Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

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viernes, 16 de septiembre de 2016

Un poema de Baldomero Fernández Moreno

Baldomero Fernández Moreno

COLGANDO EN CASA UN RETRATO DE RUBÉN DARÍO 

Aquí nos tienes, Darío, 
reunidos a todos, mira: 
ésta es mi mujer, Dalmira, 
morena como un estío. 
Éste el hijo en quien confío 
que dilate mi memoria, 
y ésta mi niña y mi gloria, 
que de ella no digo nada... 
Cuatro meses es su historia. 

El momento de yantar 
desde hoy has de presidir, 
y hasta el llorar y el reír 
y la hora de trabajar. 
Desde ahí, contempla el hogar 
que no gozaste en el mundo; 
mientras yo, meditabundo, 
cuando mire tu retrato 
te envidiaré largo rato, 
triste, genial y errabundo. 

1926 

- . - . - 

BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO. Poesía y prosa. Selección por Nora Dottori y Jorge Lafforgue. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, 1968. Pág. 44. 

jueves, 15 de septiembre de 2016

Un poema de Manuel J. Castilla

Manuel J. Castilla


Este que canta ahora, 
este cosechador de La Silleta, 
es Juan Roldán, un niño 
en quien dormida turbulenta sueñas. 

Yo te lo dejo, tierra. 
Tapa su boca con tus polvaredas. 
Amasa su alarido, 
alza su copa, dale tu cerveza, 
y carnaval adentro puñalealo 
con tu baguala entera! 

- . - . - 

MANUEL J. CASTILLA. El gozante. Antología. Selección y prólogo de Santiago Sylvester. Ediciones Colihue. 1ra. edición, 3ra. reimpresión. Buenos Aires, 2015.  Pág. 111. 

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Un poema de Carlos Rey

Carlos Rey

PREOCUPACIÓN CON UN SILENCIO 

Hace días que no veo al poeta. 
La última vez que lo vi tenía mala cara, es verdad; 
ojeras, 
no son buenas las ojeras; 
muchas veces, son el preludio de algo más grave. 

Hace días que no hablo con el poeta. 
No es que lo extrañe, 
--con todas las obligaciones que tengo, 
pero me llama la atención que no hable, 
justo él que tanta lágrima suelta hacía de sus palabras. 

Hace días que no anda por aquí el poeta, 
que la noche no está despierta 
y que es un olvido la casa; 
y no es que yo lo sienta, 
que para mí, en definitiva, significa más descanso, 
más reponer fuerzas y ser explotado, 
pero me preocupo 
como me preocuparía por la buena salud de cualquier 
ciudadano, sea verdadero o ficticio o, como en este caso, 
improductivo. 

Quizá sentó cabeza, 
finalmente, 
consiguió un trabajo digno que consume su tiempo totalmente 
haciéndolo desaparecer por completo; 
o, quizá viajó, 
finalmente, 
a la gran ciudad luz, la de otro tiempo, 
--¡Reine du monde!-- y se dejó dormir en un sueño, 
junto a sus maestros y sus recetas; 
o, quizá --¡Dios no lo quiera!-- se murió, 
finalmente, 
como se mueren los poetas y el mundo y todo en esta tierra. 

Quizá, 
o quizá no, 
pero --¡ay!-- yo nada sabré hasta que no lo vea. 

- . - . - 

CARLOS REY. El poeta y yo y otros poemas. (Edición de autor.) Pp. 61-62. 

sábado, 27 de agosto de 2016

Un poema de José Pedroni

José Pedroni

SÉPTIMA LUNA 

Frente a frente, en la mesa, que es un humilde altar, 
hablamos en voz baja del que está por llegar. 

Sobre la tinta verde del hule de la cena 
la lámpara proyecta su tibia luna llena. 

Y una penumbra suave refleja en toda cosa 
la flor iluminada de su pantalla rosa. 

Cortado del diario que nos llegó en el día, 
el molde sufre el peso de la copa vacía. 

Molde de camisita que en el papel conserva, 
casi todo el dibujo de un pastor en la hierba. 

¡Molde de camisita con una historia trunca, 
y la palabra siempre, y la palabra nunca

Caído de tus manos, el ovillo de lana 
estira hasta la puerta su purísima cana. 

A tus pies duerme el perro, y a mi calor, liviano, 
el libro recibido de un poeta lejano. 

¡Libro de adolescente, libro desconocido, 
en mis rodillas juntas como un recién nacido! 

Y he aquí que te digo: --Si tal es tu querer, 
también, por tu alegría, yo lo espero mujer, 

Pero que siempre sea dulce de condición; 
no importa, amiga mía, si mujer o varón. 

