María Rosa Lojo |
Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.
Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.
Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.
viernes, 18 de diciembre de 2015
Un poema de María Rosa Lojo
viernes, 11 de diciembre de 2015
Un poema de Niní Bernardello
Niní Bernardello |
No hay salidas. No hay timbres
ni certificados.
Hay portales abiertos. Pero no hay
ni una mano tendida.
Cumple con tu día hambreándote.
Él olvida el vino sagrado y las risas.
Embotado camina y camina
vendiendo un espejo, una sábana.
Al llegar a la esquina se detiene, sudoroso.
No alumbran los faroles secos.
Roe el ratón su pan de madera.
Bolsillo vacío, derramado tabaco, algunos
fósforos, un boleto roto.
Tu carta doblada, una llave ajena.
Cumple con tu día hambreándote.
Un poema de Inés Aráoz
Inés Aráoz |
miércoles, 2 de diciembre de 2015
Un poema de Roberta Iannamico
Roberta Iannamico |
TODAS NOS empezamos a parecer a nuestras mamás
cuando pasa el tiempo
nos ponemos grandotas
percheronas
la mirada
más hermosa
como de alguien que puede
defenderse de todo
como de alguien que está
enamorada de sí misma
en los momentos
de soledad.
domingo, 29 de noviembre de 2015
Un poema de Leopoldo Marechal
Leopoldo Marechal |
Alma buena del sur, no te demores
junto a la sepultura de Isaías Rolón:
el muy avaro, desde el otro mundo,
es capaz de venderte
como ayer su ginebra
de mala catadura.
Bien metido en su cárcel de botellas tramposas,
compró y vendió este mundo para el diablo.
Desde su mostrador, con la pluma en la oreja,
vio desfilar amores,
caballos y alegrías.
Amontonó los frutos
y no mordió ninguno,
porque se alimentaba
de aritmética pura.
Calculador y zafio,
murió tres noches antes por ahorrar medicina.
Por no gastar su vieja ropa de casamiento,
mandó que lo enterraran en puro calzoncillo.
En tren de economías, durante su velorio,
se apagaron las velas por sí solas,
y a media voz tañeron las campanas
por economizar la saliva y el bronce.
Dicen las malas lenguas
que yace de costado
por usar menos tierra.
sábado, 31 de octubre de 2015
Un poema de Soledad Castresana
Soledad Castresana |
una oruga de fardos de alfalfa
resiste el afán incendiario
de la siesta
nos refugiamos
en el tanque australiano
flotamos
en el sordo hechizo
de las abejas
a veces la sed desespera la piel
nos quema el alivio
cuando baje la fiebre del aire
perfumados de higos
subiremos la tarde
hasta los árboles
esperaremos
mareados y calientes
que la noche detenga
la sangre de las víboras
cuando acabe la luz
nos quedaremos sin agua
miércoles, 28 de octubre de 2015
Un poema de Bárbara Belloc
Bárbara Belloc |
Clamando al cielo de la pampa "santo, santo, santo"
pasaron las nubes, las calaveras
pasó mi hora, pasaste
mi pasado pasó.
Sin dejar huella
sin seguir rastros
llegaron santas
las estrellas.
miércoles, 21 de octubre de 2015
Un poema del Conde de Villamediana
Conde de Villamediana |
Cuanto me trato más, menos me entiendo,
hallo razones que perder conmigo,
lo que procuro más, más contradigo
con porfïar y no ofender sirviendo.
La fe jamás con la esperanza ofendo,
desconfïando más, menos me obligo,
el padecer no puede ser castigo,
pues sólo es padecer lo que pretendo.
De un agravio, señora, merecido
siempre será remedio aquel tormento
que cuanto mayor es, más se procura;
porque para morir agradecido,
basta de vos aquel conocimiento
con que nunca eche menos la ventura.
- . - . -
domingo, 18 de octubre de 2015
Un poema de Leopoldo Lugones
Leopoldo Lugones |
Socarrón, perspicaz, sonoro,
A la casa aturde y alegra
Con su ladina lengua negra,
Desde su aro o su percha el loro.
