Mi diario, mis cosas, mi rinconcito donde plasmar pensamientos en "papel", mi "casita" azul, zona de entrenamiento, mi jardín alejado del mundo...
miércoles, abril 20, 2011
jueves, abril 14, 2011
Viaje a la máquina del tiempo.
No todos los días se presenta la oportunidad de viajar en la máquina del tiempo y esta vez me llevó a los años 47. Me encuentro con un nuevo papá, una nueva mamá y muchos, muchos hermanos.
Recuerdo la despedida. Traumática. Mi madre adoptiva del tiempo abrazaba a ese padre, de su misma condición. La fuente de sus lágrimas manaba con una fuerza tal... nunca había visto algo igual. Mis hermanitos de postín también dejaban entrever sus caras de luna, plateadas, tristes, llenas de cráteres de alma. Yo no. Sé que ellos pensaban que yo era una de esas personas a las que les cuesta mostrar sus sentimientos- en realidad, no me he puesto a pensar nunca en ello- pero, lo que pasa es que ignoran que yo vengo de otro tiempo, donde me han enseñado a respirar las brisas del sol, sin que los callos caigan en mis manos. Nadie sabía cuándo volvería "mi papá", ni cuánto tiempo se quedaría en Alemania, ni la fecha en que volveríamos a reencontrarnos pero, todos estaban seguros de que tarde o temprano lo conseguirían. "Padre" partió con su maleta fortuna: un contrato que aunque fuera representante de algún trabajo que no deseara ningún alemán, por lo menos ganaba como cuatro veces más de lo que podría ganar en esta pobre España, donde mucha gente ya no sabía ni por dónde tirar. Recuerdo que previamente había tenido que pasar por dos exámenes médicos antes de conseguir ir a La tierra de las Fortunas: uno, aquí en España; otro realizado por los alemanes. Antes de su partida, leí textualmente en algún sitio- mi memoria no siempre me permite quedarme con todo: " Todo español contratado tiene derecho a una cama, una mesa, una silla, un armario, tres metros cuadrados de suelo y diez metros cúbicos de aire". Algunos hombres iban a parar a barracones. Los que tenían más suerte, como un amigo suyo, acababan en una residencia, con su cocina, su sala, sus habitaciones; eso sí, compartida.
Me sorprendía esta España rural de estos años 40, 50 en los que había llegado a aterrizar. La escuela entonces no era obligatoria y como yo, al parecer era la mayor, andaba ya por la veintena, tenía que trabajar el campo. Era duro pero, el horario no era nada estricto: no pasaba nada por llegar un poco más tarde al trabajo y era agradable sentir la medalla del sol, rozando tu rostro en primavera, el guante del viento acariciando tu cara y revolviendo los cabellos. "Mi hermano menor" tenía 9 años y casi nunca iba ya al colegio. Allí estaba, conmigo y el resto de la "mi familia", aunque sus manos estuvieran rajadas por los reglazos del maestro "¡¿Dónde te has metido, Pedro?! ¿Dónde? Eres un vago y un maleante. Yo te enseñaré lo que es bueno; aquí tienes decenas de reglazos para ti ¡Extiende la mano!".
Recuerdo cuando nos fuímos a Alemania. "Mi padre" decía que ganaba mucho más dinero. Estaba orgulloso de haber emprendido tal hazaña: aterrizar en Tierra Lejanía. Los exámenes médicos no eran nada agradables pero, menos para las mujeres. Nos instalamos en aquel habitáculo de 3 metros cuadrados. Yo no sé cómo nos las apañábamos para estar ahí: mis padres, yo y mis otros cinco hermanos. Muchos dormíamos en el suelo, con una mantas polares que había conseguido mi padre, hasta que pudimos comprarnos una casa mejor. El alemán era muy difícil para nosotros. Jamás aprendimos a hablarlo perfectamente. Es lo que los alemanes llamaban "alemán roto" pero, nos entendíamos y con eso bastaba.
