Escenario: lugar de trabajo /calle
Acción: conversación telefónica madre-hija sobre temas varios
Diálogo
(...)
Maldre: ¡Te has dejado aquí un cuello!
Yo: Un cuello?
Maldre: De un vestido descapotable
Yo: ¡?¡?
Maldre: (ignorando mis signos dde exclamación/interrogación dequenaricesmetashablandomaldre que al teléfono suenan como un einch????) ¿Necesitas que te compre algo?
Yo: No ¿de que cuello me hablas?
Maldre: Del de desigual ¿quieres un abrigo?
Yo: (Cayendo del guindo: en la última visita a la casa materna aproveche las rebajas de verano para comprarme un super jersey de cuello vuelto) no, ya sabes que quiero un e-book (pronunciado ibuk) y eso es caro así que buenosivesalgomelocoges....
Maldre: ¡¿Un IGLÚ?! Eso es de los esquimales! Para que quieres tú un iglú?
Yo: (intendando no caerme de la silla de la risa) Un iiiibuuuukkkkkkkk maldre!
Maldre: (en sus 13) ¡Qué yo no te compro un iglú!
Yo: (descojone total) un libro digital
Maldre: Uno como el que tengo yo? que sale el seño diciéndome que tengo la corteza cerebral de una persona de 80 años jojojo y yo voy y lo cierro, se va a enterar... (sigue desproticando contra el braintraining, regalo de cumpleaños 2010)
Yo: Sí, algo así pero para leer libros
Maldre: Sí, este me lee el Lazarillo de Tormes
Yo: para leer muchos más libros
Maldre: ¡Pero si te he regalado muchos! además eso es muy caro que lo he visto y cuesta 300 euros, y tienen que bajar, porque estas cosas siempre bajan y además si te lo compras ahora en navidad estará ya desfasado porque habrán sacado otro mejor.
Yo: (pensando pa mi: mi maldre, puesta en nuevas tecnología omg!!) Eso es!
Moraleja: aunque no lo parezca la tecnología punta y las maldres SÍ son compatibles
jueves, 23 de septiembre de 2010
miércoles, 22 de septiembre de 2010
crisis post postvacacional
No no me he equivocado, la crisis postvacacional ya la sufrí. Lágrimas furtivas por tener que volver a la isla, cabreos supinos por culpa de las pequeñas zancadillas que da la vida, llamadita de turno al señor de la grúa (como no, a la vuelta de vacaciones mi coche había decidido romperse, es una costumbre molesta del polito) pero todo pasa, y con cariños más facilmente, y ahora mi crisis se reedita, pero esta vez por culpa de lo impepinable. Llega el otoño, las lluvias, la 'vuelta al cole', la rutina y un montón de meses, días y horas de frío por delante.
No me gusta el frío, ni la lluvia, me oxida los eslabones y a mi alrededor crecen molestos líquenes y musgo. Las vacaciones parecen ya un recuerdo lejano en un laberinto de calles a las que no recurdo cómo volver, atestadas de olores (no todos agradables) y costumbres desconocidas que alcanzó su cenit hace algunos siglos y no ha parado desde entonces de caer, eso no quiere decir que no nos haya dejado un importante legado. Tanto es así que me estoy leyendo un libro sobre contadores de historias árabes, los hakawati, y sus cuentos picantes y de aventuras sobre yinnis, demonios de colores, guerreros y sus historias de amor, al estilo de Romeo y Julieta, pero con heroínas molonas como Fátima (la del colgante de la mano aque a todos nos han traido de recuerdo) Y fantaseo con viajes en alfombras voladoras y mundos lejanos hasta que la cuenta corriente de un poquito de superavit y me permita coger una cafetera de esas con alas en las que ya casi se pueda viajar de pie a uno de esos mundos muy muy lejanos.
