La sensación de la temporada pasada comienza el 2006 ganando. Fue el pasado viernes en el GP de Doha, y que ha nadie le extrañe que la glosa de la primera victoria de Tom Boonen con el maillot de campeón del mundo se retrase hasta hoy. Cada cosa en su justa medida. El GP Doha es un criterium hecho carrera profesional, gracias a los petrodólares de las monarquías corruptas y feudales del Golfo Pérsico, en este caso Qatar. Unas invierten en Fórmula 1 (Emiratos Árabes), otras en campos de golf (Bahrein), las más en tenis y fútbol. Con buen olfato empresarial ante este dispendio de dinero dedicado “a diversificar economías dependientes del petróleo”, Jean-Marie LeBlanc contactó con algún príncipe heredero (los hay a decenas) y le ofreció un paquete consistente en la organización del Tour de Francia y un buen puñado de estrellas del pedal. Sobre encontrar un hueco en el calendario y las temperaturas agobiantes del desierto, ningún problema: a finales de enero se puede vender el clima del Golfo Pérsico como mediterráneo y la disparatada fecha como unas vacaciones exóticas, al mismo nivel que esos cicloturistas alemanes que contratan un paquete turístico en Lanzarote para diciembre.
Hecho. Con armas y bagajes, una parte significativa de la caravana ciclista se desplaza desde hace dos años a Qatar con todos los gastos pagados, y qué gastos. A los de logística del material se unen los del personal y ciclistas, que permanecen a cuerpo de rey (feudal, en este caso) toda una semanita disfrutando de las maravillas del lugar: tiendas de lujo, hoteles horteras y mucho coche tapizado en cuero. Estoy seguro de que más de un director deportivo cree que es un destino óptimo para empezar la temporada, más que nada porque está prohibido el alcohol y las señoritas, al menos públicamente. Y mientras tanto, si cae alguna victoria con los jugosos premios que se reparten, mejor que mejor. No es de extrañar que en 2004 el vencedor del GP Doha fuese Simone Cadamuro y en 2005 Robert Hunter, velocistas con vuelos pero pocas confirmaciones. En cambio, este año ha ganado Boonen, y tampoco es de extrañar.
Ya el año pasado fue segundo en la carrera y después se impuso en dos etapas del Tour de Qatar, las dos primeras etapas que acababan en, atención al dato, Doha Hyatt Plaza (un conocido hotel) y el Comité Olímpico qatarí, ese que nacionaliza atletas keniatas. Porque en eso consiste el Tour de Qatar y su prefacio del GP Doha: un bucle continuo a un país cuyo mayor accidente orográfico son las dunas, con carreteras asfaltadas y trazadas a la americana (poner en punto muerto la asfaltadora y dejar que llegue al mar) y todo con una extensión propia de microestado, encima peninsular con forma de percebe. Y con esas dificultades, a un fuera de serie como Boonen le basta con apretar un poco al final de las dos horas y media de competición (sic) para ganar. Igual que Oscar Freire cuando gana en Mallorca, para que engañarse. No se trata de que estén en forma, si no que victorias así se presentan en pocas ocasiones. Los ciclistas no tienen la culpa de que la UCI sancione como carrera profesional una fiesta de barbudos, los mismos que suben al podio tocados con turbante a entregar el premio. Acostumbrados a desplazarse por su hacienda-estado en potentes coches con gasolina gratis, les tiene que parecer gracioso que unos jóvenes se afeiten las piernas y utilicen el medio de transporte de los chinos para conocer la isla. Cuando el nuevo príncipe heredero caiga en la cuenta de que eso puede ser indecente, cerrará el grifo (¿o debería decir oleoducto?) y todo será cubierto por la arena del desierto. Y el que crea que esto forma parte de la expansión del ciclismo y que es un gran paso adelante, es que no ha entendido nada. La Semana Catalana echa el cierre y nosotros tenemos que tragar que esto es “competición”.
Por cierto, otras dos etapas del Tour de Qatar de 2005 acabaron en Doha Landmark (Monumento) y Doha Corniche (Mirador). La única que acabó en un sitio diferente fue la tercera, ganada por Lars Michaelsen en Al Khor Corniche, al igual que la general. El danés ya había sido 3º en el GP Doha. Así las cosas, me haré eco de los resultados del Tour de Qatar, esperando que empiece la temporada.
***
La primera etapa del Tour de Qatar 2006 para Boonen.
31 enero, 2006
27 enero, 2006
La Semana Catalana como síntoma de la crisis del ciclismo
No ha pasado ni un año y los efectos combinados del ProTour y de la “espantá” de Unipublic del ciclismo se han cargado una prueba de relevancia, nada menos que la Semana Catalana. No es una carrera más, de las surgidas al calor del desarrollo económico-social de España y con el afán de contar con una vuelta por cada comunidad autónoma. Su primera edición se remonta a 1963 y, salvo la edición de 1980 –en plena crisis económica del país y del ciclismo nacional en particular-, se ha desarrollado ininterrumpidamente hasta el año 2005. Y casi siempre con un altísimo nivel de participación y con un selecto elenco de vencedores, pero los síntomas de la crisis ya se podían rastrear en las últimas ediciones.
Joaquín Sabaté, organizador de la prueba, achaca toda la culpa al ProTour, pero hay que huir de las explicaciones fáciles y monocausales, tanto en el ciclismo como en la vida en general. Que el ProTour establezca la cláusula de sólo un 50% del total del pelotón con equipos de su liga de élite es un factor importante para explicar la pérdida de patrocinadores, pero hace ya mucho tiempo que en las vueltas menores las empresas que aflojan el dinero no son multinacionales, sino Jamones de La Esquina o Rodamientos Ceballos. Al grano: la Semana Catalana estaba incluida dentro del grupo de carreras que, al margen de la Vuelta, eran sostenidas y promocionadas por Unipublic. Las vendían en paquete, tanto a los patrocinadores como a TVE. De esta manera, se repetían en estas carreras los mismos mecenas que en la Vuelta (léase Telefónica, Fertiberia o Quesos Campo Real). Y estas carreras, para que estén avisados de lo que pueda pasar, son la Vuelta a Murcia, a Valencia, Aragón y la Clásica de Alcobendas.
Al no poder traer figuras, los patrocinadores son más reacios a invertir –y sin tele, con poquísima posibilidad de retorno de la inversión-, mientras los costes de organización son cada vez mayores, como pasa con todas las cosas. Resultado: ha caído una ficha de dominó y a ver quien detiene la espiral, porque aunque no se haya anunciado oficialmente, la Vuelta a Aragón se da prácticamente por cancelada y la Vuelta a Valencia se ha salvado por poco (apoyo directo de Juan José Camps y su delfín Ángel Casero, que hay que colocar al chaval). Para Andalucía y Murcia no hay problemas, porque el buen tiempo que ofrecen en febrero hace que los equipos –y con ellos los patrocinadores- se peleen para venir. La Clásica de Alcobendas, por su parte, hace tiempo que se ha asentado como una Vuelta a Madrid oficiosa, con lo que esto tiene de dinero oficial. Para Juan Mora, el intempestivo articulista del As, la razón de la huida de los patrocinadores es el doping, así, sin más. Desde lo de Manzano, este hombre no ve más allá.
