Como no teníamos nada qué hacer nos fuimos al bar. Es lo que hacemos siempre que estamos aburridos. Un rato allí, unas cuantas birras y ya no hay aburrimiento posible. Los patos ya eran tan conocidos que entraban con nosotros, tenían su rinconcito donde todo el mundo les tiraba cacahuetes.
En el bar lo más divertido es ver a la gente. Unos tienen el pelo raro. Otros lleva la ropa rara. Otros hablan raro. Y otros, como nosotros, somos raros. Todo nos hace gracia. De todo podemos hacer un chiste. Así que ir a un bar es mucho más divertido que hacer cualquier otra cosa.
Un hombre nos llamó la atención. Como no sabemos su nombre le llamaremos hombre cabra. Tenía el pelo revuelto. La barba crecida. Dos extensiones en las orejas.
¿Por qué el hombre cabra? Aparte de por el parecido físico, porque el tío se lo comía todo, en su bol de cacahuetes cayeron varias uñas, pelos, una chapa de una botella y una servilleta.
Evidentemente era un hombre cabra. Que no un cabrón. Creemos.
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