Las vacaciones no eran simples vacaciones. Eran más que eso. Entonces, aprovechábamos para ir a España y ver a los abuelos, que no habían querido ir a Alemania. No eran sólo sol, mar, piscina, siestas... Eran el encendedor de la llama de los propios sentimientos. Era una oportunidad de volar y de esbozar besos de sonrisas.
Salgo de esa sala del tiempo. Aquí tengo a mi actual familia y mi España, una España totalmente distinta, con españoles sobre todo de ciudad. Me paseo como una ciudadana más, mientras los bancos ocupan los ojos de los rumbos perdidos de la gente sin pan. Cada vez son más.Y se vuelve a rebobinar el casette de la historia: varios españoles vuelven a dibujar la ruta hacia Alemania o hacia cualquier otro lugar. Parece mentira que hasta hace poco España subiera hasta las nubes y que ahora vuelva a mirar desde tan abajo. Alemania también tuvo su crisis, allá por los setenta, por eso me contaron, ya cuando me había salido de la máquina del tiempo, que "mi familia" por aquél entonces, decidió volver a España. ¿Será que la historia es una canción que se repite en el tiempo?
Guten Abend für alles! (¿lo digo bien?; recuerden: el alemán roto).
Actualizado el día 17 de abril:
Perdónenme pero, la prisa con que escribí esto, a parte de los fallos, hizo que se me olvidara algún otro detalle de lo que descubrí en mi "corta" estancia en ese lugar. Lo pongo aquí:
El único armario que les daban a los españoles era enorme pero, servía para todo: para guardar ropa, de despensa de comida...
Además, el viaje era pésimo. Cada uno, tenía que ir desde su pueblo o ciudad a Madrid y de ahí partía un tren; los solían llevar en grupo. El viaje duraba unos 4 días. En verano, decían que era pasable pero, en invierno, no llevaban calefacción y se "morían de frío". Gente que había pasado los chequeos médicos, llegaban ahí todo constipados, enfermos y las empresas se empezaron a quejar. Se solía decir "el españolito"; "Imaginaos, de repente llegan a aquí, un montón de gente pequeña, con el pelo oscuro... " decían.
Os dejo una pequeña secuencia de la máquina del tiempo. No pude grabar mucho por las interferencias en el lugar o una extraña fuerza invisible que apagaba mi cámara. Ésta pertenece a la parte del cambio del tiempo, es decir, cuando la máquina ha conseguido salir del planeta. Luego volveremos a la Tierra pero, en un nuevo tiempo. Es importante recordar dónde se asienta esta máquina, para que luego podamos emprender el regreso a casa.
Guten Morgen :)
Recuerdo la despedida. Traumática. Mi madre adoptiva del tiempo abrazaba a ese padre, de su misma condición. La fuente de sus lágrimas manaba con una fuerza tal... nunca había visto algo igual. Mis hermanitos de postín también dejaban entrever sus caras de luna, plateadas, tristes, llenas de cráteres de alma. Yo no. Sé que ellos pensaban que yo era una de esas personas a las que les cuesta mostrar sus sentimientos- en realidad, no me he puesto a pensar nunca en ello- pero, lo que pasa es que ignoran que yo vengo de otro tiempo, donde me han enseñado a respirar las brisas del sol, sin que los callos caigan en mis manos. Nadie sabía cuándo volvería "mi papá", ni cuánto tiempo se quedaría en Alemania, ni la fecha en que volveríamos a reencontrarnos pero, todos estaban seguros de que tarde o temprano lo conseguirían. "Padre" partió con su maleta fortuna: un contrato que aunque fuera representante de algún trabajo que no deseara ningún alemán, por lo menos ganaba como cuatro veces más de lo que podría ganar en esta pobre España, donde mucha gente ya no sabía ni por dónde tirar. Recuerdo que previamente había tenido que pasar por dos exámenes médicos antes de conseguir ir a La tierra de las Fortunas: uno, aquí en España; otro realizado por los alemanes. Antes de su partida, leí textualmente en algún sitio- mi memoria no siempre me permite quedarme con todo: " Todo español contratado tiene derecho a una cama, una mesa, una silla, un armario, tres metros cuadrados de suelo y diez metros cúbicos de aire". Algunos hombres iban a parar a barracones. Los que tenían más suerte, como un amigo suyo, acababan en una residencia, con su cocina, su sala, sus habitaciones; eso sí, compartida.