Sabe cantar un tango entero,
Los nombres nunca desacierta,
Y según llamen a la puerta,
Grita: ¡la leche! o ¡el cartero!
Ya repite la carcajada
Y el rezongo de la vecina,
Ya, remedando a la gallina,
Miente otro huevo a la nidada
O apreciando al pelafustán
Con su sagaz ojo de vieja,
Le suelta, mientras lo festeja,
Una medalla y un refrán.
Y es de admirar con qué decoro
No desprovisto de ironía,
Dice a la fámula tardía:
No se olviden del pan del loro.
Mas, aunque el pan sea muy rico,
Apenas hay mejor regalo
Que el de darle a montar un palo
Donde pueda gastarse el pico.
También sirve un aro de pipa;
Pues, si no se hace de este modo,
Él mismo se despluma todo
Y al primer frío se constipa.
En el nativo quebrachal,
Labra su nido, sin empacho,
Agujereándose un quebracho
Sobre la línea transversal.
De eso le queda la costumbre;
Y así, con cháchara traviesa,
Cala una pata de la mesa
O una viga de la techumbre.
Suspenso allá cabeza abajo,
Mientras le ofrecen una caña,
Con irritante sorna engaña
Su balanceo de badajo.
Pero, como es una persona
En el fondo amable y sensata,
Sabe también "poner la pata"
En el dedo de la patrona.
Y habla con tal circunspección
Y propiedad tan perentoria,
Que, oigan ustedes esta historia
Que es cosa cierta, no invención:
Un chiquillo que no sabía
Que existiese un pájaro que habla,
Con su lindo fusil de tabla
Junto a un loro se divertía.
Alborotado el pelo de oro,
Paróse ante él, impertinente,
Cuando de pronto, gravemente,
--¿Cómo te va? --le dijo el loro.
Ante aquel aire de doctor,
Que le infundió profundo engorro,
Quitándose el chiquillo el gorro,
Respondió: --Bien. ¿Y a usted, señor?
Porque no en vano él atesora,
Cuando libre remonta el vuelo,
En la frente un poco de cielo
Y en el ala un poco de aurora.
Como una joya que bien labra,
Oro y rubí su pluma integra;
Y su ladina lengua negra
Saca el oro de la palabra.
Oro de loro que es tesoro
De alegría y de ingenio claro.
Fútil metal que acuña en su aro
Con derroche estridente el loro.
jueves, 15 de octubre de 2015
Un poema de Irma Peirano
Irma Peirano |
lunes, 5 de octubre de 2015
Un poema de Felipe Aldana
Felipe Aldana |
Quien dice que vio una estrella
y vio la cosa más bella
mirando tan sólo a ella,
no vio lo mejor así,
no vio la flor del maíz,
no vio la flor del maíz.
No encontró ojos brillantes
con reflejos de diamante,
cutis fresco, rozagante,
labios tiernos para el "sí",
no vio la flor del maíz.
Negó belleza a porfía
porque pasó todo el día
en la chala dura y fría.
No sabe nada de mí,
no vio la flor del maíz.
Primera entre las primeras,
negó que la luz viniera
a besar la cabellera
de quien junta por aquí,
no vio la flor del maíz.
Quien no vio esta juntadora
no vio la flor de la aurora,
no vio rosa seductora
y sostengo para mí,
no vio la flor del maíz,
no vio la flor del maíz.
miércoles, 16 de septiembre de 2015
Un poema de Walt Whitman
Walt Whitman |
Voz, medida, concentración, determinación y el poder divino de pronunciar las palabras.
¿Has fortalecido tus pulmones y has dado agilidad a tus labios con larga práctica, con ejercicios vigorosos y con la robustez de tu constitución?
¿Te mueves con amplitud en estos amplios ámbitos?
¿Has adquirido el divino poder de pronunciar las palabras?
