En la segunda mitad de los años ochenta TVE emitió un programa infantil llamado "La Linterna Mágica". En él ponían cortos de dibujos (sobre todo de esas animaciones checoslovacas con personajes de trazos simplones o plastilina), alguno divulgativo y un mediometraje o largometraje de temática infantil/juvenil.
Recuerdo que una de sus primeras emisiones (quizás fuera la primera) escandalizó a todos los niños de mi colegio.
En la peli que pusieron había una fiesta infantil en la que los niñitos protagonistas (probablemente también del este de Europa) en vez de beber Casera Cola/Limón/Naranja y zampar gusanitos se acaban desmadrando... alguien abría el mueble-bar del padre del enano anfitrión, echaba mano de una botella de licor, la mezclaba en la fuente de refresco...
Al final casi todos los críos estaban enchispados y un par de ellos comenzaron a besarse en un sofá de manera poco/nada infantil.
Al siguiente día de clase en mi colegio, durante el recreo, no se hablaba de otra cosa. Si con esa peli lo que pretendían era advertirnos y alejarnos del vicio consiguieron justo lo contrario... queríamos una fiesta como esa.
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Pocas semanas después, en un cine de barrio vimos varios amiguetes un espectacular programa doble de reestreno: "Golpe en la Pequeña China" y "De pelo en pecho (Teen Wolf)".
En esa última peli también salía una fiesta salvaje en la que los estudiantes yanquis hacían toda clase de locuras... nos hizo particular gracia lo de meter a un chico y una chica dos minutos en un armario, estando durante ese tiempo TODO permitido.
Cuando cuatro días después Rosa (una niña de clase) nos invitó a unos cuantos por su cumple a la celebración que tendría lugar en su casa... la bola de nieve, cada vez más enorme, echó a rodar.
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En otros cumples estábamos sometidos a la estrecha vigilancia del adulto de turno, pero Rosa vivía sola con su madre y ésta se tuvo que ir a currar... nos dejó todo listo: los refrescos, los snacks, la tarta y la cadena musical... y nada de vigilancia.
Recuerdo que todos fuimos a aquella casa con la sensación de que algo gordo iba a pasar, sobreexcitados. Al principio la timidez infantil se impuso y nadie hizo nada fuera de lugar, pero tras el tanteo inicial saltó (nunca mejor dicho) la liebre.
Alguien propuso jugar al "Conejo de la Suerte" (juego en que los niños hacen corro, cantan una canción pasándose el turno hasta que el último en la coplilla debe besar al chico o a la chica que le guste más) y fue un relativo fracaso.. a todos nos daba palo admitir que nos gustaba alguien así que no fue fácil de poner la maquinaria en marcha.
El plan B fue un juego similar pero más retorcido: "Verdad, beso o atrevimiento". Ahí las pruebas iban impuestas desde el exterior y como "te obligaban" a besar a quien fuera nadie puso pegas.
De repente la imitación se convirtió en plagio.
El célebre largo de "La Linterna Mágica" inspiró un amago de saqueo del mueble-bar de la madre de Rosa (al final dos o tres latas de cerveza del frigo sí que "desaparecieron"), "Teen Wolf" provocó que algunos acabáramos probando las delicias del armario ropero del cuarto de invitados...
De hecho recuerdo que fue precísamente ahí, dentro del armario frotándome con la pequeña Teresa, donde me llegaron los primeros ecos del follón que se había liado en el salón.
Por lo visto Rosa comenzó a llorar al ver que la gente se dispersaba y la fiesta estaba fuera de control... se temía una bronca tremenda por el alcohol desaparecido... y además (lo más grave) ella era la única que no estaba pillando.
Protestó airadamente, reunió a los asistentes entre sollozos y puso fin a la fiesta.
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En ese cumple fue la primera vez que besé y sobé a más de una chica en el mismo día.
Muchas veces he oido a varias personas admitir que serían incapaces de liarse con más de una persona en la misma noche o con pocas horas de diferencia... yo echando la vista atrás a sucesos como éste, me doy cuenta de que (en cierta retorcida manera) he sido "educado" en esa práctica.
Y la mayoría de la gente también, simplemente... lo han olvidado.
viernes, 30 de noviembre de 2012
domingo, 25 de noviembre de 2012
"La Cibermentira"
Marta tiene el dudoso honor de ser la primera chica que conocí a través de Internet.
Tras dos o tres semanas de largas conversaciones en el messenger (rebosantes de un sentido del humor delirante) conseguí convencerla para quedar a tomar una caña... su casa estaba apenas a seis minutos de distancia (caminando) de la mía, había bastante buen rollo entre ambos así que me parecía tremendamente absurdo pasar (ooootra vez) la tarde tecleando delante del ordenador pudiendo charlar en persona.
Insisto, era la primera vez que hacía eso... mi ingenuidad en tales cuestiones era total.
