Como mosca en tela de araña
Una atención todavía más especial que antes habrá que prestarle de
aquí en adelante a cada proyección que lleve a cabo Denis Villeneuve. Con una filmografía corta en su haber y con
productos de muy buen calibre como la memorable Incendies y la brillante y tensa Prisoners, el canadiense cimenta en esta oportunidad, con Enemy, su entrega más polémica si lo
analizamos a partir del estado de shock y de la dispersión mental que le
ocasiona al espectador. Es que el film busca, entre sus objetivos, inquietar y
confundir, hacer pensar al público desafiando su aptitud para atar cabos
sueltos y encastrar cada pieza de un puzzle difícil de armar. Esta es la tarea
más complicada, dado que la cinta invita a la elaboración de diversas teorías.
Controvertida, impactante, oscura, asfixiante y a la vez perturbadora, esta
adaptación bastante libre de la novela de Saramago
cuenta con todos los elementos necesarios como para convertirse en una obra de
culto.
Jake Gyllenhaal, de excelente interpretación, encarna a un profesor con una rutina
algo aburrida. Tras una recomendación, ve en una película a un actor que es
idéntico a él. Desde ese momento, decide ir a buscarlo, conocerlo, algo que le
puede ocasionar una serie de consecuencias exasperantes y problemáticas para su
estado de ánimo.
Puede que a muchos les parezca que Villeneuve
hace trampa (como solían recalcarle también a David Lynch con sus simbolismos y apelaciones surrealistas). Enemy está realizada con el fin
principal de jugar con nuestro poder analítico, provocándonos con los
acontecimientos, retándonos a no dejar pasar los detalles ni determinados
diálogos que pueden connotar algo importante o esconder un mensaje implícito a
desanudar hacia el final. El director nos enreda en una tela de araña
argumental, como si fuésemos una mosca. Desenmarañarse cuesta horrores, pero
curiosamente se trata de un embrollo en el que uno no se siente a disgusto. El
grado de hipnosis al que nos somete es altísimo, en él intervienen y cooperan
para suscitarlo una musicalización punzante, penetrante; una fotografía
tenebrosa, casi de pesadilla, con un tono sepia, amarillento, gélido y
sugerente que nos sumerge en la angustia del personaje central; y una intriga
que con el correr de los minutos crece en nervio y tensión.
Enemy
se pasa rápido, apenas dura una hora y media, acelerando los procesos más
influyentes en sus últimos tramos, aquellos en donde la angustia, la curiosidad
y la ansiedad se fusionan, transportándonos hacia caminos oscuros y turbios. Se
aproxima el momento de unir los fragmentos, de entrelazarlos y, pese a la cita
inicial, a esa advertencia o sugerencia al nacimiento del film que reza que “el
caos es un orden por descifrar”, el rompecabezas se percibe incompleto. De
hecho la duda se apodera de nuestra mente y la sensación de desconcierto llega
al extremo más pasmoso con la última secuencia, de las más inquietantes y turbadoras
que se hayan visto.
Enemy
es audaz, inteligente y polémica. Amada u odiada, controversial, pero no deja
indiferente a nadie. Ideal para debatir y volver a visionar, la nueva joya de Denis Villeneuve tiene un poderío tan
magnético y sugestivo que le quema la cabeza al espectador.
LO MEJOR: la atmósfera opresiva que suscita, los estados de tensión. Intriga a
grandes escalas. Soberbia actuación de Jake
Gyllenhaal. La forma en que se narra la historia. Fotografía. El debate que
abre. El WTF del final.
LO PEOR: algunas cuestiones que sólo Villeneuve
nos podría explicar con exactitud.
PUNTAJE: 9,5