Pues que sólo al fin, después de muchos años, después de la castidad, amistad, procreación, prudencia y desnudez,
después de haber recorrido la tierra y atravesado los ríos y los lagos,
después de haberse desembarazado la garganta, después de haber absorbido las épocas, temperamentos, razas, después de la libertad, de los crímenes,
después de la fe completa, después de haber aclarado, elevado y quitado obstáculos,
después de haber hecho éstas y otras cosas, es apenas posible que les sea dado a un hombre o mujer poder de pronunciar las palabras;
entonces se precipitarán todos hacia aquel hombre o mujer --nadie se niega, todos acuden,
ejércitos, navíos, monumentos antiguos, bibliotecas, cuadros, máquinas, ciudades, odio, desesperación, concordia, dolor, robo, asesinato, aspiración, forman en filas compactas,
y fluyen obedientes, según se los necesita, por boca de aquel hombre o aquella mujer.
¡Oh! ¿Qué hay en mí que me pongo a temblar al oír las voces?
seguramente he de seguir al hombre o mujer que me hablen con voz justa,
como el agua sigue a la luna, en silencio, con pasos leves, por todas partes alrededor del globo.
Todas las cosas esperan a las voces justas.
¿Dónde está el órgano diestro y perfecto? ¿Dónde está el alma desarrollada?
Pues veo que todas las palabras que de ellos brotan, tienen acentos nuevos, más profundos, más dulces, imposibles sin ellos.
Veo cerebros y labios cerrados, tímpanos y sienes ilesos,
mientras no venga aquello que tiene la virtud de herir y de abrir,
mientras no venga aquello que tiene la virtud de revelar lo que duerme, siempre listo, en las palabras.
miércoles, 2 de septiembre de 2015
Un poema de Emilio Sosa López
Emilio Sosa López |
Tanto es igual la sombra como el día, o el día enlutado,
o el viento que gime en las esquinas o el lobo del hambre.
¿Por qué odiar entonces al semejante, por qué temer
sus máquinas infernales, domesticadas con botones
y sexos, sus agrios tufos de pasiones a pila,
si el hombre sólo ama la soledad de su dios y mata
para estar solo y estar en paz consigo mismo
y con su bestia?
Dios vuelve por él a los altares con sigilo de tigre
y allí se instala ante el silencio de su criatura degradada.
¿Por qué odiar el crimen o el sacrificio
a los altivos númenes de la destrucción,
si dulce es la sangre para las estadísticas del miedo
y es convincente el giro de la diaria proclama y
todo está bien dentro del círculo
y es terror el deleite del sol que flamea
como estandarte del sagrado tirano?
Los aplausos son ramas feraces en la viña del pueblo.
¿A qué aguardar otra condenación
si Dios es hombre para el hombre y bestia
para la bestia humana
y magia para la máquina de estado que gobierna sin límites?
Porque otra cosa hubiese sido que muriese
con la sangre de la primera víctima,
pero el dios es eterno como el hombre
y cuando mata es Dios el que mata por él y si se acopla
es Dios quien baja a alimentarse de su propio rebaño.
El tirano sonríe complacido
ante la multitud del gran dios hecho hombre,
y sonríe también
ante la multitud de la bestia hecha hombre.
Y el error nunca importa pues hay tiempo de sobra
para rehacer el reino hasta el fin de la tierra.
--Y aquí la duda, ya que no se concibe fin alguno
para la gloria de lo que está hecho.
