domingo, 29 de marzo de 2015

"BLADE RUNNER"

La primera vez que vi BLADE RUNNER fue en video, yo tenía trece años y la saqué prestada de la biblioteca municipal. No sé por qué pero me esperaba otra cosa, no me disgustó pero acostumbrado a otras pelis de ciencia-ficción más luminosas, dinámicas o épicas me sentí un poco decepcionado

Volví a verla con dieciocho años y no sé, sería la edad o el momento en que me pilló... el caso es que me impactó de un modo definitivo.
Desde entonces he vuelto a ella en numerosas ocasiones, casi con periodicidad anual.

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Una vez anduve liado con una chica que era fan fatal de Harrison Ford y que además (supuestamente, eso dijo) le molaban las pelis de ciencia ficción.
Una vez que se quedó sola en casa me dijo que llevara algún video para verlo juntos y como me dijo que nunca había visto "Blade Runner"... elegí esa.


A la media hora sus caretos de fastidio eran evidentes. Sí, su actor favorito era el prota pero en ningún momento entró en la peli... a los cuarenta y cinco minutos la apagó al grito de "¡menudo coñazo!".

Cuando más tarde empezó a reprocharme haber elegido "semejante bodrio" y me espetó un "no entiendo como puede gustarte esto, si es una enorme mierda, vaya rarito que eres, uff"... no vacilé un segundo a la hora de defender mi criterio, incluso con más ardor del normal en todos aquellos detalles que ella tan gratuita y venenosamente puso a parir.

No volvimos a ver ninguna peli juntos. Unas pocas semanas después dejó de criticar mis gustos y aficiones, imagino que pasaría a hacerlo con el siguiente chico con el que se enrolló... o quizás el nuevo fichaje resultó ser un fan de "El Diario de Noa" y todo con él fue sobre ruedas.

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La siguiente vez que vi la película, después del destructivo sermón de aquella pedorra, me gustó todavía más.

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Cuando estudié en la universidad, durante tres años consecutivos tuvo lugar un curioso fenómeno. Cada vez que empezaba el mes de exámenes (tanto en enero como en junio), la víspera del primero emitían "Blade Runner" en televisión.
¿Casualidad? ¿Providencia? Intervención divina quizás: jamás suspendí ninguno de aquellos envites precedidos por la peli de Ridley Scott.

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Hace dos navidades tuve una cita en un bar. Quedé en la puerta de una cervecería, mi autobús llegó antes de lo previsto así que me tocó esperar.

En esa época del año en algunos barrios suelen reproducir villancicos a través de una extraña megafonía, reconozco que aparte de dar un toque curioso a la temporada me teletransportan a mi más tierna infancia... pero curiosamente en la esquina donde me tocó esperar en vez de sonar "hacia Belén va una burra" o "campana sobre campana" tenían puesta a todo volumen la banda sonora de "Blade Runner".


Entre que yo llegué diez minutos pronto y que ella tardó otro tanto, casi me dio tiempo a escucharla entera. Confieso que viví un instante de pura poesía callejera durante el "love theme"... y otro no menos intenso cuando de repente se puso a llover a cántaros y directamente fui poseido por el espíritu del agente Deckard.

La cita resultó acorde con la puesta en escena. Era la primera vez que veía en persona a aquella chica y tras unas pocas preguntas rutinarias descubrí que se trataba de otra replicante más para la colección.
"Lástima que ella no pueda vivir... ¿pero quién vive?"

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El año pasado vi "Blade Runner" en jueves santo en el lugar de la costa mediterránea donde suelo escapar por esas fechas. Casualidad o no, fue el preludio de una jornada de lo más blogafantista.

Este año regresaré el mismo día al lugar del crímen pero ya iré con los deberes hechos: la semana pasada la reestrenaron en cine y por fin he tenido la oportunidad de disfrutarla en pantalla grande.

El pasado miércoles a las 10:30 de la noche éramos (para mi sorpresa) más de treinta personas en la sala... yo me senté detrás del todo, lo más apartado posible de cualquier comentario o conversación del público, con los cinco sentidos centrados en disfrutar de la experiencia.

Todos estos recuerdos, anteriormente narrados, desfilaron por mi memoria durante la proyección... y sí, también se perderán en la blogosfera, como lágrimas en la lluvia.



sábado, 21 de marzo de 2015

"DOSCIENTAS PRIMERAS CITAS / Memoria recuperada"

Mi habitación experimentó una especie de crisis hace unos pocos días.
Por un lado mi ordenador sufrió el ataque de un virus y quedó para el arrastre... y en otro orden de cosas una de mis estanterías (la más poblada) casi se vino abajo incapaz de soportar más peso.

Lo primero se solucionó con un buen formateo. Lo segundo vaciando, desmontando y volviendo a montar recolocando y redistribuyendo el peso de un modo más racional.