No me gusta el frío, ni la lluvia, me oxida los eslabones y a mi alrededor crecen molestos líquenes y musgo. Las vacaciones parecen ya un recuerdo lejano en un laberinto de calles a las que no recurdo cómo volver, atestadas de olores (no todos agradables) y costumbres desconocidas que alcanzó su cenit hace algunos siglos y no ha parado desde entonces de caer, eso no quiere decir que no nos haya dejado un importante legado. Tanto es así que me estoy leyendo un libro sobre contadores de historias árabes, los hakawati, y sus cuentos picantes y de aventuras sobre yinnis, demonios de colores, guerreros y sus historias de amor, al estilo de Romeo y Julieta, pero con heroínas molonas como Fátima (la del colgante de la mano aque a todos nos han traido de recuerdo) Y fantaseo con viajes en alfombras voladoras y mundos lejanos hasta que la cuenta corriente de un poquito de superavit y me permita coger una cafetera de esas con alas en las que ya casi se pueda viajar de pie a uno de esos mundos muy muy lejanos.
martes, 17 de agosto de 2010
cerrado por vacaciones
cuando vives en una isla que come única y exclusivamnete del turismo, en la que hay unos especímenes que trabajan como máximo (sí, sí cómo máximo) 6 meses al año (o tres o cuatro) y viven (nada mal por cierto) del 'agosto' de las hordas de alemanes e ingleses que nos invaden cada año (a ver si una población de 1 millón de habitantes recibe a 12 millones de turistas, es una invasión en toda regla) ver un cartelito de cerrado por vacaciones a 15 de agosto es, cuanto menos, chocante.
Pues los hay, y no pocos, en cuestión de una semana me han cerrado, la frutería, la carnicería, la pastelería, tres bares donde habitualmente hacía el apertitivo y ¡hasta el rent a car!
Francamente, no entiendo la idiosincrasia mallorquina pero entiendo aún menos ¿por qué la gente vuelve de vacaciones a un sitio donde te calcan 2,5 euros por 33 cl de agua, 3 por un helado medio derretido, te hablan en mallorquín cuando eres finlandés y te has aprendido con mucha fuerza de voluntad tres frases en castellano y te cobran 12 euros por recorrer 3 km en un taxi para el que tienes que esperar 30 minitos en coger?
Como decía Asterix, están locos estos mallorquinarros.
Pues los hay, y no pocos, en cuestión de una semana me han cerrado, la frutería, la carnicería, la pastelería, tres bares donde habitualmente hacía el apertitivo y ¡hasta el rent a car!
Francamente, no entiendo la idiosincrasia mallorquina pero entiendo aún menos ¿por qué la gente vuelve de vacaciones a un sitio donde te calcan 2,5 euros por 33 cl de agua, 3 por un helado medio derretido, te hablan en mallorquín cuando eres finlandés y te has aprendido con mucha fuerza de voluntad tres frases en castellano y te cobran 12 euros por recorrer 3 km en un taxi para el que tienes que esperar 30 minitos en coger?
Como decía Asterix, están locos estos mallorquinarros.
domingo, 20 de junio de 2010
miércoles, 16 de junio de 2010
viaje al epicentro del terror
Mi último viaje me ha dado que pensar. Miss Chain&Co se teletransportaron al epicentro del terror, del dolor y de la más absouta y delirante maldad de la que es capaz el ser humano. Cuanto más cerca más incomprensible, cuantos más datos, más difícil de entender.
En un arranque friki-cultureta dedicamos gran parte de nuestro días en Berlín a empaparnos del nazismo y de los 12 años más brutales del s.XX. No se sabe cuántos murieron entre guerras, guetos, campos de exterminio, enfermedades (propias o inoculadas), Hitler estaba decidido a acabar con 11 millones de vidas y no debió faltarle mucho para conseguirlos.
Lo peor de todo es que ni siquiera se puede calificar aquella época de barbarie, es peor, muchísimo peor. Se racionalizó, legalizó y legitimó el asesinato en masa de la mano de científicos, políticos e intelectuales altamente preparados que optimizaron el sistema homicida hasta el último detalle en una estructura piramidal ascendente en la que las responsabilidades se iban diluyendo por los flancos. Una maquinaria perfectamente ajustada, hasta el últmo detalle, eficaz y tremendamente eficiente. La malda elvada a la enésima potencia.