viernes, 28 de agosto de 2015
Un poema de Ernesto Cardenal
Ernesto Cardenal |
Libértanos tú
porque no nos libertarán sus partidos
Se engañan los unos a los otros
/ Y se explotan los unos a los otros
Sus mentiras son repetidas por mil radios
sus calumnias están en todos los periódicos
Tienen oficinas especiales para hacer Mentiras
Esos que dicen:
/ "Dominaremos con la Propaganda
La Propaganda está con nosotros"
Por la opresión de los pobres
por el gemido de los explotados
ahora mismo me levantaré
dice el Señor
les daré la libertad porque suspiran
Pero las palabras del Señor son palabras limpias
y no de Propaganda
Por todas partes están sus armamentos
Nos rodean sus ametralladoras y sus tanques
Nos insultan los asesinos llenos de condecoraciones
Y los que brindan en sus clubes
Mientras nosotros lloramos en tugurios
Los que se pasan la vida en coctail-parties
viernes, 21 de agosto de 2015
Un poema de Jorge Aulicino
Jorge Aulicino |
ninguna mujer tremolará por tus poemas
escribirás en sal en vidrio en las
espumas químicas de esta tierra desastrada
y ninguna mujer enloquecerá por tus poemas
martes, 11 de agosto de 2015
Un poema de Julio Castellanos
Julio Castellanos |
En un fresco de alegría, apenas verdecido,
en el límpido muelle de la noche
me acerco a ti y me invado
en la iridiscente fragancia de las cosas.
Tiene el amor esa virtud, es blanda
pausa en el camino hacia la muerte.
Por eso es un ensueño, porque frágil
recoge los desechos de la vida
y de los pasos eleva a plenitud
su eco acostumbrado.
Eres sujeto del amor, del juego
de ofrecer lo imposible y ser
la apuesta insegura, avasallada.
Lo sé fugaz y quieto,
inmóvil en el gesto que me inunda;
en él estás, por el deseo
detenida
en el curso inequívoco del tiempo,
el de la devastación y la ventura.
Es plena la alegría
el terso ascenso del ser en el ser mismo.
jueves, 30 de julio de 2015
Un poema de Joaquín Giannuzzi
Joaquín Giannuzzi |
Usted me preguntaba cómo verificar
si está vivo o muerto Rubén Darío.
Meter un dedo en su tumba,
sentirlo frío, no cuenta si usted palpa
sus huesos rendidos.
¿Muy esquemático?
Pero si no me equivoco
su pregunta tenía un sentido artístico.
En cuanto a su poesía, escuche usted
cómo respira todavía,
cómo recrea su vasto lenguaje
y perfecciona y ahonda las notas de su laúd.
Claro que ya no bebe su vino al anochecer.
Con excepción de ese hábito
ninguna verdad rubendariana interrumpió la muerte.
domingo, 26 de julio de 2015
Un poema de José Lezama Lima
(...)
Las varas y los duendes hablan, pero la armadura
sólo añade sombra, y no traspasan con el aliento
los cristales de cuarzo. Así hablan.
El sonido de la voz alcanza su arco con el sonido
que no se intenta asir, con la misma indiferencia del mensajero
que limpia su hebilla con aceite de nuez.
Llegaban anticipados y querían oír lo que no se dice,
su cimbreante arrogancia los llevaba a ponerse ellos
antes que el sonido. Entraban para asir el sonido
y la voz se les hacía indetenible como el murmullo,
Fingían que oían y ya no dejaban entrar, impidiendo
la errante seguridad de la luna, cuando entre la torre
del mastín y la torre de la garduña bautiza la llanura.
Aquí las dos torres hacen perder el camino
a lomo de burlas y antifaz del cangrejo negro.
¿La voz puede asirse? ¿Las chispas de la armadura
pueden asir el sonido? Sensación final
del rocío: alguien está detrás.
(...)
martes, 21 de julio de 2015
Un poema de León Felipe
León Felipe |
La Poesía llega como un gendarme a la casa del crimen.
Ahí está. Viene porque la he llamado yo.
Ya viene con su ademán desnudo,
con su mirada sin cortinas,
con su mirada sin eclipse...
con una mirada que no se esconde nunca bajo el toldo de los párpados
ni a la sombra de las pestañas...
Viene con su mirada abierta siempre.
La Poesía llega con su apostura fría,
cínica,
inmisericorde...
como un soldado terrible,
como un sayón,
como un sargento encargado del cacheo y del desahucio,
como un oficial eclesiástico de la Inquisición,
como el escribano con su mazo de infolios donde se va a escribir el inventario de todo lo que se esconde bajo el sótano,
como el confesor con su saco blindado donde se van a meter
los crímenes,
las herejías,
los ídolos falsos,
y las lámparas votivas alimentadas con alquitrán.
