Notas, mal pasadas a limpio, de una conferencia que fue en el Espai Cultural de CajaMadrid de Barcelona, organizada junto a la Fundació FotoColectània, el martes, 13 de octubre de 2009, a cargo de Juan Villoro sobre la obra de Manuel Álvarez Bravo.
Desconociendo en profundidad la obra de Álvarez Bravo, debo confesar que todavía ahora no sé qué me ha encandilado más, si las fotografías o el verbo de Villoro con el que hilvanó una conferencia de vuelta al ruedo.
"mano que da", 1940 "Hay tiempo". Una respuesta que Álvarez Bravo siempre tenía a punto.
"Hay tiempo" es la decisión de separarse del flujo del tiempo, para volver sobre él atrapándolo en momentos singulares.
Esta frase contiene una Estética que se fija en el "relámpago de revelación".
La espera es una estrategia de alguien que dosifica sus recursos, lo contrario de quien confía que el azar le depare la obra maestra.
Villoro califica a
Álvarez Bravo, conjuntamente a
Henri Cartier Bresson, como
"ahorradores de imagen". Y es que la composición antecede al retrato: el fotógrafo aguarda el momento en que la realidad adopta la composición que está acechando. Se materializa la "noción de fragmento" de
Susan Sontag, esas rebanadas de mundo que contienen la totalidad, una parte como un todo.
"bicicletas en domingo", 1966
Álvarez Bravo nació en un México que nos es desconocido: ese cuya capital se erigía en un paisaje reclamo de tantos fotógrafos:
Paul Strand, Hugo Breme,
Edward Weston y su amante
Tina Mondotti (que regalaría su cámara a un joven aprendiz de fotógrafo,
Álvarez Bravo, la vigilia de verse expulsada del país, en 1930)
... Y es que "La región más transparente" a la que se refiere
Carlos Fuentes no es otra que México DF, una metrópolis en la que primero desapareció el agua, para luego desaparecerle el cielo. Pero estamos todavía en 1923 cuando un autodidacta
Álvarez Bravo se interesa por la cámara.
De
Paul Strand toma una cualidad que hace suya: pese a unos referentes locales muy fuertes, en cada toma la fotografía se universaliza. Toma así distancia respecto a la búsqueda de lo específicamente mexicano, del que es estandarte la gigantomaquia de los murales de
Orozco,
Siqueiro,
Ribera... Lo menor, el lado B de la Revolución mexicana, la oposición al pintoresquismo que supone la recuperación de una tradición pre-hispánica... Esa es la dirección que tomará
Álvarez Bravo.
"colchón", 1927
Como Edward Weston y Tina Mondotti durante su estancia en México, Álvarez Bravo retrató petates, unos colchones en el que los pobres dormían sus sueños hasta que, atrapados por la muerte, se convertían en sus ataúdes.
"el ensueño", 1931
Los sujetos fotografiados no miran a la cámara: se muestran inquietos, desconcertados. Se les retrata por accidente, preservando así su identidad. No hay que robar el espíritu del fotografiado (en la línea de una tradición indígena, pero también como una mirada moderna, en la que el objeto del Arte es inconsciente de su artisticidad). En "el ensueño", el centro de la fotografía gravita en los pensamientos de la muchacha, en la vida privada y misteriosa de alguien que, por su extracción social, no debería tener vida privada: toda una sutil dignificación, sin que medie paternalismo alguno. Lo que hace inagotable a muchas fotografías es que cada una de ellas plantea diferentes preguntas, muestra pliegues, convoca misterios...
"parábola óptica", 1931
"Parábola óptica" anticipará el trato que tendrá con André Bretón. Sus fotografías contienen elementos de surrealismo: una manera de desordenar la realidad, de refractarla. Su fotografía parte de una realidad dada, que al mismo tiempo se interesa por los sueños de la realidad. Lo decisivo será encontrar los momentos en que la realidad se desprende de sí misma. Luís Cardoso y Aragón (aquel que enunció que "la poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre") dirá que lo fotografiado por Álvarez Bravo es la "realidad desordenada ante un misterio".
"la buena fama, durmiendo" 1930
"La buena fama, durmiendo", es una fotografía tomada a medias con André Bretón, y que debía servir como cartel de una exposición. En ella, la joven muestra pudorosamente vestidas las partes menos eróticas de su anatomía, equivocación que le valió el cambio de cartel.
"qué chiquito es el mundo", 1942 En "qué chiquito es el mundo" juegan azar y fortuna. El tiempo de la imagen es decisivo: nadie sabe qué sucederá cuando se crucen los dos personajes de la foto, el fotógrafo ha detendido el tiempo el instante anterior, se ha retratado lo inminente. Lo importante es que en este momento todo es posible, es una "fotografía a punto de zarpar", acaso gracias al velamen de las azoteas. De Walter Benjamin a John Berger se reconoce que la fotografía no se puede desprender de lo que pasó. En Álvarez Bravo "la fotografía capta lo que fue y lo convierte en lo que será".
"El principal instrumento de un fotógrafo -cuenta Álvarez Bravo- son sus ojos. Sin embargo muchos fotógrafos usan los ojos de otros fotógrafos: esos fotógrafos están ciegos".
No en balde, Gilberto Owen diría: "el corazón... yo lo usaba con los ojos!"