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Una foto no demasiado nítida era la única pista que tenía para reconocerla, de todos modos el lugar previsto para el encuentro era de esos que no dejaban lugar a dudas... así que bueno, no es que fuera una cita estrictamente "a ciegas".
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Cuando llegué ella estaba de pie junto al monumento señalado. No cabía duda de que se trataba de Marta (me miraba con gesto curioso y saludaba tímidamente con la mano) pero al verla no pude evitar preguntarme: "¿quién coño es esta chica?".
Cualquier parecido entre ella y la foto que me envió era pura coincidencia.
- - - - - - - - - - - - - - -
La cosa no empezaba lo que se dice bien. Fuimos a un bar de al lado, yo pedí una caña y ella una coca-cola... Marta (a pesar de haberme asegurado que había quedado con más chicos de esa manera) se mostraba nerviosísima, apenas me miraba a la cara y cuando salía de su natural hábitat de monosílabos soltaba frases tan poco creíbles como inadecuadas.
Mientras ella farfullaba yo seguía intrigado por la foto que me envió, sí identificaba algún rasgo en ella pero me costaba relacionarla con la imagen en cuestión... quizás fuera de una prima suya... tal vez se tratase de la propia Marta pero un par de años atrás, antes de iniciar un evidente declive físico...
Me habló de sus piercings, dijo que tenía cinco y sacó la lengua mostrando uno enorme que tenía ahí mismo, atravesándola.
También me contó otras cosas acerca de su vida diaria, sus estudios y rutinas. Ahí la pillé en un par de mentiras y contradicciones respecto a todo lo que me había contado los quince días anteriores por el messenger... la cita iba cuesta abajo, aparte de que no me acababa de gustar lo que veía comencé a experimentar cierta sensación de estafa.
Improvisé una excusa para no tener que quedarme demasiado tiempo más, entonces Marta apuró de un trago lo que quedaba de su coca-cola y de repente comenzó a toser con fuerza, ahogándose... su piercing de la lengua se había desenroscado y a punto estuvo de tragárselo.
- - - - - - - - - - - - - - -
Me despedí educadamente y regresé a casa bastante decepcionado. Tardé más de un año en volver a quedar con alguien procedente de Internet.
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Los meses siguientes a aquella primera cibercita me crucé con Marta unas cuantas veces en un bar y cierta discoteca. Simplemente nos saludábamos con un gesto, a veces se acercaba y me gorroneaba algún pitillo...
Dos años después de la cibermentira yo volvía a casa (bastante perjudicado) un sábado a las tantas y me crucé con ella... me convenció para acompañarla a un bar rockero que nunca cierra. Allí, en una oscura esquina tras el futbolín, nos acabamos enrollando.
Su piercing sabía a cocacola.
Tras dos o tres semanas de largas conversaciones en el messenger (rebosantes de un sentido del humor delirante) conseguí convencerla para quedar a tomar una caña... su casa estaba apenas a seis minutos de distancia (caminando) de la mía, había bastante buen rollo entre ambos así que me parecía tremendamente absurdo pasar (ooootra vez) la tarde tecleando delante del ordenador pudiendo charlar en persona.
Insisto, era la primera vez que hacía eso... mi ingenuidad en tales cuestiones era total.
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Una foto no demasiado nítida era la única pista que tenía para reconocerla, de todos modos el lugar previsto para el encuentro era de esos que no dejaban lugar a dudas... así que bueno, no es que fuera una cita estrictamente "a ciegas".
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Cuando llegué ella estaba de pie junto al monumento señalado. No cabía duda de que se trataba de Marta (me miraba con gesto curioso y saludaba tímidamente con la mano) pero al verla no pude evitar preguntarme: "¿quién coño es esta chica?".
Cualquier parecido entre ella y la foto que me envió era pura coincidencia.
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La cosa no empezaba lo que se dice bien. Fuimos a un bar de al lado, yo pedí una caña y ella una coca-cola... Marta (a pesar de haberme asegurado que había quedado con más chicos de esa manera) se mostraba nerviosísima, apenas me miraba a la cara y cuando salía de su natural hábitat de monosílabos soltaba frases tan poco creíbles como inadecuadas.
Mientras ella farfullaba yo seguía intrigado por la foto que me envió, sí identificaba algún rasgo en ella pero me costaba relacionarla con la imagen en cuestión... quizás fuera de una prima suya... tal vez se tratase de la propia Marta pero un par de años atrás, antes de iniciar un evidente declive físico...
Me habló de sus piercings, dijo que tenía cinco y sacó la lengua mostrando uno enorme que tenía ahí mismo, atravesándola.
También me contó otras cosas acerca de su vida diaria, sus estudios y rutinas. Ahí la pillé en un par de mentiras y contradicciones respecto a todo lo que me había contado los quince días anteriores por el messenger... la cita iba cuesta abajo, aparte de que no me acababa de gustar lo que veía comencé a experimentar cierta sensación de estafa.