Asusta pensar como dieron cada paso calculando el siguiente, primero los guetos, luego las leyes de Nuremberg, los campos de concentración y por fin el exterminio. La muerte no era lo peor, era la vida: la deshumanización a través de la uniformación, el trabajo extenuante, la falta absoluta de propiedad, de intimidad, incluso la imposibilidad de acabar con la propia vida para evitar represalias a los seres queridos. Pero siempre dejando un mínimo resquicio a la esperanza para impulsar al rebaño a seguir adelante. Al fin de al cabo ,en ninguan cabeza cabe la idea de que un pueblo esté dispuesto a erradicar a otro de la faz de la tierra ¿o sí? Y mientras el resto del mundo miraba hacia otro lado.
Como bien dijo Primo Levi tras pasar por uno de esos campos, es muy difícil meterse en los zapatos de un Goebbels o un Himmler simplemente, a la gran mayoría nos supera. Entrar en las celdas, en una cámara de gas, acercarse al paredón... te hace apreciar cada segundo de libertad y vida.
Los alemanes han aprendidoa convivir con sus fantasmas, se han enfrentado a ellos y los miran a la cara, pero el resto del mundo sigue mirando hacia otro lado: Israel , Afganistán, Iraq, Sudán, Korea, Yugoslavia, Kosovo, Bosnia, Kirguistán ... la historia se repite ante la mirada impasible del mundo que condena el pasado pero es incapaz de hacer frente al presente. Realmente pone los pelos de punta.
En un arranque friki-cultureta dedicamos gran parte de nuestro días en Berlín a empaparnos del nazismo y de los 12 años más brutales del s.XX. No se sabe cuántos murieron entre guerras, guetos, campos de exterminio, enfermedades (propias o inoculadas), Hitler estaba decidido a acabar con 11 millones de vidas y no debió faltarle mucho para conseguirlos.
Lo peor de todo es que ni siquiera se puede calificar aquella época de barbarie, es peor, muchísimo peor. Se racionalizó, legalizó y legitimó el asesinato en masa de la mano de científicos, políticos e intelectuales altamente preparados que optimizaron el sistema homicida hasta el último detalle en una estructura piramidal ascendente en la que las responsabilidades se iban diluyendo por los flancos. Una maquinaria perfectamente ajustada, hasta el últmo detalle, eficaz y tremendamente eficiente. La malda elvada a la enésima potencia.
Asusta pensar como dieron cada paso calculando el siguiente, primero los guetos, luego las leyes de Nuremberg, los campos de concentración y por fin el exterminio. La muerte no era lo peor, era la vida: la deshumanización a través de la uniformación, el trabajo extenuante, la falta absoluta de propiedad, de intimidad, incluso la imposibilidad de acabar con la propia vida para evitar represalias a los seres queridos. Pero siempre dejando un mínimo resquicio a la esperanza para impulsar al rebaño a seguir adelante. Al fin de al cabo ,en ninguan cabeza cabe la idea de que un pueblo esté dispuesto a erradicar a otro de la faz de la tierra ¿o sí? Y mientras el resto del mundo miraba hacia otro lado.
Como bien dijo Primo Levi tras pasar por uno de esos campos, es muy difícil meterse en los zapatos de un Goebbels o un Himmler simplemente, a la gran mayoría nos supera. Entrar en las celdas, en una cámara de gas, acercarse al paredón... te hace apreciar cada segundo de libertad y vida.
Los alemanes han aprendidoa convivir con sus fantasmas, se han enfrentado a ellos y los miran a la cara, pero el resto del mundo sigue mirando hacia otro lado: Israel , Afganistán, Iraq, Sudán, Korea, Yugoslavia, Kosovo, Bosnia, Kirguistán ... la historia se repite ante la mirada impasible del mundo que condena el pasado pero es incapaz de hacer frente al presente. Realmente pone los pelos de punta.
lunes, 31 de mayo de 2010
Aprendiendo a vivir
Un cuento zen no empieza por érase una vez, y lo que es peor, no termina con 'colorín colorado' o 'fueron felices y comieron perdices'. Desde pequeños nos han querido enseñar que, pase lo que pase, todo saldrá bien. El príncipe azul aparecerá y te salvará, el cazador matará al lobo y, de nuevo, te rescatará, la bruja acabará en el horno, el dragón abatido, ricitos de oro se hará amiga de los tres osos y aquí no ha pasado nada.