De modo que en sus manos, ya de José o de Marta, 
el pan se subdivida y el vino se reparta. 

Aunque después los otros, en un olvido cruel, 
sirvan el pan sin ella o el buen vino sin él. 

Así, sencillo y bueno, sencillo y sin fortuna, 
será de los que tienen su símbolo en la luna. 

Que la luna noctámbula, en su piedad remota, 
es moneda de todos, y casi siempre rota. 

- . - . - 

JOSÉ PEDRONI. Gracia plena. Prefacio de Leopoldo Lugones (fechado en Bs. As., 13 de junio de 1926). Librería y Editorial Castellví S. A. Santa Fe (Argentina). 4ta. Edición, 1953. 

martes, 28 de junio de 2016

Un poema de Joaquín O. Giannuzzi


NO MÁS TRABAJO, ABUELO

Supongo que de una vez por todas 
debe estar descansado 
el esqueleto del abuelo hecho un revoltijo en la urna. 
Cruzado de cicatrices de albañil 
y la condecoración de un clavo 
hundido en el húmero derecho. 
Pero no estoy totalmente seguro de que la osamenta 
no sufra sacudidas de vez en cuando: 
cincuenta años de levantar paredes 
quizás no hayan agotado su impulso y el abuelo no quiere 
que oscurezca un resto de energía en el acumulador. 
Pero todo está bien, abuelo. 
Su largo sudor se ha evaporado, formó nubes 
y retornó en la lluvia. Ningún asunto suyo 
fue desperdicio. Por su causa 
la obra continúa en construcción. 
Por gente como usted, la mejor sustancia del planeta, 
salió el sol todos los días. Por usted 
valió la pena estar de pie y agradecido. 
No haga ningún esfuerzo por resucitar, abuelo: 
ya basta de trabajo. 
Y que no se le ocurra 
poner en orden sus propios escombros 
ni ocupar sus vacaciones arrancando 
el clavo de su hueso más heroico y personal. 

- . - . - 

JOAQUÍN O. GIANNUZZI. Del libro Señales de una causa personal (1977), en Obra Poética. Emecé Editores. Buenos Aires (Argentina), 2000. Pág. 239.

martes, 17 de mayo de 2016

Un poema de Raúl Gustavo Aguirre


Raúl Gustavo Aguirre

APOLLINAIRE 

si estuvieras aquí pequeño apollinaire 
aldabonero de las fábulas 
qué bien te beberías este largo horizonte 
en una mesa expuesta al universo 

y tendrías guillermo 
apollinaire de orillas 
puras y germinales 
un río de perfil y una tensa impiedad 
para tu cráneo virgen 
un vértice seguro de tu cuerpo 
el alba donde vibran las cuerdas más profundas 
el sueño de los muros 
el viaje de las puertas 
un obelisco donde estaba el mar 
la sed precipitada de las calles 
y nuestra juventud más allá más allá 

abuelo de la savia 
de las hojas sensibles por donde nacen pájaros 
estarías mirando tu idioma sagital 

estarías mirando cómo de ti nos fuimos 
sobre otros caballos domados en invierno 
sobre una ebria geometría 
y a través de cometas cuya furia 
resistimos y usamos 

tú nos saludarías desde ojos sin puertos 
viejo lobo de mar amotinado 
en la curva del cisne 

- . - . - 

RAÚL GUSTAVO AGUIRRE. Obra poética. Edición, selección y prólogo de María Malusardi. Epílogo de Rafael Felipe Oteriño. Ediciones del Dock. Colección Pez Náufrago. Buenos Aires, 2015. Pp. 67-68. 

viernes, 8 de abril de 2016

Un poema de Juan Manuel Inchauspe

Juan Manuel Inchauspe

En mi vida 
me jugué por la suavidad y la fragancia de una pequeña 
planta de salvia y, en su lugar, creció una hortiga. 

- . - . - 

JUAN MANUEL INCHAUSPE. Trabajo nocturno  --Poemas completos--. Universidad Nacional del Litoral. Rosario (Argentina), 2010. Pág. 101. 

domingo, 3 de abril de 2016

Un poema de Mariano Pérez Carrasco

Mariano Pérez Carrasco

XX 

Debajo de tus ojos como dedos 
que se abren al crepúsculo y que sangran 
las palabras se pierden como arena o como viento 

Debajo de tus ojos el océano se agita 
y bailan las estrellas su danza inmóvil en el cielo 

Yo estoy en esa danza de todos los objetos 
en la noche que se apaga con su luna 
en los fuegos pequeños / en el sol 
en la luz en el viento 

Giro y me deshago en el desorden sin centro de las cosas 

- . - . - 

MARIANO PÉREZ CARRASCO. Construcción de cenizas y otros poemas. Alción Editora. Córdoba (Argentina), 2009. Pág. 39. 

martes, 22 de marzo de 2016

Un poema de Francisco Madariaga.

http://franciscomadariaga.blogspot.com.ar/
Francisco Madariaga


DONCELLA BRUJA

Seres adoradores del centro de la tierra, del cuerpo de la tierra, de los follajes de la tierra.

