Series que dejan huella.

Calificación: 5,9.

Existen historias de vida que siguen una línea horizontal, sin demasiados cambios, con la idea de ser un profesional, o alguien que pueda llegar a sus últimas horas con la opción de tener dónde estar. Otras historias de vida, en cambio, están predeterminadas para participar de los planes de seres que conocen con exactitud lo que es ganarse el sustento día con día. Esos seres a elegir, al principio, pueden estar en un estado de alejamiento y repugnancia, con respecto a las ideas que vienen a establecer aquellos que ven en éstos la prolongación de sus acciones. Lo concreto es que, a medida que pasa el tiempo, las nociones de lo real y lo falso, lo bueno y lo malo, van adaptándose a las circunstancias que aparecen; y desde ese momento se puede concebir que ninguno de sus pasos estará desligado de las opciones tomadas.
África, más allá de ser un continente que sigue en inestabilidad, se ha venido transformando en un asidero de ideas que se catapultan al cine tan sólo de escuchar el argumento de la trama. Los inacabables conflictos que se yerguen en sus naciones, junto con los procesos de hambruna y enfermedades, motivan a mostrar lo que significa estar en carne propia en algunas de sus calles terrosas, o en la amplitud de sus sabanas, y parajes. En este sentido, la búsqueda de preseas de valor, que, en su gran mayoría, sólo se extraen en estas tierras, se ha transformado en una industria que supera el simple hecho de mantener obreros para que extraigan minerales. Las ansias por conseguir algo que sobresale del resto aumenta las posibilidades de conformar grupos de poder –y mafia–, que persisten en conseguir sus objetivos, de la forma que fuere. Es aquí donde el ceño de los directores, sin escatimar en consecuencias, despliegan su potencial, en pos de dar a conocer las acciones de un territorio que, día con día, intenta salir de los abusos que se cometen contra sus habitantes, y sus ideales.
Interesarse por la fragmentación ideológica, y los conflictos que surgen en un mundo cada vez más comunicado al tiempo que separado es el tónico del día a día. Se ve matanza, hambruna, miseria, guerrilla, palabras que salen de la boca sin reflexión, hostigamiento, y demás. La balanza, en muchas ocasiones, se vislumbra hacia el lado de las odiosidades, debido, en su gran mayoría, a que el planeta se está acostumbrando a darle el favor a la frase “el fin justifica los medios”; sobre todo, en medio de conflictos armados (ya se debe recordar lo sucedido tras el 9-11-2001).
Hay muchos cineastas que, a pesar de lo que su trabajo viene generando desde hace años, comienzan a perder fuerzas con el paso del tiempo, al punto de llegar a producir filmes que quedan siempre en un puesto menor que sus obras anteriores. Varios de ellos son los llamados “directores grandes”, y, casi siempre, son considerados, por las producciones independientes, soberbios y abarcadores de festivales. Dentro de aquel espectro, sin duda, Pedro Almodóvar es uno de los más citados, al tiempo que uno de los más vapuleados y alabados. ¿En dónde recae, en ese caso, el alza en el contenido, en los temas de sus producciones, lo que contraviene la tradición de “mientras más reciente la película tanto peor”? Los motivos son variados, aunque, por lo general, está la elección que todo guionista-productor encausa desde el principio: la trama. Para Almodóvar, los tiempos de las “Mujeres al borde un ataque de nervios” siguen dando que hablar; de todas formas, lo que se necesita en esta época, donde la lucha está lejos de ser o no feminista, ser o no una mujer liberal, es argumento, madurez, e ideas universales, que identifiquen a la mujer de veintitantos años, a la ama de casa, y, de paso, a los hombres que se sienten amparados en sus figuras. La mecha del pensamiento que oculta emociones bien podría haber sido cualquier suceso que afecte al grupo familiar, y que lleve a los personajes a las conversaciones grotescas, y a las vicisitudes que viajan por el universo almodovoriano. Lo cierto es que esta vez el punto a encontrar es aquel que, de alguna u otra forma, inicia inquietudes, explora lo que todos pueden llegar a sentir después de la pérdida de un ser querido; en resumen, ubicar lo que podría ser catalogado por hecho sobrenatural en un contexto de completa normalidad, sin ahondar demasiado en posibles imaginaciones; manejar el lenguaje de los símbolos y de las emociones.


