Cuento breve:
Por Norberto Álvarez Debans
En el primitivo estado de las cosas, el humano quiso suspender sus rudimentarios objetos en el espacio inmediato que lo rodeaba, pero inevitablemente caían sobre el terreno virgen. Era elevar cosas, soltarlas y verlas caer. En una lucha vana contra la incongruencia de la desazón y el fracaso.
Algunos logros como colocar elementos sobre piedras más elevadas o sobre troncos de árboles, le mostraron la punta del ovillo, en la afanosa búsqueda. Pero entonces bastaba un movimiento grotesco o un roce de la tosca persona con los objetos para precipitar contra el suelo lo que había querido suspender. Seguido del inconfundible estrépito que acompaña al golpe en presencia del silencio ancestral de aquellos días y la consabida rotura de lo frágil.
Ante el repetido acto de la insistencia y la gravedad de la situación, éste ser en sus devaneos, trató de inquietar a generaciones tras generaciones sobre el problema, dando forma así a una ansiada y estructurada necesidad de mantener los objetos de uso cotidiano ligeramente suspendidos por sobre el nivel del piso y a la altura de la vista, cansados de ver todo adherido al suelo. Situación esta que condicionó su perspectiva, nacida del agotamiento de ver siempre de arriba los objetos, lo que derivó en la creación misma, al fabricarlos de una chatura grotesca y un aplastamiento inservible para contener lo envasable.
Así fue como desde esta perspectiva, un antiguo y anónimo aborigen, cargado de toda la ansiedad humana heredada de sus antepasados (agotados en la práctica diaria de hacer objetos, elevarlos, soltarlos y verlos caer), casi al borde de la locura, propia del fracaso y rotura de sus ideales, descubrió; ¡El plano horizontal!
El “plano horizontal”, de la noche a la mañana cambió las cosas del lugar inferior en que se las tenía. Esta forma nueva de superficie plana de diferentes espesores fue interpuesta con terquedad entre el vacío y el terreno virgen, dotado de la virtud de soportar los objetos que se apoyaran en ella. Venía así a evitar la oscura desazón de los tiempos signados por la atormentante caída.
A partir de tan feliz acontecimiento, inteligentes e iluminados artesanos, se entregaron a balancear pesos y resistencias para emprender la carrera de crear planos para salvar de la irremediable caída los elementos que se osaban elevar por sobre el piso. Así fue como la febril actividad que se desató, comenzó a llenarnos del mobiliario que contenía en su diseño, el mentado plano horizontal. Pero como lo primero es lo primero, se satisfizo el apetito de mejorar las condiciones en que se comía y durante un almuerzo un día apareció "la mesa", y los comensales parados a su alrededor, rápidamente idearon un apoyo, en su afán de comodidad y entonces: un día, también "la silla"...
Esta nueva posición de sentados sobre un plano, en otro nivel, fue fundamental para pensar. Con posterioridad todo el mundo se dedicó a pensar sentado, planificando sobre la mesa la utilidad del hallazgo, aplicándola a una infinidad de objetos vanguardistas. Es importante destacar otros hechos, cansados de hacer el amor en el suelo, con las consabidas molestias de piedritas que se clavaban en la espalda o en las rodillas, algún espiritual decidió elevar el amor, apareciendo así el gran plano horizontal, el más buscado y codiciado. Capaz de contener a la pareja humana en un límite de superficie plana, sin los rolidos de las prácticas al aire libre. Condicionando el sentimiento por el otro, al nuevo artefacto denominado "cama". Convirtiéndose de inmediato en el ama del amor, ya que la solicitud amorosa que se puso de moda en esos tiempos fue: ¡Vamos a la cama!
La cama primigenia fue reforzada para soportar los cuerpos totalmente desparramados, en movimientos y desinhibidos de cualquier ley física. Posibilitaron así elevar nuestros sueños, enriquecidos en lo fantástico, lo que derivó en una nueva visión de la actitud fecunda de ejercer la práctica más placentera del roce humano, paroxismo que contribuyó a expandir con mayor comodidad y prontitud la raza humana por todo el planeta y con el, también a “la cama”.
El gran devaneo que preocupó al primitivo en los comienzos, hizo pensar mucho tiempo después al mismo Newton, (ante la caída de otra culposa manzana), quién tuvo en ese instante el chispazo de los iluminados al dictar una ley para reglamentar la gravedad, de aquel viejo problema del equilibrio que vino mucho tiempo después de los angustiosos comienzos, a explicar la necesidad del plano horizontal.
No podía ser otra la actitud del sabio, ya que para una grave situación no hay nada mejor que aplicar una ley explicando la gravedad. Reglamentando así el tema de la caída, sólo logró desarrollar más aún la idea del plano horizontal, como una apetencia masiva, desparramándose por todos los rincones del orbe. Pero aunque preservar la caída aleje el mareo de la gravedad, (latente en toda pérdida de equilibrio), se seguirá intentando subir más y más. Pero el único plano donde reposaremos finalmente, seguirá siendo el más bajo de todos.