Tierra sentada junto a mi con miembros de doncella bruja trabada de cabellos-terrores del amor;
quiere ella que le aten los sexos vivos de sus hombres
de plata o de diamante, de rayos o de espumas.

Sus hombres de celo de flores de locura de pájaros, de intenciones rojas negras de pájaros.

¿Sus rodillas?: con la maldad del aceite del todos los colores.

Rodillas que se doblan porque su corazón-sexo
hierve aquí mas que en cualquier
  Continente.

 
                                                                    <*|*> <*|*> <*|*> <*|*> <*|*> <*|*>

 FRANCISCO MADARIAGA. Antología poética. Fondo Nacional de las Artes. Buenos Aires (Argentina). 1996.
 

viernes, 18 de marzo de 2016

Un poema de Jorge Leónidas Escudero

Jorge Leónidas Escudero




 

 LOS MUCHACHOS

A la mesa del bar van tres amigos
todos los días para ver
extinguirse la mañana. 
Hablan de que el río poco agua este año.
Ya ellos qué, pero discuten
como si poseyeran grandes cultivos. 
¿Y la política?
¡Ha de los ladrones!  dice alguno
y a otro le viene a la memoria
el robo lejano de su bicicleta.
La plata ya no alcanza para nada se quejan
y arremeten contra la juventud
a la que consideran hoy pervertida. 
Pagan de a cada uno el habido
consumo individual y se alejan después con
me duele un pie, esto es artritis, gastritis
me produce el café. 
Y el mozo del bar con mirada aburrida
los ve irse a mansalva con cara de inocentes
cuando es público y notorio que están confabulados
y otra vez han asesinado a la mañana.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Un poema de Hugo Mujica.

Hugo Mujica.

 

Hay perros que mueren de la muerte de su amo

Hay perros
que mueren de la muerte de su amo
cuerpos que no hacen el amor,
hacen el miedo
que no se agitan,
                        tiemblan.
Y hay hombres
en los que muere dios
como una gota de lacre
sobre el pecho
           de un torso de mármol,
son los que lloran cuando creen,
estar hablando,
o gritan soñando, pero al alba
olvidan el grito
con que encendieron la noche.
Hay hombres en los que gime dios
por no encontrar un hombre
                   donde morir de carne,
pero no llora como quien lo hace
solo,
llora como quien llora abrazado a un niño. 

Un poema de Elena Anníbali

Elena Anníbali

EL TELÉFONO 

desde alguna ciudad han llamado los otros 
los que por alguna razón están afuera 

ignoramos lo que eso signifique 

pueden estar, quizá, retozando 
de felicidad 
--el pulso candoroso-- 
amando o dejándose amar 
por extraños 

pueden, también, 
estar caminando, aún, 
sobre el áspero desierto 
de sus alucinaciones 

han llamado 

y hemos ido, vehementes, 
a levantar 
el rojo auricular que creíamos muerto 

y no hemos entendido nada: 

un idioma extranjero 
tal vez 
la interferencia del viento 
entre un balbuceo y otro 
una falla mecánica 

la lengua que nos hermanaba 
ha caído, rota, 
como un vaso en el piso 
y es inútil reconstruirla 

¿qué decían, aquellos? 
¿sigan la línea del lago 
hacia el Sur
¿nos pedían esperarlos? 
¿o el mensaje era 
permanezcan allí 
que la zona es infinita 
e inusual su infierno, 
y triste

- . - . - 

ELENA ANNÍBALI.  La casa de la niebla. Ediciones del Dock. Colección Pez náufrago. Buenos Aires, 2015. Pp. 34-35. 


lunes, 14 de marzo de 2016

Un poema de Alberto Girri.

Alberto Girri
                  
INTERVALO COMO LÍRICA


         1

Eleva su mano en actitud
de encontrar otra, alzándose, paralela,
con la que renovaría comparaciones
entre ambas,
                   sus figuras,
el largo de los dedos.


                          2

El yo que la induce
a hacerlo prosigue
su murmullo, habitual:
                            “Yo amo”,
y a la vez insiste
en no plegarse al martilleo
de la razón negativa:
                            “No hay tal cosa
como Amor, ese nombre contiene
sólo lo errático, la turbia
emocion del apego buscando
que su reverso, ¿el odio negativo?
lo alcance.”