Antes de formatear pude recuperar unos cuantos archivos de interés, especialmente fotos (personales y ajenas) y documentos útiles para mi trabajo. Según empecé la "evacuación" recordé que cuando mi anterior ordenador estaba a punto de fallecer grabé un CD recopilando un montón de datos... por desgracia dicho compacto acabaría extraviándose en otra posterior reforma de mi cuarto, reubicado sin apuntar dónde, como el arca de la alianza en aquel almacén de la peli.

A veces me he preguntado por su paradero pero sobre todo por su contenido, el cual (a grandes rasgos) apenas recuerdo.

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El caso es que decidí aprovechar que tenía que vaciar completamente la estantería para inspeccionar uno a uno todos mis cedés antes de volver a colocarlos, en busca del tesoro perdido. 

La operación me llevó una mañana entera y parte de la tarde... finalmente tras abrir el "Purple Rain" de Prince & The Revolution (comprado hace demasiados años en una tienda de discos que ya no existe) descubrí que sobre el disco original había un TDK con la siguiente frase escrita en rotulador negro: "Miscelánea 2002-2009".
¡Bingo!

Setecientos megas de fotografías y minivídeos de mis años más oscuros. Casi siempre haciendo el tonto, con una bebida en la mano o un cigarrillo entre los dedos... festivales de rock, excursiones, múltiples conciertos, demasiadas fiestas...


El mismo grupo musical visto varias veces acompañado en cada ocasión de una chica diferente.
Viajes con amigos que se han quedado por el camino.
Reportajes de eventos en casas rurales que parecen el catálogo publicitario de un pasaje del terror.
Un poco más de pelo en mi cabeza.
Camisetas míticas.
Viajes, cenas y celebraciones con una exnovia que vistas ahora no pueden descolocarme más.
Cerveza, cerveza, cerveza...

Pero no todo lo que veo me provoca vergüenza ajena. Tengo guardadas unas carpetas con fotos de chicas que se cruzaron en mi camino la pasada década, ninguna de ellas sigue en mi vida a día de hoy.

Me sorprende especialmente ver las de Sonia y Mayte, pensaba que me acordaba bastante bien de ellas pero tras abrir los archivos me enfrento con un par de rostros que ya había empezado a olvidar.
Cierro los ojos, intento concentrarme... recuerdo mejor sus cuerpos desnudos y las cosas que hicimos que sus ojos, nariz o labios.

A algunas otras chicas ni siquiera llegué a conocerlas en persona, pero de repente sus fotos aparecen en alguna carpeta perdida, hallazgos casi arqueológicos... ¿qué habrá sido de ellas? Miedo me da tan solo pensarlo.

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No soy para nada nostálgico y este repaso multimedia a la pasada década lejos de animarme me deja cierto regusto amargo. Es bueno tener el CD localizado pero no creo que eche mano de él a menudo... eso sí, ver ciertas fotos me ha recordado algunas historias que (si todo va bien) servirán para abastecer este blog que hoy publica su entrada número 200.

Doscientas. Quién lo iba a imaginar aquel convulso verano de 2010 cuando toda esta locura se puso en marcha...


jueves, 12 de marzo de 2015

"A ver cuándo me invitas/llevas..."‏

Hacía mucho tiempo que no me sucedía, ya traté el tema en una célebre entrada aquí publicada hace tres años... el caso es que de vez en cuando vuelve a pasar.

1) Voy en el autobús y recibo un mensaje de Alicia preguntándome qué tal, qué hago, etc... le cuento que estoy camino de un concierto en el Auditorio, que tengo el abono y voy dos o tres veces cada mes, según toque... tras averiguar que voy solo inmediatamente me contesta: "pues a ver cuando me invitas".

2) Otro día voy caminando hacia una popular sala de conciertos madrileña, recibo un mensaje de Ana María interesándose por mi paradero y lo que tengo entre manos, le cuento que estoy a punto de entrar a ver a Black Rebel Motorcycle Club... tras averiguar que me he desplazado solo al concierto inmediatamente me contesta: "la próxima vez me invitas y voy contigo".

3) Agosto está a punto de acabar y recibo un mensaje de Lorena preguntando qué es de mi vida, charlamos un poco y cuando le digo que la semana siguiente me voy a pasar unos días a la playa, yo solo, inmediatamente suelta: "pues invítame, me llevas y así hago algo yo también que este verano no he salido de la ciudad".

Lorena tiene un novio que vive en otro país y al que presuntamente es fiel, ni de coña pienso pasar mis breves vacaciones en su compañía pero decido investigar hasta dónde sería capaz de llegar...
Planteo la cuestión de si supondría algún problema para ella (o su novio) el hecho de que nos fuéramos de viaje juntos y contesta que no tendría por qué enterarse nadie... a si habría inconveniente en que ambos nos desnudásemos en la misma playa contestó que ella ni de coña pensaba hacer tal cosa... a si estaba dispuesta a compartir cama contesta un impresentable "ah no sé... quizá, depende de lo bien que te portes".