Sin embargo, el problema es más profundo, y no exclusivo de España. Esas vueltas han sobrevivido y prosperado gracias al generoso manto de TVE y todo lo que traía asociado. El año pasado ya no se disputaron el Midi Libre, la Carrera de la Paz (que vuelve este año), el GP Eddy Merckx o clásicas italianas de prestigio como el Friuli o el Matteoti. Y la lista no es exhaustiva. En esos países ha habido casos de doping al nivel de lo sucedido en España, quizás con un destino distinto para sus protagonistas: Museeuw sigue siendo un héroe en Bélgica, a Pantani lo mataron unos malvados camellos (o la Mafia) y Virenque disfruta de su pequeña isla de Barataria en Francia. Entonces, ¿cúal es el problema?
El problema es el ciclismo en sí mismo. Un deporte que no se disputa en un recinto cerrado, que se desplaza todos los días cientos de kilómetros, que necesita tres helicópteros, que se salta las parrillas de programación (¡eso es sagrado!) y que no cobra entrada tiene poco futuro, en sus manifestaciones menos famosas (léase Semana Catalana), en el moderno mundo de la Televisión Digital Terrestre y del deporte como espectáculo. Hasta que punto esto era algo que rondaba en la imperial cabeza de Manolo Saiz cuando pergueñó la aberración del ProTour no se sabrá nunca, pero que había y hay un objetivo final de reducir los días de competición es evidente. Y si con eso tienen que caer carreras, que caigan. Sus patrocinadores, si están realmente interesados en el ciclismo, se concentrarán en las carreras que les interesan.
Para la memoria: el año pasado la empresa Würth, ya fuertemente comprometida con Liberty Seguros, financió las dos últimas etapas de la Semana Catalana. Ya saben: la tradicional gymkhana en torno a las instalaciones de la empresa, con el patriarca cortando la cinta y saludando a los ases del pedal, en este caso en Palau y Plegamans. ¿Se creen ustedes que Würth va a dejar ese dinero en la caja? Yo por lo menos ya se donde va a acabar más de una etapa de la Volta a Cataluña. Al ser esta una carrera ProTour, también se evita el riesgo de que las etapas vayan a gente como Uros Murn, Claudio Corioni o Robert Hunter (todos ganadores de etapa en la Semana de 2005), que siempre da cosita entregarle la copa a corredores que no aparecen en la tele. Un colectivo que antes era minoría y que ahora será mayoría.
Joaquín Sabaté, organizador de la prueba, achaca toda la culpa al ProTour, pero hay que huir de las explicaciones fáciles y monocausales, tanto en el ciclismo como en la vida en general. Que el ProTour establezca la cláusula de sólo un 50% del total del pelotón con equipos de su liga de élite es un factor importante para explicar la pérdida de patrocinadores, pero hace ya mucho tiempo que en las vueltas menores las empresas que aflojan el dinero no son multinacionales, sino Jamones de La Esquina o Rodamientos Ceballos. Al grano: la Semana Catalana estaba incluida dentro del grupo de carreras que, al margen de la Vuelta, eran sostenidas y promocionadas por Unipublic. Las vendían en paquete, tanto a los patrocinadores como a TVE. De esta manera, se repetían en estas carreras los mismos mecenas que en la Vuelta (léase Telefónica, Fertiberia o Quesos Campo Real). Y estas carreras, para que estén avisados de lo que pueda pasar, son la Vuelta a Murcia, a Valencia, Aragón y la Clásica de Alcobendas.
Al no poder traer figuras, los patrocinadores son más reacios a invertir –y sin tele, con poquísima posibilidad de retorno de la inversión-, mientras los costes de organización son cada vez mayores, como pasa con todas las cosas. Resultado: ha caído una ficha de dominó y a ver quien detiene la espiral, porque aunque no se haya anunciado oficialmente, la Vuelta a Aragón se da prácticamente por cancelada y la Vuelta a Valencia se ha salvado por poco (apoyo directo de Juan José Camps y su delfín Ángel Casero, que hay que colocar al chaval). Para Andalucía y Murcia no hay problemas, porque el buen tiempo que ofrecen en febrero hace que los equipos –y con ellos los patrocinadores- se peleen para venir. La Clásica de Alcobendas, por su parte, hace tiempo que se ha asentado como una Vuelta a Madrid oficiosa, con lo que esto tiene de dinero oficial. Para Juan Mora, el intempestivo articulista del As, la razón de la huida de los patrocinadores es el doping, así, sin más. Desde lo de Manzano, este hombre no ve más allá.
Sin embargo, el problema es más profundo, y no exclusivo de España. Esas vueltas han sobrevivido y prosperado gracias al generoso manto de TVE y todo lo que traía asociado. El año pasado ya no se disputaron el Midi Libre, la Carrera de la Paz (que vuelve este año), el GP Eddy Merckx o clásicas italianas de prestigio como el Friuli o el Matteoti. Y la lista no es exhaustiva. En esos países ha habido casos de doping al nivel de lo sucedido en España, quizás con un destino distinto para sus protagonistas: Museeuw sigue siendo un héroe en Bélgica, a Pantani lo mataron unos malvados camellos (o la Mafia) y Virenque disfruta de su pequeña isla de Barataria en Francia. Entonces, ¿cúal es el problema?
El problema es el ciclismo en sí mismo. Un deporte que no se disputa en un recinto cerrado, que se desplaza todos los días cientos de kilómetros, que necesita tres helicópteros, que se salta las parrillas de programación (¡eso es sagrado!) y que no cobra entrada tiene poco futuro, en sus manifestaciones menos famosas (léase Semana Catalana), en el moderno mundo de la Televisión Digital Terrestre y del deporte como espectáculo. Hasta que punto esto era algo que rondaba en la imperial cabeza de Manolo Saiz cuando pergueñó la aberración del ProTour no se sabrá nunca, pero que había y hay un objetivo final de reducir los días de competición es evidente. Y si con eso tienen que caer carreras, que caigan. Sus patrocinadores, si están realmente interesados en el ciclismo, se concentrarán en las carreras que les interesan.
Para la memoria: el año pasado la empresa Würth, ya fuertemente comprometida con Liberty Seguros, financió las dos últimas etapas de la Semana Catalana. Ya saben: la tradicional gymkhana en torno a las instalaciones de la empresa, con el patriarca cortando la cinta y saludando a los ases del pedal, en este caso en Palau y Plegamans. ¿Se creen ustedes que Würth va a dejar ese dinero en la caja? Yo por lo menos ya se donde va a acabar más de una etapa de la Volta a Cataluña. Al ser esta una carrera ProTour, también se evita el riesgo de que las etapas vayan a gente como Uros Murn, Claudio Corioni o Robert Hunter (todos ganadores de etapa en la Semana de 2005), que siempre da cosita entregarle la copa a corredores que no aparecen en la tele. Un colectivo que antes era minoría y que ahora será mayoría.
