Sólo el que ha vivido la experiencia de comer lo que ha cultivado puede entender la inmensa satisfacción que ello supone. Preparar la tierra, decidir el momento, elegir los plantones, cuidarlos y verlos crecer y, finalmente, recolectar los frutos en el momento preciso en que estén en su mejor punto de maduración son cosas que te vinculan con el producto y convierten cada plato en algo más que una simple comida.
En estos tiempos de comida tratada, manipulada, intoxicada, hormonada y sobre todo, desconocida, controlar lo que comes desde su origen produce una extraña sensación de confianza y tranquilidad que ya digo que no se puede entender si no la has vivido.
En mi caso, soy un simple aficionado con un trocito de unos 16 metros cuadrados robados al jardín, sin mucha idea pero con ganas de aprender. He sembrado el huerto varias veces, pero esta ocasión es distinta porque me he metido en una reforma integral del mismo que me produce la misma emoción que si fuera un huerto completamente nuevo y sobre todo, siento que después de dos años sin cultivar, he recuperado algo muy importante y que forma parte de mi.
En estos tiempos de comida tratada, manipulada, intoxicada, hormonada y sobre todo, desconocida, controlar lo que comes desde su origen produce una extraña sensación de confianza y tranquilidad que ya digo que no se puede entender si no la has vivido.
En mi caso, soy un simple aficionado con un trocito de unos 16 metros cuadrados robados al jardín, sin mucha idea pero con ganas de aprender. He sembrado el huerto varias veces, pero esta ocasión es distinta porque me he metido en una reforma integral del mismo que me produce la misma emoción que si fuera un huerto completamente nuevo y sobre todo, siento que después de dos años sin cultivar, he recuperado algo muy importante y que forma parte de mi.
El huerto 2014, recién plantado