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(A modo de aclaración añadiré que ninguna de ellas es amiga mía. Nos conocemos, nos hemos visto alguna vez muy esporádicamente, intercambiamos algún mensaje que otro, hubo tomate en el pasado pero ahora no... nada más)

A los dos primeros casos en su momento no les dí ninguna importancia, pero a raíz de este último (tan descarado) comencé a desconfiar metiendo a todas ellas bajo la misma cuarentena. ¿Estaba siendo víctima de un ataque masivo de caradura o eran imaginaciones mías?


Alicia y Ana María son de esas chicas que cuando quedas con ellas rara vez echan mano de la cartera, además son mandonas a la hora de proponer sitios o vetarlos.
Yo no me considero mezquino en esa cuestión y si estoy a gusto no me importa pagar algunas rondas, pero cuando veo que a la tercera o cuarta consumición no hay la más mínima intención de corresponder por parte de la otra persona, comienzo a sentirme mal (subestimado, degradado) y pierdo el interés.

La última vez que salí con Ana María, de hecho, me fui repentinamente a casa por ese motivo: me llamó ella para tomar una caña y cuatro bares después seguía silbando y mirando al techo cuando nos servían.
Alicia es parecida, pero sale más barata: solo quiere ir a cafeterías y habitualmente pide café o infusiones.

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Hace poco he ido a un concierto de rock en mi ciudad y parece que lo huelen. Nada más entrar en el local Ana María me escribe y cuando le digo lo que estoy haciendo me responde: "A ver cuándo me llevas a alguna de esas cosas tan chulas que haces, que me aburro como una ostra..."

Al día siguiente tengo una extraña conversación con Alicia. Después de nuestro último café nos estuvimos besando en un portal cercano a su casa, intento quedar con ella en otras circunstancias menos formales pero su sugerencia me descoloca un poco.
"El próximo domingo por la tarde si quieres quedamos, te lo reservo. Miras la agenda cultural, algún cine, teatro o concierto... y me llevas, ¿vale?"

Viniendo de quien viene la frase no puedo evitar que mi suspicacia reviente, decido tantear el terreno, darle un último beneficio de la duda, ver por dónde me sale: "a estas alturas de mes ando poco boyante, me temo que no puedo invitarte a ninguna de esas cosas", escribo.
"Ahm -contesta- bueno... ya me llevas otro mes entonces, el domingo si eso me llevas a tomar café o merendar y listo"

¿Ha pasado lo que pienso que ha pasado? ¿Estoy demasiado suspicaz o me ha parecido que en cuanto he sugerido que no puedo invitar ya no está interesada en explorar la agenda cultural? ¿Me ha concedido la gracia de invitarla a un croissant a la plancha como premio de consolación?

Decido romper la baraja, jugar sucio: "una pena no disponer de la casa sola esa tarde, en vez de merendar podrías venirte a ver una peli..."
"Pues eso hay que ganárselo -contesta- y para eso vas a tener que sudar,  ¡la fama cuesta! jaja"


Creo que he dado en la diana, señores... han cantado bingo: "¿Tanto voy a tener que sudar? Ya te vale...", deslizo.
"¡Anda claro! El que algo quiere algo le cuesta", sentencia... el bingo es correcto.

"El que algo quiere algo le cuesta" Siempre he odiado esa frase (en lo que a relaciones respecta) con todas mis fuerzas, cada vez que la oigo pienso que no me merece la pena mover un solo músculo para acercarme a esa persona... no necesito que nadie me otorgue la merced de "sacrificarse" para darme gusto a cambio de algún precio real o simbólico.
Quiero merecer un beso o una caricia porque sí, porque el  momento y las ganas lo requieran, no por haber corrido con los gastos... quiero follar porque la otra chica quiera hacerlo conmigo, no porque yo antes haya superado todas las pruebas de una sórdida gincana.