Improvisé una excusa para no tener que quedarme demasiado tiempo más, entonces Marta apuró de un trago lo que quedaba de su coca-cola y de repente comenzó a toser con fuerza, ahogándose... su piercing de la lengua se había desenroscado y a punto estuvo de tragárselo.
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Me despedí educadamente y regresé a casa bastante decepcionado. Tardé más de un año en volver a quedar con alguien procedente de Internet.
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Los meses siguientes a aquella primera cibercita me crucé con Marta unas cuantas veces en un bar y cierta discoteca. Simplemente nos saludábamos con un gesto, a veces se acercaba y me gorroneaba algún pitillo...
Dos años después de la cibermentira yo volvía a casa (bastante perjudicado) un sábado a las tantas y me crucé con ella... me convenció para acompañarla a un bar rockero que nunca cierra. Allí, en una oscura esquina tras el futbolín, nos acabamos enrollando.
Su piercing sabía a cocacola.
sábado, 17 de noviembre de 2012
¡QUÉ CASUALIDAD!
Tuve mi primera cita con Mª Cielo en Octubre del año pasado. En el segundo bar ataqué y después de liarnos un buen rato dijo que me llevaría a casa en coche pero (intencionadamente) tomó una salida "equivocada" hasta cierto descampado donde acabamos follando en plan salvaje.
Nuestra segunda cita tuvo lugar justo una semana después y en esta ocasión no llegó a haber segundo bar: un par de cervezas y directamente al coche.
Lo que sí cambió fue el destino, otro inóspito solar relativamente próximo al antiguo manicomio.
Quince días después nos vimos por tercera vez y el guión fue idéntico, manicomio incluído.
Me encantaba quedar con Mª Cielo... tres de tres.
- - - - - - - - - - - - - - -
En Noviembre la cosa cambió. Hablábamos por el messenger de vez en cuando pero se me cruzaron otros planes (visitas inesperadas, otras chicas) con lo que no llegamos a quedar... hasta cierto miércoles que a media tarde me envió un mensaje proponiendo cenar una hamburguesa.
Me llevó al Burguer King más alejado de la ciudad (de hecho creo que ya estábamos en otro término municipal), cenamos el menú king ahorro y después de ir al WC a limpiarme los dedos de cualquier resto de ketchup o mostaza propuse que buscáramos un sitio discreto donde tomar el postre.
Cuatro de cuatro.
- - - - - - - - - - - - - - -
Tardamos casi otro mes en quedar, en medio fui a tres conciertos a Madrid, conocí a dos chicas más, me hicieron la Cobra Colombiana, etc...
Poco antes de nochebuena fuimos a una apartada cervecería, me dijo que iría a pasar todas las vacaciones navideñas a Córdoba con su familia. Pedí un Benjamín, brindamos por las inminentes fiestas y regresamos al descampado de nuestro primer polvo. High Five!
Cuando aquella madrugada me dejó en una plaza cercana a mi casa y se despidió sonriente (con el rostro aún gloriosamente acalorado), nada indicaba que aquel sería nuestro último revolcón.
- - - - - - - - - - - - - - -
Entramos en 2012, pasaron los reyes, el apogeo de las rebajas... y tras un par de amagos de quedar (que no acabé consiguiendo cuadrar) finalmente nos vimos un jueves de finales de Enero, en la misma cervecería de la última vez.
Yo no noté nada raro, ella estaba como siempre y cuando llegó el momento de arrimarme ella respondió siguiendo la costumbre... pero después, saliendo del bar hacia el coche me soltó un inesperado: "oye, ¿te importa que hoy no pase nada más? Prefiero que hoy no acabemos como siempre..."
Contesté un "claro, cómo no", "no pasa nada, tranquila", "descuida que no doy nada por supuesto..."
¿Qué otra cosa podía hacer?
Me despidió con un prolongado e intenso beso y (sin yo sacar el tema) me susurró al oído que el próximo día sí lo haríamos... fijo.
Mentira. Aquella fue la última vez que vi a Mª Cielo.
- - - - - - - - - - - - - - -
En Febrero seguimos coincidiendo por el messenger a menudo pero sin concretar ninguna cita.
De repente un día le mandé un correo proponiendo quedar y varias horas después me respondió lo siguiente:
"Hola, perdona k no haya contestado antes esk hemos tenido una tarde muy movidita.
Lo siento pero esk no se lo k kiero hacer no me apetece kedar"
Dos días después en el messenger volví a proponerle quedar, su respuesta y el consiguiente diálogo fue tal cual:
Ella: con la de dias k te digo k no y todavia tienes ganas d kedar?
Yo: con la edad uno aprende a ser paciente :)
Ella: lo siento mucho
Ella: pero no se lo k kiero contigo
Yo: nada malo espero!