Tantos años persiguiendo sueños, pidiendo deseos, lanzando monedas al pozo y cruzando los dedos nos han convertido en carne de cañón para las decepciones. Y el corazón lo paga. Luego cuesta mucho recoger todos los pedacitos y volver a juntarlos, a veces no los encuentras todos o las heridas tardan en curar y las cicatrices se ocupan de refrescarnos la memoria.
El problema es, como bien decía la rusa coja en los Soprano, que estamos programados para pensar que no nos puede pasar nada malo, que todo irá siempre a mejor, que tenemos derecho a ser felices, a que nos pasen cosas buenas... y si no es así nos sentimos completamente frustrados, impotentes, traicionados por nuestros valores más básicos. Y entonces sentimos que el mundo está en nuestra contra, maldecimos nuestra suerte y clamamos al cielo ¿por qué a mí?
Sin embargo, al otro lado del mundo la visión de la vida es completamente distinta ¿qué nos hace pensar que todo va a salir a pedir de boca? Nada, más bien lo contrario. La vida es una carrera de obstáculos, somos una infinitísima parte de nada en un universo gigantesco que lleva millones de años girando ¿de verdas nos creemos tan importantes como para que los planetas se alineen en nuestra contra? No tenemos control sobre el caos, cada día es una batalla y hay que sobrevivir entre trincheras, eso sí, disfrutando al máximo de todo aquello que tengamos a nuestro alcance. Es tan fácil decirlo como difícil ponerlo en práctica.
Es curioso como cambia la percepción de las cosas cuando, por un momento, dejas de sentirte el ombligo del mundo. Y entonces, pueden pasar cosas buenas, pero hay que estar avispado para atraparlas y disfrutarlas al máximo.
Un hombre iba caminando por el bosque cuando, de repente, oyó un ruido. Divisó algo que se movía muy rápido y silencioso entre los árboles. Era un tigre (en asia, o al menos en los cuentos asiáticos, puedes encontrate un tigre en el bosque lo mismo que aquí una ardilla). El hombre empezó a correr, tan deprisa como daban de sí sus piernas, pero no era suficiente. El tigre le comía terreno. El hombre siguió corriendo, se giró para ver qué distancia le separaba de la bestia. Estaba muy cerca. Mientras miraba hacia atrás tropezó y cayó por un barranco pero pudo agarrarse a una raíz de la que quedó colgado. El tigre se quedó al borde del barranco, esperando. Pero cuando el hombre miró hacia abajo vio que otro tigre esperaba que cayese. Para mas inri, descubrió que dos ratones, uno blanco y otro negro, empezaban a comerse la raíz a la que estaba sujeto por ambos lados. Estaba perdido. De pronto se fijó en una mata de fresas, estaba al alcance de su mano, solo tenía que estirarla... pero le daba miedo soltar la raíz. En mitad de la mata había una fresa, grande, roja y jugosa. El hombre alargó la mano y cogió la fresa, se la metió en la boca, era deliciosa aquella fresa.
Tantos años persiguiendo sueños, pidiendo deseos, lanzando monedas al pozo y cruzando los dedos nos han convertido en carne de cañón para las decepciones. Y el corazón lo paga. Luego cuesta mucho recoger todos los pedacitos y volver a juntarlos, a veces no los encuentras todos o las heridas tardan en curar y las cicatrices se ocupan de refrescarnos la memoria.
El problema es, como bien decía la rusa coja en los Soprano, que estamos programados para pensar que no nos puede pasar nada malo, que todo irá siempre a mejor, que tenemos derecho a ser felices, a que nos pasen cosas buenas... y si no es así nos sentimos completamente frustrados, impotentes, traicionados por nuestros valores más básicos. Y entonces sentimos que el mundo está en nuestra contra, maldecimos nuestra suerte y clamamos al cielo ¿por qué a mí?
