafés a diestro y siniestro. Ella y su manía de tenernos a todos
comiendo, ¿no me dirás que no tengo razón?
Abuelorro,
¿y de ti? ¿Qué quieres que te diga de ti? No tengo un solo recuerdo de mi
infancia en el que no aparezcas. Ayer volvía a verme en el mini, de pie entre
los dos asientos delanteros,
¡cómo ha
cambiado la cosa, eh! Se te ocurre llevar a un niño así ahora y se te cae el
pelo, ja ja ja…
pero
yo me veo ahí con mi vestidito, mis pulseras y mi pelo suelto cantando contigo
nuestra canción. ¿Te acuerdas? Seguro que sí, porque luego siempre te la
cantaba. La de los Panchos, aquella de “recuerdo aquella vez que yo te conocí…”.
¿Cuántas veces pude haberte cantado esa canción? ¡A saber!
Tantas como veces escuchamos aquel:
Navidades vienen…navidades van...llega
nochebuena que felicidad…
Y es que en Majadilla 15 la música siempre sonaba, siempre había risas y
carreras de niños subiendo y bajando las escaleras, mientras Epi corría detrás
nuestra o avisaba que alguno de los pequeños lloraba, al tiempo que se
escuchaba el movimiento de las fichas del dominó en el patio.
Abuelorro, te echaremos de menos pero
cuando cada verano el sol me dé en la cara y entre las pecas de la nariz me
salga tu marca, esa casi invisible línea que nos has regalado a todos tus
nietos, sonreiré frente al espejo.
Gracias abuelorro porque si un día no
le hubieses dicho a abuelorra que sería la madre de tus hijos, hoy yo no
estaría aquí. Ah, y si por un casual es cierto que estás flotando a mi
alrededor y una mañana me quedo dormida: ni se te ocurra cantar lo del quinto levanta quítate la manta como nos
hacías de peques, casi prefiero que me despiertes con un beso.
Abuelorro porque fuiste, eres y serás: EL MEJOR.
TE QUIERO
P.D.: Abuelorro, por si no lo sabes, ayer quedamos 2-1 contra el Barça, porque digo yo que ayer le ibas al Pío Pío. Ah, Messi lesionado...
besitos avainillados