Prisionero de una mirada cavernícola. A su espalda todo luz. Delante de él su sombra. Su cuerpo no se mueve para seguirla. Sólo ve el girar de su sombra. Cuando el sol se va, ni luz ni sombra. Al amanecer vuelve en silencio. Sin el menor sonido que permita al girasol entender que no todo es su sombra.