Ella: no lo se
Yo: ok, no pretendo molestarte en absoluto
Ella: me voy a montar al coche
Ella: un beso
Ella: chao
- - - - - - - - - - - - - - -
A partir de aquel día sus apariciones en el messenger se produjeron con cuentagotas... hasta finalmente dejar de asomar a mediados de Abril.
Seguramente me eliminó o bloqueó... mandé un correo en verano y jamás lo contestó.
También un sms para ver qué era de su vida... y me dijo que se había ido a trabajar a Córdoba, que vivía allí con su madre.
- - - - - - - - - - - - - - -
Hoy viernes dieciséis de Noviembre de 2012 tenía plan para salir pero finalmente se me fastidió.
Propuse quedar a una chica pero un trabajo de la universidad (según me dijo) se lo impidió... no me rendí, intenté ponerle remedio y probé suerte enviando mensajes a otro par de chicas... pero nada.
Dando un último repaso a mi agenda sonreí al ver el nombre de Mª Cielo: recordé el sabor de su sexo, el particular sonido de sus gemidos, la manera que tenía de mirarme mientras lo hacíamos...
Sin saber por qué agarré el móvil y le mandé el siguiente sms: "Qué tal x Córdoba?Vienes algún finde o tu exilio ya es definitivo?Si x1casual andas x aquí avisa&ns tomamos algo.Bs"
Apenas dos minutos después respondió: "k casualidad, esk me has visto?"
Flipé... no pude evitar calentarme tras haber hecho una diana involuntaria. Contesté: "Jaja,te juro que no!Ha sido pura suerte..Hace una cervecita pues?"
Mi movil no tardó en volver a vibrar: "gracias pero no,vengo los días justos para hacer cosas lo siento.k tal te va todo?"
Recordé su frase de febrero, aquel "no sé lo que quiero contigo"... yo en cambio tengo muy claro lo que quiero, así que (lógicamente) ese último mensaje suyo se quedó sin contestar.
Nuestra segunda cita tuvo lugar justo una semana después y en esta ocasión no llegó a haber segundo bar: un par de cervezas y directamente al coche.
Lo que sí cambió fue el destino, otro inóspito solar relativamente próximo al antiguo manicomio.
Quince días después nos vimos por tercera vez y el guión fue idéntico, manicomio incluído.
Me encantaba quedar con Mª Cielo... tres de tres.
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En Noviembre la cosa cambió. Hablábamos por el messenger de vez en cuando pero se me cruzaron otros planes (visitas inesperadas, otras chicas) con lo que no llegamos a quedar... hasta cierto miércoles que a media tarde me envió un mensaje proponiendo cenar una hamburguesa.
Me llevó al Burguer King más alejado de la ciudad (de hecho creo que ya estábamos en otro término municipal), cenamos el menú king ahorro y después de ir al WC a limpiarme los dedos de cualquier resto de ketchup o mostaza propuse que buscáramos un sitio discreto donde tomar el postre.
Cuatro de cuatro.
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Tardamos casi otro mes en quedar, en medio fui a tres conciertos a Madrid, conocí a dos chicas más, me hicieron la Cobra Colombiana, etc...
Poco antes de nochebuena fuimos a una apartada cervecería, me dijo que iría a pasar todas las vacaciones navideñas a Córdoba con su familia. Pedí un Benjamín, brindamos por las inminentes fiestas y regresamos al descampado de nuestro primer polvo. High Five!
Cuando aquella madrugada me dejó en una plaza cercana a mi casa y se despidió sonriente (con el rostro aún gloriosamente acalorado), nada indicaba que aquel sería nuestro último revolcón.
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Entramos en 2012, pasaron los reyes, el apogeo de las rebajas... y tras un par de amagos de quedar (que no acabé consiguiendo cuadrar) finalmente nos vimos un jueves de finales de Enero, en la misma cervecería de la última vez.
Yo no noté nada raro, ella estaba como siempre y cuando llegó el momento de arrimarme ella respondió siguiendo la costumbre... pero después, saliendo del bar hacia el coche me soltó un inesperado: "oye, ¿te importa que hoy no pase nada más? Prefiero que hoy no acabemos como siempre..."
Contesté un "claro, cómo no", "no pasa nada, tranquila", "descuida que no doy nada por supuesto..."
¿Qué otra cosa podía hacer?
Me despidió con un prolongado e intenso beso y (sin yo sacar el tema) me susurró al oído que el próximo día sí lo haríamos... fijo.
Mentira. Aquella fue la última vez que vi a Mª Cielo.
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En Febrero seguimos coincidiendo por el messenger a menudo pero sin concretar ninguna cita.
De repente un día le mandé un correo proponiendo quedar y varias horas después me respondió lo siguiente:
"Hola, perdona k no haya contestado antes esk hemos tenido una tarde muy movidita.
Lo siento pero esk no se lo k kiero hacer no me apetece kedar"
Dos días después en el messenger volví a proponerle quedar, su respuesta y el consiguiente diálogo fue tal cual:
Ella: con la de dias k te digo k no y todavia tienes ganas d kedar?
