De repente nos preguntamos por qué hemos hecho algo. Algo que desde el punto de vista de los demás e, incluso desde el punto de vista de uno mismo, no tiene una explicación razonable socialmente hablando. Y digo socialmente hablando porque estamos manejados indirecta o directamente por la sociedad. Creamos o no creamos, la sociedad ejerce una presión sobre nosotros. Limita nuestros actos y nos juzga por ellos.
¿Quién no ha tenido esa sensación de "trabajo bien hecho" de hacer algo que no es aprobado por la sociedad o nuestro entorno más cercano pero que nos procura paz con nosotros mismos? No sé si seré capaz de poner un ejemplo. Por eso hablo de esta forma genérica, esperando que la sensibilidad que a veces ilumina mis palabras acompañe a los dedos que teclean para llegar al entendimiento del que las pueda leer.
No siempre coinciden nuestro impulsos a la hora de actuar con lo que recomienda la Santa Madre Sociedad. Lo escribo con mayúsculas ironizando a la Santa Madre Iglesia Católica, a la que muchas veces nos empujan a creer con los ojos cerrados. Ni la una ni la otra deberían ejercer ningún tipo de presión sobre nuestros actos, tampoco opinar de ellos ni juzgarnos.
La sabiduría popular tiene sus refranes y sus referencias. Ante cualquier decisión importante es conveniente guardar reposo. Sosegar nuestra alma y calmar a la razón. Consultar con la almohada siempre ha sido muy útil. En tiempos de Jesús se llamaba retirarse a orar. Quién sabe si los apóstoles de entonces, que se durmieron al lado de Jesús cuando este discernía sobre si pasar por la crucifixión o no, inventaron el término "consultar con la almohada". Es broma. Humor particular. Licencia del que escribe esto.
¿Y aún hoy nos preguntamos si actúa o no el Espíritu Santo?
"El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu"
Escuchando a nuestro corazón, muchas veces sin entender a donde nos empuja, estamos escuchando esa voz que no sabemos de donde viene ni a donde nos lleva. La tan consabida disputa de Corazón o Razón, a cual hago caso, muchas veces es la misma disyuntiva de Dios o los hombres.
Y no por escuchar más a uno u otro, vamos a sufrir menos, no nos confundamos. Pues bien se sufre siguiendo la ley del hombre como también la ley de Dios (la del amor) que no termina de casar bien en nuestra sociedad actual.