Aviso al lector: Sé que es algo larga la entrada, pero comprenda que las evaluaciones anuales son, como su propio nombre indica, sólo una vez al año, afortunadamente para usted, que lee, y para mí, que las escribo. Gracias por su comprensión.
Ciertamente este año 2009 tiene un tinte bastante oscuro, pero para poder valorar la luz hay que pasar a veces por momentos como este. Ahora, a la orilla de la luz, puedo mirar hacia atrás y respirar profundamente.
Enero llegó con sueños a la espalda y grilletes en los pies. Durante los primeros cinco días pude “pegar el estirón” y crecer en espíritu, estando en Limpias. Hasta allí me persiguieron las malas noticias: hubo que decir “adiós” a uno de “los míos”. Después del día de reyes empezaron a notarse las enfermedades y las crisis, e incluso tuve un “problema de tallas”. Recuerdo que repetí en varias ocasiones “Ojalá llegue Febrero”.
Y Febrero no se hizo esperar, pero con él vino un tornado que arrasó mi barrio y alguno que otro más. Durante este corto mes pude comprobar que las crisis son totalmente necesarias y que todo el mundo necesita sus “12 segundos de oscuridad”. Desgraciadamente mis 12 segundos se alargaban demasiado, entre quebraderos de cabeza y preparativos para el mes de marzo. “San Pedro” me bendijo en este mes.
Marzo vino a darle un giro a mi mundo. Sin saber cómo exactamente me convertí en misionero y viajé a Puerto Rico. Dios me esperaba allí para mostrarse en el niño, el joven, el enfermo… El corazón se me llenó de nombres: Cheyla, Gerardo, Héctor, Don Moisés, Iván, Lourdes, Trini, Jessica… Comprendí el significado de la palabra “pobreza” realmente. Pero todo este regalo que ahora plasmo desenvuelto venía cubierto por un manto negro que me aterrorizó. Cuando vine a darme cuenta de mis pasos ya estaba metido en el desierto y llegó el miedo.
En Abril naufragué, y entre los restos de este naufragio nació este blog. Comencé a mirar de lejos, me sentí perdido y escapé rumbo al calvario para morir, pero no resucité. En este momento de la historia llegó un viento fresco a chocarse conmigo, a compartir muertes. El Viernes se convirtió en símbolo, me cansé de ser hombre como Neruda y pedí un deseo de cumpleaños: Cambiar de vida. Me sentí Garfio, viajé hacia el azul a encontrarme con mis hermanos y prometí un castillo.
En Mayo eché de menos a mis amigos, me pregunté ¿Dónde está mi casa?, leí El guardián entre el centeno, viajé a “la línea, málaga”, hablé conmigo mismo y llevé a cabo lo que me hería desde Marzo (o desde Agosto’08). Desde entonces todo es cuesta abajo, pero con resistencia. Aprendí (me enseñaron). En este mes nació Músico(en)terapia y me hicieron cuatro preguntas. También en este mes pudimos hacer un almuerzo con mi familia de Campillos. Vi a mi abuelo reír a carcajadas.
Junio trajo olor de campamento del que hice una crónica y me sorprendí sonriendo. Viajé a Madrid y me regañaron en un museo. Me dijeron “te noto bastante bien” y es que había luchado mucho por asomar la cabeza fuera del charco. Jugué a las cartas, me propuse mirar con otros ojos, hice algún que otro descubrimiento y pensé en plantar pensamientos.
Julio. Naciste canción. Soñé con volar de nuevo. Me dijeron “cuéntame tu naufragio” y comenzó un andar en compañía, andar del que ahora estoy muy agradecido, porque me ha clarificado el camino. Comencé a hacer un puzle en familia, que hoy está colgado en la pared del salón. Me di un paseo de los que llenan el alma y escribí una carta. Me dijeron “leo tu blog”, frase que se ha convertido en estandarte. Planté árboles con ellos. Las cosas se pusieron grises en el trabajo, empezaron a sonar campanas de juicio. Wendy besó. Viajé de nuevo al azul y llegó a mi vida una guitarra. Deseé las vacaciones un día antes de que me las dieran.
Agosto pasó desapercibido hasta mediados de mes. Prometía playas y viajes y cumplía, pero una tarde de playa me asaltó una llamada telefónica: “Está muy mal”. Tanto que se me fue para arriba el día 12 de Agosto, con Papi Dios, mi abuelo. El día de su despedida tomé de su ataúd la llave que ahora viaja conmigo y me fui a Cádiz a la boda de un Amigo (con mayúsculas). Comprendí que la vida está en constante movimiento, y hay que aprender a moverse con ella. El resto del mes se me llenó de actividades para no pensar. Al final necesité el mes de Septiembre.
Y llegó para engullirme en la rutina, para adormecer mis dolores. En Septiembre, tras haber tocado fondo, comenzó la nada fácil escalada. Me propuse un nuevo reto, comencé a estudiar una carrera. Hice una propuesta a pecho descubierto, comprendí mejor mi naufragio, me reí hasta que me dolió el estómago, me ilusionó mucho la música, entré en el certamen de Sax y comencé a “abrazar la noche”. Di otro “adiós” sentido como el de Enero y volví a irme de campamento.
Octubre: “Todo dice sí”. Nos dimos un mes el día de San Francisco. “De mí sin ti ¿qué sería? / sin este dulce tormento / que me complica la vida”. Me vacuné contra la gripe y otras tonterías y empezó la Guerra Escrita en mi trabajo. Se casaron dos grandes Amigos y compartí de nuevo con “vosotros”.
En Noviembre grabamos disco, se disiparon las oscuridades y me sentí preparado para cantar “Vuelvo”. Y volví. Me dieron el premio Blog del día. Renovamos un mes más. Se casaron dos Hermanos. Mi taller se dividió por un muro. Me corté el pelo y me dejé un símbolo condenado a desaparecer en breve. Patiné. Conversé con Dios y volví a tropezar. Entré en el adviento como Alicia en la madriguera, cayendo.
Diciembre, mes de la normalidad (relativa): Mi blog tuvo himno, me fui de ejercicios espirituales y encontré Paz, no acabó el cuento pero dejamos de contar, abracé, di unas clases de baile para la vida, dejé de trenzarme el peso del alma, se acabó el naufragio, dije “sí” por cuarta vez, descubrí milagros de andar por casa, viajé (mucho) y crecí (mucho), y llegó la Navidad.
Y al fin miré hacia atrás y me quise.
31 de Diciembre de 2009