Te miro y llevas bosque... Me miras y haces mar
Llueve... no para de llover. De a ratos comienza a nevar. Como siempre la lluvia me moja con su melancolía feroz y todas esas viejas postales vuelven a mi cabeza...
El verde deja de asomar de entre los árboles y todo comienza a aparecer en blanco, negro y gris.
Camino por la calle aferrada a mis desvaríos. El frío enrojece mis mejillas y entumece un poco mis manos que sostienen un cigarrillo.
Hermosa tarde para tomar un café bien negro, bien calentito. Hermosa tarde para ver caer los pequeños copos y escribir... Hermosa tarde para terminar en silencio, abrazados, fumando.
Si tuviera mi cámara en la mano, seguramente registraría este momento. Mi rostro mojado por el agua, mi cigarrillo luchando por permanecer, el viento que sopla, la copa de los árboles, el pueblo quieto, en silencio, todo gris. Vos y yo. Abrigados, con frío, desafiando el tiempo. Envalentonados por la locura. Las risas vienen, suenan y se van. Seguimos acá, sentados, mirando el tiempo detenerse.
-Vamos...
-Un ratito más...
-Estás congelada... y yo también tengo frío...
-...
-Qué es lo que te tiene atada?
-El lago, todavía no se ve por las nubes... los cerros, todavía no están lo suficientemente blancos... Tenemos frío y todavía no me diste un beso...