Yo: con la edad uno aprende a ser paciente :)
Ella: lo siento mucho
Ella: pero no se lo k kiero contigo
Yo: nada malo espero!
Ella: no lo se
Yo: ok, no pretendo molestarte en absoluto
Ella: me voy a montar al coche
Ella: un beso
Ella: chao
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A partir de aquel día sus apariciones en el messenger se produjeron con cuentagotas... hasta finalmente dejar de asomar a mediados de Abril.
Seguramente me eliminó o bloqueó... mandé un correo en verano y jamás lo contestó.
También un sms para ver qué era de su vida... y me dijo que se había ido a trabajar a Córdoba, que vivía allí con su madre.
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Hoy viernes dieciséis de Noviembre de 2012 tenía plan para salir pero finalmente se me fastidió.
Propuse quedar a una chica pero un trabajo de la universidad (según me dijo) se lo impidió... no me rendí, intenté ponerle remedio y probé suerte enviando mensajes a otro par de chicas... pero nada.
Dando un último repaso a mi agenda sonreí al ver el nombre de Mª Cielo: recordé el sabor de su sexo, el particular sonido de sus gemidos, la manera que tenía de mirarme mientras lo hacíamos...
Sin saber por qué agarré el móvil y le mandé el siguiente sms: "Qué tal x Córdoba?Vienes algún finde o tu exilio ya es definitivo?Si x1casual andas x aquí avisa&ns tomamos algo.Bs"
Apenas dos minutos después respondió: "k casualidad, esk me has visto?"
Flipé... no pude evitar calentarme tras haber hecho una diana involuntaria. Contesté: "Jaja,te juro que no!Ha sido pura suerte..Hace una cervecita pues?"
Mi movil no tardó en volver a vibrar: "gracias pero no,vengo los días justos para hacer cosas lo siento.k tal te va todo?"
Recordé su frase de febrero, aquel "no sé lo que quiero contigo"... yo en cambio tengo muy claro lo que quiero, así que (lógicamente) ese último mensaje suyo se quedó sin contestar.
lunes, 12 de noviembre de 2012
"Se me desenamora el alma, se me desenamora..."
En los trece meses que llevo frecuentando el gimnasio las chicas "interesantes" que he visto por allí se cuentan con los dedos de una mano.
Será que tengo mala suerte con el horario al que voy y no coincido con ninguna... será que es un sitio tan cutre que la "gente guapa" no contempla la posibilidad de ejercitarse en semejante ambiente...
El caso es que una de esas excepciones fue "la chica de las mancuernas".
Apenas coincidí con ella dos o tres veces contadas en todo mi primer año de trotes, pedaladas y sudores... y siempre en la distancia.
No es que fuera una chica espectacular pero tenía un "algo" que me ponía bastante.
Siempre a su bola, sin hablar con nadie, combinando bici estática con mancuernas y todo ello con un gesto tan serio como inescrutable, como marcando un territorio no apto para moscones ni interrupciones.
En aquel par de ocasiones simplemente me limité a observarla de reojo con (gran) admiración y respetando los límites del muro invisible levantado a su alrededor.
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Debo confesar que nunca he sido partidario del ligoteo en el gimnasio; sí que he observado a algunos tipos intentarlo pero no creo que (al menos para mi) sea un ambiente propicio... además, cada vez que me veo allí reflejado en algún espejo, sudado y con un aspecto lamentable (enfundado en mis "elegantes" camisetas de propaganda de cerveza, bourbon o tabaco), pues no me siento capaz de seducir a nada ni a nadie...
No obstante, el pasado mes decidí renunciar a mis convicciones: la chica de las mancuernas comenzó a ir más a menudo durante mi hora habitual de ejercicio y se me fue calentando tanto la cabeza que, sintiéndolo mucho, el gimnasio dejaría de ser territorio neutral.
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Todo empezó un día en que se puso a levantar mancuernas al lado de donde yo cabalgaba mi Avatar (artilugio también conocido como "bici elíptica")... me sorprendí perdiendo la noción del tiempo observándola de la cabeza a los pies, segregando saliva viendo el marcado contorno de sus pezones en la camiseta malva ajustada que me llevaba, fantaseando con tocarla...
De repente sentí la necesidad de hacer algo al respecto... ni siquiera su gesto tan seco y severo me haría cambiar de opinión.
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Tardamos casi medio mes en volver a coincidir en el gimnasio. Aquel día yo fui tarde pero cuando entré en la sala lo primero que vi fue a la dueña de mi camiseta malva favorita levantando unas mancuernas en la esquina más discreta del recinto.
Subí a una cinta para correr, estuve diez minutos trotando con "Oceania" de Smashing Pumpkins sonando en mis cascos cuando de repente ella se subió a la cinta de al lado.