Me sorprendía esta España rural de estos años 40, 50 en los que había llegado a aterrizar. La escuela entonces no era obligatoria y como yo, al parecer era la mayor, andaba ya por la veintena, tenía que trabajar el campo. Era duro pero, el horario no era nada estricto: no pasaba nada por llegar un poco más tarde al trabajo y era agradable sentir la medalla del sol, rozando tu rostro en primavera, el guante del viento acariciando tu cara y revolviendo los cabellos. "Mi hermano menor" tenía 9 años y casi nunca iba ya al colegio. Allí estaba, conmigo y el resto de la "mi familia", aunque sus manos estuvieran rajadas por los reglazos del maestro "¡¿Dónde te has metido, Pedro?! ¿Dónde? Eres un vago y un maleante. Yo te enseñaré lo que es bueno; aquí tienes decenas de reglazos para ti ¡Extiende la mano!".
Recuerdo cuando nos fuímos a Alemania. "Mi padre" decía que ganaba mucho más dinero. Estaba orgulloso de haber emprendido tal hazaña: aterrizar en Tierra Lejanía. Los exámenes médicos no eran nada agradables pero, menos para las mujeres. Nos instalamos en aquel habitáculo de 3 metros cuadrados. Yo no sé cómo nos las apañábamos para estar ahí: mis padres, yo y mis otros cinco hermanos. Muchos dormíamos en el suelo, con una mantas polares que había conseguido mi padre, hasta que pudimos comprarnos una casa mejor. El alemán era muy difícil para nosotros. Jamás aprendimos a hablarlo perfectamente. Es lo que los alemanes llamaban "alemán roto" pero, nos entendíamos y con eso bastaba.
Las vacaciones no eran simples vacaciones. Eran más que eso. Entonces, aprovechábamos para ir a España y ver a los abuelos, que no habían querido ir a Alemania. No eran sólo sol, mar, piscina, siestas... Eran el encendedor de la llama de los propios sentimientos. Era una oportunidad de volar y de esbozar besos de sonrisas.
Salgo de esa sala del tiempo. Aquí tengo a mi actual familia y mi España, una España totalmente distinta, con españoles sobre todo de ciudad. Me paseo como una ciudadana más, mientras los bancos ocupan los ojos de los rumbos perdidos de la gente sin pan. Cada vez son más.Y se vuelve a rebobinar el casette de la historia: varios españoles vuelven a dibujar la ruta hacia Alemania o hacia cualquier otro lugar. Parece mentira que hasta hace poco España subiera hasta las nubes y que ahora vuelva a mirar desde tan abajo. Alemania también tuvo su crisis, allá por los setenta, por eso me contaron, ya cuando me había salido de la máquina del tiempo, que "mi familia" por aquél entonces, decidió volver a España. ¿Será que la historia es una canción que se repite en el tiempo?
Guten Abend für alles! (¿lo digo bien?; recuerden: el alemán roto).
Actualizado el día 17 de abril:
Perdónenme pero, la prisa con que escribí esto, a parte de los fallos, hizo que se me olvidara algún otro detalle de lo que descubrí en mi "corta" estancia en ese lugar. Lo pongo aquí:
El único armario que les daban a los españoles era enorme pero, servía para todo: para guardar ropa, de despensa de comida...
Además, el viaje era pésimo. Cada uno, tenía que ir desde su pueblo o ciudad a Madrid y de ahí partía un tren; los solían llevar en grupo. El viaje duraba unos 4 días. En verano, decían que era pasable pero, en invierno, no llevaban calefacción y se "morían de frío". Gente que había pasado los chequeos médicos, llegaban ahí todo constipados, enfermos y las empresas se empezaron a quejar. Se solía decir "el españolito"; "Imaginaos, de repente llegan a aquí, un montón de gente pequeña, con el pelo oscuro... " decían.