26 enero, 2006
¡Como para comprarle un coche usado!
David Millar es el último protagonista –hasta el momento- en la serie de entrevistas del diario As a corredores ciclistas. Siempre he tenido al inglés como un ejemplo de testimonio directo y nítido del dopaje, e incluso de coherencia. Error. Fue un tramposo y un mentiroso y demuestra que lo sigue siendo. Porque no hay nada peor que relatar una farsa que no resiste la más mínima comprobación con los hechos. Fichado por el Saunier Duval, no podrá debutar hasta el 23 de junio en competición oficial, pero Matxin ya le ha prometido una plaza fija en el Tour. Como el honor no se lo ha ganado en la carretera, estamos ante un claro fichaje “mediático” que haría sonrojar al mismísimo Florentino Pérez. Supongo que los responsables del equipo cántabro habrán sopesado los pros y contras, pero la entrevista de ayer deja muy mal parada a la casa.
Como reconoce de entrada, no tenía ninguna oferta, pero Kiko García (ex-profesional de la ONCE, olímpico en Barcelona) lo vendió a Matxin. Demuestra un gran resentimiento: “Los equipos franceses no se han interesado por mí y yo tampoco estoy interesado en ellos. No me gusta su mentalidad. Piensan más como una empresa, que como un equipo. Les falta pasión por el ciclismo”. ¡Y lo dice el corredor que se hizo “grande” en el Cofidis! Mientras el patrocinador retiraba el equipo de las carreras en pleno abril –lo que costó que Astarloa entrase en su ciclo sin fin-, mientras caían los polacos de medio pelo, el bueno de Millar nos vendía la moto de que iba a por el Tour. Tuvo que ser por la delación de Gaumont por la que cantase. Y ahí el llamado “caso Cofidis” entró en barrena. Pillaron al traficante Lelli (que ha ganado un juicio por despido improcendente a su equipo) y el está pagando su pena. Dos años dan para pensar mucho, pero resulta que ha salido un líder mesiánico con tres objetivos: “Competir sin ayuda externa, transformarme en un icono del ciclismo limpio y que mi caso sirva de ejemplo a la gente joven”. Vamos, un Jesucristo resucitado que después de pasar por la crufixión se apresta a expandir su verbo por el mundillo ciclista. Dios nos coja confesados, nunca mejor dicho.
Millar, cuando iba dopado hasta las cejas, no pasaba con los primeros ni un puerto de tercera. Con 29 años, perdidos sus “mejores años fisiológicos” como afirma plañideramente Josu Garai en Marca (más que una entrevista, una rueda de prensa), ¿qué podemos esperar de un corredor que afirma querer servir de ejemplo? Pues que cuando se vea que no anda, servirá de ejemplo justo para lo contrario: que sólo con las jeringuillas de Jesús Losa se puede tener la peregrina idea de “subir al podio de una grande”. David Millar ya servía como ejemplo de la lucha contra el dopaje. Si, porque confesó, pero ahora dice haber “sufrido” interrogatorios durante dos días, “y no voy a negar que hubo presión policial, pero al final fue una decisión propia”. ¡Y tanto! Con varios testimonios en su contra, con su médico personal interrogado y con las jeringuillas con resto de EPO dentro de un libro hueco en su casa de Biarritz, como para no cantar. Pero no, no es todo esto lo que lleva al cabreo con el caradura de Millar...en la farsa-entrevista del Marca, afirma que “algunas victorias las obtuvo con doping, otras no”. ¿Y se creen ustedes que el periodista le pregunta cúales? Ni por eso.
Yo ya no creo nada de lo que diga este vividor, uno de los ciclistas que más ha intentado explotar su imagen pública y que cuenta con menos base para hacerlo. Recuerden: nacido en Malta, residente en Hong-Kong durante un tiempo, entrenamientos en Central Park, su madre le apoyaba (“It´s Millar time!”) y salía muy bien parado del libro-hagiografía que Lance Armstrong se autodedicó con su quinto Tour, probablemente por su buena campaña de autobombo. Se destapa para el gran público con su victoria en el prólogo del Tour del 2000. Tras un rutilante 2001 con ocho victorias y 16º en la clasificación UCI, en el 2002 se despeña hasta el puesto 115º con una sola victoria, una etapa del Tour, carrera que finaliza a dos horas del vencedor en el nada glorioso puesto 68º. No hubo lesiones ni nada: compitió durante todo el año, y en la Vuelta abandonó tras el gesto quijotesco de cruzar la línea de meta en el Angliru. En 2003 mejora hasta el puesto 20º de la UCI, seis victorias incluyendo el Campeonato del Mundo CRI del que luego será desposeido, pero en el Tour estancado: 55º a una hora y cincuenta y cuatro minutos de Armstrong. Haciendo caso a sus declaraciones (“bajo presión policial”), se empezó a dopar para “preparar la Vuelta 2003”, pero ya lo había hecho antes. ¿Cúando? Nadie se lo pregunta. Bueno, pues a mì sus altibajos de forma y resultados me obligan a pensar que se ha dopado siempre. Y con 29 años no es que haya pasado “su mejor momento fisiológico” (menuda suposición) sino que su “It´s Millar time” ya suena a cansino y rancio, tanto como su nuevo papel de cruzado por la pureza.
Como reconoce de entrada, no tenía ninguna oferta, pero Kiko García (ex-profesional de la ONCE, olímpico en Barcelona) lo vendió a Matxin. Demuestra un gran resentimiento: “Los equipos franceses no se han interesado por mí y yo tampoco estoy interesado en ellos. No me gusta su mentalidad. Piensan más como una empresa, que como un equipo. Les falta pasión por el ciclismo”. ¡Y lo dice el corredor que se hizo “grande” en el Cofidis! Mientras el patrocinador retiraba el equipo de las carreras en pleno abril –lo que costó que Astarloa entrase en su ciclo sin fin-, mientras caían los polacos de medio pelo, el bueno de Millar nos vendía la moto de que iba a por el Tour. Tuvo que ser por la delación de Gaumont por la que cantase. Y ahí el llamado “caso Cofidis” entró en barrena. Pillaron al traficante Lelli (que ha ganado un juicio por despido improcendente a su equipo) y el está pagando su pena. Dos años dan para pensar mucho, pero resulta que ha salido un líder mesiánico con tres objetivos: “Competir sin ayuda externa, transformarme en un icono del ciclismo limpio y que mi caso sirva de ejemplo a la gente joven”. Vamos, un Jesucristo resucitado que después de pasar por la crufixión se apresta a expandir su verbo por el mundillo ciclista. Dios nos coja confesados, nunca mejor dicho.
