Con los viajes, las lluvias y demás, las acuarelas que he ido haciendo en estas últimas semanas se han quedado en el tintero. En esta entrada se recopilan algunas de ellas, unas desde febrero, otra, la primera, de esta misma mañana.
Estos linces ibéricos asomados a unas peñas dan ocasión a probar las texturas y los pigmentos que habitualmente utilizo para los troncos de los árboles. Prácticamente toda la rugosidad, salvo algunos salpicados, sale de la fragmentación de los pigmentos, pues al ultramar y al siena tostada le añado lunar black, sodalita y amatista, según zonas. Los linces, el blanco del papel y siena tostada, con sombras del siena mezclado con el ultramar. Estos pigmentos de Primatek granulan mucho y para estas cosas vienen bien.
El lunar black, un pigmento de magnetita, mezclado con cualquier color, produce esas texturas granuladas, y se puede ir inclinando el papel para que las particulas se posen en el grano del papel en las zonas que mejor nos venga, llegando a formarse ondas marmoleadas si ponemos bastante agua. Es el mismo pigmento que vende Kremer en pastilla y que ahora igual, o muy similar pues es más cálido, ha empezado a comercializar Van Gogh con el nombre comercial de negro óxido. En lugar de quedar el fondo blanco en las zonas donde no se depositan las partículas, más finas en Van Gogh que en Daniel Smith, queda ligeramente tintado de marrón claro. Es similar en todo menos en el precio, mucho más barato Van Gogh. De todas formas es un color que sólo se utiliza en pequeñas dosis con lo que dura una eternidad.
De un viaje rápido a Alicante, aprovechando que eran los días de más tráfico por la semana santa y que llovía a mares, que parece que nos gustan los peligros, unos montes por Castalla, en la ruta por Alcoy hacia Alicante, brumosos por la cortina de agua que caía, escena que me traigo en la cabeza para pintarla en casa al llegar. Los colores de costumbre, azul oscuro de sodalita, verde de jade y lunar black. Algunos toques de azul cerúleo. lo de los peligros, desde luego no buscados, no es una exageración. El coche parace que circulaba a un palmo de la carretera entre la lluvia y el viento intenso. De hecho vimos un accidente y en otro momento un coche nos hizo un trompo en una rotonda que no nos dio por un pelímetro. Como en la fórmula 1.
Un cielo nuboso sobre unas viñas. Las nubes salen de mezclas de índigo con carmín de alizarina, como los clásicos. Este azul serio va muy bien a veces. Sienas para los tonos cálidos de la cercanía. Esta acuarela sale de unas fotos de un anochecer por Daimiel.
Desde el cabo de la Nao en Jávea, una vista de esa costa tan hermosa que asoma entre los pinos. No sé cómo me las arreglo, pero siempre acabo pintando árboles.
Llegada la primavera volvemos a pintar flores. La anterior es el rincón de mi mesa con las ventanas que dan a la calle y al balcón. Cintas, pensamientos, orquídeas, violeta africana, papiros, calas, cóleos y algún cactus. El fondo azul cerúleo, los verdes jade y sap green. Sombras de sodalita y amatista. Voy a tener que sacar algunas de aquí que me invaden la mesa. Algunas las planté hace unos meses y van invadiendo el espacio, bien cuidadas por tenerlas tan a mano, el sol de la ventana y un radiador al lado. Las orquídeas sin flor, caída una que compré hace unas semanas y la otra que ya tiene cinco años y que por primera vez, no ha florecido. Misterios de la naturaleza.
Dos vistas de una acuarela sobre pensamientos en una maceta orientalizante, pura invencion, siguiendo la técnica para pintar cacharros de Geoffrey Wyne que ya he contado en varias ocasiones. Lo que sí existe, además de los pensamientos es la mesa y ese tapete de ganchillo que hizo mi madre. También el gato. Esta acuarela ya tiene casa. Una buena casa de unos buenos amigos, dueños del gato.
Una vista de las cimas de la sierra del Segura, en Albacete, hecha a partir de una foto de unos amigos, pues hace tiempo que no puedo llegar tan alto andando. Ni mucho menos, para qué nos vamos a engañar. Para las montañas del fondo recurro al lavanda.