Hay muchas cosas en las que aceptamos que el cine no es real y la conducción de automóviles es una de ellas. En primer lugar por lo que comentaba otro día de que los coches en el cine sólo dan problemas en el encendido, pero también hay otros aspectos dignos de ser comentados. Por ejemplo, la gran cantidad de volantazos que dan en las películas; cuando alguien conduce en la realidad las curvas en la carretera normalmente son suaves y se va girando el volante paulatinamente. En el cine el conductor suele moverlo con gran velocidad a izquierda, derecha, izquierda, derecha continuamente. Un coche conducido así sería el terror de la autopista, todos los otros vehículos se tendrían que apartar de la calzada y además en el interior se notaría el fuerte efecto de la inercia y sus ocupantes se irían meneando de un lado al otro. Tampoco está mal la tranquilidad con que los conductores en el cine miran al copiloto en lugar de a la carretera.
Pero me voy a detener más en otro punto que es el del cambio de marchas. Todos los conductores sabemos que al arrancar un vehículo la mano se nos va continuamente a la palanca de cambios. Hay que comprobar si tiene la primera metida y al poco de arrancar meter la segunda y generalmente no mucho después la tercera; incluso la cuarta, si estamos en carretera y no en ciudad. En el cine no se ven estos movimientos, el conductor agarra el volante todo el rato. Esto no se aleja tanto de la realidad si se trata de cine americano puesto que los coches estadounidenses suelen tener cambio de marchas automático y no manual.
Ojo, aunque el cambio de marchas se haga automáticamente la caja de cambios funciona exactamente igual que en un coche europeo. Se trata de una serie de engranajes que regulan la velocidad que el motor transmite a las ruedas. Las ruedas giran a menos velocidad que el motor y esta reducción se consigue uniendo el motor con un engranaje pequeño y las ruedas con uno más grande; cuanto mayor sea la diferencia de tamaño entre los engranajes, más se reducirá la velocidad y más lentas irán las ruedas. En el momento del arranque nos interesa que las ruedas vayan a poca velocidad; más adelante lo que hacemos al pisar el embrague (desembragar) es separar los dos engranajes. En ese momento las ruedas giran de forma totalmente independiente del motor (de ahí que el coche se embale cuando pisamos el embrague cuesta abajo y se frene cuando lo pisamos cuesta arriba); al meter la nueva marcha, ya sea de forma manual o automática, se ponen en contacto dos engranajes distintos con menos diferencia de tamaño, por lo que la reducción de velocidad es menor, las ruedas girarán más aprisa. Si la marcha "entra mal" puede pasar que los engranajes no lleguen a hacer contacto y las ruedas giren "locas", independientes del motor; o algo peor, si intentamos cambiar la marcha sin pisar el embrague, y por lo tanto sin separar los dos engranajes, hacemos que uno rasque contra el otro produciendo un desagradable ruido.
¿Y por qué la marcha atrás es por lo general más complicada de meter? Pues porque requiere unir no dos sino tres engranajes; la función del tercero es cambiar el sentido de giro. Ahí sí que los coches americanos tendrán que tener algún dispositivo manual para introducirla; la automatización, como todo, tiene sus límites.