La Poesía llega.
Viene porque la he llamado yo.
Viene a confesarme y registrarme.
Un hombre cualquiera puede ser el poeta:
el publicano que no sabe rezar...
también el publicano...
cualquier publicano... el último publicano.
Porque también el corazón de los inconsiderados
entenderá la sabiduría...
y la lengua de los balbucientes
hablará clara y expedita.
Y el poeta es el hombre que llama a la Poesía sin miedo.
Al gran sayón..., al viejo sayón inmisericorde,
y le dice cuando llega a su puerta: Entra.
Quiero saber dónde vivo.
¡Hay tantas sombras,
tantas telarañas
y tantos fantasmas aquí dentro!
Entra.
Tú eres la Poesía... la Verdad y la Luz.
¿No es así?
La que abre las ventanas
y rompe los goznes de las puertas...
¿No es así?
La que ahuyenta el trote de las ratas
y apaga el ruido espectral de la polilla en la madera.
¿No es así?
La que barre las cortezas caídas y los vidrios quebrados que se amontonan en los rincones tenebrosos...
¿No es así?
La que encuentra los grandes versos perdidos y los grandes sueños que en la revuelta de las pesadillas se escondieron entre las circunvoluciones del colchón...
¿No es así?
La que encuentra también el cardiograma olvidado entre los folios del viejo libro polvoriento, el cardiograma donde se registran los golpes del fantasma apócrifo y los del ángel del destino...
¿No es así?
La que sabe dónde está la soga que una noche amarré de la viga más recia...
¿No es así?
La que viene a apretar y a exprimir la vejiga de las lágrimas hasta la última gota de sangre y de leche...
¿No es así?
La que viene a tapiar con ladrillos de fuego el cuarto donde la lujuria y el sexo envenenado guardan los negros sueños espantosos...
¿No es así?
Tienes una llave, ¿verdad?,
y una piqueta... y un hacha...
y una mecha encendida
y una escoba...
y unos ojos sin párpados...
¿No es así?
Tú eres... ¡tú eres!
A ti te he llamado.
No eres la hermosa doncella vestida de blanco
y con una ramita de laurel
para el bonete del juglar.
Eres dura, seca... y fea... fea
como la verdad para un criminal... para mí.
Yo soy un criminal...
un criminal... como cualquier hombre de la tierra,
un criminal... como cualquier ciudadano del mundo.
Soy el gran criminal vestido de hollín y de betún
que loco y fugitivo
recorre este planeta apagado y tenebroso.
Lo confesaré todo:
He asesinado a la Belleza
y he apuñalado a la Alegría...
He ahogado a la estrella
y he arrojado la lámpara al pantano.
¡Mirad mis manos chorreando sombras!
¡Mirad estas manos de carbón llenando de humo el aire
y apagando las últimas pupilas,
las luciérnagas,
los faros
y los astros!
¡Sálvame!... Quiero la Luz...
¡Sálvame!... Quiero ver la Luz... ¡Sálvame!
Te he llamado para que me salves.
Y te he llamado a ti...
no a la hermosa doncella vestida de blanco
y con una ramita de laurel
para el bonete del juglar.
Te he llamado a ti... a ti... viejo sayón inmisericorde.
Y te he llamado para que luego de oírme
registres esta cueva,
abras las ventanas,
derribes las puertas,
barras las tinieblas,
quemes mis entrañas
y dejes entrar de nuevo en esta casa subterránea,
en este cuerpo funeral...
la Alegría y la Belleza resurrectas,
como un río de luz sin presas y sin frenos.
jueves, 16 de julio de 2015
Un poema de Jacobo Fijman
Jacobo Fijman |
¡Dedos sarmentosos,
helados y duros
del invierno!
La aldehuela
es como una rama seca.
Los mesones, las callejas,
padecen torpeza.
¡Mastican tan lentamente
las campanas!
Intimidad enfermiza
de los silencios.