Millar, cuando iba dopado hasta las cejas, no pasaba con los primeros ni un puerto de tercera. Con 29 años, perdidos sus “mejores años fisiológicos” como afirma plañideramente Josu Garai en Marca (más que una entrevista, una rueda de prensa), ¿qué podemos esperar de un corredor que afirma querer servir de ejemplo? Pues que cuando se vea que no anda, servirá de ejemplo justo para lo contrario: que sólo con las jeringuillas de Jesús Losa se puede tener la peregrina idea de “subir al podio de una grande”. David Millar ya servía como ejemplo de la lucha contra el dopaje. Si, porque confesó, pero ahora dice haber “sufrido” interrogatorios durante dos días, “y no voy a negar que hubo presión policial, pero al final fue una decisión propia”. ¡Y tanto! Con varios testimonios en su contra, con su médico personal interrogado y con las jeringuillas con resto de EPO dentro de un libro hueco en su casa de Biarritz, como para no cantar. Pero no, no es todo esto lo que lleva al cabreo con el caradura de Millar...en la farsa-entrevista del Marca, afirma que “algunas victorias las obtuvo con doping, otras no”. ¿Y se creen ustedes que el periodista le pregunta cúales? Ni por eso.
Yo ya no creo nada de lo que diga este vividor, uno de los ciclistas que más ha intentado explotar su imagen pública y que cuenta con menos base para hacerlo. Recuerden: nacido en Malta, residente en Hong-Kong durante un tiempo, entrenamientos en Central Park, su madre le apoyaba (“It´s Millar time!”) y salía muy bien parado del libro-hagiografía que Lance Armstrong se autodedicó con su quinto Tour, probablemente por su buena campaña de autobombo. Se destapa para el gran público con su victoria en el prólogo del Tour del 2000. Tras un rutilante 2001 con ocho victorias y 16º en la clasificación UCI, en el 2002 se despeña hasta el puesto 115º con una sola victoria, una etapa del Tour, carrera que finaliza a dos horas del vencedor en el nada glorioso puesto 68º. No hubo lesiones ni nada: compitió durante todo el año, y en la Vuelta abandonó tras el gesto quijotesco de cruzar la línea de meta en el Angliru. En 2003 mejora hasta el puesto 20º de la UCI, seis victorias incluyendo el Campeonato del Mundo CRI del que luego será desposeido, pero en el Tour estancado: 55º a una hora y cincuenta y cuatro minutos de Armstrong. Haciendo caso a sus declaraciones (“bajo presión policial”), se empezó a dopar para “preparar la Vuelta 2003”, pero ya lo había hecho antes. ¿Cúando? Nadie se lo pregunta. Bueno, pues a mì sus altibajos de forma y resultados me obligan a pensar que se ha dopado siempre. Y con 29 años no es que haya pasado “su mejor momento fisiológico” (menuda suposición) sino que su “It´s Millar time” ya suena a cansino y rancio, tanto como su nuevo papel de cruzado por la pureza.
23 enero, 2006
Y ahora, Iban Mayo
Sigue la serie de entrevistas a astros del pedal nacional. Tras Valverde y Freire, el diario As propone ahora al otrora conocido como “el príncipe”, entronizado como tal tras una inolvidable ascensión a Alpe D´Huez en 2003. Son cosas que pasan cuando tienes 26 años y metes 2´15” a los favoritos en el último puerto. A pesar de que ese mismo año acabó mostrando sus debilidades (la crono, la concentración), acabamos fulgurados por el Dauphinè Liberè de 2004. Desde entonces, nada de nada. Incluyendo toda la temporada 2005, pasada en blanco. Iban Mayo, un hombre en busca de su lugar en el pelotón.
La entrevista no es divertida ni ofrece nada nuevo, pero si la oportunidad de recuperar a un corredor que ha aparecido poco por este foro, en rigurosa correspondencia con su rendimiento. A la pregunta de qué fue lo que pasó el año pasado, elenca una serie de lesiones: rodilla, espalda y “nunca acabé de coger la forma”. Es cierto que es un corredor propenso a las lesiones, pero en la Vuelta a Suiza su preparación parecía óptima, dentro del secretismo que impera en el mundo del ciclismo cuando tienes grandes objetivos. En el Tour fue todo lo protagonista que quiso la televisión francesa, gracias a esa costumbre de sacar a la gente que pedalea hacia atrás (Mayo, Menchov) o que pedalea desde detrás (Moreau, Chavanel, Voeckler). En todo caso, la explicación no cuela, porque todo el equipo rindió al mismo nivel. Por lo menos, parece asumir que “el Tour no es la única carrera”. Quizás marcándose otros objetivos podremos volver al Mayo que enamoraba, ese corredor que atacaba en todo lugar y en toda carrera. Pero ni siquiera eso es creíble: Euskatel termina su patrocinio este año y Madariaga quiere banderas de enganche visibles para vender al nuevo patrocinador que le busque el ejecutivo vasco. Al igual que Beloki en 2003, obligado a atacar en cualquier lugar y a cambiar su modo de correr para que Manolo Saiz encontrase patrocinador para su equipo, si vuelve el mejor Mayo será en el Tour.
¿Y si nunca vuelve? “Necesito recuperar la confianza, de que en ciertas carreras me vea con opciones de hacer algo”. ¿Y cómo podrá, si se tiene que reservar para el Tour? Las cosas pintan muy mal.
El resto de la entrevistas transcurre entre dimes y diretes, su opinión personal sobre el doping y la desunión en el mundo del ciclismo. Pobre Iban Mayo. Sólo si se recupera al mejor nivel podremos analizar sin ruborizarnos sus mayores hazañas; si no, quedarán teñidas con la pesada duda del doping. Pero no parece asustarle la posibilidad. Coquetea con la idea de “no entrar ni entre los treinta primeros”. 28 años, los dos últimos y el presente a 600.000 euros por temporada. Su última victoria, la sospechosísima cronoescalada al Ventoux en la Dauphiné 2004. Segundo, el dopadísimo Tyler Hamilton; tercero, un sorprendente Oscar Sevilla que huiría como alma que lleva el diablo a final de temporada del Phonak; cuarto, Lance Armstrong, que arrasaría en el Tour con cinco etapas. ¿Y vamos a pensar que Mayo era mejor que los tres siguientes, que iban manifiestamente dopados? Tras los casos de Santi Pérez y Roberto Heras, que también iban con una marcha de más, ninguno se debería tragar resultados de ese cariz. Por eso cabe la duda: si Mayo recupera su mejor nivel, eso significará que tendremos que mirar a otro lado. Ya lo único que cabe desear es que invierta bien el dinero amasado, y que, de recuperar algo, que sea su espíritu atacante. Aunque no le sirva para ganar. Aunque el Tour no esté a su alcance. Aunque sólo sea por no tener que volver a buscarlo en el fondo de las clasificaciones.
