Hemos llegado pronto y se notaba que era el último día de mes pues casi no había personal en la arena. Muchos de los que han disfrutado esa playa durante el mes, sin duda, en esos momentos se encontrarían en la A-3 camino de sus casas y de sus respectivos trabajos a partir de mañana.
El día ha ido transcurriendo tranquilo. El sol no apretaba demasiado y la temperatura del agua era estupenda. Los peces, pequeñísimos de tamaño, osaban acompañarnos hasta la misma orilla a los bañistas. Es un bonito espectáculo que no deja de causar asombro, sobre todo a los más pequeños, que intentan con sus cubos de colores, pescarlos en la orilla del mar.
A media mañana el ambiente ya estaba más animado de personal y han empezado a llegar "los morenos", -como suelen llamarles cariñosamente las gentes que cada día acuden a la playa-, con sus enormes fardos de mercancía. Era el último día de mes y conocedores de que al personal se le acababan las vacaciones y el efectivo, han hecho una liquidación digna de unos grandes almacenes. Vestidos para las damas, camisas para los caballeros, relojes, vaqueros, bolsos de imitación, chaquetones de puro invierno, etc. etc. pasaban de unas manos a otras con una velocidad sorprendente. La arena se convertía por momentos en simpáticos "probadores sin espejos", y en la música de ambiente se repetía.... 5 euros, 7 euros,
20 euros. Hoy, nadie se atrevía a regatear los precios. No se podía perder tiempo. Al menor descuido, alguien se hacía con esa prenda que casi acababas de comprar. Una locura.
Así nos hemos dejado al personal, cuando a las 13,30 nos hemos acercado al restaurante del hotel que se encuentra en esa playa para comer. Teníamos reservada la mesa junto a una inmensa cristalera desde donde se divisa el mar y la totalidad de la playa. No había hecho nada más que comenzar mi "abordaje" a una suculenta ensalada de gambas, cuando algo nos ha llamado la atención en la playa. Los morenos salían corriendo hacía un malecón cercano, abandonando algunos la mercancía en la arena. Dichos fardos, suelen ser trozos grandes de tela en forma cuadrada, y en cada una de sus puntas hay un cordel que une con una anilla colocada estratégicamente en el centro de la tela, de forma, que ante una "adversidad", tiran de la anilla y la mercancía queda oculta.
En cuestión de segundos, la gente ha ido volviendo a sus sombrillas, y bastantes fardos de mercancía se han quedado abandonados en la arena. El motivo estaba muy claro. Por el paseo, se acercaba un coche de policía local. En estas ocasiones, es curioso observar como podemos reaccionar cada uno de nosotros, y personalmente, me ha llamado la atención en especial, ver como han procedido alguna de las personas que se encontraban en la playa. Concretamente un chico, que sin pensárselo dos veces, ha cogido uno de los fardos y ha pretendido "esconderlo" entre sus sillas de la playa y sus toallas. Estaba con su familia, a la que no ha dudado en alejar de ese lugar como si con él no fuera el tema...
Ni que decir tiene que a estas alturas del relato, la ensalada de gambas había perdido todo mi interés. En esos momentos mi mirada se repartía entre el malecón, donde los morenos creían que no se les veía, y que seguían con interés los movimientos de la policía, y los fardos abandonados, que uno a uno, han sido requisados. Hasta los que estaban escondidos por los bañistas han sido descubiertos.... No quedó nada de mercancía en la playa, mercancía que a duras penas pudieron alojar en el coche policial.
Una mezcla confusa de sentimientos se me han apoderado. Pero no os los voy a relatar. Ni tampoco os voy a decir en quienes pensé durante el tiempo que duró la operación fardo. No es lugar ni momento. Pero las pateras siguen llegando a nuestras playas y siguen habiendo fábricas textiles que acuciadas por la competencia asiática, se ven obligadas a cerrar sus puertas, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo. Un problema que necesita solución inminente, de tipo político, para políticos de cierta altura. Los nuestros, todavía están creciendo... (Todos)
Cuando hemos vuelto a la playa, algunos morenos han ido regresando poco a poco. Hablaban entre ellos. Sus caras eran todo un poema, y volvió mi torrente de sentimientos...el peor de todos, la impotencia.
Al parecer, solo habían podido "salvar" gran cantidad de CDs y películas de vídeo. Después de estar reunidos un rato, varios de ellos, se han dirigido hacia la playa. Comenzaban de nuevo el peregrinar ofreciendo sus mercancías entre la gente. Uno de ellos, -no tendría más de 20 años- llevaba un grupo de Cds en la mano. Al llegar a mi altura, me los ha ofrecido... Y no he podido evitar, con un pellizco en el estómago, dirigir una temerosa mirada hacia el paseo.....
Maat