Por primera vez apenas estábamos a metro y medio escaso de distancia...
Delante de nosotros teníamos un espejo que ocupaba toda la pared, ella se tiró (aproximadamente) doce minutos primero caminando a un ritmo acelerado para finalmente arrancar a correr muy suavemente...
,,,creo que dediqué por lo menos los últimos ocho minutos de aquel tiempo a mirarla fijamente a los ojos a través del espejo.
Ella me miró alguna vez de reojo... pero poco.
Al final me miró mas detenidamente... y yo sonreí... y ella también lo hizo.
¡Su primera sonrisa conocida a lo largo de doce meses de intermitente vigilancia!
Con semejante "hazaña" creí tener suficiente, de hecho ya me disponía a decirle algo cuando de repente se puso a bajar la velocidad del trasto y se largó (medio riéndose) a toda pastilla.
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Salió por la puerta hacia el exterior de la sala y ahí me quedé trotando con la palabra en la boca... de repente me reí al recordar cierta breve escena de la película "Shame", concrétamente la parte en que el protagonista (Michael Fassbender) miraba fíjamente a una chica en el vagón del metro.
(Para ver la escena, pinche aquí)
Salvando las evidentes distancias de atractivos entre los actores, durante los últimos dos minutos de carrera sobre la cinta... ahí, en ese cochambroso gimnasio, se había producido algo muy parecido.
Recordé como Fassbender, sin tener pinta de que aquella fuera su parada, salía detrás de la chica. Pero claro, aquí la protagonista salió directa hacia el concurrido vestuario femenino con lo que perseguirla... no era viable.
Seguí dándole vueltas a todo, el subidón era bestial, aumenté el ritmo de la carrera a un nivel para mi desacostumbrado... hasta que me dije: "¡qué coño!"
Paré la cinta... bajé de un brinco... fui al vestuario masculino... me duché a toda velocidad... me vestí... y salí fuera (a la puerta de la calle del gimnasio) para cazarla saliendo y abordarla. A saco.
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Por desgracia me tiré entre quince y veinte minutos esperando en la calle y nada... imagino que no se duchó y salió directa, o quizás fuera más rápida que yo (cosa que dudo) en el baño o cambiándose después, ganándome la carrera por la mano...
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Tres días después se repitió un poco la historia. Yo estaba en la cinta corriendo y ella en una bici estática detrás... ambos cara a cara gracias al espejo frontal, nuevamente con mi rollo acosador/Fassbender y ella sonriendo con picardía.
Se levantó y fue por sus famosas mancuernas, mientras se ejercitaba la observé y me decidí a atacar de inmediato.
Pensé en bajar de la cinta, secarme la cabeza con la toalla, acercarme y decirle que me gustaba su nuevo corte de pelo... que justo ese día se cumplía un año desde la primera vez que entré en aquel gimnasio, que me gustaría celebrar la efeméride invitándola a tomar algo a la salida...
Pero justo entonces una señora se bajó de una elíptica y mi objetivo (inoportunamente) se montó en ella.
Mi ataque debería aplazarse, abordarla desde abajo mientras ella se encontrase en una especie de púlpito moviendo sincopádamente las extremidades y perdiendo el resuello... no resultaría (para ninguna de las partes) especialmente seductor.
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Se me había hecho tarde así que bajé al vestuario masculino, no pude evitar (desde las escaleras) echar un último vistazo a su rincón... ¡y bingo! La sorprendí mirándome mientras bajaba.
Durante la ducha decidí que si después al subir me cruzaba con ella, aunque fuera en medio de la abarrotada sala de ejercicios, la entraría según lo anteriormente previsto.
Me cambié, guardé mis cosas, cerré la bolsa de deporte, me la eché al hombro y subí de nuevo las escaleras... allí estaba ella caminando por el pasillo central, ni en mis mejores previsiones de cálculo podría estar mejor situada... de seguir andando al mismo ritmo nos cruzaríamos junto a la puerta y ahí podría mirarla de frente, llamar su atención y decirle............ nada.
Llegué a su altura, ella me vio y a metro y medio de distancia agachó la vista al suelo acelerando el paso.
Tocata y fuga.
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Tras semejante requiebro, lógicamente, dejé de hacerme pajas mentales con la chica de las mancuernas.
Las veces que hemos coincidido en el gym he seguido deleitándome con la forma en que el cabello le cae por la frente, su nuca brillante por el sudor, el maravilloso cerco de su pecho pegado a la camiseta, su gesto soberbio de zorra en ciernes... pero sin más intención de acercarme a ella para nada.
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Aún así, unos días después se produjo un segundo hito comparable al de su primera sonrisa... oí su voz.
Entró por la puerta, se cruzó con una conocida y charlaron un minuto a modo de cortesía.
Su tono de voz era tan solemne como seco, de una frialdad demoledora.
