Carta a un buen padre…
Antes
de marcharte al otro lado dijiste que querías asistir al curso que imparto los
lunes y no has podido ir, por eso te cuento algo de lo que, en tu honor,
impartí a mis alumnos.
Sé
que estás, sé que eres y por eso sigues vivo dentro y fuera de nuestros
corazones.
Dicen
que el amor es ciego, pero no es verdad; sólo aquel que ama conoce de verdad,
puede ver de verdad. Existe una forma de ver y vivir la vida a resultas de esa
mirada, se llama conocimiento por amor, cuando amamos a alguien lo vemos de
verdad, esa persona es capaz de bajar las defensas, mostrarse tan cual es,
entonces aparece, en su esplendor ante nuestros maravillados ojos; el amor a la
vida te ha hecho sentirla, vivirla de esa forma especial, te ha convertido en
un ser humano con visión clara. Los que te amamos te hemos visto, hemos tenido
el privilegio de verte en tu más plena humanidad; cuando se ama, cuando se ve
de esta especial forma, el ser amado se convierte en perfecto en esa imperfecta
perfección que hace que no queramos que nada cambie. Te he visto, me has visto,
el amor ha hecho que no siendo mi padre te sienta como tal; como tú decías, tu cuarto hijo,
¡Qué enorme privilegio y honor!.
El
hueco que dejas es enorme y es proporcional al amor que nos profesamos. Son
momentos duros en los que sabes que estamos tristes y a la vez alegres de
tenerte en nuestras vidas pues hay cosas que son tan ciertas como la luna y el
sol, vives, estás en cada uno de los actos de bondad que realicemos en nuestras
vidas y que son consecuencia de tu enseñanza y modelo de vida. Perfectamente
imperfecto, con tu vitalidad y tu alegría de vivir, con tu amor por la vida nos
dejas un enorme legado, una enorme herencia que atesoramos como una preciosa
joya.
Pedirte
un pequeño favor, espérame al otro lado, quiero verte el primero cuando me
llegue la hora, con tu media sonrisa y tu mirada limpia.
Te
veo y me ves y eso no cambiará...
Escrito desde la cara luminosa de la luna