Cuando llueve,
la aldehuela es un pan negro
mojado.
¡Dedos sarmentosos,
helados y duros
del invierno!
miércoles, 15 de julio de 2015
Un poema de Gabriela Mistral
Gabriela Mistral |
Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!
Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos.
El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;
que allí donde ponéis
la plantita sangrante
el nardo nace más
fragante.
Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois,
perfectos.
Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!
sábado, 11 de julio de 2015
Un poema de Juan José Hernández
Juan José Hernández |
No quiero que me digan
la palabra naranja.
Me llega el sol,
mi casa
y la perdida infancia.
Hubo un jardín
y el ocio de unas tardes
sosegadas.
Hubo una luz de gracia,
profundidad del alma.
Hubo un pájaro fino
que cantaba en la huerta
del vecino.
Hubo dalias pesadas
a cuya sombra el gato
bostezaba.
¡Y en verano la fiesta
de comerse la breva
señalada!
No quiero que me digan
la palabra naranja.
Ni naranja, ni siesta.
Duele aquello que amaba.
viernes, 10 de julio de 2015
Un poema de Liliana Lukin
Liliana Lukin |
Por el tiempo que hace que estoy
escribiendo mal sentada,
dando pasto a las fieras,
haciendo trabajar
sin compasión
la lengua, los ojos,
las articulaciones elementales,
he provocado en mí
una minuciosa compresión de vértebras
que no comprenden mi necesidad.
jueves, 14 de mayo de 2015
Un poema de Elizabeth Azcona Cranwell
Elizabeth Azcona Cranwell |
Un poema de Alicia Genovese
viernes, 8 de mayo de 2015
Un poema de Severo Sarduy
Severo Sarduy |
Matta dibuja lo invisible: el viento,
la dimensión de lo desconocido,
lo que no captará ningún sentido,
ni tiene forma, ni conocimiento.
El golpe de lo inmóvil. El reverso.
La fijeza del sueño y el olvido.
La transparencia gris. El estallido
de una luz fósil: la del universo.
La curva del espacio. Hélice rota
de una galaxia que se apaga: emblema
del retorno al origen que desata
la energía más densa y más remota.
Incandescencia que se expande y quema
el universo que dibuja a Matta.
martes, 28 de abril de 2015
Un poema de Antonio Requeni
Antonio Requeni |
viernes, 17 de abril de 2015
Un poema de Leonardo Martínez
Leonardo Martínez |
A media mañana me escapaba
a la barranca detrás de la cocina
y sentada en una piedra bajo el tala
armaba mi cigarro
Las pitadas eran largas y sostenidas
Al soltar el humo se iban
el desánimo y la tristeza
Volvería después a los hijos
la comida y las montañas de ropa
Yo
la dueña
estoy sola
Marido ausente en trabajos lejanos
y una tropilla de hijos indómitos
Estoy sola con mi cigarro
los quehaceres de la casa
las novenas parroquiales
y la cría salvaje
Eso sí
a la nochecita un poco de gramófono
y de lecturas de la Invernizzio
Pero a la siesta
cuando todos duermen
golpeo mi cabeza
contra las paredes de la cocina
y repito lo que había leído en algún lado
lo real es la única certeza
Y lo real es una mescolanza
de doctrina de iglesia imaginación magia y milagros
La realidad abarca lo visible y lo invisible.
No me atrevo a soñar pero sueño
Frotan mis pechos manos ausentes
Vientos imperiosos abren mis piernas
Un resplandor me ciega
y veloces sonidos danzarines
aplacan mi bramido desolado
De rodillas
adoro un reflejo del paraíso en el fogón
que parpadea como mi ojo
Me desconozco en la misma que soy
La felicidad es un asunto de corazones esforzados
sábado, 28 de marzo de 2015
Un poema de Miguel Hernández
ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me
ha muerto como el rayo, Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas,
y órganos mi dolor sin instrumentos,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler, me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo voy
de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano está rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes,
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero mirar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera,
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas
y tu sangre se irá a cada lado,
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas,
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,