La entrevista no es divertida ni ofrece nada nuevo, pero si la oportunidad de recuperar a un corredor que ha aparecido poco por este foro, en rigurosa correspondencia con su rendimiento. A la pregunta de qué fue lo que pasó el año pasado, elenca una serie de lesiones: rodilla, espalda y “nunca acabé de coger la forma”. Es cierto que es un corredor propenso a las lesiones, pero en la Vuelta a Suiza su preparación parecía óptima, dentro del secretismo que impera en el mundo del ciclismo cuando tienes grandes objetivos. En el Tour fue todo lo protagonista que quiso la televisión francesa, gracias a esa costumbre de sacar a la gente que pedalea hacia atrás (Mayo, Menchov) o que pedalea desde detrás (Moreau, Chavanel, Voeckler). En todo caso, la explicación no cuela, porque todo el equipo rindió al mismo nivel. Por lo menos, parece asumir que “el Tour no es la única carrera”. Quizás marcándose otros objetivos podremos volver al Mayo que enamoraba, ese corredor que atacaba en todo lugar y en toda carrera. Pero ni siquiera eso es creíble: Euskatel termina su patrocinio este año y Madariaga quiere banderas de enganche visibles para vender al nuevo patrocinador que le busque el ejecutivo vasco. Al igual que Beloki en 2003, obligado a atacar en cualquier lugar y a cambiar su modo de correr para que Manolo Saiz encontrase patrocinador para su equipo, si vuelve el mejor Mayo será en el Tour.
¿Y si nunca vuelve? “Necesito recuperar la confianza, de que en ciertas carreras me vea con opciones de hacer algo”. ¿Y cómo podrá, si se tiene que reservar para el Tour? Las cosas pintan muy mal.
El resto de la entrevistas transcurre entre dimes y diretes, su opinión personal sobre el doping y la desunión en el mundo del ciclismo. Pobre Iban Mayo. Sólo si se recupera al mejor nivel podremos analizar sin ruborizarnos sus mayores hazañas; si no, quedarán teñidas con la pesada duda del doping. Pero no parece asustarle la posibilidad. Coquetea con la idea de “no entrar ni entre los treinta primeros”. 28 años, los dos últimos y el presente a 600.000 euros por temporada. Su última victoria, la sospechosísima cronoescalada al Ventoux en la Dauphiné 2004. Segundo, el dopadísimo Tyler Hamilton; tercero, un sorprendente Oscar Sevilla que huiría como alma que lleva el diablo a final de temporada del Phonak; cuarto, Lance Armstrong, que arrasaría en el Tour con cinco etapas. ¿Y vamos a pensar que Mayo era mejor que los tres siguientes, que iban manifiestamente dopados? Tras los casos de Santi Pérez y Roberto Heras, que también iban con una marcha de más, ninguno se debería tragar resultados de ese cariz. Por eso cabe la duda: si Mayo recupera su mejor nivel, eso significará que tendremos que mirar a otro lado. Ya lo único que cabe desear es que invierta bien el dinero amasado, y que, de recuperar algo, que sea su espíritu atacante. Aunque no le sirva para ganar. Aunque el Tour no esté a su alcance. Aunque sólo sea por no tener que volver a buscarlo en el fondo de las clasificaciones.
19 enero, 2006
Más Freire que nunca
Oscar Freire volaba en abril. Ganó la Flecha del Brabante (segunda victoria española en una clásica del norte en toda la historia), hizo quinto en una carrera tan poco apta como la Flecha Valona y…llegó la lesión. Tras tomar la salida en las dos primeras etapas de la Vuelta a Suiza, el tricampeón del mundo no ha vuelto a competir. Más de seis meses. En este tiempo no se ha prodigado mucho en entrevistas, a pesar de haber sido el corredor español más laureado de la temporada 2005. Rumores de que su recuperación no iba tan bien como lo previsto, habladurías sobre si Manolo Saiz había pedido a golpe de talonario “los mejores médicos del mundo” (los del Rabobank, al parecer) y un equipo naranja que jubila a Dekker la misma temporada en la que ficha a Flecha.
Y Freire en su línea, claro. Interrogado en el diario As sobre su estado de forma para la Vuelta a Mallorca, donde siempre suele mojar, se quita peso de encima al mismo tiempo que afirma que se probará “porque el nivel de los sprints es más bajo”. Eso es clase. Corredores como Freire tienen que hacer eso, forzar la victoria aunque sus objetivos y su forma estén muy lejos. Se lamentaba el gran Michele Bartoli, una vez retirado, de que podía haber conseguido más victorias (en cuanto a número, no calidad) que sus exiguas cuarenta. No parece que sea la mentalidad de Freire: se ve ganando hasta el 2009 (Mundiales en Treviso), con 33 años. ¿Y eso? “porque por lesiones apenas llevo 300 días de competición en mis años de profesional”. Bien mirado, Zabel gana la Paris-Tours con 35 años, y eso que compite en todas las carreras posibles.
Quizás lo que más sorprende de la entrevista, una vez habituados a la franqueza de la que siempre ha hecho gala el cántabro, es que se marque como objetivo en la temporada el maillot verde del Tour. Además de la cantinela de “las clásicas y el Mundial”, Freire introduce una novedad en su programa. Y parece haber hecho las cuentas. En 2002 debutó en el Tour con victoria (primera vez desde 1980 –triunfo de Jan Raas- que un campeón del mundo en cargo ganaba una etapa) e hizo un 2º puesto y un 5º. Abandonó antes de la montaña por las consecuencias de una caída. Al año siguiente, con el Rabobank, fue obligado a correr y acabar la carrera, aunque su forma distaba mucho de ser la que exige el Tour: aún así, fue 3º en la tercera etapa. Desde entonces, ve el Tour por televisión por culpa de las lesiones.
Yo creo en Freire con el maillot verde, y voy a tratar de explicarme. Freire no es Petacchi o Cipollini. No es un plurivittorioso como los italianos, aunque su trayectoria en el Campeonato del Mundo o en la última Tirreno-Adriático pueden llevar a pensar lo contrario. En cambio, si que es un corredor que puede sumar muchos buenos puestos seguidos, y eso es clave para hacerse con el maillot PMU de la regularidad. Incluso sin ganar ni una sola etapa, como han hecho Zabel, O´Grady y Hushvod. Y me voy a referir a las últimas participaciones de Freire en la Vuelta a España, que a nivel de sprints es una buena referencia. En 2001, dos segundos puestos y un cuarto, para después abandonar; 2002, un cuarto y abandono; en 2003 no participó por el desgaste del Tour; y en 2004 cuatro terceros puestos y un cuarto antes de abandonar en la primera etapa de montaña.