Me fijé en su lenguaje corporal durante la charla, sus ademanes tan tiesos se acentuaban con cada frase y juraría que trataba a la amiga (por momentos) con evidente condescendencia.
Cuando se despidieron la soprendí haciendo una mueca a espaldas de la amiga, a medio camino entre la burla y el asco.
Por primera vez me alegré de no haberla abordado, probablemente me hubiera despachado con un corte de los que hacen época... o rociado el rostro con un spray de pimienta.
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Hace apenas un par de días la Chica de las Mancuernas se acercó a una elíptica que parecía estar libre... pero se le adelantó otra mujer que reposaba sentada en la máquina contigua, subiéndose al Avatar dejándola con un palmo de narices, compuesta y sin máquina.
La chica de la camiseta malva no encajó con deportividad su segundo puesto en la carrera y protestó airada, con no pocos aspavientos...
Por lo que se percibe en el ambiente (cada vez que ella entra o se pasea por el gimnasio), no es demasiado popular entre los sudorosos (y habituales) parroquianos.
Quizás deba acercarme un día a decirle que a pesar de lo cabrona que (no solo parece) es, sigue teniendo en mí a alguien, si bien decepcionado y "desenamorado"... dispuesto a follarla con ganas.
Será que tengo mala suerte con el horario al que voy y no coincido con ninguna... será que es un sitio tan cutre que la "gente guapa" no contempla la posibilidad de ejercitarse en semejante ambiente...
El caso es que una de esas excepciones fue "la chica de las mancuernas".
Apenas coincidí con ella dos o tres veces contadas en todo mi primer año de trotes, pedaladas y sudores... y siempre en la distancia.
No es que fuera una chica espectacular pero tenía un "algo" que me ponía bastante.
Siempre a su bola, sin hablar con nadie, combinando bici estática con mancuernas y todo ello con un gesto tan serio como inescrutable, como marcando un territorio no apto para moscones ni interrupciones.
En aquel par de ocasiones simplemente me limité a observarla de reojo con (gran) admiración y respetando los límites del muro invisible levantado a su alrededor.
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Debo confesar que nunca he sido partidario del ligoteo en el gimnasio; sí que he observado a algunos tipos intentarlo pero no creo que (al menos para mi) sea un ambiente propicio... además, cada vez que me veo allí reflejado en algún espejo, sudado y con un aspecto lamentable (enfundado en mis "elegantes" camisetas de propaganda de cerveza, bourbon o tabaco), pues no me siento capaz de seducir a nada ni a nadie...
No obstante, el pasado mes decidí renunciar a mis convicciones: la chica de las mancuernas comenzó a ir más a menudo durante mi hora habitual de ejercicio y se me fue calentando tanto la cabeza que, sintiéndolo mucho, el gimnasio dejaría de ser territorio neutral.
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Todo empezó un día en que se puso a levantar mancuernas al lado de donde yo cabalgaba mi Avatar (artilugio también conocido como "bici elíptica")... me sorprendí perdiendo la noción del tiempo observándola de la cabeza a los pies, segregando saliva viendo el marcado contorno de sus pezones en la camiseta malva ajustada que me llevaba, fantaseando con tocarla...
De repente sentí la necesidad de hacer algo al respecto... ni siquiera su gesto tan seco y severo me haría cambiar de opinión.
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Tardamos casi medio mes en volver a coincidir en el gimnasio. Aquel día yo fui tarde pero cuando entré en la sala lo primero que vi fue a la dueña de mi camiseta malva favorita levantando unas mancuernas en la esquina más discreta del recinto.
Subí a una cinta para correr, estuve diez minutos trotando con "Oceania" de Smashing Pumpkins sonando en mis cascos cuando de repente ella se subió a la cinta de al lado.
Por primera vez apenas estábamos a metro y medio escaso de distancia...
Delante de nosotros teníamos un espejo que ocupaba toda la pared, ella se tiró (aproximadamente) doce minutos primero caminando a un ritmo acelerado para finalmente arrancar a correr muy suavemente...
,,,creo que dediqué por lo menos los últimos ocho minutos de aquel tiempo a mirarla fijamente a los ojos a través del espejo.
Ella me miró alguna vez de reojo... pero poco.
Al final me miró mas detenidamente... y yo sonreí... y ella también lo hizo.
¡Su primera sonrisa conocida a lo largo de doce meses de intermitente vigilancia!
Con semejante "hazaña" creí tener suficiente, de hecho ya me disponía a decirle algo cuando de repente se puso a bajar la velocidad del trasto y se largó (medio riéndose) a toda pastilla.
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Salió por la puerta hacia el exterior de la sala y ahí me quedé trotando con la palabra en la boca... de repente me reí al recordar cierta breve escena de la película "Shame", concrétamente la parte en que el protagonista (Michael Fassbender) miraba fíjamente a una chica en el vagón del metro.