Contesto de mi forma habitual cada vez que me ponen a prueba en ese sentido: "Vale, en ese caso esperaré a ver si tú quieres también para que cueste lo menos posible"
"¡Qué tio!", responde.
"Yo sé lo que quiero, si tú no quieres... chungo. No hay agenda cultural ni cena o merienda que pueda cambiar eso", insisto, mordiéndome la lengua.
"Ya ya, ya lo sé -me interrumpe- pero hay etapas hasta llegar donde quieres... y eso es lo que tienes que currarte"
"Aahh, vale -recupero la palabra- a ver si no lo hago demasiado mal para así convencerte... (icono sonriente)"

Alicia parece sentirse súbitamente incómoda con la deriva de la charla y se despide a trompicones.
Cinco minutos después, releyendo la charla me entra una nueva duda: ¿seguro que ambos estamos hablando del mismo "premio/objetivo"? 
No me extrañaría que ni siquiera ESO haya quedado claro... en fin, que me lleve a algún sitio un día de estos y se lo preguntaré.


jueves, 5 de marzo de 2015

"FUERA DE JUEGO"

La década pasada hubo un partido de fútbol bastante famoso que terminó con la abultadísima derrota del equipo local a manos de su mortal enemigo.
Yo no pude verlo porque me pilló en medio de una fiesta de la que no podía escabullirme, pero cuando al finalizar me enteré del resultado escribí un sms a una chica con la que me había liado unos meses antes, hincha radical del equipo entonces derrotado: "¿Estás bien?", pregunté.
Su contestación fue tan larga como rabiosa. Recuerdo que dijo estar "cabreada como una mona" y a continuación puso a parir al eterno rival quedándose a gusto destacando su presuntamente inferior origen geográfico y la menor cantidad de títulos en sus vitrinas...

Yo iba algo borracho y le seguí el juego, en uno de mis siguientes mensajes me ofrecí a compensarla por la humillante derrota, a resarcirle de algún modo por tanto daño psicológico...
"¿Cómo lo harías?, preguntó; preferí no ser bruto: "a base de besos similares a aquellos que nos dimos la última vez, tras el kiosko del parque junto a tu casa", contesté.
"¿Cuántos me darías?, insistió... y ahí el cachondeo me pudo: "tantos como goles ha encajado hoy tu equipo :D", respondí.

Pensé que me mandaría a tomar por culo y me mentaría a la madre, pero no, para mi sorpresa simplemente dijo: "OK".

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Tardé siete meses en verla, pleno invierno. 
La noche que quedamos su actitud fue tan gélida como la temperatura ambiente, se mostró muy altiva y distante, cada vez que bajaba la guardia ante alguno de mis comentarios o coñas se revolvía al segundo para que no pareciera que le hicieran gracia en absoluto... estaba 100% concentrada en pararme los pies o quizás en hacerme suplicar.
Su fracaso fue relativo.


En el tercer bar salió el tema del fútbol y recordamos aquel mítico/infame partido de su equipo, su gesto se torció inmediatamente: "sigues dolida a pesar del tiempo transcurrido eh", comenté...
"¡Claro que sí! -exclamó- y este año parece que la cosa no mejora..."
"Tranquila mujer, te recuerdo que en su día me ofrecí para aliviarte de los disgustos futboleros, la oferta sigue en pie...", deslicé. 
Para mi sorpresa se apresuró a recoger el guante: "Ya me acuerdo ya, dijiste que me darías tantos besos como goles encajó mi equipo aquel día...", su sonrisa pasó a ser nerviosa, me miró fijamente y apretó los labios a la defensiva... hice amago de acercar la cara y se echó para atrás... "Tranquila -susurré a su oído- no se trata de ESE tipo de besos"

Se relajó y empecé a besarla en la cara, uno, dos...cambié de lado, tres...
Para cuando llegué al último de la goleada fue ella quien buscó mi boca. Siete meses después la defensa de su equipo volvió a tirar desastrosamente el fuera de juego.

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Fuimos a otro bar y seguimos con el besuqueo un buen rato... finalmente salimos y la llevé al pasadizo de un mercado cercano a su casa. El frío era intenso, matador... pero no impidió que nos abriéramos los abrigos para explorarnos mejor.
Metí la mano bajo su camiseta hasta alcanzar los pezones por debajo del sujetador, me bajé la bragueta y acerqué su mano a mi entrepierna... fue entonces cuando el tren descarriló.

Me la agarró como quien sujeta el pomo de una puerta a medio abrir, dudando entre salir o quedarse en la habitación... no hacía nada, solo agarrarla.
La estampa era surrealista: tenia una teta fuera, inanimada como una estatua de cera, en una mano sujetaba el bolso por las asas y con la otra me agarraba la polla...
"Ten cuidado no me vayas a manchar...", dijo.

Casi me caigo al suelo de la risa, tuve que morderme la lengua para no decirle que sí, que si ella seguía aplicando semejante técnica tántrica de masturbación estática probablemente me correría en breves instantes, que mejor pusiera unos papeles de periódico o algo sobre sus zapatitos italianos para protegerse de lo inevitable.
Al verme resoplar conteniendo la carcajada se pensó que iba muy borracho y retiró su seductora garra de mi frágil colibri. Fin de la cita.

Aunque parezca mentira, ocho meses después volvimos a quedar y nuevamente mi mano acabo bajo su camiseta durante nuestra despedida. Se me pasó por la cabeza volver a bajarme la bragueta y ver qué pasaba pero total... ¿para qué?