Sin embargo, al otro lado del mundo la visión de la vida es completamente distinta ¿qué nos hace pensar que todo va a salir a pedir de boca? Nada, más bien lo contrario. La vida es una carrera de obstáculos, somos una infinitísima parte de nada en un universo gigantesco que lleva millones de años girando ¿de verdas nos creemos tan importantes como para que los planetas se alineen en nuestra contra? No tenemos control sobre el caos, cada día es una batalla y hay que sobrevivir entre trincheras, eso sí, disfrutando al máximo de todo aquello que tengamos a nuestro alcance. Es tan fácil decirlo como difícil ponerlo en práctica.
Es curioso como cambia la percepción de las cosas cuando, por un momento, dejas de sentirte el ombligo del mundo. Y entonces, pueden pasar cosas buenas, pero hay que estar avispado para atraparlas y disfrutarlas al máximo.
Un hombre iba caminando por el bosque cuando, de repente, oyó un ruido. Divisó algo que se movía muy rápido y silencioso entre los árboles. Era un tigre (en asia, o al menos en los cuentos asiáticos, puedes encontrate un tigre en el bosque lo mismo que aquí una ardilla). El hombre empezó a correr, tan deprisa como daban de sí sus piernas, pero no era suficiente. El tigre le comía terreno. El hombre siguió corriendo, se giró para ver qué distancia le separaba de la bestia. Estaba muy cerca. Mientras miraba hacia atrás tropezó y cayó por un barranco pero pudo agarrarse a una raíz de la que quedó colgado. El tigre se quedó al borde del barranco, esperando. Pero cuando el hombre miró hacia abajo vio que otro tigre esperaba que cayese. Para mas inri, descubrió que dos ratones, uno blanco y otro negro, empezaban a comerse la raíz a la que estaba sujeto por ambos lados. Estaba perdido. De pronto se fijó en una mata de fresas, estaba al alcance de su mano, solo tenía que estirarla... pero le daba miedo soltar la raíz. En mitad de la mata había una fresa, grande, roja y jugosa. El hombre alargó la mano y cogió la fresa, se la metió en la boca, era deliciosa aquella fresa.
domingo, 30 de mayo de 2010
Alto y claro
Dicen que hasta que no se les pone nombre, las cosas es como si no fuesen reales, las verdades no lo son hasta que no se dicen en voz alta, de hecho, todos nosotros no existiríamos para el resto del mundo si no constásemos en un registro civil, en un contrato de trabajo, en la lista del paro o, por supuesto, en Hacienda (se me cae la baba sólo de pensarlo...no exisitir para Hacienda, sería como quitarse un peso de encima, vaya el que ya se encargan de arrancar ellos de mi cuenta sin ningún tipo de compasión)
Es curioso, pero los humanos tenemos una percepción totalmente selectiva, vemos lo que queremos ver, y lo que no queremos, no lo vemos, aunque nos lo pongan con luces de neón delante de las narices. Somos capaces de creer ciegamente en ideas, palabras, personas, mitos y dioses. A pies juntillas y sin cuestionar nada. Al fin de al cabo, "el furbol es ansí".
A veces necesitamos que alguien se levante, coja el toro por los cuernos y nos diga alto y claro lo que no nos atrevemos a decir, lo que nos da miedo creer o aquello a lo que no queremos mirar. Y eso asusta.
Es curioso, pero los humanos tenemos una percepción totalmente selectiva, vemos lo que queremos ver, y lo que no queremos, no lo vemos, aunque nos lo pongan con luces de neón delante de las narices. Somos capaces de creer ciegamente en ideas, palabras, personas, mitos y dioses. A pies juntillas y sin cuestionar nada. Al fin de al cabo, "el furbol es ansí".
A veces necesitamos que alguien se levante, coja el toro por los cuernos y nos diga alto y claro lo que no nos atrevemos a decir, lo que nos da miedo creer o aquello a lo que no queremos mirar. Y eso asusta.
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