Por supuesto que ante estos datos cualquiera de los buenos aficionados que leen este modesto blog puede argumentar que Freire abandonará en el Tour, como ha hecho siempre en la Vuelta a España. Puede ser, pero el tricampeón del mundo evitaba la montaña de la carrera española porque le interesaba preparar el Campeonato del Mundo. De hecho, era dejar la carrera española y lograr buenos puestos o victorias en otras pruebas como el Giro di Lucca o la Paris-Tours, además de en su carrera favorita. Lo que he querido argumentar es que si Freire se propone el maillot verde, tanto Hushvod como McEwen (O´Grady ya ha anunciado que este año se dedicará en exclusiva a las clásicas: gajes de fichar por el CSC de Basso) tienen motivos para preocuparse. Y digo motivos en plural porque Boonen también quiere subir al podio de París con un honor que no cuenta como victoria profesional, pero que en los últimos años ha adquirido un protagonismo inusitado. Que no les afecte la maldición del Campeón del Mundo.
Y Freire en su línea, claro. Interrogado en el diario As sobre su estado de forma para la Vuelta a Mallorca, donde siempre suele mojar, se quita peso de encima al mismo tiempo que afirma que se probará “porque el nivel de los sprints es más bajo”. Eso es clase. Corredores como Freire tienen que hacer eso, forzar la victoria aunque sus objetivos y su forma estén muy lejos. Se lamentaba el gran Michele Bartoli, una vez retirado, de que podía haber conseguido más victorias (en cuanto a número, no calidad) que sus exiguas cuarenta. No parece que sea la mentalidad de Freire: se ve ganando hasta el 2009 (Mundiales en Treviso), con 33 años. ¿Y eso? “porque por lesiones apenas llevo 300 días de competición en mis años de profesional”. Bien mirado, Zabel gana la Paris-Tours con 35 años, y eso que compite en todas las carreras posibles.
Quizás lo que más sorprende de la entrevista, una vez habituados a la franqueza de la que siempre ha hecho gala el cántabro, es que se marque como objetivo en la temporada el maillot verde del Tour. Además de la cantinela de “las clásicas y el Mundial”, Freire introduce una novedad en su programa. Y parece haber hecho las cuentas. En 2002 debutó en el Tour con victoria (primera vez desde 1980 –triunfo de Jan Raas- que un campeón del mundo en cargo ganaba una etapa) e hizo un 2º puesto y un 5º. Abandonó antes de la montaña por las consecuencias de una caída. Al año siguiente, con el Rabobank, fue obligado a correr y acabar la carrera, aunque su forma distaba mucho de ser la que exige el Tour: aún así, fue 3º en la tercera etapa. Desde entonces, ve el Tour por televisión por culpa de las lesiones.
Yo creo en Freire con el maillot verde, y voy a tratar de explicarme. Freire no es Petacchi o Cipollini. No es un plurivittorioso como los italianos, aunque su trayectoria en el Campeonato del Mundo o en la última Tirreno-Adriático pueden llevar a pensar lo contrario. En cambio, si que es un corredor que puede sumar muchos buenos puestos seguidos, y eso es clave para hacerse con el maillot PMU de la regularidad. Incluso sin ganar ni una sola etapa, como han hecho Zabel, O´Grady y Hushvod. Y me voy a referir a las últimas participaciones de Freire en la Vuelta a España, que a nivel de sprints es una buena referencia. En 2001, dos segundos puestos y un cuarto, para después abandonar; 2002, un cuarto y abandono; en 2003 no participó por el desgaste del Tour; y en 2004 cuatro terceros puestos y un cuarto antes de abandonar en la primera etapa de montaña.
Por supuesto que ante estos datos cualquiera de los buenos aficionados que leen este modesto blog puede argumentar que Freire abandonará en el Tour, como ha hecho siempre en la Vuelta a España. Puede ser, pero el tricampeón del mundo evitaba la montaña de la carrera española porque le interesaba preparar el Campeonato del Mundo. De hecho, era dejar la carrera española y lograr buenos puestos o victorias en otras pruebas como el Giro di Lucca o la Paris-Tours, además de en su carrera favorita. Lo que he querido argumentar es que si Freire se propone el maillot verde, tanto Hushvod como McEwen (O´Grady ya ha anunciado que este año se dedicará en exclusiva a las clásicas: gajes de fichar por el CSC de Basso) tienen motivos para preocuparse. Y digo motivos en plural porque Boonen también quiere subir al podio de París con un honor que no cuenta como victoria profesional, pero que en los últimos años ha adquirido un protagonismo inusitado. Que no les afecte la maldición del Campeón del Mundo.
16 enero, 2006
Madariaga, o nadar con la ropa puesta
Se debe a Giacomo Leopardi la frase “hacer que parezca que todo cambie para que permanezca como siempre”. Miguel Madariaga, gatopardo norteño, se descuelga con una entrevista a El Correo del 16 de enero que no tiene desperdicio. La culpa, desde luego, no es del magnífico periodista de ciclismo del periódico de Bilbao (J. Gómez Peña), sino de un manager que demuestra tener muy poca memoria a corto plazo. Eso sí, las preguntas evitan los temas más controvertidos, los mismos que hacen daño a la excelente afición vasca: excelente porque saben de que va todo esto y excelente porque están sufriendo mucho con la triste realidad del Euskatel.
Como ejemplo de cómo está cambiando el equipo con la llegada de Igor González de Galdeano, Madariaga cita que “ahora estamos mucho más encima de los corredores”. La pregunta lógica hubiese sido “¿En que sentido?”, pero se pasa a otro tema. Encima de los corredores se ha estado siempre, hasta límites agobiantes (que se lo pregunten a Gerrikagoitia o Alberto Martínez, por citar sólo un par), a no ser que la respuesta haya que interpretarla entrelíneas y referidas a los médicos personales: los mismos a los que se ha recurrido desde el despido de Jesús Losa en julio de 2004, el mes del inicio del declive de la Naranja Mecánica. ¿Objetivos para la temporada? “Estar más arriba y ganar alguna carrera importante, o al menos rozar el triunfo, antes del Tour”. Toma ya. Como en 2005, donde se logró Dauphinè Liberè y Vuelta a Suiza, pero después llegó el Tour y...bueno, para qué chapotear en el fango, ya conocemos la historia. Pues este año se repite el mismo esquema, con el guiño a la Vuelta al País Vasco, que es “fundamental”. Está claro que este objetivo se cumplirá, porque no será difícil superar el vergonzoso 47º puesto en la general de 2005. Y allí estará Madariaga para sacar pecho.
Tras despachar con cajas destempladas a Mayo y Zubeldia (“creo que el Euskatel podría sobrevivir sin ellos”, después de afirmar que pretende recuperarlos a su mejor nivel), se lanza depredador sobre la cantera vasca (“en abril tendré preparado un proyecto sobre el ciclismo de base”), la misma en la que siempre ha pretendido ejercer un monopolio ficticio, y algo caprichoso (¡que pataleta se llevó cuando Beloki se fue al Festina en el 2000!). Una cantera, dicho sea sin ningún ánimo fiscalizador, que jamás se ha preocupado de llevar, porque daba por supuesto que siendo vascos les faltaría tiempo para querer ser enrolados en su destino natural: el Euskatel. Cita a Julen Goikoetxea y Andoni Lafuente como “atados”, y bien harían estos dos corredores con gran futuro, en estudiar las carreras deportivas de los últimos grandes ciclistas vascos, como Olano, González de Galdeano o Etxebarría. Hay más vida fuera del Euskatel. Por lo general, mejor renumerada y con más ambiciones profesionales. El bueno de Madariaga remata con una metáfora envenedada, en donde hay que inferir que su equipo es “un corral en condiciones”.