Os dejo una pequeña secuencia de la máquina del tiempo. No pude grabar mucho por las interferencias en el lugar o una extraña fuerza invisible que apagaba mi cámara. Ésta pertenece a la parte del cambio del tiempo, es decir, cuando la máquina ha conseguido salir del planeta. Luego volveremos a la Tierra pero, en un nuevo tiempo. Es importante recordar dónde se asienta esta máquina, para que luego podamos emprender el regreso a casa.
Guten Morgen :)
miércoles, abril 13, 2011
¿La clave?
Un día, curioseando por la biblioteca de mi casa, encontré un libro titulado La razón de vivir, escrito por un tal Miguel Miralles Belda. Esta persona divide el contenido del libro en varias partes, una de ellas referida a asuntos de salud, cuyos remedios caseros no los recomiendo, al menos frecuentemente, ya que tengo cierta facilidad para obtener y saber de esos temas pero, le gusta combinar dichas partes con múltiples reflexiones. En realidad, no sé si habrá escrito más libros porque apenas he podido obtener información de esta persona y en el libro no especifica nada (ni fecha de nacimiento, ni nada), sólo lo presentan como un ciudadando más. Tampoco estoy muy segura de si seguirá vivo y si lo está, disculpen, es que me pareció oír... Pero, aquí os dejo una reflexión suya que me llamó especialmente la atención.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Todo país donde sus gentes trabajan y lo hacen al mismo nivel, con el mismo empeño, sale necesariamente de la pobreza y se convierte en una nación rica. Dios nos pone el ejemplo de las hormigas, que sin rey ni gobernante que las guíe laboran sin pausa hasta almacenar el alimento en sus graneros, asegurándose así la comida en tiempos difíciles.
Aquellos países que cumplen esta ley del sentido común, son los que están económicamente a la cabeza del mundo. Si los dejaran, gracias a su abundancia serían capaces de comprar las mejores industrias de otros países inferiores a ellos.
El laborioso, rico; el perezoso, pobre. Esta es la razón que rige todas las cosas.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Todo país donde sus gentes trabajan y lo hacen al mismo nivel, con el mismo empeño, sale necesariamente de la pobreza y se convierte en una nación rica. Dios nos pone el ejemplo de las hormigas, que sin rey ni gobernante que las guíe laboran sin pausa hasta almacenar el alimento en sus graneros, asegurándose así la comida en tiempos difíciles.
Aquellos países que cumplen esta ley del sentido común, son los que están económicamente a la cabeza del mundo. Si los dejaran, gracias a su abundancia serían capaces de comprar las mejores industrias de otros países inferiores a ellos.
El laborioso, rico; el perezoso, pobre. Esta es la razón que rige todas las cosas.
domingo, abril 10, 2011
Gato intentando resucitar a su pareja.
Para que luego digan que los animalitos no tienen sentimientos. Creo que en la gran mayoría de los casos, más que las personas.
Gato suplicando comida.
Son esos ojos que te miran y las persianas de sus párpados no ceden ni un ápice ante la gravedad y la fuerza mecánica. Sé lo que es eso. Él me mira, suplicante, mientras su diminuta cabeza se posa sobre mis piernas y la expresión de pena es una bandera que cruza por su cara. Un salto de pelota, un salto a veces que llega hasta el hombro incluso; siempre tuvo una agilidad tremenda, a pesar de su edad.
Este gatito no es él, por supuesto. Me lo encontré de casualidad. ¿No le darías un trocito...? "¡Venga sólo un poquito!" te dicen sus ojos pero, ten cuidado que su ambición cruza por las puertas de sus pupilas y ¡nunca se termina!
Quizás, si tienes mascota, este episodio te es familiar pero, cada uno tiene su manera, claro ¿Qué te hace? ¿Sucumbes a la tentación, a su embrujo?
Este gatito no es él, por supuesto. Me lo encontré de casualidad. ¿No le darías un trocito...? "¡Venga sólo un poquito!" te dicen sus ojos pero, ten cuidado que su ambición cruza por las puertas de sus pupilas y ¡nunca se termina!
Quizás, si tienes mascota, este episodio te es familiar pero, cada uno tiene su manera, claro ¿Qué te hace? ¿Sucumbes a la tentación, a su embrujo?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)