Siete siglos de romancero
Matías Caloca Rodríguez, nieto de Plácida (70 años), fotografiado en Valdeprado (Ayto. de Pesaguero, Liébana, Cantabria), el 25 de julio de 2006, ante la casa familiar
Álvaro Galmés y Diego Catalán llegaron a Valdeprado en busca de romances una tarde del verano de 1948. Tras una larga caminata, dieron con un puñado de mozos y mozas que celebrababan un baile espontáneo al pie de la carretera, al son de la música de un gramófono. El gramófono era de Plácida que, con frecuencia, lo hacía sonar desde el corredor de madera de su casa para que, en la calle y en el patio, los jóvenes se juntaran y divirtieran. Para los más mayores, el principal regocijo era reunirse en la cocina de Plácida y, al ritmo de la jila, cantar romances y canciones. Galmés y Catalán dieron pronto con ella, la entrevistaron y dieron noticia de su frondosa memoria romancística en varias publicaciones.
A Valdeprado, que en aquel tiempo tendría unos trescientos habitantes, llegamos el pasado julio casi conteniendo la respiración por lo que de Plácida y de su memoria pudiera quedar allí. Una media docena de habitantes (quienes quedan) nos hablaron de ella y de sus andanzas festivas, y su nieto, Matías Caloca, nos invitó a compartir la cocina que daba abrigo a las antiguas jilas. Matías, sin memoria alguna sobre los cantos que se entretejieron en su casa infantil, nos dio la imagen de su abuela en esa fotografía.