(Para ver la escena, pinche aquí)
Salvando las evidentes distancias de atractivos entre los actores, durante los últimos dos minutos de carrera sobre la cinta... ahí, en ese cochambroso gimnasio, se había producido algo muy parecido.
Recordé como Fassbender, sin tener pinta de que aquella fuera su parada, salía detrás de la chica. Pero claro, aquí la protagonista salió directa hacia el concurrido vestuario femenino con lo que perseguirla... no era viable.
Seguí dándole vueltas a todo, el subidón era bestial, aumenté el ritmo de la carrera a un nivel para mi desacostumbrado... hasta que me dije: "¡qué coño!"
Paré la cinta... bajé de un brinco... fui al vestuario masculino... me duché a toda velocidad... me vestí... y salí fuera (a la puerta de la calle del gimnasio) para cazarla saliendo y abordarla. A saco.
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Por desgracia me tiré entre quince y veinte minutos esperando en la calle y nada... imagino que no se duchó y salió directa, o quizás fuera más rápida que yo (cosa que dudo) en el baño o cambiándose después, ganándome la carrera por la mano...
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Tres días después se repitió un poco la historia. Yo estaba en la cinta corriendo y ella en una bici estática detrás... ambos cara a cara gracias al espejo frontal, nuevamente con mi rollo acosador/Fassbender y ella sonriendo con picardía.
Se levantó y fue por sus famosas mancuernas, mientras se ejercitaba la observé y me decidí a atacar de inmediato.
Pensé en bajar de la cinta, secarme la cabeza con la toalla, acercarme y decirle que me gustaba su nuevo corte de pelo... que justo ese día se cumplía un año desde la primera vez que entré en aquel gimnasio, que me gustaría celebrar la efeméride invitándola a tomar algo a la salida...
Pero justo entonces una señora se bajó de una elíptica y mi objetivo (inoportunamente) se montó en ella.
Mi ataque debería aplazarse, abordarla desde abajo mientras ella se encontrase en una especie de púlpito moviendo sincopádamente las extremidades y perdiendo el resuello... no resultaría (para ninguna de las partes) especialmente seductor.
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Se me había hecho tarde así que bajé al vestuario masculino, no pude evitar (desde las escaleras) echar un último vistazo a su rincón... ¡y bingo! La sorprendí mirándome mientras bajaba.
Durante la ducha decidí que si después al subir me cruzaba con ella, aunque fuera en medio de la abarrotada sala de ejercicios, la entraría según lo anteriormente previsto.
Me cambié, guardé mis cosas, cerré la bolsa de deporte, me la eché al hombro y subí de nuevo las escaleras... allí estaba ella caminando por el pasillo central, ni en mis mejores previsiones de cálculo podría estar mejor situada... de seguir andando al mismo ritmo nos cruzaríamos junto a la puerta y ahí podría mirarla de frente, llamar su atención y decirle............ nada.
Llegué a su altura, ella me vio y a metro y medio de distancia agachó la vista al suelo acelerando el paso.
Tocata y fuga.
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Tras semejante requiebro, lógicamente, dejé de hacerme pajas mentales con la chica de las mancuernas.
Las veces que hemos coincidido en el gym he seguido deleitándome con la forma en que el cabello le cae por la frente, su nuca brillante por el sudor, el maravilloso cerco de su pecho pegado a la camiseta, su gesto soberbio de zorra en ciernes... pero sin más intención de acercarme a ella para nada.
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Aún así, unos días después se produjo un segundo hito comparable al de su primera sonrisa... oí su voz.
Entró por la puerta, se cruzó con una conocida y charlaron un minuto a modo de cortesía.
Su tono de voz era tan solemne como seco, de una frialdad demoledora.
Me fijé en su lenguaje corporal durante la charla, sus ademanes tan tiesos se acentuaban con cada frase y juraría que trataba a la amiga (por momentos) con evidente condescendencia.
Cuando se despidieron la soprendí haciendo una mueca a espaldas de la amiga, a medio camino entre la burla y el asco.
Por primera vez me alegré de no haberla abordado, probablemente me hubiera despachado con un corte de los que hacen época... o rociado el rostro con un spray de pimienta.
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Hace apenas un par de días la Chica de las Mancuernas se acercó a una elíptica que parecía estar libre... pero se le adelantó otra mujer que reposaba sentada en la máquina contigua, subiéndose al Avatar dejándola con un palmo de narices, compuesta y sin máquina.
La chica de la camiseta malva no encajó con deportividad su segundo puesto en la carrera y protestó airada, con no pocos aspavientos...
Por lo que se percibe en el ambiente (cada vez que ella entra o se pasea por el gimnasio), no es demasiado popular entre los sudorosos (y habituales) parroquianos.
Quizás deba acercarme un día a decirle que a pesar de lo cabrona que (no solo parece) es, sigue teniendo en mí a alguien, si bien decepcionado y "desenamorado"... dispuesto a follarla con ganas.
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