Como está dentro del ProTour, no lo critica. Se puede entender, pero es difícilmente justificable para un equipo que hace cuatro años mendigaba una plaza en el Tour y que ganó por justicia. Ahora, de aplicarse criterios deportivos, estaría excluido. Si las grandes vueltas se separan del ProTour y hacen cumplir su desafío de sólo los 14 primeros equipos, el Euskatel volvería a bregarse por ganarse su participación. Habría que ver que opinaría Madariaga del ProTour, ese invento que le obliga a enviar corredores a Polonia en septiembre. Incluso si el avión no puede despegar por una misteriosa niebla. En conclusión: el mayor cambio del Euskatel para la próxima temporada es fichar a Igor González de Galdeano como mánager deportivo. Su misión, bien clarita: que reciba las bofetadas en lugar de Madariaga a medida que se vaya fraguando la temporada, que va camino de ser como la anterior. Ojalá me equivoque.
Como ejemplo de cómo está cambiando el equipo con la llegada de Igor González de Galdeano, Madariaga cita que “ahora estamos mucho más encima de los corredores”. La pregunta lógica hubiese sido “¿En que sentido?”, pero se pasa a otro tema. Encima de los corredores se ha estado siempre, hasta límites agobiantes (que se lo pregunten a Gerrikagoitia o Alberto Martínez, por citar sólo un par), a no ser que la respuesta haya que interpretarla entrelíneas y referidas a los médicos personales: los mismos a los que se ha recurrido desde el despido de Jesús Losa en julio de 2004, el mes del inicio del declive de la Naranja Mecánica. ¿Objetivos para la temporada? “Estar más arriba y ganar alguna carrera importante, o al menos rozar el triunfo, antes del Tour”. Toma ya. Como en 2005, donde se logró Dauphinè Liberè y Vuelta a Suiza, pero después llegó el Tour y...bueno, para qué chapotear en el fango, ya conocemos la historia. Pues este año se repite el mismo esquema, con el guiño a la Vuelta al País Vasco, que es “fundamental”. Está claro que este objetivo se cumplirá, porque no será difícil superar el vergonzoso 47º puesto en la general de 2005. Y allí estará Madariaga para sacar pecho.
Tras despachar con cajas destempladas a Mayo y Zubeldia (“creo que el Euskatel podría sobrevivir sin ellos”, después de afirmar que pretende recuperarlos a su mejor nivel), se lanza depredador sobre la cantera vasca (“en abril tendré preparado un proyecto sobre el ciclismo de base”), la misma en la que siempre ha pretendido ejercer un monopolio ficticio, y algo caprichoso (¡que pataleta se llevó cuando Beloki se fue al Festina en el 2000!). Una cantera, dicho sea sin ningún ánimo fiscalizador, que jamás se ha preocupado de llevar, porque daba por supuesto que siendo vascos les faltaría tiempo para querer ser enrolados en su destino natural: el Euskatel. Cita a Julen Goikoetxea y Andoni Lafuente como “atados”, y bien harían estos dos corredores con gran futuro, en estudiar las carreras deportivas de los últimos grandes ciclistas vascos, como Olano, González de Galdeano o Etxebarría. Hay más vida fuera del Euskatel. Por lo general, mejor renumerada y con más ambiciones profesionales. El bueno de Madariaga remata con una metáfora envenedada, en donde hay que inferir que su equipo es “un corral en condiciones”.
Como está dentro del ProTour, no lo critica. Se puede entender, pero es difícilmente justificable para un equipo que hace cuatro años mendigaba una plaza en el Tour y que ganó por justicia. Ahora, de aplicarse criterios deportivos, estaría excluido. Si las grandes vueltas se separan del ProTour y hacen cumplir su desafío de sólo los 14 primeros equipos, el Euskatel volvería a bregarse por ganarse su participación. Habría que ver que opinaría Madariaga del ProTour, ese invento que le obliga a enviar corredores a Polonia en septiembre. Incluso si el avión no puede despegar por una misteriosa niebla. En conclusión: el mayor cambio del Euskatel para la próxima temporada es fichar a Igor González de Galdeano como mánager deportivo. Su misión, bien clarita: que reciba las bofetadas en lugar de Madariaga a medida que se vaya fraguando la temporada, que va camino de ser como la anterior. Ojalá me equivoque.
07 enero, 2006
Ya estamos con Valverde
Entrevista en el diario As, especializado en forjar ídolos, a Alejandro Valverde. Aprovechando que el ciclista murciano había ejercido de Baltasar en la Cabalgata de Reyes, se ponen preguntas de Pulitzer tipo "¿Qué le pidió usted a los Reyes Magos?". Las respuestas no van a la zaga, con perlas en la línea de "si conseguí aquello en mi debut -la etapa de Courchevel-, ¿por qué no voy a lograr las cotas más grandes?" o "aguanté 13 días, que son bastantes". A lo largo del invierno hemos sabido que Valverde había viajado a Treviso al túnel aerodinámico de Pinarello, para ver si mejoraba contrarreloj, pero creo que el mayor problema que acecha al murciano es la autocomplaciencia y la idolatría que le rodea. Trece días en el Tour no son nada, pero a principios de enero parece que son "bastantes". ¿Bastantes para qué? ¿Para pensar en ganar el Tour cuando se deja una minutada en las cronos -y no va a mejorar por mucho que se ponga delante del superventilador-?
Recordemos: en la crono de 19 km en la isla de Noirmoutier Valverde se dejó 1´31" con Vinokourov, 1´16 con Ullrich y 58" con Basso, sólo por citar los tres máximos favoritos para la edición de 2006. A la segunda crono, de 55 km., no llegó. Para este año está previsto el prólogo de Estrasburgo de 7 km., la crono de Rennes de 52 km, y la final de 56 km. Y todavía se piensa que Valverde tiene alguna opción de ganar el Tour. Vamos, yo con eso no trago. Mucho tendrá que mejorar en montaña y en leer la carrera, porque en las cronos se va a dejar un mínimo de 5´con los tres máximos favoritos. Pero la ilusión es lo último que se pierde y el diario As es especialista en eso. Para remachar, Valverde insiste en que la Lieja es la clásica que más se le adapta...en 2005 tomó la salida tras brillar en el País Vasco y ni se le vió.
Llegará abril y llegará julio y Valverde se saldrá y obtendrá todo lo que ha pedido a los Reyes Magos. Pero como yo sé que son los padres, prefiero continuar con mi sano escepticismo en torno a sus posibilidades reales.
