viernes, 22 de julio de 2011

Apenas dos whiskies fue lo que tardé en caer en la cuenta. La añoranza es un regalo, porque nos recuerda hasta que punto somos capaces de amar fuera del concepto espacio-tiempo...y me sentí aliviado. Tomé distancia y pedí el tercero, justo en el preciso instante en el piano empezó a sonar, y después tu voz, magnética. Me volví para descubrirte de pie en el pequeño escenario, con tu melena y tus elegantes brazos desnudos. Y aquel vestido, liviano y lascivo, que me mostraba tus pechos lo justo, para desear besarlos sin remedio.


Recuerdo tanto el momento en que entramos en tu apartamento, y en la penumbra, sin encender la luz, te besé y acaricié tus nalgas bajo la seda de tu falda... lo recuerdo tanto que ahora mismo quiero hacerte el amor, otra vez, como aquel día; rastrear como entonces tu piel, coleccionar tus jadeos, y entretenerme en ver como el vello de tu vientre se eriza, para besarte y morder después todos tus labios. Y amarte así, como entonces, hasta desencajar tu gesto a golpes de cadera y placer inmenso.

Pero es la añoranza la que ahora me abraza y no tú. Creo que saldré a tomar un par de whiskies.

miércoles, 20 de julio de 2011

Mambo

En cuanto vi el anuncio en el periódico, no lo dudé ni un segundo. Le envié un e-mail escueto, tajante, casi una orden: "nos vemos aquí esta noche. A las 10." En el link que seguía a continuación de mi mensaje, encontraría toda la información que necesitaba. Acababa de inaugurarse en Barcelona "Mambo", un local que prometía auténtico ambiente y "sabor" cubano.

A esas alturas, yo ya sabía de su querencia hacia lo cubano; bueno, en realidad hacia todo lo que tuviera un punto exótico y salvaje. Mambo era el sitio ideal para quedar con ella.

La vi entrar por la puerta, insegura hasta que sus ojos me encontraron tras la penumbra, junto a la barra. Al acercarse, su enorme sonrisa explotó llenando todo el espacio, y de nuevo sus ojazos azules me capturaron, sin ofrecer resistencia. Después, dos besos cordiales, y un  yo también tomaré un mojito. Tiene que ser esta noche, pensé; hoy he de comerme esos labios.



Hablamos, nos miramos, bailamos, volvimos a la barra. Me ha encantado que me hayas invitado esta noche, dijo, mientras parecía querer esconderse en el fondo de su vaso, ya casi vacío. Y entonces ocurrió. Levantó sus ojos y se paró el tiempo, la música dejó de sonar, y todo el mundo a nuestro alrededor desapareció. La besé, y ella me recibió cálida, rendida, rebosando pasión. Abracé su cintura, acaricié su espalda, sus muslos, mordí su cuello mientras ella, entregada, se dejaba llevar.

Volví a la realidad al notar el dolor en mi polla, a punto de atravesarme el pantalón. Ella sonrió con malicia mientras secaba mis labios con su pulgar. Pagué la cuenta y salimos rápidamente de allí.

Ya en la calle, continuamos besándonos atropelladamente, descontroladamente, hasta llegar un callejón cercano donde, contra un viejo portal y bajo su ropa, acaricié su culo, sus pechos y su alma, mientras ella, jadeando, me desabrochaba el pantalón y extraía de él mi sexo, y agachándose lo llevaba a su boca, haciéndome perder la poca  noción de mi mismo que aún me quedaba. Quiero que te corras así, me dijo, y volvió a chuparme y a acariciarme con aquellos labios que todo lo envolvían, hasta que me derramé en su boca, completamente, como si todo mi yo se fuese en aquel viaje.

Hoy he vuelto a pasar por delante del local donde entonces estuvo el Mambo, ahora reconvertido en una franquicia de salchichas alemanas. Ha pasado mucho tiempo, pero aún conservo su e-mail. Sólo tengo que buscar otro local cubano, que de eso, afortunadamente, ahora andamos sobrados.