                          3 

Gira luego la mano
sobre sí misma, cambio de frente,
pasión de remover.
                            ¿Qué yo actúa entonces?
El que cava hasta lo más
indiferenciado del recuerdo,
                            concluyendo: “Soy una
pura conciencia que recuerda.
y esto lo sé porque amo”;
                   y no le importa
que nuevamente la glacial,
ecuánime razón negativa,
lo desmienta:
                   “Aquello que se dijo primero sí,
lo segundo no; no puede
la pura conciencia afirmar Yo amo”

                           4

Con el sueño
todo contrapunto acaba,
                            la mano desciende, en calma
ahora sobre los labios de su dueña, ahora
sin ningún yo para aliviarla;
                          en conclusión, una mancha
en la penumbra, como lo único
que quedó de la mancha del amor,
de la irresistible necesidad, miseria,
del amor de entibiarse a cualquier precio,
aun con hojas secas. 

       <*|*> <*|*> <*|*> <*|*> <*|*> <*|*>

ALBERTO GIRRI. Homenaje  a W.C. Williams. (1981)

domingo, 13 de marzo de 2016

Tres poemas de María Negroni

María Negroni

 

a pesar de la aparente
normalidad de las cosas
y del sol que brillaba

sobre la ignorancia del mundo

ella ponía
su corazón inestable
en las carreras del otoño

y así perdía su esperanza
y la ignorancia del mundo

era más fina en ella

más prematuramente vieja
como una piedra fabulosa



                                                      <*|*> <*|*> <*|*> <*|*> <*|*> <*|*>


tantas vueltas de piel de toro
tantas chapas de hierro y de bronce
no protegen

el viento vuelve a traer
su carga de antiguas culpas

¿en qué nombre del alma
soy yo la abandonada?

¿en cuál la que abandona?

toda navegación instaura
el río que la lleva

así en la huída
así el pájaro ingrato

obsesionado por tus muros      



                                                   <*|*> <*|*> <*|*> <*|*> <*|*> <*|*>


el desierto es un animal
ávidamente inconcluso

y la luz
             un desierto
ávidamente más grande
que el desierto

cuando la noche se encrespa
              la sombra se escribe en el lomo
de esas arenas suntuosas

el desierto medita

aparte de eso
sólo es visible aquello
que está dentro de la visión



                                                 <*|*> <*|*> <*|*> <*|*> <*|*> <*|*>


MARÍA NEGRONI. La ineptitud. Alción Editora. Córdoba (Argentina). 2002. 

sábado, 12 de marzo de 2016

Un poema de Santiago Sylvester

Santiago Sylvester


MUJER EN LA ESQUINA

De lo que se trata es del intercambio: ella tiene hambre,
yo no tengo conocimiento; y si cada uno espera que
caiga su ración del cielo, ya podemos despedirnos
sin aliviar la carga.
Siempre ha habido estos pactos: ella, con un naipe
distinto en cada caso, yo eligiendo la carta para ver
si acierto;
ella, yegua de Parménides llevándome camino arriba, yo
olfateando el rastro con precipitación;
y así, necesitados ambos de lo que el otro tiene y no
guarda para sí, buscamos lo excitable de la especie
para alcanzar el peso, la saliva del otro, la célebre
unión de las mitades.

Ella siempre con historias exitosas (todas tristes), y yo
atestiguando lo que he dicho:
      que si espera en la calle
      se debe al intercambio,
      si entra en el bar y llama por teléfono,
      si disloca hasta morir la mandíbula del alma
      y se ríe cuando corresponde llorar
      se debe al intercambio: esas partes separadas en busca de lo mismo.

Y es todo lo que sé.
Pero ella sabe más:
sin salir de la esquina
conoce el mar por el tripulante a deshora,
el mercado por el olor de una manos,
la vaca por el carnicero;
y si no quiere ni oír
hablar del corazón, acostumbrada
como está a la charla,
es porque sabe que ahí cruje la madera.
El corazón es puro esteticismo.


          <*|*> <*|*> <*|*> <*|*> <*|*> <*|*>


viernes, 11 de marzo de 2016

Un poema de Horacio Preler

Horacio Preler

EL VASO LLENO DE LUZ 

El vaso lleno de luz 
tiene ojos de caracol 
y el brillo que ha recibido de lo opaco 
se derrama sobre el mantel de la tarde. 

Un vaso lleno de cenizas 
tiene garras de chacal 
y se ilumina cuando se apagan 
las lámparas del amanecer. 

El vaso de la fantasía 
se abre al milagro de las horas 
y contiene los restos de la realidad. 

- . - . - 

HORACIO PRELER. Silencio de hierba. Ediciones del Copista. Córdoba (Argentina), 2001. Pág. 15.