***
Luc Gheysens. Este nombre no les dirá nada, pero es el organizador de la Gante-Wegelwen, donde el año pasado Nico Mattan se ayudó escandalosamente de las motos para dar caza a Juan Antonio Flecha -muy resultón en su presentación con el Rabobank-. La UCI le acaba de suspender por un mes, precisamente el de abril, para al menos lavar la cara respecto a uno de los escándalos de la temporada pasada. La medida no asegura que las motos no vayan a volver a remolcar a los corredores locales cuando tengan necesidad, una práctica tan antigua como las carreras que se celebrarán ese mes y donde el pobre de Flecha -sería inútil pensar lo contrario- no será el último damnificado.
Recordemos: en la crono de 19 km en la isla de Noirmoutier Valverde se dejó 1´31" con Vinokourov, 1´16 con Ullrich y 58" con Basso, sólo por citar los tres máximos favoritos para la edición de 2006. A la segunda crono, de 55 km., no llegó. Para este año está previsto el prólogo de Estrasburgo de 7 km., la crono de Rennes de 52 km, y la final de 56 km. Y todavía se piensa que Valverde tiene alguna opción de ganar el Tour. Vamos, yo con eso no trago. Mucho tendrá que mejorar en montaña y en leer la carrera, porque en las cronos se va a dejar un mínimo de 5´con los tres máximos favoritos. Pero la ilusión es lo último que se pierde y el diario As es especialista en eso. Para remachar, Valverde insiste en que la Lieja es la clásica que más se le adapta...en 2005 tomó la salida tras brillar en el País Vasco y ni se le vió.
Llegará abril y llegará julio y Valverde se saldrá y obtendrá todo lo que ha pedido a los Reyes Magos. Pero como yo sé que son los padres, prefiero continuar con mi sano escepticismo en torno a sus posibilidades reales.
***
Luc Gheysens. Este nombre no les dirá nada, pero es el organizador de la Gante-Wegelwen, donde el año pasado Nico Mattan se ayudó escandalosamente de las motos para dar caza a Juan Antonio Flecha -muy resultón en su presentación con el Rabobank-. La UCI le acaba de suspender por un mes, precisamente el de abril, para al menos lavar la cara respecto a uno de los escándalos de la temporada pasada. La medida no asegura que las motos no vayan a volver a remolcar a los corredores locales cuando tengan necesidad, una práctica tan antigua como las carreras que se celebrarán ese mes y donde el pobre de Flecha -sería inútil pensar lo contrario- no será el último damnificado.
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Valverde Piti
06 enero, 2006
El ruido de la temporada
Se oye ya el rumor de la temporada ciclista que está a punto de comenzar. La prueba más evidente es como se empieza a ver a los corredores con sus nuevos maillots, la constatación más clara de que con el 1 de enero ya todo es cuesta abajo hacia el debut de cada uno en su respectivo calendario. Antes de esa fecha, se suceden los campamentos y las concentraciones, se toman los primeros pesos y se intenta tener a toda la plantilla, una oportunidad que seguramente no se repetirá en todo el año. Zabel y Petacchi con el poco original maillot del Millram, Mancebo irreconocible en el del AG2R, Simoni con el de Saunier Duval y Valverde esperando por el nuevo de Illes Balears/Caisse d´Epparge, que no se conocerá hasta mediados de mes.
Adelantado a su tiempo, Manolo Saiz ya hizo la primera concentración en noviembre en Puente Viesgo. Como es natural por esos pagos, llovió inclementemente mientras muchos corredores se preguntaban cúal era el sentido de esa ghymkana. Y más cuando, por compromiso de contrato, Vinokourov iba con el maillot del T-Mobile y Kashsehkin con el de Credit Agricole. Fue una demostración de ese espíritu de grupo del que siempre ha presumido el cántabro, espíritu de grupo completamente olvidado con Roberto Heras. Una demostración de fuerza en una temporada en la que todos los focos van a estar sobre un equipo deportivo que no ha revelado el nombre de los doctores y del que se sabe muy poco.
Pero no, no es esa línea para empezar la temporada. Habrá que hacer, como tantas veces en este deporte, borrón y cuenta nueva para olvidar como se cerró en falso el año pasado (y no han pasado ni dos meses desde el escándalo) para encarar el nuevo ciclo de competición con la misma ilusión con la que la Vuelta pasaba al lado de la casa y daban hora libre en el cole. Porque el ciclismo, el deporte en general, vive de la ilusión de mejora y de tiempos mejores, por mucho que se evoquen hazañas y puertos allanados al paso de los antiguos campeones. Armstrong ya no está, y alguien reclamará su trono.
A finales de enero ya habrá carreras en el Tour de Qatar, que el año pasado fue muy prolífico para sprinters. Debutó con victoria Boonen, y ya se vió como continúo el resto de la temporada. Y después de tantos meses sin competición, hasta la insulsa competición que puede haber con etapas de 110 km. completamente llanas será recibida como el agua en el desierto. Porque ya hay mono de que empiece la temporada. Ya se oye el ruido tras la esquina. Ojalá todo vaya bien.
Adelantado a su tiempo, Manolo Saiz ya hizo la primera concentración en noviembre en Puente Viesgo. Como es natural por esos pagos, llovió inclementemente mientras muchos corredores se preguntaban cúal era el sentido de esa ghymkana. Y más cuando, por compromiso de contrato, Vinokourov iba con el maillot del T-Mobile y Kashsehkin con el de Credit Agricole. Fue una demostración de ese espíritu de grupo del que siempre ha presumido el cántabro, espíritu de grupo completamente olvidado con Roberto Heras. Una demostración de fuerza en una temporada en la que todos los focos van a estar sobre un equipo deportivo que no ha revelado el nombre de los doctores y del que se sabe muy poco.
Pero no, no es esa línea para empezar la temporada. Habrá que hacer, como tantas veces en este deporte, borrón y cuenta nueva para olvidar como se cerró en falso el año pasado (y no han pasado ni dos meses desde el escándalo) para encarar el nuevo ciclo de competición con la misma ilusión con la que la Vuelta pasaba al lado de la casa y daban hora libre en el cole. Porque el ciclismo, el deporte en general, vive de la ilusión de mejora y de tiempos mejores, por mucho que se evoquen hazañas y puertos allanados al paso de los antiguos campeones. Armstrong ya no está, y alguien reclamará su trono.
A finales de enero ya habrá carreras en el Tour de Qatar, que el año pasado fue muy prolífico para sprinters. Debutó con victoria Boonen, y ya se vió como continúo el resto de la temporada. Y después de tantos meses sin competición, hasta la insulsa competición que puede haber con etapas de 110 km. completamente llanas será recibida como el agua en el desierto. Porque ya hay mono de que empiece la temporada. Ya se oye el ruido tras la esquina. Ojalá todo vaya bien.
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