Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

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sábado, 31 de octubre de 2015

Un poema de Soledad Castresana

Soledad Castresana


SOMBRA 

una oruga de fardos de alfalfa 
resiste el afán incendiario 
de la siesta 

nos refugiamos 
en el tanque australiano 
flotamos 
en el sordo hechizo 
de las abejas 

a veces la sed desespera la piel 
nos quema el alivio 

cuando baje la fiebre del aire 
perfumados de higos 
subiremos la tarde 
hasta los árboles 

esperaremos 
mareados y calientes 
que la noche detenga 
la sangre de las víboras 

cuando acabe la luz 
nos quedaremos sin agua 

- . - . - 

SOLEDAD CASTRESANA. En Poetas argentinas (1961-1980). Selección y prólogo de Andi Nachon. Ediciones del Dock. Buenos Aires, 2007. Pág. 252.